jueves, 30 de junio de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 2 - DE JULIO – SÁBADO – 13 – SEMANA DEL T. O. – C – San Otón de Bamberg

 


2 - DE JULIO – SÁBADO –

13 – SEMANA DEL T. O. – C –

San Otón de Bamberg

 

     Lectura de la profecía de Amós (9,11-15):

 

     Así dice el Señor:

     «Aquel día, levantaré la tienda caída de David, taparé sus brechas, levantaré sus ruinas como en otros tiempos. Para que posean las primicias de Edom, y de todas las naciones, donde se invocó mi nombre. –oráculo del Señor–.

     Mirad que llegan días –oráculo del Señor– en que el que ara sigue de cerca al segador; el que pisa las uvas, al sembrador; los montes manarán vino, y fluirán los collados. Haré volver los cautivos de Israel, edificarán ciudades destruidas y las habitarán, plantarán viñas y beberán de su vino, cultivarán huertos y comerán de sus frutos. Los plantaré en su campo, y no serán arrancados del campo que yo les di, dice el Señor, tu Dios.»

 

Palabra de Dios

 

     Salmo: 84

     R/. Dios anuncia la paz a su pueblo

     Voy a escuchar lo que dice el Señor:

«Dios anuncia la paz

a su pueblo y a sus amigos

y a los que se convierten de corazón.» R/.

     La misericordia y la fidelidad se encuentran,

la justicia y la paz se besan;

la fidelidad brota de la tierra,

y la justicia mira desde el cielo. R/.

     El Señor nos dará la lluvia,

y nuestra tierra dará su fruto.

La justicia marchará ante él,

la salvación seguirá sus pasos. R/.

 

     Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,14-17):

 

     En aquel tiempo, se acercaron los discípulos de Juan a Jesús, preguntándole:

     «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?»

     Jesús les dijo:

     «¿Es que pueden guardar luto los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que se lleven al novio, y entonces ayunarán. Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto y deja un roto peor. Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque revientan los odres; se derrama el vino, y los odres se estropean; el vino nuevo se echa en odres nuevos, y así las dos cosas se conservan.»

 

Palabra del Señor

 

1.  Es importante darse cuenta de que este relato marca la ruptura que se produjo entre Jesús e Israel. 

Jesús da a entender, en su respuesta, que sus discípulos representan lo nuevo que él trae al mundo (U. Luz).

Una religiosidad desligada de ascetismos y observancias. Y cuyo centro está en la felicidad compartida, en el gozo comunitario, en el amor de todos con todos.

Insistamos, una vez más, en que la novedad del Evangelio se vio limitada o quizá controlada por la cultura estoica, que puso en el centro de la vida la pureza y no la justicia. Al tiempo que se marginó la cultura dionisiaca, en la que la "felicidad compartida de la bacanal" tiene la virtualidad de "poner las almas en común" (M. Daraki).

Es central en el Evangelio el proyecto de la unión, la bondad y el amor común, que no fomenta el orgullo personal, sino la dicha en común.

 

2.  Por otra parte, la práctica del ayuno indica, en el fondo, que creemos en un Dios al que le gusta que la gente se prive de lo más elemental para la vida: el alimento.

El Dios del ayuno es un Dios de luto y muerte. Sin embargo, el Dios de Jesús es como un novio: el ser enamorado, que une su vida y su destino a la persona a la que ama.  Por eso, la boda es, en todas las culturas, una de las celebraciones más bellas, más gozosas y más cargadas de esperanza y disfrute que hay en este mundo.  

San Juan de la Cruz escribió, en el Cántico espiritual, el poema más bello y profundo del amor a Dios, utilizando para ello lo que en la vida de los seres humanos representa el cariño de los enamorados.

 

3.  Lo más opuesto a un día de ayuno es un día de boda.  Como lo más opuesto a un funeral es el banquete en el que los invitados gritan "¡Vivan los novios!".

Pues bien, esto supuesto, lo genial es que el Dios de Jesús no es el Dios del ayuno, sino el Dios de la boda. 

