miércoles, 6 de abril de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 8 - DE ABRIL – VIERNES – 5ª SEMANA DE CUARESMA – C María, al pie de la cruz

 


8 - DE ABRIL – VIERNES –

5ª SEMANA DE CUARESMA – C

María, al pie de la cruz

 

    Lectura del libro de Jeremías (20,10-13):

OÍA la acusación de la gente:

«“Pavor-en-torno”, delatadlo, vamos a delatarlo».

Mis amigos acechaban mi traspié:

«A ver si, engañado, lo sometemos y podemos vengarnos de él».

Pero el Señor es mi fuerte defensor: me persiguen, pero tropiezan impotentes.

Acabarán avergonzados de su fracaso, con sonrojo eterno que no se olvidará.

Señor del universo, que examinas al honrado y sondeas las entrañas y el corazón, ¡que yo vea tu venganza sobre ellos, pues te he encomendado mi causa!

Cantad al Señor, alabad al Señor,

que libera la vida del pobre

de las manos de gente perversa.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 17,2-3a.3bc-4.5-6.7

R/. En el peligro invoqué al Señor, y me escuchó

 

V/. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;

Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. R/.

 

V/. Dios mío, peña mía, refugio mío,

escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte.

Invoco al Señor de mi alabanza

y quedo libre de mis enemigos. R/.

 

V/. Me cercaban olas mortales,

torrentes destructores me aterraban,

me envolvían las redes del abismo,

me alcanzaban los lazos de la muerte. R/.

 

V/. En el peligro invoqué al Señor,

grité a mi Dios:

desde su templo él escuchó mi voz,

y mi grito llegó a sus oídos. R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Juan (10,31-42):

 

EN aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús. Él les replicó:

«Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?».

Los judíos le contestaron:

«No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios».

Jesús les replicó:

«¿No está escrito en vuestra ley: “Yo os digo: sois dioses”? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios, y no puede fallar la Escritura, a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros: “¡Blasfemas!” Porque he dicho: “Soy Hijo de Dios”? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre».

Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí.

Muchos acudieron a él y decían:

«Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad».

Y muchos creyeron en él allí.

 

Palabra del Señor

 

1.   Los dirigentes judíos no podían entender que, en aquel hombre que ellos veían, oían, palpaban y que veían como un "ser humano", como uno de tantos, en aquel "ser humano" estaba presente el "ser divino'.

Jesús fue judío. Y se dirigía a judíos. Ahora bien, como ha demostrado el enorme volumen de Walter Brueggemann, sobre la Teología del Antiguo Testamento, "reconocer a Yahvé exige reordenar todo lo demás" (pg. 785). 0 sea, si es que quieres, en serio, aceptar "lo divino", tienes que someter a eso todo "lo humano".  No hay término medio.

 

2.   Jesús planteó todo esto de una manera completamente distinta. Algo que a los judíos de entonces no les cabía en la cabeza. Lo que Jesús decía, entonces y ahora, es que Dios se ha humanizado. Una idea y una forma de vida, que el judío de entonces no podía aceptar.

Lo que pasa es que los seres humanos estamos hechos de forma que hay en nosotros carencias y necesidades que pueden con las ideas religiosas y se sobreponen a ellas. En los humanos hay formas de sufrimiento que pueden con todo, incluso con la religión y sus dioses.

Jesús lo vio claro. Y, en vez de remachar lo de Yahvé, se dedicó a remediar al sufrimiento, curando enfermos, aliviando el hambre, queriendo a la gente.

 

3.  Esta fue la solución que Jesús le dio al problema de Dios. Y por eso, el mismo Jesús no tuvo dificultad en identificarse con Dios. Así es como Jesús nos reveló a Dios. Y por eso, los dirigentes religiosos ("los judíos") quisieron matarle.

La respuesta de Jesús fue: "Si no creéis en mí, creed en mis obras". Jesús no echó mano de argumentos y teorías. Jesús presentó su conducta, "sus obras". Si no creéis en lo que digo, mirad cómo vivo y a qué me dedico:  remediar lo que no remedia ningún dios, ni Yahvé, ni nadie. Hacernos a todos más humanos. Ese fue su argumento.

