miércoles, 1 de junio de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 3 - DE JUNIO – VIERNES – 7 – SEMANA DE PASCUA – C – San Carlos Lwanga y compañeros

 

 


3 - DE JUNIO – VIERNES –

7 – SEMANA DE PASCUA – C –

San Carlos Lwanga y compañeros

 

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (25,13-21):

 

En aquellos días, el rey Agripa llegó a Cesarea con Berenice para cumplimentar a Festo, y se entretuvieron allí bastantes días.

Festo expuso al rey el caso de Pablo, diciéndole:

«Tengo aquí un preso, que ha dejado Félix; cuando fui a Jerusalén, los sumos sacerdotes y los ancianos judíos presentaron acusación contra él, pidiendo su condena. Les respondí que no es costumbre romana ceder a un hombre por las buenas; primero el acusado tiene que carearse con sus acusadores, para que tenga ocasión de defenderse. Vinieron conmigo a Cesarea, y yo, sin dar largas al asunto, al día siguiente me senté en el tribunal y mandé traer a este hombre. Pero, cuando los acusadores tomaron la palabra, no adujeron ningún cargo grave de los que yo suponía; se trataba sólo de ciertas discusiones acerca de su religión y de un difunto llamado Jesús, que Pablo sostiene que está vivo. Yo, perdido en semejante discusión, le pregunté si quería ir a Jerusalén a que lo juzgase allí. Pero, como Pablo ha apelado, pidiendo que lo deje en la cárcel, para que decida su majestad, he dado orden de tenerlo en prisión hasta que pueda remitirlo al César.»

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 10,4-7

 

    R/. El Señor puso en el cielo su trono

 

Bendice, alma mía, al Señor,

y todo mi ser a su santo nombre.

Bendice, alma mía, al Señor,

y no olvides sus beneficios. R/.

 

Como se levanta el cielo sobre la tierra,

se levanta su bondad sobre sus fieles;

como dista el oriente del ocaso,

así aleja de nosotros nuestros delitos. R/.

El Señor puso en el cielo su trono,

su soberanía gobierna el universo.

Bendecid al Señor, ángeles suyos,

poderosos ejecutores de sus órdenes. R/.

 

     Lectura del santo evangelio según san Juan (21,15-19):

 

Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer con ellos, dice a Simón Pedro:

«Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?»

Él le contestó:

«Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»

Jesús le dice:

«Apacienta mis corderos.»

Por segunda vez le pregunta:

«Simón, hijo de Juan, ¿me amas?»

Él le contesta:

 «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»

Él le dice:

«Pastorea mis ovejas.»

Por tercera vez le pregunta:

«Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?»

Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó:

«Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.»

Jesús le dice:

«Apacienta mis ovejas.

Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.»

Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.

Dicho esto, añadió: «Sígueme.»

 

Palabra del Señor

 

1.  La importancia de este diálogo, entre Jesús y Pedro, para el significado de Pedro en la Iglesia, es mayor de lo que imaginamos.  Y por tanto, para el papado, como cabeza del colegio episcopal (concilios Vaticano I y II, Denzinger- Hünermann, 3055 y 4143).

Según la lectura que los Padres de la Iglesia y los teólogos cristianos, han hecho de este relato, está fuera de duda que Pedro (y el papado, que se ha fundamentado en él) es una pieza clave en la estructura de la Iglesia.

El papado, por tanto, no es un invento humano como tantos otros. Tiene su origen en los primeros orígenes del cristianismo, si nos atenemos a los recuerdos de Jesús, que nos dejaron los evangelios.

 

2.  Pero, tan importante como lo anterior, es saber que el papel de Pedro, tal como se plantea aquí (en su mismo origen), fue pensado por Jesús, nunca basado en la fuerza del poder, sino solamente en la ejemplaridad del amor.

Fue necesario que Pedro negase tres veces su fe en Cristo, en el palacio de Anás, para que afirmase tres veces su amor a Jesús, en el lago de Galilea.

El Pedro que negó la fe fue el Pedro seguro de sí mismo (aunque todos los demás..., yo no).

El Pedro que amó a Jesús fue el Pedro que se entristeció inseguro de sí.

Y fue este Pedro el que "siguió" (Jn 21, 19) definitivamente a Jesús.

 

3.  La gran contradicción y el gran escándalo es que el papado, que se ha terminado imponiendo en la Iglesia, no ha sido el papado del discípulo que sigue a Jesús, sino el papado del poder que apeteció Pedro cuando quiso situarse el primero (Mt 20, 20-28; Mc 10, 35-46) o el papado del Pedro que rechazó la pasión y el fracaso de Jesús (Mt 16, 21-23 par), que más se parece al orgullo de aquel Pedro que se sentía seguro de sí mismo, el que se veía superior a los demás.  

