18 - DE MARZO – VIERNES –
2ª SEMANA DE CUARESMA –
San Cirilo de
Jerusalén
Lectura del libro del Génesis
(37,3-4.12-13a.17b-28):
ISRAEL amaba a
José más que a todos los otros hijos, porque le había nacido en la vejez, y le
hizo una túnica con mangas. Al ver sus hermanos que su padre lo prefería a los
demás, empezaron a odiarlo y le negaban el saludo.
Sus hermanos trashumaron a Siquén con
los rebaños de su padre. Israel dijo a José:
«Tus hermanos deben de estar con los
rebaños en Siquén; ven, que te voy a mandar donde están ellos».
José fue tras sus hermanos y los
encontró en Dotán. Ellos lo vieron desde lejos y, antes de que se acercara,
maquinaron su muerte. Se decían unos a otros:
«Ahí viene el soñador. Vamos a matarlo y
a echarlo en un aljibe; luego diremos que una fiera lo ha devorado; veremos en
qué paran sus sueños».
Oyó esto Rubén, e intentando salvarlo de
sus manos, dijo:
«No le quitemos la vida».
Y añadió:
«No derraméis sangre; echadlo en este
aljibe, aquí en la estepa; pero no pongáis las manos en él».
Lo decía para librarlo de sus manos y
devolverlo a su padre.
Cuando llegó José al lugar donde estaban sus hermanos, lo sujetaron, le
quitaron la túnica, la túnica con mangas que llevaba puesta, lo cogieron y lo
echaron en un pozo. El pozo estaba vacío, sin agua.
Luego se sentaron a comer y, al levantar
la vista, vieron una caravana de ismaelitas que transportaban en camellos goma,
bálsamo y resina de Galaad a Egipto. Judá propuso a sus hermanos:
«¿Qué sacaremos con matar a nuestro
hermano y con tapar su sangre? Vamos a venderlo a los ismaelitas y no pongamos
nuestras manos en él, que al fin es hermano nuestro y carne nuestra».
Los hermanos aceptaron.
Al pasar unos mercaderes
madianitas, tiraron de su hermano; y, sacando a José del pozo, lo vendieron a
unos ismaelitas por veinte monedas de plata. Estos se llevaron a José a Egipto.
Palabra de Dios
Salmo: 104,16-17.18-19.20-21
R/. Recordad las maravillas que hizo el
Señor
V/. Llamó al hambre sobre aquella tierra:
cortando el sustento de pan;
por delante había enviado a un hombre,
a José, vendido como esclavo. R/.
V/. Le trabaron los pies con grillos,
le metieron el cuello en la argolla,
hasta que se cumplió su predicción,
y la palabra del Señor lo acreditó. R/.
V/. El rey lo mandó desatar,
el señor de pueblos le abrió la prisión,
lo nombró administrador de su casa,
señor de todas sus posesiones. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo
(21,33-43.45-46):
EN aquel
tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
«Escuchad otra parábola:
“Había un propietario que plantó una
viña, la rodeó con una cerca, cayó en ella un lagar, construyó una torre, la
arrendó a unos labradores y se marchó lejos.
Llegado el tiempo de los frutos, envió
sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían.
Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro y
a otro lo apedrearon.
Envió de nuevo otros criados, más que la
primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo
diciéndose:
‘Tendrán respeto a mi hijo’.
Pero los labradores, al ver al hijo se
dijeron:
‘Este es el heredero: venid, lo matamos
y nos quedamos con su herencia’.
Y agarrándolo, lo sacaron fuera de la viña
y lo mataron.
Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué
hará con aquellos labradores?”».
Le contestan:
«Hará morir de mala muerte a esos
malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a
su tiempo».
Y Jesús les dice:
«¿No habéis leído nunca en la Escritura:
“La piedra que desecharon los
arquitectos es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente”?
Por eso os digo que se os quitará a
vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos».
Los sumos sacerdotes y los fariseos, al
oír sus parábolas, comprendieron que hablaba de ellos.
Y, aunque intentaban echarle mano,
temieron a la gente, que lo tenía por profeta.
Palabra del Señor
1. Hay quienes piensan que
esta parábola es un añadido para justificar la "teoría de la
sucesión": Israel fue el pueblo infiel y le sucedió, como pueblo fiel, la
Iglesia.
Según esta teoría, de Israel como pueblo
elegido. Y, de hecho, sabemos que la teología cristiana ha elaborado la
teoría según la cual la Iglesia es el "nuevo Pueblo de Dios'.
