martes, 12 de abril de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 13 - DE ABRIL – MIERCOLES SANTO – C SAN HERMENEGILDO

 

 

 


13 - DE ABRIL –

MIERCOLES SANTO – C

SAN HERMENEGILDO

 

Lectura del libro de Isaías (50,4-9a):

 

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados.

El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos.

El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí?

Comparezcamos juntos. ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque.

Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 68,8-10.21-22.31.33-34

 

R/. Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor

 

Por ti he aguantado afrentas,

la vergüenza cubrió mi rostro.

Soy un extraño para mis hermanos,

un extranjero para los hijos de mi madre;

porque me devora el celo de tu templo,

y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí. R/.

 

La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco.

Espero compasión, y no la hay;

consoladores, y no los encuentro.

En mi comida me echaron hiel,

para mi sed me dieron vinagre. R/.

 

Alabaré el nombre de Dios con cantos,

proclamaré su grandeza con acción de gracias.

Miradlo, los humildes, y alegraos,

buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.

Que el Señor escucha a sus pobres,

no desprecia a sus cautivos. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (26,14-25):

 

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, a los sumos sacerdotes y les propuso:

«¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»

Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»

Él contestó:

«ld a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos."»

Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce.

Mientras comían dijo:

 «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»

Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:

«¿Soy yo acaso, Señor?»

Él respondió:

«El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar.

El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido.»

Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:

«¿Soy yo acaso, Maestro?»

Él respondió:

«Tú lo has dicho.»

 

Palabra del Señor

 

1.  Ante todo, conviene dejar claro cuándo se celebró la "última cena".

- ¿Fue en la fiesta religiosa de la Pascua judía?

- ¿O se celebró la víspera?

Dicho de otra manera, la "última cena"

- ¿fue la cena de Pascua?

- ¿O fue una cena de despedida

simplemente?   

No se trata de una mera curiosidad histórica.  Lo que está en juego es si la Eucaristía debe ser lo que fue para los primeros cristianos, "una cena" en recuerdo de Jesús o debe ser un "rito religioso", una misa.

Pues bien, según el evangelio de Juan (el más seguro en esta cuestión) (U. Luz), la cena se celebró "antes de la Pascua" (Jn 13, 1; 18, 28). Jesús, por tanto, murió el día de la Preparación de la Pascua (Jn 19, 14; cf. 19, 31.42).

Es importante que a los cristianos se les deje esto claro. Solo así, empezaremos a entender la Cena y la Eucaristía.

 

     2. - ¿Por qué hizo Judas una cosa tan vergonzosa como fue vender y traicionar a Jesús?

No fue por motivos políticos o revolucionarios. Porque era un "sicario" (derivado de "iscarios", de ahí el apodo de lscariote) (O. Cullmann), del grupo más violento de los zelotas. Esto no pudo ser así, ya que, en los años 30 (del s. I), no existían todavía los zelotas como grupo organizado. Tampoco parece que fuera por motivos económicos.

Judas vendió a Jesús por treinta monedas plata (Mt 27, 3-9; cf. 28, 12-15). Una cantidad que venía a ser la décima parte de lo que costó el perfume con el que María ungió a Jesús en la cena de Betania (cf. Mc 14, 5). Medido en plata, el cariño es diez veces más caro y costoso que el odio.             

 

3.  En definitiva, ¿qué podemos decir de la traición de Judas?

Jesús, al encarnarse en el mundo, se humanizó. Y eso llevaba consigo pasar por donde pasa gran parte de la humanidad.  

Antes o después, pasamos por vernos traicionados por personas de las que nos hemos fiado y en las que hemos puesto nuestra confianza. 

