16 - DE MARZO – MIERCOLES –
2ª SEMANA DE CUARESMA – C
Santo
Patriarca Abraham
Lectura del libro de Jeremías
(18,18-20):
ELLOS dijeron:
«Venga, tramemos un plan contra Jeremías
porque no faltará la ley del sacerdote, ni el consejo del sabio, ni el oráculo
del profeta. Venga, vamos a hablar mal de él y no hagamos caso de sus
oráculos».
Hazme caso, Señor,
escucha lo que dicen mis oponentes.
¿Se paga el bien con el mal?,
¡pues me han cavado una fosa!
Recuerda que estuve ante ti,
pidiendo clemencia por ellos,
para apartar tu cólera.
Palabra de Dios
Salmo: 30,5-6.14.15-16
R/. Sálvame, Señor, por tu misericordia
V/. Sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R/.
V/. Oigo el cuchicheo de la gente,
y todo me da miedo;
se conjuran contra mí
y traman quitarme la vida. R/.
V/. Pero yo confío en ti, Señor;
te digo: «Tú eres mi Dios».
En tu mano están mis azares:
líbrame de los enemigos que me persiguen. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo
(20,17-28):
EN aquel tiempo, subiendo Jesús a Jerusalén, tomando aparte a los Doce, les
dijo por el camino:
«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y
el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas,
y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de
él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará».
Entonces se le acercó la madre de los
hijos de Zebedeo con sus hijos y se postró para hacerle una petición.
Él le preguntó:
«¿Qué deseas?».
Ella contestó:
«Ordena que estos dos hijos míos se
sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda».
Pero Jesús replicó:
«No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber
el cáliz que yo he de beber?».
Contestaron:
«Podemos».
Él les dijo:
«Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a
mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para
quienes lo tiene reservado mi Padre».
Los otros diez, al oír aquello, se
indignaron contra los dos hermanos. Y llamándolos, Jesús les dijo:
«Sabéis que los jefes de los pueblos los
tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que
quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser
primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo.
Igual que el Hijo del hombre no ha
venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».
Palabra del Señor
1. Si leemos atentamente este relato y además, lo completamos con el episodio de Jesús y los niños (Mt 18, 1-4), tendríamos que estar ciegos para no advertir enseguida que en la Iglesia ha existido, desde sus mismos orígenes, una resistencia y hasta un rechazo muy fuerte a vivir como Jesús nos enseñó a vivir.
La Iglesia siempre pensó que sus
dirigentes tienen que ser los primeros, mientras que Jesús vio las cosas de
manera que tomó la decisión de ser el último.
Lo de Jesús es muy claro: solo desde
abajo se arregla el mundo. Por eso, lo más claro y lo más fuerte, que se
advierte en este relato, es un contraste que impresiona: Jesús se encamina
hacia el despojo del fracaso, justamente cuando los Doce se encaminan hacia el
ascenso del éxito.
Son dos proyectos literalmente
contradictorios que, además, están así consignados en los tres evangelios sinópticos: en Mateo y Marcos, en relatos estrictamente
paralelos, cuando Jesús se encamina hacia Jerusalén (Mt 20, 17-28; Mc 10,
32-45): en Lucas, desplazando la disputa entre los Doce, por sus ambiciones de
ser cada cual el más importante (Lc 22, 24-27), al momento mismo en que Jesús
acababa de instituir la eucaristía, en la cena de despedida (Lc 22, 14-23).
2. El proyecto de Jesús y el proyecto de
los Doce son dos proyectos, no solo distintos, sino -lo que es más
sorprendente- literalmente contradictorios. Tan contradictorios como el fracaso
y el éxito.
Es claro que, si los evangelios
ordenaron estos materiales de esta manera, en ello se quiso poner de manifiesto
una intencionalidad.
- ¿En qué sentido?
Jesús vio claramente que lo bueno, que
puede aportar el Evangelio en este mundo, solo se puede hacer viviendo de forma
que uno termina abajo.
Los Doce, por el contrario, veían las
cosas de forma que estaban convencidos de que, para aportar lo bueno que
entraña el Evangelio, hay que vivir de forma que uno termina arriba.
3. Esto significa que, en estos relatos,
no está en juego un simple problema de humildad contra orgullo; ni de
desprendimiento frente a ambición. El problema está en saber cómo y dónde se
hace presente en esta vida el Dios de Jesús.
No ciertamente en el poder y la gloria,
sino en la sencillez del que, ni por los más sublimes motivos pastorales, jamás
pretende ser el primero o el más importante.
