9 - DE ABRIL – SÁBADO –
5ª SEMANA DE CUARESMA – C
Santa Casilda de Toledo
Lectura de la profecía de Ezequiel
(37,21-28):
ESTO dice el
Señor Dios:
«Recogeré a los hijos de Israel de entre
las naciones adonde han ido, los reuniré de todas partes para llevarlos a su tierra.
Los hará una sola nación en mi tierra, en los montes de Israel. Un solo rey
reinará sobre todos ellos. Ya no serán dos naciones ni volverán a dividirse en
dos reinos.
No volverán a contaminarse con sus
ídolos, sus acciones detestables y todas sus transgresiones. Los liberaré de
los lugares donde habitan y en los cuales pecaron. Los purificaré; ellos serán
mi pueblo y yo seré su Dios.
Mi siervo David será su rey, el único
pastor de todos ellos. Caminarán según mis preceptos, cumplirán mis prescripciones
y las pondrán en práctica. Habitarán en la tierra que yo di a mi siervo Jacob,
en la que habitaron sus padres: allí habitarán ellos, sus hijos y los hijos de
sus hijos para siempre, y mi siervo David será su príncipe para siempre.
Haré con ellos una alianza de paz, una alianza eterna. Los estableceré, los
multiplicaré y pondré entre ellos mi santuario para siempre; tendré mi morada
junto a ellos, yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y reconocerán las
naciones que yo soy el Señor que consagra Israel, cuando esté mi santuario en
medio de ellos para siempre».
Palabra de Dios
Salmo: Jr 31,10.11-12ab.13
R/. El Señor nos guardará como un
pastor a su rebaño
V/. Escuchad, pueblos, la palabra del Señor,
anunciadla a las islas remotas:
«El que dispersó a Israel lo reunirá,
lo guardará como un pastor a su rebaño. R/.
V/. Porque el Señor redimió a Jacob,
lo rescató de una mano más fuerte».
Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión,
afluirán hacia los bienes del Señor. R/.
V/. Entonces se alegrará la doncella en la danza,
gozarán los jóvenes y los viejos;
convertiré su tristeza en gozo,
los alegraré y aliviaré sus penas. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan
(11,45-57):
EN aquel
tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había
hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les
contaron lo que había hecho Jesús.
Los sumos sacerdotes y los fariseos
convocaron el Sanedrín y dijeron:
«¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos
signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos
destruirán el lugar santo y la nación».
Uno de ellos, Caifás, que era sumo
sacerdote aquel año, les dijo:
«Vosotros no entendéis ni palabra; no
comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la
nación entera».
Esto no lo dijo por propio impulso, sino
que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que
Jesús iba a morir por la nación; y no solo por la nación, sino también para
reunir a los hijos de Dios dispersos. Y aquel día decidieron darle muerte.
Por eso Jesús ya no andaba públicamente
entre los judíos, sino que se retiró a la región vecina al desierto, a una
ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos.
Se acercaba la Pascua de los judíos, y
muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para
purificarse.
Buscaban a Jesús y, estando en el
templo, se preguntaban:
«¿Qué os parece? ¿Vendrá a la fiesta?».
Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado
que el que se enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo.
Palabra del Señor
1. Por más que el
Lázaro, al que Jesús devolvió la vida, no tenga nada que ver con el Lázaro
mendigo del que nos habla el evangelio de Lucas (16, 19-31), queda en pie -y da
mucho que pensar- lo que tuvo que escuchar el rico epulón en su destino de tormentos (Lc 16, 23): Si no escuchan a Moisés y a
los profetas, no se dejarán convencer ni,
aunque resucite un muerto (Lc16, 31).
Aquí se cumple lo que le dijeron, desde el cielo, al rico aquel. Resucitó el muerto (Lázaro) y, en lugar de convertirse, lo que decidieron los dirigentes de la religión fue matar a Jesús.
2. El contraste es tan radical como brutal y canalla: Jesús da vida, mientras que la religión da muerte. Y conste que este contraste no se produjo inesperadamente. La cosa venía de lejos. Ya, cuando Jesús curó (le dio vida plena) a un manco en día de sábado, los fariseos con los secuaces de Herodes decidieron matarlo (Mc 3, 6).
Cuando curó al paralítico de la piscina,
los dirigentes judíos trataban de matarlo (Jn 5, 18).
Después de la multiplicación de los
panes y del discurso del pan de la vida, Jesús se quedó en Galilea porque los dirigentes
judíos trataban de matarlo (Jn 7, 1).
Por eso Jesús les echa en cara: Ninguno
de vosotros cumple la ley, ¿por qué tratáis de matarme? (Jn 7, 19).
Y, de nuevo en el Templo, cogieron
piedras para tirárselas (Jn 8, 59).
