10 - DE ABRIL –
DOMINGO DE RAMOS – C
Comienza la Semana Santa
Lectura del libro de Isaías 50, 4-7
El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo; para saber decir al
abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que
escuche como los discípulos. El Señor Dios me abrió el oído; yo no
resistí ni me eché atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi
barba; no escondí el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me
ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como
pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.
SALMO RESPONSORIAL 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?
· Al verme, se burlan de mí, hacen visajes,
menean la cabeza: «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre si tanto
lo quiere». R.
· Me acorrala una jauría de mastines, me
cerca una banda de malhechores; me taladran las manos y los pies, puedo contar
mis huesos. R.
· Se reparten mi ropa, echan a suertes mi
túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a
ayudarme. R.
· Contaré tu fama a mis
hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. «Los que teméis al Señor,
alabadlo; linaje de Jacob, glorificadlo; temedlo, linaje de Israel». R.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 6-11
Cristo Jesús, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual
a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo,
hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre por su
presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte
de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra,
en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios
Padre.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 22, 1-49
En aquel tiempo, los ancianos del pueblo, con los jefes de los sacerdotes y
los escribas llevaron a Jesús a presencia de Pilato. No encuentro ninguna culpa
en este hombre
C. Y se pusieron a acusarlo diciendo
S. «Hemos encontrado que este anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose
a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey».
C. Pilatos le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?».
C. Él le responde:
+ «Tú lo dices».
C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente:
S. «No encuentro ninguna culpa en este hombre».
C. Toda la muchedumbre que había concurrido a este espectáculo, al ver las
cosas que habían ocurrido, se volvía dándose golpes de pecho. Todos sus
conocidos y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea se mantenían a
distancia, viendo todo esto.
C. Pero ellos insistían con más fuerza, diciendo:
S. «Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde que comenzó en
Galilea hasta llegar aquí».
C. Pilato, al oírlo, preguntó si el hombre era galileo; y, al enterarse de que
era de la jurisdicción de Herodes, que estaba precisamente en Jerusalén por
aquellos días, se lo remitió. Herodes, con sus soldados, lo trató con desprecio
C. Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento, pues hacía bastante tiempo
que deseaba verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer algún
milagro. Le hacía muchas preguntas con abundante verborrea; pero él no le
contestó nada.
Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco.
Herodes, con sus soldados, lo trató con desprecio y, después de burlarse de él,
poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato.
Aquel mismo día se hicieron amigos entre sí Herodes y Pilato, porque antes
estaban enemistados entre sí. Pilato entregó a Jesús a su voluntad
C. Pilato, después de convocar a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al
pueblo, les dijo:
S. «Me habéis traído a este hombre como agitador del pueblo; y resulta que yo
lo he interrogado delante de vosotros y no he encontrado en este hombre ninguna
de las culpas de que lo acusáis; pero tampoco Herodes, porque nos lo ha
devuelto: ya veis que no ha hecho nada digno de muerte. Así que le daré un
escarmiento y lo soltaré».
C. Ellos vociferaron en masa:
S. «¡Quita de en medio a ese! Suéltanos a Barrabás».
C. Este había sido metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad
y un homicidio. Pilato volvió a dirigirles la palabra queriendo soltar a Jesús,
pero ellos seguían gritando:
S. «¡Crucifícalo, crucifícalo!».
C. Por tercera vez les dijo:
S. «Pues ¿qué mal ha hecho este? No he encontrado en él ninguna culpa que
merezca la muerte. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré».
C. Pero ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e
iba creciendo su griterío. Pilato entonces sentenció que se realizara lo que
pedían: soltó al que le reclamaban (al que había metido en la cárcel por
revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su voluntad. Hijas de
Jerusalén, no lloréis por mí
C. Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que
volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús.
Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y
lanzaban lamentos por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
+ «Hijas de
Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque
mirad que vienen días en los que dirán: “Bienaventuradas las estériles y los
vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado”. Entonces
empezarán a decirles a los montes: “Caed sobre nosotros”, y a las colinas:
“Cubridnos”; porque, si esto hacen con el leño verde, ¿qué harán con el seco?».
C. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él. Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen
C. Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a
él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía:
+ «Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen».
C. Hicieron lotes con sus ropas y los echaron a suerte. Este es el rey de los
judíos
C. El pueblo estaba mirando, pero los magistrados le hacían muecas diciendo:
S. «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios,
el Elegido».
C. Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían
vinagre, diciendo:
S. «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo».
C. Había también por encima de él un letrero: «Este es el rey de los judíos».
C. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:
S. «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».
C. Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía:
S. «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en
verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que
hicimos; en cambio, este no ha hecho nada».
C. Y decía: S. «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino».
C. Jesús le dijo:
+ «En verdad te
digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».
C. Era ya como la hora sexta, y vinieron las tinieblas sobre toda la tierra,
hasta la hora nona, porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por
medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:
+ «Padre, a tus
manos encomiendo mi espíritu».
C. Y, dicho esto, expiró.
(Todos se arrodillan, y se hace una pausa)
C. El centurión, al ver lo ocurrido, daba gloria a Dios diciendo:
S. «Realmente, este hombre era justo».
Palabra del Señor
La
Pasión según Lucas
Resulta imposible comentar
en pocas líneas el relato de la Pasión en el evangelio de Lucas. De los
diversos episodios exclusivos suyos, considero de especial interés las tres
palabras que pone en boca de Jesús en la cruz. Como es sabido, ninguno de los
evangelios trae las siete famosas palabras de Cristo en la cruz. Mateo y
Marcos, solo una; Juan, tres; Lucas, otras tres. Sumándolas tenemos siete. Las
tres de Lucas pueden servir de reflexión y oración.