Por tanto, seamos consecuentes y
valientes, para preguntarnos sin miedo:
- "¿Puede haber estructuras "superiores" y
"súbditos", "sacerdotes" y "laicos", en una
Iglesia que se orienta en la dirección que marca aquí Jesús, tal como lo indica
Mateo, que pone a Jesús y a la Iglesia "abajo", jamás
"arriba", siempre en el servicio de un esclavo, jamás en la gloria de
un poderoso?
- ¿Será cierto que en la Iglesia estamos
totalmente equivocados en todo cuanto toca al ejercicio del poder y del
gobierno?
Antes que ninguna otra cosa, esto es lo
que el Papa, el Concilio, tendrían que poner en claro y aplicarlo con todas sus
consecuencias.
Santo Patriarca Abraham
Abraham es el
patriarca de las tres grandes religiones monoteístas. Gran profeta del Antiguo
Testamento
Vida de Santo Patriarca Abraham
La historia de
Abraham se encuentra en el primer libro de la Biblia, el Libro del Génesis.
Con Abraham
fundó Dios en el mundo la verdadera religión.
Vivía en la
ciudad de Hur, cerca de los ríos Tigris y Eufrates, cuando Dios le pidió el
sacrificio de alejarse de su tierra, que era muy fértil, y de su hermosa ciudad
e irse a un país desconocido y desértico, lejos de familiares y amigos. Abraham
aceptó este sacrificio, y Dios en pago le prometió que sus descendientes
poseerían por siempre aquel país.
Abraham
deseaba tener un hijo que prolongara su familia, y Dios permitió que su esposa
fuera estéril y que a la edad de 90 años Abraham todavía no lograra tener el
hijo que tanto deseaba. Sin embargo, Nuestro Señor le prometió que su
descendencia sería tan numerosa como las arenas del mar y Abraham creyó a esta
promesa de Dios, y esta fe le fue apreciada y recompensada.
Dios se le
aparece en forma de viajero peregrino (acompañado de dos ángeles disfrazados
también) y Abraham los atiende maravillosamente bien. Dios le promete que
dentro de un año tendrá un hijo. Sara la esposa, que está oyendo detrás de una
cortina, se ríe de esta promesa, porque le parece imposible ya que ellos dos
son muy viejos. Dios manda que al niño le pongan por nombre "Isaac",
que significa "el hijo de la sonrisa". Y cuando el jovencito tiene 12
años, Dios pide a Abraham que vaya a un monte y le ofrezca el hijo en sacrificio.
Abraham acepta esto que le cuesta muchísimo y cuando ya va a matar a Isaac, un
ángel le detiene la mano y oye una voz del cielo que le dice: "He visto
cuán grande es tu generosidad. Ahora te prometo que tu descendencia nunca se
acabará en el mundo". Y luego ve un venado enredado entre unas matas de
espinas y lo ofrece en sacrificio a Dios.
Los enemigos
atacaron a la ciudad donde vivía Lot, el sobrino de Abraham, llevándose a todos
prisioneros. Entonces el patriarca reunió a sus obreros (318) y atacó por
sorpresa a los enemigos y libertó a todos los cautivos. En acción de gracias
llevó a Melquisedec, sacerdote de Jerusalén, la décima parte de todo lo que
había conseguido. Desde entonces quedó la costumbre de dar para Dios y para los
pobres el diezmo, o sea la décima parte de lo que cada uno gana.
Nuestro Señor
le comunicó a su amigo Abraham que iba a destruir a Sodoma por que en esa
ciudad se cometían pecados de homosexualidad. Abraham le rogó a Dios que no la
destruyera si había allí siquiera diez personas buenas. Pero como no las había,
cayó una lluvia de fuego y los mató a todos. Solo se salvó Lot, por ser el
sobrino de Abraham. Pero la mujer de Lot desobedeció la orden de los ángeles y
al salir de la ciudad se puso a mirar hacia atrás y quedó convertida en estatua
de sal.
Abraham fue
padre de Isaac, del cual nacieron Esaú y Jacob. Los hijos de Jacob se llaman
los doce Patriarcas, de los cuales se formó el pueblo de Israel. Dios le cambió
el nombre de Abrán, que significa "padre", por el nombre de
"Abraham", que significa: padre de muchos pueblos.
La Sta. Biblia
alaba a Abraham porque creyó contra toda esperanza y porque nunca dudó de que
Dios sí cumple lo que promete, aunque parezca imposible.
Santo
Patriarca Abraham, pídele a Dios que nos conceda una fe tan grande como la
tuya, y el perseverar fieles a nuestra religión hasta la muerte.
Fuente:
http://www.churchforum.org.mx
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