Esto es tan sorprendente, que al común de la gente no le entra en su cabeza. Sin saber por qué, el hecho es que somos muchos los que tenemos la impresión de que nos acercamos más a Dios mediante la "privación" que mediante la "satisfacción".

- ¿Qué extraño mecanismo interior funciona en nosotros para producir semejante impresión?

Sin duda alguna, la experiencia religiosa está más asociada al dolor que al disfrute.


San Otón de Bamberg




 

En Bamberg, de Franconia, san Otón, obispo, que evangelizó con gran celo a los pomeranios.

 

 

Vida de San Otón de Bamberg

 

San Otón fue obispo de Bamberg y es llamado el Apóstol de Pomerania . Nació en Suabia, Alemania, y vivió en el siglo XII. Huérfano de padre y madre, enfrentó muchas dificultades para costear sus estudios en filosofía y ciencias humanas. Partió a Polonia para ganarse la vida. Poco a poco se estableció y fundó una escuela que ganó prestigio y le dio buenas ganancias.

Se hizo conocido y estimado en la corte polaca, amigo y consejero del emperador, que lo nombró obispo de Bomberg. San Otón, sin embargo, solamente quedó con la conciencia tranquila cuando fue consagrado obispo por el papa Pascual, alrededor del año 1106.

Es considerado el evangelizador de la Pomerania; fundó allí numerosos monasterios. Y apoyado por Boleslao, duque de Polonia que dominaba la región, y por Vratislao, duque cristiano de Pomerania, recorrió todas las ciudades instruyendo a los gentiles y bautizando a los que se adherían a la fe, intercediendo ante el príncipe por la liberación de los prisioneros, exhortando a todos a abandonar los ídolos y a convertirse al Dios de Jesucristo. Esparció misioneros por toda la Pomerania.

 

 

Párate un momento: El Evangelio del dia 1 - DE JULIO – VIERNES – 13 – SEMANA DEL T. O. – C – Santa Esther

 

 


1 - DE JULIO – VIERNES –

13 – SEMANA DEL T. O. – C –

Santa Esther

 

     Lectura de la profecía de Amós (8,4-6.9-12):

 

     Escuchad esto, los que exprimís al pobre, despojáis a los miserables, diciendo:

     «¿Cuándo pasará la luna nueva, para vender el trigo, y el sábado, para ofrecer el grano?»  

     Disminuís la medida, aumentáis el precio, usáis balanzas con trampa, compráis por dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo.

     Aquel día –oráculo del Señor– haré ponerse el sol a mediodía, y en pleno día oscureceré la tierra. Cambiaré vuestras fiestas en luto, vuestros cantos en elegía; vestirá de saco toda cintura, quedará calva toda cabeza. Y habrá un llanto como por el hijo único, y será el final como día amargo.

     Mirad que llegan días –oráculo del Señor– en que enviaré hambre a la tierra: no hambre de pan ni sed de agua, sino de escuchar la palabra del Señor. Irán vacilantes de oriente a occidente, de norte a sur; vagarán buscando la palabra del Señor, y no la encontrarán.

 

Palabra de Dios

 

     Salmo: 118

     R/. No sólo de pan vive el hombre,

sino de toda palabra que sale de la boca de Dios

 

     Dichoso el que, guardando sus preceptos,

lo busca de todo corazón. R/.

 

     Te busco de todo corazón,

no consientas que me desvíe de tus mandamientos. R/.

 

     Mi alma se consume, deseando

continuamente tus mandamientos. R/.

 

     Escogí el camino verdadero,

deseé tus mandamientos. R/.

 

     Mira cómo ansío tus decretos:

dame vida con tu justicia. R/.

 

     Abro la boca y respiro,

ansiando tus mandamientos. R/.

 

     Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,9-13):

 

     En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:

     «Sígueme.»

     Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos.

      Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos:

     «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?»

     Jesús lo oyó y dijo:

     «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»

 

Palabra del Señor

 

1.  Decir que Mateo se dedicaba a cobrar los impuestos era lo mismo que afirmar que era un ladrón. Su trabajo era un oficio en el que se ganaba lo que se cobraba "de más" a los contribuyentes (Tácito, Ant. 3, 52-54; Josefo, Bell. J.,

2, 372).