Cuando Jesús curó al ciego de
nacimiento, hasta los padres del ciego no dieron la cara por su hijo por miedo
a los dirigentes judíos (Jn 9, 22).
Más tarde, en el Templo, los dirigentes
cogieron de nuevo piedras para apedrearlo (Jn 10, 31).
Hasta que finalmente, y porque había devuelto la vida a Lázaro, el Sanedrín en pleno vio que tenía que dar muerte a Jesús (Jn 11, 47-53).
3. Y es que, si todo esto se
piensa a fondo, lo que se ve, sin más remedio, es que la religión y el
Evangelio son incompatibles.
Fue la religión la que condenó y ejecutó
a Jesús. De ahí la contradicción en que vive la Iglesia cuando
quiere hacer compatible lo que el Evangelio nos dice que es incompatible.
Una cosa es ser fiel a la religión. Y otra cosa es ser fiel a la religiosidad que vivió y nos enseñó Jesús: la unión con el Padre, la oración en soledad, celebrar en comunidad el "recuerdo peligroso" de Jesús.
Santa Casilda de Toledo
En el lugar llamado San Vicente, cerca de Briviesca, en la región de
Castilla, en España, santa Casilda, virgen, que, nacida en la religión
mahometana, ayudó con misericordia a los cristianos detenidos en la cárcel y
después, ya cristiana, vivió como eremita.
Vida de Santa Casilda de Toledo
En el cerro que domina el valle, en el santuario actual, descansan desde el
1750 las reliquias de Santa Casilda, -"la virgen mora que vino de
Toledo", muy venerada en Burgos-, en la urna, obra de Diego de Siloé,
rematada por su propia imagen yacente. El lugar ha sido centro de peregrinación
durante siglos y no deja de frecuentarlo la piedad de nuestros contemporáneos.
En torno a santa Casilda todo lo que encontramos es incierto, confuso y
contradictorio. Pero su figura tiene el encanto de la sencillez y el sabor de
lo heroico en el amor. Cautivó al pueblo cristiano medieval y le animó a la
fidelidad. Su propio nombre -casilda en árabe significa cantar- es como un
verso con alas de canción.
Ni siquiera se conoce con exactitud el nombre de su padre, rey moro de
Toledo, al que se nombra como Almacrin o Almamún. Sobre su condición, unos lo
describen como un sanguinario perseguidor de los cristianos, mientras que otros
lo presentan como apacible y bondadoso.
La princesita mora tiene un natural abundante en clemencia y ternura.
Rodeada de todo tipo de comodidades y atenciones en la fastuosidad de la corte,
no soporta la aflicción de los desafortunados que están en las mazmorras.
Siente una especial piedad con los cautivos pobres y los intenta consolar
llevándoles viandas en el hondón de su falda. Un día, cuando realizaba esta
labor misericordiosa, fue sorprendida por su padre que le preguntó por lo que
transportaba, contestando ella que "rosas" y ¡rosas aparecieron al
extender la falda!
Quizá fueron los mismos cautivos cristianos quienes, viendo lo recto de su
conducta, le hablaron de Cristo; posiblemente correspondieron a sus múltiples
delicadezas y dádivas de la mejor manera que podían, instruyéndola en la fe
cristiana.
Pero, aunque en su corazón era ya de Cristo, ¿cómo podría recibir ella el
Bautismo con los lazos tan fuertes del Islam que la rodeaban?
Comienza una grave dolencia. El flujo de sangre aumenta y la ciencia médica
de palacio es incapaz de curarla. El Cielo le revela que encontrará remedio en
las aguas milagrosas de San Vicente, allá por la Castilla cristiana. Almamún
prepara el viaje de su hija con comitiva real. En Burgos recibe Casilda el
Bautismo y marcha luego a los lagos de San Vicente, junto al Buezo, cerca de
Briviesca. Recuperada la salud según se le dijo, decide consagrar a Cristo la
virginidad de su cuerpo milagrosamente curado y resuelve pasar el resto de sus
días en la soledad, dedicada a la oración y a la penitencia.
Murió de muy avanzada edad, siendo sepultada en la misma ermita que ella
mandó construir. Pronto se convirtió en lugar de peregrinación. Cuentan que los
caminantes sintieron desde entonces su especial protección y las mujeres la
invocan contra el flujo de sangre, y hasta dicen que basta que una mujer pruebe
las aguas y eche una piedra al lago para tener asegurada la descendencia.
Se juntan la historia, la imaginación del pueblo sencillo y la bruma del
misterio en torno a la santa. Resta aprender la lección del ejemplo. El amor a
Cristo hace posible el trueque del regalo propio de la corte morisca por la
aspereza de una vida austera y penitente.
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