2 - DE MAYO
– LUNES –
3 –
SEMANA DE PASCUA – C –
San Atanasio de Alejandria
Lectura del libro de los Hechos
de los apóstoles (6,8-15):
EN aquellos
días, Esteban, lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y signos en
medio del pueblo. Unos cuantos, de la sinagoga llamada de los libertos,
oriundos de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con
Esteban; pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que
hablaba.
Entonces indujeron a unos que
asegurasen:
«Le hemos oído palabras blasfemas contra
Moisés y contra Dios».
Alborotaron al pueblo, a los ancianos y
a los escribas, y, viniendo de improviso, lo agarraron y lo condujeron al
Sanedrín, presentando testigos falsos que decían:
«Este individuo no para de hablar contra
el Lugar Santo y la Ley, pues le hemos oído decir que ese Jesús el Nazareno
destruirá este lugar y cambiará las tradiciones que nos dio Moisés».
Todos los que estaban sentados en el
Sanedrín fijaron su mirada en él y su rostro les pareció el de un ángel.
Palabra de
Dios
Salmo: 118,23-24.26-27.29-30
R/. Dichoso el que camina en la ley
del Señor
Aunque los
nobles se sienten a murmurar de mí,
tu siervo medita tus decretos;
tus preceptos son mi delicia,
tus enseñanzas son mis consejeros. R/.
Te expliqué mi
camino, y me escuchaste:
enséñame tus mandamientos;
instrúyeme en el camino de tus mandatos,
y meditaré tus maravillas. R/.
Apártame del
camino falso,
y dame la gracia de tu ley;
escogí el camino verdadero,
deseé tus mandamientos. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Juan (6,22-29):
DESPUÉS de que
Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando
sobre el mar. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del
mar notó que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había
embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos.
Entretanto, unas barcas de Tiberíades
llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan después que el Señor había
dado gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí,
se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla del
lago, le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo has venido aquí?».
Jesús les contestó:
«En verdad, en verdad os digo: me
buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta
saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que
perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo
ha sellado el Padre, Dios».
Ellos le preguntaron:
«Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar
las obras de Dios?».
Respondió Jesús:
«La obra de Dios es esta: que creáis en
el que él ha enviado».
Palabra del
Señor
1. Como bien sabemos todos,
lo que más preocupa al común de los mortales, sobre todo a la gente más
necesitada, es el pan de cada día. Es decir, satisfacer las necesidades más
elementales y apremiantes de todo ser viviente.
Se comprende la búsqueda que aquella gente emprendió para encontrar a Jesús. Hoy, eso se verifica en la angustia de tantos millones de seres humanos condenados a carecer de lo más elemental. Y, muchos de ellos, condenados a una muerte temprana e injusta. Estamos hablando de más de mil millones de seres humanos.
2. Lo extraño es que, estando, así las cosas, Jesús les dijo a aquellos pobres galileos, y nos dice a nosotros ahora, que hay algo más apremiante que tener el pan asegurado.
- ¿Puede haber algo más urgente que eso?
Jesús afirma que es más importante
"creer en él". Es decir, más importante es fiarse de Jesús que tener
seguro el pan. Esto es difícil de entender y más aún de asimilar.
Seguramente tenemos una idea trastornada
de lo que es la fe en Jesús. Tal como la presentan los evangelios, la fe salva.
Pero salva, - ¿de qué? y ¿Para qué?
No es una cuestión primordialmente "religiosa". Es la respuesta total a la limitación "humana". Jesús les decía a los enfermos: Tu fe te ha salvado, es decir, fiarse en serio de Jesús da vida, alivia penas y dolores, soledades y desamparos, da fuerzas para superar toda clase de dificultades. Y, sobre todo, la fe en Jesús une a las personas, nos funde a todos en uno, mediante la fusión de nuestros mejores sentimientos.
O la fe es eso o la fe es un cuento que
no sirve para nada.
3. Pues ni lo uno ni lo otro.
Sencillamente, si la fe es esa confianza total en Jesús que nos une a todos,
por encima de cualquier división (sea la que sea), - ¿no es cierto que lo que
más necesitamos todos es esa fe, esa fuerza, esa vida, esa forma de entender y
de poner en práctica otra manera de organizar y gestionar nuestra convivencia?
No cabe duda: No vivimos mejor porque no
tenemos esa fe. Pero podemos tenerla. No es un don que Dios da a
quien quiere. - ¿Quién se ha inventado semejante cuento?
La fe es el resultado de una convicción
y de la fuerza que cada cual pone en tal convicción para vivir como vivió
Jesús.
San Atanasio de Alejandría
Nació en Egipto,
Alejandría, en el año 295. Estudió derecho y teología. Se retiró por algún
tiempo a la vida solitaria, haciendo amistad con los ermitaños del desierto.
Regresando a la ciudad, se dedicó totalmente al servicio de Dios.
En su tiempo, Arrio, clérigo
de Alejandría, propagaba la herejía de que Cristo no era Dios por naturaleza.
Para enfrentarlo se celebró el primero de los ecuménicos, en Nicea, ciudad del
Asia Menor. Atanasio, que era entonces diácono, acompañó a este concilio a
Alejandro, obispo de Alejandría. Con doctrina recta y gran valor sostuvo la
verdad católica y refutó a los herejes. El concilió excomulgó a Arrio y condenó
su doctrina arriana.
Pocos meses después de
terminado el concilio murió san Alejandro y Atanasio fue elegido patriarca de
Alejandría. Los arrianos no dejaron de perseguirlo hasta que lo desterraron de
la ciudad e incluso de Oriente. Cuando la autoridad civil quiso obligarlo a que
recibiera de nuevo a Arrio en la Iglesia a Arrio a pesar de que este se
mantenía en la herejía, Atanasio, cumpliendo con gran valor su deber, rechazó
tal propuesta y perseveró en su negativa, a pesar de que el emperador
Constantino, en 336, lo desterró a Tréveris.
Durante dos años
permaneció Atanasio en esta ciudad, al cabo de los cuales, al morir
Constantino, pudo regresar a Alejandría entre el júbilo de la población.
Inmediatamente renovó con energía la lucha contra los arrianos y por segunda
vez, en 342, sufrió el destierro que lo condujo a Roma.
Ocho años más tarde se
encontraba de nuevo en Alejandría con la satisfacción de haber mantenido en
alto la verdad de la doctrina católica. Pero sus adversarios enviaron un
batallón para prenderlo. Providencialmente, Atanasio logró escapar y refugiarse
en el desierto de Egipto, donde le dieron asilo durante seis años los
anacoretas, hasta que pudo volver a reintegrarse a su sede episcopal; pero a
los cuatros meses tuvo que huir de nuevo. Después de un cuarto retorno, se vio
obligado, en el año 362, a huir por quinta vez. Finalmente, pasada aquella
furia, pudo vivir en paz en su sede.
Falleció el 2 de mayo
del año 373. Escribió numerosas obras.