Se ha superpuesto el poder al amor.  Y por eso se ha confeccionado una historia turbia del papado, en la que han abundado falsificaciones como la "donación de Constantino" (s. VIII), pretensiones de poder sobre cualquier otro poder humano (s. XI) o teorías como la de la plenitudo potestatis, a partir de Inocencio III (s. XII-XIII). Desde entonces hasta el canon 331 del vigente Derecho Canónico, en la historia del papado ha habido hombres santos y hombres pecadores. Pero la institución, tal como ha sido gestionada, ha alejado -y sigue alejando- a grandes sectores de la sociedad de la "peligrosa memoria' del Jesús que se nos presenta en el Evangelio.

 

4.  Y lo más doloroso es que todo esto se vea confirmado ahora, en el papado de Francisco, el humilde sucesor de Pedro que se identifica con los más pobres, los enfermos, los ancianos y los niños.

El Papa que no es querido y aceptado por buena parte del clero y de la Curia Romana, cosa que es bien sabida en todo el mundo.

Es doloroso pensar que la Iglesia no coincide con el Evangelio.

 

San Carlos Lwanga y compañeros



Memoria de los santos Carlos Lwanga y doce compañeros, todos ellos de edades comprendidas entre los catorce y los treinta años, que perteneciendo a la corte de jóvenes nobles o al cuerpo de guardia del rey Mwanga, y siendo neófitos o seguidores de la fe católica, por no ceder a los deseos impuros del monarca murieron en la colina Namugongo, degollados o quemados vivos. Entre los años 1885 y 1887

 

 

Vida de San Carlos Lwanga y compañeros

 

La sociedad de los Misioneros de Africa, conocida como los Padres Blancos, formaron parte de la evangelización de África en el siglo XIX. Después de seis años en Uganda ya tenían una comunidad de conversos cuya fe sería un testimonio para toda la Iglesia. Los primeros conversos se dieron a la misión de instruir y guiar a los más nuevos y la comunidad creció rápidamente. La vida ejemplar de los cristianos inicialmente ganó el favor del rey Mtesa pero más tarde este comprendió que los cristianos no favorecían su negocio de venta de esclavos.

Mwanga sucedió a su padre en el trono. Al principio la situación de los cristianos mejoró y varios tuvieron posiciones importantes en su corte. Pero el rey, influenciado por el Islam, cayó en la tendencia homosexual. La situación de los cristianos, por no ceder a sus demandas, se hizo muy difícil.

El líder de la comunidad católica, que para entonces tenía unos 200 miembros, era un joven de 25 años llamado José Mkasa (Mukasa) que ejercía como principal mayordomo de la corte de Mwanga. Cuando Mwanga asesinó a un misionero protestante y a sus compañeros, José Mkasa confrontó al rey por su crimen. El rey Mwanga había sido amigo de José por mucho tiempo, pero cuando este exhortó a Mwanga a renunciar al mal, la reacción fue violenta. El rey mandó a que mataran a José. Cuando los verdugos trataron de amarrar las manos de José, él les dijo: "Un Cristiano que entrega su vida por Dios no tiene miedo de morir". Perdonó a Mwanga con todo su corazón e hizo una petición final por su arrepentimiento antes de que le cortaran la cabeza y lo quemaran el 15 de Noviembre de 1885.

Carlos Lwanga, el favorito del rey remplazó a José en la instrucción y liderato de la comunidad cristiana en la corte. También el hizo lo posible por evangelizar y proteger a los varones de los deseos lujuriosos del rey. Las oraciones de José lograron que la persecución del rey amainara por seis meses. Pero en mayo del 1886 el rey llamó a uno de sus pajes llamado Mwafu y le preguntó porque estaba distante del rey. Cuando el paje respondió que había estado recibiendo instrucción religiosa de Daniel Sebuggwawo, el rey se montó en ira. Llamó a Daniel y lo mató el mismo atravesándole el cuello con una lanza.

Entonces ordenó que el complejo real sea sellado para que nadie pueda escapar y llamó a sus verdugos. Comprendiendo lo que venía, Carlos Lwanga bautizó a cuatro catecúmenos esa noche, incluyendo a un joven de 13 años llamado Kizito. En la mañana, Mwanga reunió a toda su corte y separó a los cristianos del resto diciendo: "Aquellos que no rezan párense junto a mí, los que rezan párense allá" El preguntó a los 15 niños y jóvenes, todos menores de 25 años, si eran cristianos y tenían la intención de seguir siendo cristianos. Ellos respondieron "SI" con fuerza y valentía. Mwanga los condenó a muerte.

EL rey mandó que al grupo lo llevasen a matar a Namugongo, lo cual representa una caminata de 37 millas. Uno de los jóvenes llamado Mabaga era hijo del jefe de los verdugos. Este le rogó que escapara y se escondiera, pero Mbaga no quiso. Los prisioneros atados pasaron la casa de los Padres Blancos en su camino. El Padre Lourdel más tarde relató sobre el jóven Kizito de 13 años, que sonreía y animaba al resto. Invitó a todos a cogerse de manos, para así ir unidos y ayudarse a mantener el ánimo. Lourdel estaba asombrado del valor y el gozo de estos nuevos cristianos camino al martirio. Tres de ellos fueron martirizados en el camino.