 

María, al pie de la cruz

 

  

María no comprende ese gran misterio, pero acepta, una vez más, porque es la voluntad Dios.

 

Viernes de dolores, así se le dice según la tradición, al viernes en que se conmemora los dolores de la Virgen Santísima, como Madre dolorosa al pie de la Cruz.

La Madre de Dios llora y sufre la angustia de ver morir a su Hijo como la haría cualquier madre.

Lo ha visto coronado de espinas, clavadas en su cabeza y en su frente, dejando su pelo y rostro manchado de una sangre que se coagula y reseca sobre la piel, su espalda que esta desgarrada y abierta por los azotes que le han dado y que cubrieron después, con una túnica púrpura para burlarse de Él, dándole bofetadas y escupiéndole...

Sabe que su amadísimo Hijo es humillado y escarnecido y por todo esto... ¡tiene roto el corazón!

Después lo ha visto caminar y caer, bajo el peso del madero que lleva sobre sus maltratados hombros y ha visto como le clavan sus amados pies y manos en el madero de la Cruz y, por fin, lo ha visto levantar en alto, y morir. ¿Podrá haber un dolor más grande? Lo sabe puro, lo sabe bueno, lo sabe santo.... lo sabe Hijo de Dios, y piensa...¡Cuánto debe ser su amor por todos los hombres!

Y María no comprende ese gran misterio, pero acepta, una vez más, porque es la voluntad Dios. Su corazón es traspasado por una espada y su dolor no tiene límites. Así se cumple la profecía de Simeón, cuando viéndola, casi una niña con su Hijo en brazos, el día de la Presentación en el Templo, entre otras cosas le dice a María: - "una espada atravesará tu alma"... y ahora María está de pie junto a la Cruz de Jesús.

En el libro "El silencio de María" nos dice el P. Ignacio Larrañaga: "Es preciso colocarse en medio de este círculo vital y fatal que unos lamentaban y otros celebraban, ese triste final y en medio de ese remolino, la figura digna y patética de la Madre, aferrada a su fe para no sucumbir emocionalmente, entendiendo algunas cosas, por ejemplo, lo de la "espada", vislumbrando confusamente otras... Lo importante no era entender, sino el entregarse. "Padre mío, en tus brazos deposito a mi querido Hijo". Fue el holocausto perfecto, la oblación total. La Madre adquirió una altura espiritual vertiginosa, nunca fue tan pobre y tan grande, parecía pálida sombra, pero al mismo tiempo, tenía la estampa de una reina.".

San Juan nos dice: "Habiendo mirado, pues, Jesús a su madre y al discípulo a quien amaba, el cual estaba allí, dice a su madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo". Después dice al discípulo: " Ahí tienes a tu madre". (Jn 19,25 - 27)

Fue en ese momento en que la Madre de Jesús se hizo madre de todo el género humano. Esta mujer dolorosa pero firme al pie de la Cruz nos está diciendo que solo la fe nos dará fuerza para los grandes dolores que la vida nos depare.

Y terminamos acompañando a esta Madre Dolorosa con algo muy hermoso escrito por el Cardenal Pironio:

 

Señora de la Pascua,

Señora de la Cruz y de la Esperanza.

Señora del Viernes y del Domingo.

Señora de la noche y de la mañana.

Señora de todas las partidas, porque eres la Señora del "tránsito" o de la Pascua.

 

Escúchanos:

Hoy queremos decirte "muchas gracias".

Muchas gracias, Señora por tu Fiat, por tu completa disponibilidad de "esclava".

Por tu pobreza y tu silencio.

Por tu gozo de las siete espadas.

Por el dolor de todas tus partidas, que fueron dando la paz a tantas almas.

Por haberte quedado con nosotros a pesar del tiempo y la distancia.

 

Fuente: Catholic.net

 

 

 

 

   

 

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