1. Morir perdonando
Jesús
y los dos malhechores acaban de llegar al Calvario. Crucificar a tres personas
es un trabajo más lento y cruel de lo que puede imaginarse, pero Lucas no entra
en detalles. Se limita a indicar lo que decía Jesús en este momento: “Padre,
perdónalos porque no saben lo que hacen”.
El
tema de los enemigos y del perdón ha aparecido en este evangelio desde el
comienzo. Zacarías, el padre de Juan Bautista, alaba a Dios porque ha suscitado
a un descendiente de David “para que, libres de temor, arrancados de las manos
de nuestros enemigos, le sirvamos con santidad y justicia toda nuestra vida”.
Su esperanza no se cumplirá como él espera. A su hijo lo decapitará Herodes. Y
Jesús no habla de verse libres de los enemigos. Lo que manda a sus discípulos
es: “amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los
que os maldicen, rezad por los que os injurian”. Ahora, en el momento decisivo,
Jesús va más adelante. No solo reza por los enemigos, sino que intenta
comprenderlos y justificarlos: “no saben lo que hacen”.
2. Nunca es tarde para
convertirse
Que Jesús fue crucificado
entre dos malhechores lo dicen también Mateo y Marcos (aunque estos los llaman
“ladrones”, que equivale a “terroristas”, cosa más lógica porque a los ladrones
no los crucificaban, sino que los vendían como esclavos). Pero la mayor
diferencia consiste en que en Mateo y Marcos los dos insultan a Jesús. Lucas
cuenta algo muy distinto: mientras uno anima irónicamente a Jesús a salvarse y
salvarlos, el otro lo defiende, reconoce su inocencia y le pide que se acuerde
de él cuando llegue a su reino. Todos sabemos la respuesta de Jesús: “Hoy estarás
conmigo en el paraíso”.
Algún
escéptico podría decir que Lucas ha inventado esta conversión tan inesperada
del buen ladrón. Él respondería: “Si no fue así, pudo serlo”. Porque lo que
intenta enseñarnos es que nunca es tarde para convertirse. En una parábola que
comentamos hace tres domingos, el labrador pedía un año de plazo para la
higuera estéril. Zaqueo tuvo el resto de su vida para demostrar su conversión.
El buen ladrón solo dispone de unas horas antes de morir, aprovecha la ocasión
de inmediato, y esas pocas palabras le sirven para salvarse. Al mismo tiempo,
las palabras de Jesús suponen un consuelo para todos nosotros cuando se acerque
la muerte: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.
3. Morir en manos de Dios
Lo último que
dijo Jesús antes de morir también varía según los evangelios. Marcos y Mateo
ponen en su boca el comienzo del Salmo 22: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué he
has desamparado?”. Parece un grito de abandono, sin esperanza. Quien sigue
leyendo el salmo advierte que el olvido de Dios y el sufrimiento dan paso a la
victoria final. Aunque esto sea cierto, Lucas piensa que sus lectores no van a
entenderlo y se pueden quedar con la sensación de que Jesús murió desesperado.
Por eso, las últimas palabras que pone en su boca son: “Padre, en tus manos encomiendo
mi espíritu”. De este modo, el final de la vida terrena de Jesús empalma con el
comienzo de actividad apostólica. En el bautismo escuchó la voz del cielo: “Tú
eres mi hijo amado”. Ahora, en el momento del dolor y la muerte, cuando parece
que Dios lo ha abandonado, Jesús lo sigue viendo como “Padre”, un padre bueno
al que puede entregarse por completo.
El
relato de la pasión es una historia de dolor, injusticia, sufrimiento físico y
moral para Jesús. Pero Lucas ha querido que sus últimas palabras nos sirvan de
enseñanza y consuelo para vivir y morir como él.
Domingo de Ramos
Este día marca el comienzo de la semana Santa festividad que varía en
fechas ya que depende del Equinoccio de Primavera y la primera noche de Luna
Nueva. Por eso todos los años varían las fechas, aunque siempre se celebran en
el entorno de los meses de Marzo-Abril.
Origen
Un pasaje bíblico apunta
al origen de la celebración que hoy conocemos como Domingo de Ramos; (Mateo,
21,1-4). El Domingo de Ramos da comienzo a la Semana Santa, este día conmemora
la entrada de Jesús en Jerusalén.
Para la tradición cristiana
es un día en el que se conmemora un triunfo, la entrada de Cristo en Jerusalén
y el reconocimiento de un rey.
Es conocido como Domingo
de Ramos, debido a las ramas de palma que fueron puestas en el camino cuando
Jesús entró en Jerusalén, montado sobre un asno.
Este es uno de los días
más celebrados de la Semana Santa. En este día la celebración de la misa
comienza con la bendición de las palmas y ramos de olivo que llevan los
asistentes. Durante la ceremonia de la misa se da lectura al relato completo y
dramatizado de la Pasión; al que, para darle mayor fuerza dramática, suelen
hacerlo entre tres celebrantes.
Después saldrá a la
calle la procesión de “La Burrita” escenificando a Jesús entrando en Jerusalén
y en la que los niños golpean con sus ramos y palmas la imagen de la
borriquita. La procesión de “la Burrita” es una de las procesiones más
familiares de la Semana Santa.
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