De ahí, el desprecio de la gente hacia este tipo de individuos. Se les asociaba con gentes tan poco estimadas como los mendigos, los ladrones, los usureros, los dueños de prostíbulos y los adúlteros (Cicerón, De off. 1, 50; Josefo, Bell. J., 2, 384; Filóstrato, Apolonio 8, 7. 11. Cf. W. Carter).

Pues bien, a un individuo de tan mala calificación es al que Jesús se dirige. Y sin más explicaciones, le plantea la llamada: Sígueme. Y tan inmediata como fue la llamada, así fue la respuesta.

Sin duda alguna, era enorme la "atracción" que 'ejercía Jesús sobre las gentes más marginales de su tiempo y de aquella sociedad.

 

2.  Por otra parte, es lógico pensar que Jesús quería convertir a los corruptos de su tiempo. Pero vio que el procedimiento para que los corruptos cambiasen no consistía en alejarse de ellos. Y, menos aún, mediante insultos, agresiones y ofensas o amenazas.  

Por eso, el Evangelio afirma -de forma sorprendente- que Jesús "comía con pecadores y publicanos" (Lc 15, 1-2).

Se ha dicho muchas veces que los "pecadores" eran los "impuros". Quienes mejor han estudiado este asunto han llegado a la conclusión de que los pecadores eran "los malvados…, aquellos que pecaban con plena conciencia y de forma execrable sin arrepentimiento" (R Sanders).

 

3.  Pues bien, lo más fuerte es que Jesús, al comer con aquellas gentes y hacerse amigo de ellos, asociaba su vida a grupos y expresiones que funcionaban e iban unidos a términos simbólicos que definían una posición social que era abiertamente difamatoria (Dennis E. Smith).

En el fondo, lo que el evangelio de Mateo quiere dejar claro es la significación del texto famoso de Os 6, 6: Misericordia quiero y no sacrificios (Mt 9, 13; 12, 7).

El Evangelio nos viene a decir que, si no eres bueno con los que son considerados como malos, la religión, el culto y las observancias no te sirven para nada.

 

Santa Esther

 


Personaje bíblico: reina de Persia e intercesora del pueblo Judío, al que salvó del exterminio. Prefiguración de la Virgen María como auxilio del Pueblo de Dios.

 

Vida de Santa Ester o Esther

El libro de Ester contiene una de las más emocionantes escenas de la Historia Sagrada. Habiendo el rey Asuero (Jerjes) repudiado a la reina Vasti, la judía Ester vino a ser su esposa y reina de Persia. Ella, confiada en Dios y sobreponiéndose a su debilidad, intercedió por su pueblo cuando el primer ministro Amán concibió el proyecto de exterminar a todos los judíos, comenzando por Mardoqueo, padre adoptivo de Ester. En un banquete, Ester descubrió al rey su nacionalidad hebrea y pidió protección para sí y para los suyos contra su perseguidor Amán. El rey concedió lo pedido: Amán fue colgado en el mismo patíbulo que había preparado para Mardoqueo, y el pueblo judío fue autorizado a vengarse de sus enemigos el mismo día en que según el edicto de Amán, debía ser aniquilado en el reino de los persas. En memoria de este feliz acontecimiento los judíos instituyeron la fiesta de Purim (Fiesta de las Suertes).

El texto masorético que hoy tenemos en la Biblia hebrea, sólo contiene 10 capítulos, y es más corto que el originario, debido a que la Sinagoga omitió ciertos pasajes religiosos, cuando la fiesta de Purim, en que se leía este libro al pueblo, tomó carácter mundano. San Jerónimo añadió los últimos capítulos (10, 4-16, 24), que contienen los trozos que se encuentran en la versión griega de Teodoción, pero faltan en la forma actual del texto hebreo.

