viernes, 1 de abril de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 2 - DE ABRIL – SÁBADO – 4ª SEMANA DE CUARESMA – C San Francisco de Paula

 


2 - DE ABRIL – SÁBADO –

4ª SEMANA DE CUARESMA – C

San Francisco de Paula

 

    Lectura del libro de Jeremías (11,18-20):

 

EL Señor me instruyó, y comprendí, me explicó todas sus intrigas. Yo, como manso cordero, era llevado al matadero; desconocía los planes que estaban urdiendo contra mí:

«Talemos el árbol en su lozanía, arranquémoslo de la tierra de los vivos, que jamás se pronuncie su nombre».

Señor del universo, que juzgas rectamente, que examinas las entrañas y el corazón, deja que yo pueda ver cómo te vengas de ellos, pues a ti he confiado mi causa.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 7,2-3.9bc-10.11-12

 

R/. Señor, Dios. mío, a ti me acojo

 

Señor, Dios mío, a ti me acojo,

líbrame de mis perseguidores y sálvame;

que no me atrapen como leones

y me desgarren sin remedio. R/.

 

 Júzgame, Señor, según mi justicia,

según la inocencia que hay en mí.

Cese la maldad de los culpables,

y apoya tú al inocente,

tú que sondeas el corazón y las entrañas,

tú, el Dios justo. R/.

 Mi escudo es Dios,

que salva a los rectos de corazón.

Dios es un juez justo,

Dios amenaza cada día. R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Juan (7,40-53):

 

EN aquel tiempo, algunos de entre la gente, que habían oído los discursos de Jesús, decían:

«Este es de verdad el profeta».

Otros decían:

«Este es el Mesías».

Pero otros decían:

«¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?».

Y así surgió entre la gente una discordia por su causa.

Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima.

Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y estos les dijeron:

«¿Por qué no lo habéis traído?».

Los guardias respondieron:

«Jamás ha hablado nadie como ese hombre».

Los fariseos les replicaron:

«También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la ley son unos malditos».

Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo:

«¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?».

Ellos le replicaron:

«¿También tú eres galileo?

Estudia y verás que de Galilea no salen profetas».

Y se volvieron cada uno a su casa.

 

Palabra del Señor

 

1.   El contraste, que presenta este relato, da que pensar: a Jesús lo comprendía y lo seguía el "óchlos" (Jn 7, 49), la plebe ignorante, los "nadies", los ignorantes, los muertos de hambre, "el pelotón de los torpes", (H. Bietenhard).

Estas pobres gentes encontraban en Jesús la solución de sus vidas. Sin embargo, los sacerdotes, los maestros de la Ley, los sabios teólogos del Templo, no solo no entendían a Jesús, sino que lo despreciaban y ni lo soportaban.

 

2.   En contraste con lo dicho, no creían en Jesús ni los "jefes", ni los "fariseos".  Es decir, ni los "poderosos", ni los "observantes" aceptaban a Jesús. Y buscaban las razones más pintorescas para justificar su rechazo. Por ejemplo, que el Mesías no podía ser galileo; o que tendría que haber nacido en Belén. Razones que no tienen peso teológico alguno.  La religión se resiste al Evangelio y lo rechaza con la "verdad falseada", tan frecuente en los ambientes de gente tan cercana a la religión como alejada del dolor del pueblo.

 

3.   Resulta patente la conclusión, que es tan clara como la luz: son los últimos de este mundo los que sintonizan con Jesús. Sin duda alguna, la Iglesia naciente -lo mismo en los evangelios sinópticos que en el evangelio de Juan- expresa la preferencia de Jesús, de Dios, por los que están abajo en la sociedad y en la historia. Al igual que la sintonía de los últimos con el Evangelio de Jesús. 

No se trata de una cuestión social. Es un problema más profundo, que se resume en esta pregunta:

- ¿con quién sintonizamos en nuestra vida?

- ¿Con los que fracasan o con los que triunfan?

Aquí nos jugamos el "ser" o el "no-ser" de nuestra realidad de seguidores de Jesús.


San Francisco de Paula

 

  

Nacido en Paula (Calabria) en el año 1416, fundó una congregación de vida eremítica que después se transformó en la Orden de los Mínimos, y que fue aprobada por la Santa Sede en 1506. Murió en Tours (Francia) en el año 1507.

En pleno Renacimiento, cuando Europa se viste con ropaje pagano, un italiano hace que sople en el mundo occidental una refrescante brisa de espiritualidad.

