miércoles, 15 de junio de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 17 - DE JUNIO – VIERNES – 11 – SEMANA DEL T. O. – C – Santa Teresa de Portugal

 

 

 


 

17 - DE JUNIO – VIERNES –

11 – SEMANA DEL T. O. – C –

Santa Teresa de Portugal

 

Lectura del segundo libro de los Reyes (11,1-4.9-18.20):

En aquellos días, cuando Atalía, madre del rey Ocozías, vio que su hijo había muerto, empezó a exterminar a toda la familia real. Pero cuando los hijos del rey estaban siendo asesinados, Josebá, hija del rey Jorán y hermana de Ocozías, raptó a Joás, hijo de Ocozías, y lo escondió con su nodriza en el dormitorio; así, se lo ocultó a Atalía y lo libró de la muerte.

El niño estuvo escondido con ella en el templo durante seis años, mientras en el país reinaba Atalía. El año séptimo, Yehoyadá mandó a buscar a los centuriones de los carios y de la escolta; los llamó a su presencia, en el templo, se juramentó con ellos y les presentó al hijo del rey. Los centuriones hicieron lo que les mandó el sacerdote Yehoyadá; cada uno reunió a sus hombres, los que estaban de servicio el sábado y los que estaban libres, y se presentaron al sacerdote Yehoyadá. El sacerdote entregó a los centuriones las lanzas y los escudos del rey David, que se guardaban en el templo. Los de la escolta empuñaron las armas y se colocaron entre el altar y el templo, desde el ángulo sur hasta el ángulo norte del templo, para proteger al rey. Entonces Yehoyadá sacó al hijo del rey, le colocó la diadema y las insignias, lo ungió rey, y todos aplaudieron, aclamando:

«¡Viva el rey!»

Atalía oyó el clamor de la tropa y se fue hacia la gente, al templo. Pero, cuando vio al rey en pie sobre el estrado, como es costumbre, y a los oficiales y la banda cerca del rey, toda la población en fiesta y las trompetas tocando, se rasgó las vestiduras y gritó:

«¡Traición, traición!»

El sacerdote Yehoyadá ordenó a los centuriones que mandaban las fuerzas: «Sacadla del atrio. Al que la siga lo matáis.»

Pues no quería que la matasen en el templo. La fueron empujando con las manos y, cuando llegaba a palacio por la puerta de las caballerizas, allí la mataron.

Yehoyadá selló el pacto entre el Señor y el rey y el pueblo, para que éste fuera el pueblo del Señor. Toda la población se dirigió luego al templo de Baal; lo destruyeron, derribaron sus altares, trituraron las imágenes, y a Matán, sacerdote de Baal, lo degollaron ante el altar. El sacerdote Yehoyadá puso guardias en el templo. Toda la población hizo fiesta, y la ciudad quedó tranquila. A Atalía la habían matado en el palacio.

Palabra de Dios

 

Salmo: 131,11.12.13-14.17-18

      R/. El Señor ha elegido a Sión,

ha deseado vivir en ella

El Señor ha jurado a David

una promesa que no retractará:

«A uno de tu linaje

pondré sobre tu trono.» R/.

«Si tus hijos guardan mi alianza

y los mandatos que les enseño,

también sus hijos, por siempre,

se sentarán sobre tu trono.» R/.

Porque el Señor ha elegido a Sión,

ha deseado vivir en ella:

«Ésta es mi mansión por siempre,

aquí viviré porque la deseo.» R/.

«Haré germinar el vigor de David,

enciendo una lámpara para mi Ungido.

A sus enemigos los vestiré de ignominia,

sobre él brillará mi diadema.» R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,19-23):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«No atesoréis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban.

Atesorad tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los coman ni ladrones que abran boquetes y roben.

Porque donde está tu tesoro allí está tu corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Y si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!»

 

Palabra del Señor

 

1.   Uno de los problemas, que más dificultades nos  crean para entender correctamente este texto, es - curiosa y precisamente- la "religión".

Lo normal y lo frecuente es que una persona, que se pone a leer los evangelios, suele ser una persona en quien la religión (y la práctica religiosa) tiene una presencia importante. De ahí que, para una persona, que lee con interés un evangelio, la religión es importante en su vida. Ahora bien, cuando la religión se interpone entre nosotros y el Evangelio o cuando pretendemos interpretar el Evangelio desde la religión, la consecuencia es que, pensando que entendemos el Evangelio, en realidad no nos enteramos de lo que dice.  Porque, - ¿cómo va a entender el Evangelio quien lo lee o lo interpreta desde la religión, que fue la institución que se enfrentó al contenido central del Evangelio, que fue Jesús, y no paró hasta que lo mató?