El carácter histórico del libro siempre ha sido reconocido, tanto por la tradición judaica, como por la cristiana. Un hecho manifiesto nos muestra la historicidad del libro, y es la existencia de la mencionada fiesta de Purim, que los judíos celebran aún en nuestros días. Sin embargo, han surgido no pocos exégetas, sobre todo acatólicos, que relegan el libro de Ester a la categoría de los libros didácticos o le atribuyen solamente un carácter histórico en sentido lato. Es éste un punto que debe estudiarse a la luz de las normas trazadas en la Encíclica "Divino Afflante Spiritu". Hasta aclararse la cuestión damos preferencia a la opinión tradicional.

En cuanto al tiempo de la composición se deciden algunos por la época de Jerjes I (485-465 a. C.), otros por el tiempo de los Macabeos.

La canonicidad del libro de Ester está bien asegurada. El Concilio de Trento ha definido también la canonicidad de la segunda parte del libro de Ester (cap. 10, vers. 4 al cap. 16, vers. 24), mientras los judíos y protestantes conservan solamente la primera parte en su canon de libros sagrados.

Los santos Padres ven en Ester, que intercedió por su pueblo, una figura de la Santísima Virgen María, auxilium christianorum. Lo que Ester fue para su pueblo por disposición de Dios, lo es María para el pueblo cristiano.

 

 

martes, 28 de junio de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 30 - DE JUNIO – JUEVES – 13 – SEMANA DEL T. O. – C – PROTOMARTIRES DE ROMA

 


30 - DE JUNIO – JUEVES –

13 – SEMANA DEL T. O. – C –

PROTOMARTIRES   DE   ROMA

 

     Lectura de la profecía de Amós (7,10-17):

 

     En aquellos días, Amasías, sacerdote de Casa-de-Dios, envió un mensaje a Jeroboam, rey de Israel:

     «Amós conjura contra ti en medio de Israel; la tierra ya no puede soportar sus palabras. Porque así predica Amós:

    "Morirá a espada Jeroboam. Israel saldrá de su país al destierro."»

     Dijo Amasías a Amós:

     «Vidente, vete y refúgiate en tierra de Judá; come allí tu pan y profetiza allí. No vuelvas a profetizar en Casa-de-Dios, porque es el santuario real, el templo del país.»

     Respondió Amós:

     «No soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos. El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: "Ve y profetiza a mi pueblo de Israel." Y, ahora, escucha la palabra del Señor: Tú dices: "No profetices contra la casa de Israel, no prediques contra la casa de Isaac." Pues bien, así dice el Señor: "Tu mujer será deshonrada en la ciudad, tus hijos e hijas caerán a espada; tu tierra será repartida a cordel, tú morirás en tierra pagana, Israel saldrá de su país al destierro."»

 

Palabra de Dios

     Salmo: 18

 

     R/. Los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos

 

     La ley del Señor es perfecta

y es descanso del alma;

el precepto del Señor es fiel

e instruye al ignorante. R/.

     Los mandatos del Señor son rectos

y alegran el corazón;

la norma del Señor es límpida

y da luz a los ojos. R/.

 

     La voluntad del Señor es pura

y eternamente estable;

los mandamientos del Señor son verdaderos

y enteramente justos. R/.

 

     Más preciosos que el oro,

más que el oro fino;

más dulces que la miel

de un panal que destila. R/.

 

     Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,1-8):

 

      En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. Le presentaron un paralítico, acostado en una camilla. Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico:

     «¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados.»

     Algunos de los escribas se dijeron:

     «Éste blasfema.»

     Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo:

     «¿Por qué pensáis mal? ¿Qué es más fácil decir: "Tus pecados están perdonados", o decir: "Levántate y anda"? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados.»

     Dijo, dirigiéndose al paralítico:

     «Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa."»

    Se puso en pie, y se fue a su casa. Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad.

 

Palabra del Señor

 

     1.  Por supuesto, este relato da cuenta de una curación prodigiosa que realizó Jesús con un impedido, que, por su   enfermedad, estaba reducido a la dependencia total de quienes querían llevarlo o traerlo y ayudarle en todo.  Una vez más, la bondad de Jesús libera a aquel hombre de sus penalidades y sufrimientos.  Pero Jesús va indeciblemente más lejos. Porque, no solo le devuelve al hombre la salud perdida, sino que, además de eso, le da una dignidad de la que se veía privado. ¿Por qué?