Sus padres fueron Santiago de Alessio y Viena. Ansiaban tener un hijo que no acababa de llegar después de quince años de matrimonio. Por fin, convencidos de que debían el favor a san Francisco de Asís, les nació el vástago en un caserío de Paola, perteneciente al reino de Nápoles; lógicamente le pusieron el nombre de su santo protector.

Una enfermedad estuvo a punto de costarle la vista; nuevamente acudieron al de Asís y con trece años vemos a Francisco de Paula cumpliendo la promesa como oblato en el convento de San Marco Argentano.

Peregrinó por los lugares franciscanos de la Umbría. Luego se le ve como eremita en las cercanías de Paola, llevando una vida solitaria, dedicado a la oración y a la penitencia; duerme en el suelo y toma una piedra para apoyar la cabeza, bebe el agua del arroyo, y se alimenta de hierbas, de raíces y poco más. Así vivió cinco años, hasta que comenzó a poblarse el monte de compañeros tan pobres e incultos como él, que hicieron sus cabañas con ramas secas y construyeron una pequeña capilla; fue el comienzo de los ermitaños de san Francisco, quien, intentando su renovación individual, comenzó a dictar normas y consejos, principio de una nueva «regla». Otras comunidades nuevas de Paterno y Spezzano hicieron que se extendiera la fama del ermitaño de Paola.

Le llamaron desde Sicilia. Provisto de cayado y bordón emprendió su viaje a pie camino del mar. Allí tuvo dificultad para pasar a la isla por no tener dinero y no querer pasarle gratis el barquero. El peregrino tomó el manto como nave y un pico le hizo de vela para transportarse a la otra orilla; no pertenece el hecho a la leyenda; tuvo lugar ante testigos y a plena luz. Y quizá por ello es nombrado patrón de los navegantes.

 

El carisma de los «Mínimos» –que así quiso se llamaran humildemente sus hermanos– fue atender a las necesidades de la gente abandonada a su suerte por los gobernantes, empobrecida por las guerras y diezmada por la peste. Y lo supieron hacer con austeridad heroica, abundando en la oración, siendo contemplativos y empleando el buen humor.

Francisco de Paula fue un gran taumaturgo, cualidad que el pueblo se encargó de aumentar a su gusto y que ha pasado a las biografías con hechos que luego la ciencia histórica se encarga de estudiar para recortar los agigantados, suprimir los fantásticos y reconocer su incapacidad de explicar los verdaderos.

El de Paola nunca fue sacerdote. Sí defensor de los pobres y de los oprimidos. Habló claro, tajante, de modo intransigente y recio con los de arriba, aunque fueran reyes, como pasó en la corte napolitana. El caso fue que Fernando I el Bastardo quiso taparle la boca y frenar sus críticas públicas, invitándolo a palacio; allí habló Francisco al modo de los antiguos profetas, adoptando el lenguaje de los símbolos: tomó de una bandeja una moneda de oro, la desmenuzó entre sus dedos como si fuera de mal barro, y brotaron unas gotas de sangre que mancharon el manto real; entonces hizo saber con palabras al rey que con sus injusticias se enriquecían tanto él como su palacio.

No poca fue su fama. Hasta de la corte francesa requirieron su presencia para que devolviera la salud al fresco rey Luis XI; mediaron el rey de Nápoles y el mismo papa Sixto IV para que hiciera el favor de desplazarse; después de calmar una tempestad en el golfo de Lyon con un milagro, se encaminó hacia Tours; no le devolvió al soberano la salud perdida, pero sí le ayudó a poner orden en su conciencia y en el Estado de aquel rey insolente, y eso era mayor milagro que el pedido.

Fue consejero de Carlos VIII y Luis XII en momentos decisivos para la historia de Francia y de Italia y este contacto con la familia real le dio oportunidad de dirigir y consolar a la hija no querida de Luis XI y esposa despreciada de Luis XII, santa Juana de Valois.

Incluso en España intervino en la vida política y militar; mandó recado por dos frailes mínimos al rey Fernando V, que luchaba contra el Islam en las puertas de Málaga, al tiempo que él movilizaba a los fieles para que rezaran a favor de las armas cristianas; también cedió al aragonés Bernardo Boyl, uno de sus frailes, para que prestara atención espiritual en la primera expedición de Colón.

Murió el 2 de abril de 1507 y lo canonizó León X en 1519.

 

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