Traición es "quebrantar la lealtad o la fidelidad". Por eso, el traidor es el modelo del que da el golpe y clava el cuchillo donde más duele. Y es que, en realidad, Judas había roto su relación de fidelidad (seguimiento) con Jesús. Por eso, sin duda, en la cena, ya no le llama Kyrios (Señor), como hicieron los discípulos (Mt 26, 22), sino que Judas se dirige a Jesús como Rabbi (Rabino) (Mt 26, 25), título del leguleyo que somete a los alumnos (M. Hengel).

 Judas no era un egoísta "perrillero", ya que tiró el dinero en el Templo. Tampoco era un sicópata, puesto que reconoció su culpa y por eso se ahorcó (Mt 27, 5). El seguimiento de Jesús se basa en despojarse de todo, para poner "toda la seguridad" de nuestra vida en Jesús (D. Bonhoeffer, M. Hengel). Y esto es lo que perdió Judas. 

En realidad, los jefes de los sacerdotes no necesitaban la colaboración de Judas para arrestar a Jesús. Ellos sabían bien quién era Jesús, dónde estaba y cómo apresarlo.

Entonces, lo de Judas, - ¿para qué? 

Para que quedase patente que Dios, en Jesús, pasó por donde pasa lo más duro y humillante de la condición humana. 

Judas nos enseña lo que es seguir a Jesús o dejar de seguirle.

- ¿Dónde y en qué ponemos nuestra seguridad?

 

SAN HERMENEGILDO

 


Se desconoce su fecha de nacimiento, pero se sabe que murió el 13 de abril de 585, Leovigild, el rey ariano de los visigodos (569-86) tenía dos hijos, Hermenegildo y Reccared, que fueron producto de su primer matrimonio con la princesa católica Theodosia. Hermenegildo se casó en 576 con Ingundis, una princesa católica hija de Sigebert y Brunhilde.

Como resultado de su propia inclinación e influenciado por su esposa, y por instrucciones de San Leander de Sevilla, ingresó a la fe católica. La segunda esposa de Leovigild, Goswintha, una fanática ariana, llegó a odiar a su nuera y trató de establecer la manera de apartarla de la fe católica. Hermenegildo se había ido, con la sanción de su padre, a Andalucía, y había llevado a su esposa con él. Sin embargo, cuando Leovigild se enteró de la conversión de su hijo, le impuso regresar a Toledo, una orden que Hermenegildo no llegó a obedecer.

El fanatismo religioso de su madrastra, y la severidad con que su padre estaba tratando a los católicos en España, le obligó a tomar las armas en protección de sus compañeros de religión, y en defensa de sus propios derechos. Al mismo tiempo, formó una alianza con los bizantinos. Leovigild tomó el campo en contra de su hijo, en 582, haciendo que los bizantinos traicionaran a su hijo por la suma de 30,000 barras de oro sólido, haciendo que sitiaran a Hermenegildo en Sevilla en 583, y capturando la ciudad, tras un sitio de casi dos años.

Hermenegildo buscó refugio en una iglesia en Córdova, donde recibió falsas promesas por parte de Leovigild; este último le prohibió regresar a Valencia (584). Su esposa Ingundis, se fue con su hijo a Africa, donde ella murió. Luego de ello, el muchacho fue entregado, por orden del Emperador Mauricio, al cuidado de su abuela Brunhilde. No sabemos mucho más del subsiguiente destino de Hermenegildo.

Gregorio el Grande relata (Dialogi, III, 31, en P.L. LXVII, 289-93) que Leovigild envió a un obispo ariano cuando nuestro personaje se encontraba en prisión, en la vìspera de pascua de 585; el propósito era el de perdonar a su hijo, siempre que este aceptara la comunión de una autoridad ariana. A ello, Hermenegildo se opuso con firmeza, no rechazando su fe católica, y como resultado, fue decapitado el Día de Pascua de ese año.

Más tarde fue venerado como mártir, y Sixto V (1585), actuando de acuerdo a la sugerencia del Rey Felipe II, extendió la celebración de su festividad (13 de abril), en todo el territorio de España.

 

 

 

   

 

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