 

     2.   En la cultura de Israel, tan profundamente marcada por las creencias religiosas, se asociaba la enfermedad con el pecado.  De forma que quien estaba enfermo, por eso mismo, era considerado como un pecador (él o su familia), es decir, como mala persona o mala gente.

La enfermedad era un castigo divino.

Así de cruel suele ser la religión (cf. Jn 9, 2; Mt 4, 23-25; 1 Cor 11, 30). Por eso Jesús, sin esperar a que el enfermo se lo pidiera, ni que expresara arrepentimiento o confesión de sus pecados, lo perdona de todo, con escándalo de los letrados, que hasta llegan a pensar de Jesús que era un blasfemo.

Jesús, por tanto, sana a la persona entera. Le devuelve su salud y su dignidad.

 

     3.  Este hecho nos lleva derechamente    al problema del perdón de los pecados en la Iglesia. Es evidente que, tal como el clero ejerce el poder de perdonar los pecados, ese poder se convierte en una forma de dominio sobre la privacidad y la intimidad del ser humano. Un poder que toca donde nada ni nadie puede tocar. Y bien sabemos el tormento que esto es para muchas personas.

     Lo que se traduce en el abandono    masivo del sacramento de la penitencia.

     Es verdad que, a mucha gente le sirve de alivio el poder desahogarse de problemas íntimos que son preocupantes. 

Como desahogo, eso es bueno.  

Como obligación, que condiciona el perdón, eso es insufrible.

     Por eso es importante saber esto: lo que dice el concilio de Trento (Ses. 14, cap. V) sobre la confesión de los pecados, necesita dos aclaraciones:

     1)  No es verdad que el Señor instituyera la confesión íntegra de los pecados; eso no consta en ninguna parte.

     2) Jesucristo no ordenó sacerdotes   "como presidentes y jueces", ni siquiera "a modo de" (ad instar) presidentes y jueces (DH 1679).

      Por tanto, en la Iglesia debe prevalecer la posibilidad real de que cada cual le pida perdón a Dios y pacifique su conciencia como más le ayude.  Quizá la forma más adecuada es la que ya estableció el papa Pablo VI mediante la penitencia comunitaria.

 

PROTOMARTIRES   DE   ROMA


En la primera persecución contra la Iglesia, desencadenada por el emperador Nerón, después del incendio de la ciudad de Roma en el año 64, muchos cristianos sufrieron la muerte en medio de atroces tormentos.

Este hecho está atestiguado por el escritor pagano Tácito (Annales, 15, 44) y por Clemente, obispo de Roma, en su carta a los Corintios (caps. 5-6).

 

Elogio: Santos Protomártires de la santa Iglesia Romana, que, acusados de haber incendiado la Urbe, por orden del emperador Nerón unos fueron asesinados después de crueles tormentos, otros, cubiertos con pieles de fieras, entregados a perros rabiosos, y los demás, tras clavarlos en cruces, quemados para que, al caer el día, alumbrasen la oscuridad. Eran todos discípulos de los Apóstoles y fueron las primicias del martirio que la iglesia de Roma presentó al Señor.

Aquellos confesores de los que sólo Dios sabe el número y los nombres se mencionan en el Martirologio Romano como «primicias del martirio que la iglesia de Roma presentó al Señor». Es interesante hacer notar que el primero de los césares que persiguió a los cristianos fue Nerón, el más vil, despiadado y falto de principios entre los emperadores romanos. En el mes de julio del 64, cuando habían transcurrido diez años desde que ascendió al trono, un terrible incendio destruyó a Roma. El fuego nació junto al Gran Circo, en un sector de cobertizos y almacenes atestados de productos inflamables, y de ahí se propagó rápidamente en todas direcciones. Las llamas lo devoraron todo durante seis días y siete noches, cuando pareció que habían sido sofocadas por la demolición de numerosos edificios; pero volvieron a surgir de entre los escombros y continuaron su obra devastadora durante tres días más. Cuando por fin fueron ahogadas definitivamente, las dos terceras partes de Roma eran una masa informe de ruinas humeantes.

