miércoles, 13 de abril de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 14 - DE ABRIL – JUEVES SANTO – C

 


14 - DE ABRIL –

JUEVES SANTO – C

 

        Lectura del libro del Éxodo (12.1-8.11-14):

 

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:

«Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año.

Decid a toda la asamblea de Israel:

"El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido.

Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor. Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto.

Yo soy el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis: cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta al Señor, ley perpetua para todas las generaciones."»

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 115,12-13.15-16bc.17-18

 

     R/. El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo

 

¿Cómo pagaré al Señor

todo el bien que me ha hecho?

Alzaré la copa de la salvación,

invocando su nombre. R/.

 

Mucho le cuesta al Señor

la muerte de sus fieles.

Señor, yo soy tu siervo,

hijo de tu esclava;

rompiste mis cadenas. R/.

 

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,

invocando tu nombre, Señor.

Cumpliré al Señor mis votos

en presencia de todo el pueblo. R/.

 

    Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (11,23-26):

 

Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido:

Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.»

Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:

«Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.»

Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

 

Palabra de Dios

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (13,1-15)

 

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.

Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo:

«Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?»

Jesús le replicó:

«Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.»

Pedro le dijo:

«No me lavarás los pies jamás.»

Jesús le contestó:

«Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.»

Simón Pedro le dijo:

«Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.»

Jesús le dijo:

«Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.»

Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo:

«No todos estáis limpios.»

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:

«¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.»

 

Palabra del Señor

 

1.- Hoy conmemoramos la Última Cena de Jesús, en la que instituyó el sacramento de la Eucaristía y lavó los pies a sus discípulos. Ambas acciones se iluminan mutuamente.

Jesús se queda en el sacramento y dice a sus apóstoles:  Os he dado ejemplo para que lo que, yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.

Jesús se nos entrega en la Eucaristía para que podamos estar en comunión con él y, de esa manera, vivir como él nos ha enseñado. El dinamismo de la Eucaristía, que es el don del mismo Jesús, nos lleva a amar como él nos ha amado.

   El lavatorio de los pies resume lo que es la vida de Jesús: una vida entregada al servicio de los hombres para reconciliarnos con Dios. En ese gesto, que el Señor realiza poco antes de su pasión, se disipa toda ambigüedad. En el momento en que sus discípulos pueden tener más clara su preeminencia, Jesús se abaja y realiza algo que es propio de un criado o esclavo. Lo habían acompañado durante tres años y había ido creciendo en ellos la conciencia de su grandeza, y ahora el Señor, con toda humildad les lava los pies: de ahí el estupor

de Pedro. 

Muestra así lo que va a realizar con el sacrificio de la cruz en el que nos va a lavar con su sangre y es manifestación de su amor hasta el extremo.

 

    2.-  Como recuerda san Pablo, la Eucaristía está unida a la muerte de Jesús por nosotros. Recuerda también su victoria por la resurrección, ya que por la comunión entramos en verdadera unión con él. Por eso, hemos de pedirle al Señor

que nos conduzca cada vez más a la interioridad de su amor para ser transformados, y con él, que nuestra vida sea un don para los demás.

Señalaba el cardenal Vanhoye que un amor sin servicio es algo vacío y que un servicio sin amor no dignifica al que lo hace, sino que lo rebaja.

Por su parte, el papa Francisco afirmaba: «Si el amor de Cristo está en mí, puedo darme plenamente al otro, en la certeza interior de que, si incluso el otro me hiere, yo no moriré; de otro modo, debería defenderme. (. ..) Solo si experimentamos este poder de Cristo, el poder de su amor, somos verdaderamente libres de darnos sin miedo».

  

3.- Hoy también recordamos la institución del sacerdocio ordenado. En el Catecismo leemos que el sacerdocio ministerial «depende totalmente de Cristo y de su sacerdocio único, y fue instituido a favor de los hombres y de la comunidad de la Iglesia».

Por eso, el ejercicio de su autoridad «debe medirse según el modelo de Cristo, que por amor se hizo el último y el servidor de todos».