 

2.   Por eso puede ocurrir, quizá en algunos casos, que el rechazo de Jesús al dinero y a la riqueza se pueda interpretar, por personas religiosas, como un llamamiento a vivir en la "pobreza ascética", no como la firme decisión de vivir en la "honradez cívica", que, si es auténtica, se debe traducir en "sensibilidad social".

Esto es lo que explica que haya religiosos/as, que hacen voto de pobreza, explican con entusiasmo este evangelio, pero resulta que, al mismo tiempo, gozan de una seguridad económica que pocos ciudadanos pueden disfrutar.  Y son personas que no se sienten mal por el hecho de vivir en semejante contradicción. Todo lo contrario. Por lo que se sentirían mal es si un buen día se enterasen de que el capital financiero de la Orden Religiosa o de la Comunidad se ha hundido.   Sin darse cuenta de lo que viven y cómo viven, pueden ser personas que predican contra la riqueza, viviendo profundamente apegados a la riqueza. Y conste que, como sabemos de sobra, son miles y miles los religiosos y las religiosas que viven en la más extrema carencia de seguridad y de lo indispensable para vivir con una razonable comodidad.   Y viven así porque ellos así lo han elegido libremente y por su anhelo de compartir la vida con los últimos de este mundo.

 

3.   Seguramente, por lo que se acaba de indicar, se comprende la misteriosa sentencia que pronunció Jesús al hablar de la codicia ante el dinero y la riqueza: "Porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón" (Mt 6, 21).

- ¿De qué tesoro habla aquí Jesús? 

- ¿Del tesoro que es el Evangelio?  

- ¿Del tesoro que se sabe -aunque no se conoce-  que maneja y protege el "ecónomo" de la Orden o del convento?

- ¿Por qué será que Jesús, al hablar de todo este complicado asunto, hizo esta extraña afirmación: "si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará enfermo"? (Mt 6, 23).

 - ¿Qué explicación tiene la ceguera de tantos ricos y de tantos hombres de Iglesia cuando se empeñan en armonizar el capital con el Evangelio? 

- ¿Será verdad que los que somos fieles a la religión somos, al mismo tiempo, tan ciegos a la hora de ver la contradicción en que vivimos?


Santa Teresa de Portugal

 


 

En Lorvaô, en Portugal, santa Teresa, quien, reina de León y madre de tres hijos, al perder a su esposo abrazó la vida regular en un monasterio fundado por ella misma, bajo la disciplina cisterciense.

                                                                                                                              

 

Vida de Santa Teresa de Portugal

 

 

Santa Teresa, reina de Portugal, (1175-1250). Hija de don Alonso IX de León y de Dª. Dulce de Aragón. Monja cisterciense en San Benito de Lorbaño, cerca de Coimbra. se casó con su primo, el rey Alfonso IX de León. Tras varios años de feliz vida marital (y varias hijas), el matrimonio fue declarado nulo por el parentesco demasiado estrecho entre ella y Alfonso y no haber recibido las dispensaciones apropiadas. Alfonso se casó con doña Berenguela, la madre de Fernando III el Santo.

Teresa volvió al monasterio cisterciense de San Benito de Lorbao, próximo a Coimbra. Allí se entregó a la práctica de todas las virtudes hasta su muerte, en gran ancianidad, el 17 de junio de 1250. Fue enterrada en su mismo monasterio, junto a la tumba que ella había dispuesto veinte años antes para su santa hermana Sancha, virgen clarisa, fundadora del convento de Santa María de las Cellas.

Teresa pudo fácilmente haber guardado rencor, no lo hizo así. Con su ayuda se alcanzó un acuerdo pacífico.

Guardar rencor es como montar en bicicleta con una piedra en el zapato. A veces se va para un lado, pero la mayoría de las veces hace que cada pedalada sea miserable.

Lo peor de los rencores es la amargura que crean en nuestra alma. A menudo la persona a la que guardamos rencor ni siquiera sabe que estemos molestos y enfurecidos con ella. Acabamos por gastar extraordinarias cantidades de tiempo labrando y planeando nuestra venganza, para acabar descubriendo que la venganza nunca es tan dulce como creemos que lo va a ser. Si mantienes rencor contra alguien o contra algo, ahora es el momento de sacarte la piedra del zapato. Tienes la garantía de que te sentirás mejor y caminarás mejor.

El 20 de mayo de 1705 el Papa Clemente XI confirmó su culto.

 

Fuente: catholic.net

 

 

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