En el tercer día del incendio, Nerón llegó a Roma, procedente de Ancio, para contemplar la escena. Se afirma que se recreó en aquella contemplación y que, ataviado con la vestimenta que usaba para aparecer en los teatros, subió a lo más alto de la torre de Mecenas y ahí, con el acompañamiento de la lira que él mismo pulsaba, recitó el lamento de Príamo por el incendio de Troya. El bárbaro deleite del emperador que cantaba al contemplar el fuego destructor, hizo nacer la creencia de que él había sido el autor de la catástrofe y que, no sólo había mandado quemar a Roma, sino que había dado órdenes para que no se combatiese el fuego. El rumor corrió de boca en boca hasta convertirse en una abierta acusación. Las gentes afirmaban haber visto a numerosos individuos misteriosos arrojar antorchas encendidas dentro de las casas, por mandato expreso del emperador. Hasta hoy se ignora si Nerón fue responsable o no de aquel incendio. En vista de los numerosos incendios que se han declarado en Roma desde entonces, puede decirse que también aquél, quizá el más devastador entre todos, se debió a un simple accidente. Sin embargo, quedaba el hecho de la complacencia de Nerón y, tanto se divulgaron las sospechas contra él, que se alarmó y, para desviar las acusaciones que se hacían en su contra, señaló a los cristianos como autores directos del incendio.

«Puesto que circulaban rumores de que el incendio de Roma había sido doloso, Nerón presentó como culpables, castigándolos con penas gravísimas, a aquellos que, odiados por sus abominaciones, el pueblo llamaba 'cristianos'» (Tácito, Anales, XV). No obstante que nadie creyó que fuesen culpables del crimen, los cristianos fueron perseguidos, detenidos, expuestos al escarnio y la cólera del pueblo, encarcelados y entregados a las torturas y a la muerte con increíble crueldad. Algunos fueron envueltos en pieles frescas de animales salvajes y dejados a merced de los perros hambrientos para que los despedazaran; muchos fueron crucificados; otros quedaron cubiertos de cera, aceite y pez, atados a estacas y encendidos para que ardiesen como teas. Muchas de estas atrocidades tuvieron lugar durante una fiesta nocturna que ofreció Nerón en los jardines de su palacio. El martirio de los cristianos fue un espectáculo extra en las carreras de carros, donde el propio Nerón, vestido con las plebeyas ropas de un auriga, divertía a sus invitados al mezclarse con ellos y al manejar a los caballos que tiraban de un carro. Entre muchos de los romanos que presenciaron la salvaje crueldad de aquellas torturas, surgió el sentimiento de horror y el de piedad por las víctimas, no obstante que la población entera tenía encallecidos sus sentimientos, acostumbrada, como estaba, a los sangrientos combates de los gladiadores.

Tácito, Suetonio, Dion Casio, Plinio el Viejo y el satírico Juvenal, hacen mención del incendio; pero solamente Tácito se refiere al intento de Nerón para que la culpa recayera sobre una secta determinada. Tácito específica a los cristianos por su nombre, pero Gibbon y otros investigadores sostienen que el historiador incluye a los judíos en la denominación, puesto que, por aquella época, los que habían abrazado la religión de Cristo no eran tan numerosos como para causar alarma entre las autoridades de Roma. Sin embargo, este punto de vista, que parece destinado a disminuir la influencia del cristianismo, no tiene muchos adeptos. Debe apuntarse que los cristianos, aunque eran una minoría en Roma, no estaban bien distinguidos de los judíos en ese momento -es conocida la frase que trae Suetonio: «en el barrio judío se pelean por un tal Cresto»...-, y se les atribuían monstruosidades, como las de realizar sacrificios humanos, comer carne de niños, etc, los cristianos, como decía Tácito, eran «odiados por sus abominaciones», así que aunque no estuvieran dispuestos a creer que habían provocado el incendio, seguramente era creencia popular que el castigo era igualmente merecido.

Oración:

Señor, Dios nuestro, que santificaste los comienzos de la Iglesia romana con la sangre abundante de los mártires, concédenos que su valentía en el combate nos infunda el espíritu de fortaleza y la santa alegría de la victoria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).