La relación de los fieles y el sacerdote

hay que considerarla siempre en ese dinamismo del amor de Cristo. Ni el sacerdote puede beneficiarse de su cargo y ejercerlo despóticamente, ni los fieles deben buscar utilizarlo en provecho propio para algo que no sea crecer en la unión con Cristo y en caridad con el prójimo.

  

4.- Jesús desconcertó sus apóstoles en aquella Última Cena en la que les abrió su corazón. También cada encuentro nuestro con la Eucaristía nos depara la sorpresa de ese amor inagotable del Corazón de Jesús. Asombro que crece cuando, si lo recibimos vamos descubriendo que él nos va transformando y que nuestra existencia cobra un sentido cada vez más pleno porque Jesús nos va disponiendo para una entrega más perfecta de nuestra vida en el amor.

 

– JUEVES SANTO –

el sentido litúrgico del día

 



Jueves Santo es una fiesta cristiana, anual y tradicional, que se celebra el jueves anterior al Domingo de Resurrección, dentro de la Semana Santa, y que abre el Triduo Pascual. En este día la Iglesia católica conmemora la institución de la Eucaristía en la Última Cena y el lavatorio de los pies realizado por Jesús.

 

Misa Crismal

En Jueves Santo por la mañana, en algunos lugares se adelanta al martes o miércoles santo, por razones pastorales, se oficia la llamada Misa crismal, que es presidida por el obispo diocesano y concelebrada por su presbiterio. En ella se consagra el Santo Crisma y se bendicen los demás óleos, que se emplearán en la administración de los principales sacramentos. Junto con ello, los sacerdotes renuevan sus promesas realizadas el día de su ordenación. Es una manifestación de la comunión existente entre el obispo y sus presbíteros en el sacerdocio y ministerio de Cristo. Es recomendable litúrgicamente y es de práctica común celebrarla en la catedral de cada diócesis.

 

Misa vespertina de la Cena del Señor

Introducción al Triduo Pascual.

Los oficios de Semana Santa llegan el Jueves Santo a su máxima relevancia litúrgica. En esta tarde se da comienzo al Triduo Pascual que culminará en la vigilia que conmemora, en la noche del Sábado Santo al Domingo de Pascua, la Resurrección de Jesucristo.

Los Santos Oficios del Jueves Santo se celebran en una misa vespertina al caer la tarde de dicho día, a partir de la hora nona (las tres de la tarde aproximadamente). El Jueves Santo es tiempo de Cuaresma hasta la hora nona, es decir, toda la mañana hasta las tres de la tarde. A partir de ahí comienza el Triduo Pascual, que durará desde la tarde del Jueves Santo hasta el Domingo de Resurrección. En la celebración participa, junto a los sacerdotes celebrantes, un seglar, que será el que nos irá informando de lo que se va a ir celebrando a lo largo de estos oficios.

Al comienzo de la celebración, el sagrario debe presentarse vacío con la puerta abierta. El altar mayor, donde se celebrará la Santa Misa, se adorna con cirios, manteles y sin flores hasta la Resurrección.

Se inicia con la entrada procesional, encabezada por los acólitos, seguida por los ministros sagrados (diáconos, concelebrantes si los hay) y finalizada por el celebrante principal, un Sacerdote u Obispo. Mientras tanto, el coro acompaña con cantos, pues ya ha terminado la Cuaresma y se va a celebrar uno de los momentos más importantes del año litúrgico, la Institución de la Eucaristía y el mandamiento del amor. Los cantos de esta celebración están enfocados a la celebración de la institución de la Eucaristía. El color de esta celebración es el blanco eucarístico, sustituyendo al morado cuaresmal.

En esta celebración se canta de nuevo el "Gloria" a la vez que se tocan las campanas, y cuando éste termina, las campanas dejan de sonar y no volverán a hacerlo hasta la Vigilia Pascual en la Noche Santa.