Un soldado cristiano llamado Santiago Buzabaliawo fue llevado ante el rey. Cuando Mwanga ordenó que lo matasen junto a los otros, Santiago dijo: "Entonces, adiós. Voy al cielo y rezaré a Dios por ti". Cuando el Padre Lourdel, lleno de dolor, levantó su brazo para absolver a Santiago que pasaba ante él, Santiago levantó sus propias manos atadas y apuntó hacia arriba para manifestar que él sabía que iba al cielo y se encontraría allí con el Padre Lourdel. Con una sonrisa le dijo al P. Lourdel, "¿Por qué estas triste? Esto no es nada ante los gozos que tú nos has enseñado a esperar".

Entre los condenados también estaba Andrés Kaggwa, un jefe Kigowa que había convertido a su esposa y a varios otros, y Matías Kalemba (o Murumba) un auxiliar de juez. El mayor consejero estaba tan furioso contra Andrés que dijo que no comería hasta que Andrés estuviese muerto. Cuando los verdugos titubearon, Andrés les dijo: "No mantengan a vuestro consejero hambriento, mátenme". El mismo consejero dijo en tono cínico refiriéndose a Matías: "Sin duda su dios los rescatará". "Si," contestó Matías, "Dios me rescatará, pero tú no verás como lo hace porque tomará mi alma y te dejará solo mi cuerpo". A Matías lo hirieron mortalmente en el camino y lo dejaron allí para morir lo cual tardo por lo menos tres días.

Cuando la caravana de reos y verdugos llegó a Namugongo, los sobrevivientes fueron encerrados por siente días. El 3 de junio los sacaron, los envolvieron en esteras de cañas y los pusieron en una pira. Mbaga fue martirizado el primero. Su padre, el jefe de los verdugos, había tratado en vano una última vez de convencerlo a desistir de su fe. Le dieron entonces un golpe en la cabeza para que no sufriera al ser quemado su cuerpo. El resto de los cristianos fueron quemados. Carlos Lwanga tenía 21 años. Uno de los pajes, Mukasa Kiriwanu no había sido aun bautizado, pero se unió a sus compañeros cuando se les preguntó si eran cristianos. Recibió aquel día el bautismo de sangre. Murieron 13 católicos y 11 protestantes proclamando el nombre de Jesús y diciendo "Pueden quemar nuestros cuerpos, pero no pueden dañar nuestras almas".

No sabemos cuántos mártires produjo aquella persecución. Solo queda constancia de los que ocupaban un lugar en la corte o tenían puestos de alguna importancia.

Cuando los Padres Blancos fueron echados del país, los nuevos cristianos continuaron la obra misionera, traduciendo e imprimiendo el catecismo a su lengua nativa e instruyendo en la fe en secreto. No tenían sacerdotes, pero Dios les infundió a aquellos cristianos de Uganda la gracia para vencer con gran valor a las difíciles circunstancias. Cuando los Padres Blanco volvieron después de la muerte del rey Mwanga, encontraron 500 cristianos y 1000 catecúmenos esperándolos.

Los mártires de Uganda fueron beatificados por el Papa Benito XV el 6 de junio de 1920.

Benedicto XV escribió para la beatificación de los siervos de Dios Carlos Lwanga, Mattías Murumba y sus compañeros, conocidos con el nombre de los Mártires de Uganda:

"Quién fue el que primero introdujo en África la fe cristiana se disputa aún; pero consta que ya antes de la misma edad apostólica floreció allí la religión, y Tertuliano nos describe de tal manera la vida pura que los cristianos africanos llevaban, que conmueve el ánimo de sus lectores. Y en verdad que aquella región a ninguna parecía ceder en varones ilustres y en abundancia de mártires. Entre éstos agrada conmemorar los mártires scilitanos, que, en Cartago, siendo procónsul Publio Vigellio Saturnino, derramaron su sangre por Cristo, de las preguntas escritas para el juicio, que hoy felizmente se conservan, se deduce con qué constancia, con qué generosa sencillez de ánimo respondieron al procónsul y profesaron su fe. Justo es también recordar los Potamios, Perpetuas, Felicidades, Ciprianos y "muchos hermanos mártires" que las Actas enumeran de manera general, aparte de los mártires aticenses, conocidos también con el nombre de "masas cándidas", o porque fueron quemados con cal viva, como narra Aurelio Prudencio en su himno XIII, o por el fulgor de su causa, como parece opinar Agustín. Pero poco después, primero los herejes, después los vándalos, por último, los mahometanos, de tal manera devastaron y asolaron el África cristiana que la que tantos ínclitos héroes ofreciera a Cristo, la que se gloriaba de más de trescientas sedes episcopales y había congregado tantos concilios para defender la fe y la disciplina, ella, perdido el sentido cristiano, se viera privada gradualmente de casi toda su humanidad y volviera a la barbarie."

 

 

Oración a San Carlos Lwanga y compañeros

Mártires de Uganda, rueguen para que nosotros, inspirado por vuestra fe, seamos capaces de mantenernos fieles en medio de cualquier prueba y de entregar nuestras propias vidas. Ayuden a aquellos que viven hoy bajo persecución. Amen.

 

 

 

 

 

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