sábado, 30 de abril de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 2 - DE MAYO – LUNES – 3 – SEMANA DE PASCUA – C – San Atanasio de Alejandría

 

 


2 - DE MAYO – LUNES –

3 – SEMANA DE PASCUA – C –

San Atanasio de Alejandria


     Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (6,8-15):

 

EN aquellos días, Esteban, lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo. Unos cuantos, de la sinagoga llamada de los libertos, oriundos de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba.

Entonces indujeron a unos que asegurasen:

«Le hemos oído palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios».

Alborotaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas, y, viniendo de improviso, lo agarraron y lo condujeron al Sanedrín, presentando testigos falsos que decían:

«Este individuo no para de hablar contra el Lugar Santo y la Ley, pues le hemos oído decir que ese Jesús el Nazareno destruirá este lugar y cambiará las tradiciones que nos dio Moisés».

Todos los que estaban sentados en el Sanedrín fijaron su mirada en él y su rostro les pareció el de un ángel.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 118,23-24.26-27.29-30

    R/. Dichoso el que camina en la ley del Señor

 

Aunque los nobles se sienten a murmurar de mí,

tu siervo medita tus decretos;

tus preceptos son mi delicia,

tus enseñanzas son mis consejeros. R/.

 

Te expliqué mi camino, y me escuchaste:

enséñame tus mandamientos;

instrúyeme en el camino de tus mandatos,

y meditaré tus maravillas. R/.

 

Apártame del camino falso,

y dame la gracia de tu ley;

escogí el camino verdadero,

deseé tus mandamientos. R/.

 

     Lectura del santo evangelio según san Juan (6,22-29):

 

DESPUÉS de que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el mar. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar notó que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos.

Entretanto, unas barcas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan después que el Señor había dado gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.

Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:

«Maestro, ¿cuándo has venido aquí?».

Jesús les contestó:

«En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios».

Ellos le preguntaron:

«Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?».

Respondió Jesús:

«La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado».

 

Palabra del Señor

 

1.  Como bien sabemos todos, lo que más preocupa al común de los mortales, sobre todo a la gente más necesitada, es el pan de cada día. Es decir, satisfacer las necesidades más elementales y apremiantes de todo ser viviente.

Se comprende la búsqueda que aquella gente emprendió para encontrar a Jesús. Hoy, eso se verifica en la angustia de tantos millones de seres humanos condenados a carecer de lo más elemental. Y, muchos de ellos, condenados a una muerte temprana e injusta. Estamos hablando de más de mil millones de seres humanos.

 

2.  Lo extraño es que, estando, así las cosas, Jesús les dijo a aquellos pobres galileos, y nos dice a nosotros ahora, que hay algo más apremiante que tener el pan asegurado. 

- ¿Puede haber algo más urgente que eso?

Jesús afirma que es más importante "creer en él". Es decir, más importante es fiarse de Jesús que tener seguro el pan. Esto es difícil de entender y más aún de asimilar.

Seguramente tenemos una idea trastornada de lo que es la fe en Jesús. Tal como la presentan los evangelios, la fe salva.

Pero salva, - ¿de qué? y ¿Para qué?

 

No es una cuestión primordialmente "religiosa". Es la respuesta total a la limitación "humana".  Jesús les decía a los enfermos: Tu fe te ha salvado, es decir, fiarse en serio de Jesús da vida, alivia penas y dolores, soledades y desamparos, da fuerzas para superar toda clase de dificultades. Y, sobre todo, la fe en Jesús une a las personas, nos funde a todos en uno, mediante la fusión de nuestros mejores sentimientos.

O la fe es eso o la fe es un cuento que no sirve para nada.

 

3.  Pues ni lo uno ni lo otro. Sencillamente, si la fe es esa confianza total en Jesús que nos une a todos, por encima de cualquier división (sea la que sea), - ¿no es cierto que lo que más necesitamos todos es esa fe, esa fuerza, esa vida, esa forma de entender y de poner en práctica otra manera de organizar y gestionar nuestra convivencia?

No cabe duda: No vivimos mejor porque no tenemos esa fe. Pero podemos tenerla.  No es un don que Dios da a quien quiere. - ¿Quién se ha inventado semejante cuento?

La fe es el resultado de una convicción y de la fuerza que cada cual pone en tal convicción para vivir como vivió Jesús.

 

San Atanasio de Alejandría

 


Nació en Egipto, Alejandría, en el año 295. Estudió derecho y teología. Se retiró por algún tiempo a la vida solitaria, haciendo amistad con los ermitaños del desierto. Regresando a la ciudad, se dedicó totalmente al servicio de Dios.

En su tiempo, Arrio, clérigo de Alejandría, propagaba la herejía de que Cristo no era Dios por naturaleza. Para enfrentarlo se celebró el primero de los ecuménicos, en Nicea, ciudad del Asia Menor. Atanasio, que era entonces diácono, acompañó a este concilio a Alejandro, obispo de Alejandría. Con doctrina recta y gran valor sostuvo la verdad católica y refutó a los herejes. El concilió excomulgó a Arrio y condenó su doctrina arriana.

Pocos meses después de terminado el concilio murió san Alejandro y Atanasio fue elegido patriarca de Alejandría. Los arrianos no dejaron de perseguirlo hasta que lo desterraron de la ciudad e incluso de Oriente. Cuando la autoridad civil quiso obligarlo a que recibiera de nuevo a Arrio en la Iglesia a Arrio a pesar de que este se mantenía en la herejía, Atanasio, cumpliendo con gran valor su deber, rechazó tal propuesta y perseveró en su negativa, a pesar de que el emperador Constantino, en 336, lo desterró a Tréveris.

Durante dos años permaneció Atanasio en esta ciudad, al cabo de los cuales, al morir Constantino, pudo regresar a Alejandría entre el júbilo de la población. Inmediatamente renovó con energía la lucha contra los arrianos y por segunda vez, en 342, sufrió el destierro que lo condujo a Roma.

Ocho años más tarde se encontraba de nuevo en Alejandría con la satisfacción de haber mantenido en alto la verdad de la doctrina católica. Pero sus adversarios enviaron un batallón para prenderlo. Providencialmente, Atanasio logró escapar y refugiarse en el desierto de Egipto, donde le dieron asilo durante seis años los anacoretas, hasta que pudo volver a reintegrarse a su sede episcopal; pero a los cuatros meses tuvo que huir de nuevo. Después de un cuarto retorno, se vio obligado, en el año 362, a huir por quinta vez. Finalmente, pasada aquella furia, pudo vivir en paz en su sede.

Falleció el 2 de mayo del año 373. Escribió numerosas obras.

 

 

 

 

   

 

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