Las lecturas de este día son muy especiales, la primera es del libro del Éxodo (Prescripciones sobre la cena pascual), la segunda lectura es de la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios (Cada vez que coméis de este pan y bebéis de este vino, proclamáis la muerte del Señor) y el salmo responsorial El Cáliz que bendecimos, es la comunión con la sangre de Cristo. El Evangelio es el momento del lavatorio de pies a los discípulos, que adquiere un destacado simbolismo dentro de los oficios del día, ya que posteriormente se realiza por el sacerdote lavando los pies a doce varones a modo de los doce apóstoles y en el que recuerda el gesto que realizara Jesús antes de la Última Cena con sus discípulos, efectuándose en esta ocasión entre la Homilía y el Ofertorio, omitiendo el Credo. Durante el lavatorio de los pies se entona un cántico relacionado con el Mandamiento Nuevo del Amor entregado por Jesucristo en esta noche santa, destacando frases del texto del discurso de Jesús en la última cena, recogido por el Evangelio de San Juan.

La celebración se realiza en un ambiente festivo, pero sobrio y con una gran solemnidad, en la que se mezclan sentimientos de gozo por el sacramento de la Eucaristía y de tristeza por lo que ocurrirá a partir de esa misma tarde de Jueves Santo, con el encarcelamiento y juicio de Jesús.

En el momento de la Plegaria Eucarística, se prefiere la recitación del Canon Romano o Plegaria I, pues el texto prevé algunos párrafos directamente relacionados con lo que se celebra en este día (Communicantes, Memento y relato de la institución ["en esta noche..."]).

Una vez se ha repartido la Comunión como de costumbre, el Santísimo Sacramento se traslada desde el Altar donde se ha celebrado la Misa en procesión por el interior de la iglesia, al llamado "Altar de la reserva" o "Monumento", un altar efímero que se coloca ex-profeso para esta celebración, que debe estar fuera del presbiterio y de la nave central, debido a que en la celebración del Viernes Santo no se celebra la Eucaristía. Si el Sagrario no se encuentra en el presbiterio, se puede usar para esto el sagrario habitual ubicado en una capilla lateral. Llegada la procesión al lugar del Monumento, mientras se entona algún himno eucarístico como el Pange Lingua, el sacerdote deposita el copón con el Santísimo, debidamente cubierto por el conopeo, dentro del sagrario de la reserva, y puesto de rodillas, lo inciensa. No da la bendición con el Santísimo ni reza las alabanzas, sino más bien se queda unos instantes orando en silencio. Antes de retirarse, cierra la puerta del sagrario de reserva, hace genuflexión y se retira a la sacristía en silencio acompañado de acólitos y ministros.

Automáticamente, una vez se ha reservado al Santísimo, los oficios finalizan de un modo tajante, ya que el sacerdote no imparte la bendición, pues la celebración continuará al día siguiente y es el seglar el que nos informa que la celebración ha terminado y se nos invita a conmemorar al día siguiente la muerte del Señor.

En algunas iglesias se celebra a continuación un sencillo acto de demudación de los altares, en el que los sacerdotes y ministros revestidos exclusivamente con la estola morada, retiran candeleros y manteles de todos los altares de la iglesia, y en algunos casos los lavan estrujando racimos de uva.

Durante la noche se mantiene la adoración del Santísimo en el "Monumento", celebrándose la llamada "Hora Santa" en torno a la medianoche, quedando el Santísimo allí hasta la celebración del Viernes Santo. Esta reserva recuerda la agonía y oración en Getsemaní y el encarcelamiento de Jesús, y por eso los sacerdotes celebrantes de los oficios piden que velen y oren con Él, como Jesús pidió a sus apóstoles en el huerto de Getsemaní. Una vez han terminado los oficios, se rememora la oración y agonía de Jesús en el huerto de los olivos, la traición de Judas y el prendimiento de Jesús, que se suele celebrar con procesiones en la tarde-noche del Jueves Santo.

En algunos lugares, existe la tradición de visitar siete monumentos en distintos Templos de una misma ciudad, para recordar a modo de "estaciones", los distintos momentos de la agonía de Jesús en el Huerto y su posterior arresto.

Desde hace unos años, la Iglesia Católica celebra el Jueves Santo, el llamado Día del Amor Fraterno.

 

   

 

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