2. Pero esta teoría es
sencillamente inadmisible. Y además es peligrosa. Las religiones son producto
de la cultura. Por eso, las culturas nacionalistas suelen
tener también religiones nacionalistas y dioses nacionalistas. Los
"pueblos elegidos" por el dios de cada pueblo son
abundantes, aunque no utilicen ese
nombre. Israel se sintió singularmente elegido (Nm 23, 8 s; Jos 24, 3; Sal
106, 5) por el amor preferencial de Yahvé (Ex 19, 5; Dt 7, 6-8; 1 Jn 4, 19).
Esta idea fue asumida por los
cristianos, que se vieron como una nueva raza (1 Pe 2, 9), los elegidos (Mt 24,
22; Rm 8, 33; 16, 13; Col 3, 12; 1 Pe, 1, 1).
3. Lo intolerable y lo
peligroso de esta teoría es que fomenta una secreta soberbia nacionalista y un
inevitable menosprecio hacia los demás pueblos y las otras religiones. Dios no
puede querer eso.
Dios no ha querido el antisemitismo que
los cristianos difundieron en siglos pasados, amparados en la
"funesta teoría de sustitución" y en la "peligrosa teoría de
suplantación" (J. B. Metz) que ha causado tanto odio.
El responsable de la muerte de Jesús no
fue Israel, sino la torpeza de unos dirigentes religiosos que rechazaron al más
grande de los profetas.
San Cirilo de Jerusalén Doctor de la Iglesia
(año 386)
San Cirilo,
obispo de Jerusalén y doctor de la Iglesia, que a causa de la fe sufrió muchas
injurias por parte de los arrianos y fue expulsado con frecuencia de la sede.
Con oraciones y catequesis expuso admirablemente la doctrina ortodoxa, las
Escrituras y los sagrados misterios.
San Cirilo
nació cerca de Jerusalén y fue arzobispo de esa ciudad durante 30 años, de los
cuales estuvo 16 años en destierro. 5 veces fue desterrado: tres por los de
extrema izquierda y dos por los de extrema derecha.
Era un hombre
suave de carácter, enemigo de andar discutiendo, que deseaba más instruir que
polemizar, y trataba de permanecer neutral en las discusiones. Pero por eso
mismo una vez lo desterraban los de un partido y otra vez los del otro.
Aunque los de
cada partido extremista lo llamaban hereje, sin embargo, San Hilario (el
defensor del dogma de la Santísima Trinidad) lo tuvo siempre como amigo, y San
Atanasio (el defensor de la divinidad de Jesucristo) le profesaba una sincera
amistad, y el Concilio general de Constantinopla, en el año 381, lo llama
"valiente luchador para defender a la Iglesia de los herejes que niegan
las verdades de nuestra religión".
Una de las
acusaciones que le hicieron los enemigos fue el haber vendido varias posesiones
de la Iglesia de Jerusalén para ayudar a los pobres en épocas de grandes
hambres y miserias. Pero esto mismo hicieron muchos obispos en diversas épocas,
con tal de remediar las graves necesidades de los pobres.
El emperador
Juliano, el apóstata, se propuso reconstruir el templo de Jerusalén para
demostrar que lo que Jesús había anunciado en el evangelio ya no se cumplía.
San Cirilo anunció mientras preparaban las grandes cantidades de materiales
para esa reconstrucción, que aquella obra fracasaría estrepitosamente. Y así
sucedió y el templo no se reconstruyó.
San Cirilo de
Jerusalén se ha hecho célebre y ha merecido el título de Doctor de la Iglesia,
por unos escritos suyos muy importantes que se llaman "Catequesis".
Son 18 sermones pronunciados en Jerusalén, y en ellos habla de la penitencia,
del pecado, del bautismo, y del Credo, explicándolo frase por frase. Allí
instruye a los recién bautizados acerca de las verdades de la fe y habla
bellísimamente de la Eucaristía.
En sus
escritos insiste fuertemente en que Jesucristo sí está presente en la Santa
Hostia de la Eucaristía. A los que reciben la comunión en la mano les aconseja:
"Hagan de su mano izquierda como un trono en el que se apoya la mano
derecha que va a recibir al Rey Celestial. Cuidando: que no se caigan pedacitos
de hostia. Así como no dejaríamos caer al suelo pedacitos de oro, sino que los
llevamos con gran cuidado, hagamos lo mismo con los pedacitos de Hostia
Consagrada".
Al volver de
su último destierro que duró 11 años, encontró a Jerusalén llena de vicios y
desórdenes y divisiones y se dedicó con todas sus fuerzas a volver a las gentes
al fervor y a la paz, y a obtener que los que se habían pasado a las herejías
volvieran otra vez a la Santa Iglesia Católica.
A los 72
años murió en Jerusalén en el año 386.
En 1882 el
Sumo Pontífice lo declaró Doctor de la Iglesia.
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