8 - DE JUNIO
– MIERCOLES –
10 – SEMANA
DEL T. O. – C –
Santiago Berthieu,
Presbítero y Mártir Jesuita
Lectura
del primer libro de los Reyes (18,20-39):
En aquellos días, el
rey Ajab despachó órdenes a todo Israel, y los profetas de Baal se reunieron en
el monte Carmelo. Elías se acercó a la gente y dijo:
«¿Hasta cuándo vais a caminar con muletas?
Si el Señor es el verdadero Dios, seguidlo; si lo es Baal, seguid a Baal.»
La gente no respondió una palabra. Entonces Elías les dijo:
«He quedado yo solo como profeta del Señor, mientras que los profetas de
Baal son cuatrocientos cincuenta. Que nos den dos novillos: vosotros elegid
uno; que lo descuarticen y lo pongan sobre la leña, sin prenderle fuego; yo
prepararé el otro novillo y lo pondré sobre la leña, sin prenderle fuego.
Vosotros invocaréis a vuestro dios, y yo invocaré al Señor; y el dios que
responda enviando fuego, ése es el Dios verdadero.»
Toda la gente asintió: «¡Buena idea!»
Elías dijo a los profetas de Baal:
«Elegid un novillo y preparadlo vosotros primero, porque sois más. Luego
invocad a vuestro dios, pero sin encender el fuego.»
Cogieron el novillo que les dieron, lo prepararon y estuvieron invocando a
Baal desde la mañana hasta mediodía:
«¡Baal, respóndenos!»
Pero no se oía una voz ni una respuesta, mientras brincaban alrededor del
altar que habían hecho.
Al mediodía, Elías empezó a reírse de ellos:
«¡Gritad más fuerte! Baal es dios, pero estará meditando, o bien ocupado, o
estará de viaje; ¡a lo mejor está durmiendo y se despierta!»
Entonces gritaron más fuerte; y se hicieron cortaduras, según su costumbre,
con cuchillos y punzones, hasta chorrear sangre por todo el cuerpo. Pasado el
mediodía, entraron en trance, y así estuvieron hasta la hora de la ofrenda.
Pero no se oía una voz, ni una palabra, ni una respuesta.
Entonces Elías dijo a la gente:
«¡Acercaos!»
Se acercaron todos, y él reconstruyó el altar del Señor, que estaba
demolido: cogió doce piedras, una por cada tribu de Jacob, a quien el Señor
había dicho: «Te llamarás Israel»; con las piedras levantó un altar en honor
del Señor, hizo una zanja alrededor del altar, como para sembrar dos fanegas;
apiló la leña, descuartizó el novillo, lo puso sobre la leña y dijo:
«Llenad cuatro cántaros de agua y derramadla sobre la víctima y la leña.»
Luego dijo:
«¡Otra vez!»
Y lo hicieron otra vez.
Añadió:
«¡Otra vez!»
Y lo repitieron por tercera vez.
El agua corrió alrededor del altar, e incluso la zanja se llenó de agua.
Llegada la hora de la ofrenda, el profeta Elías se acercó y oró:
«¡Señor, Dios de Abrahán, Isaac e Israel! Que se vea hoy que tú eres el
Dios de Israel, y yo tu siervo, que he hecho esto por orden tuya.
Respóndeme, Señor, respóndeme, para que sepa este pueblo que tú, Señor,
eres el Dios verdadero, y que eres tú quien les cambiará el corazón.»
Entonces el Señor envió un rayo que abrasó la víctima, la leña, las piedras
y el polvo, y secó el agua de la zanja. Al verlo, cayeron todos sobre su
rostro, exclamando:
«¡El Señor es el Dios verdadero! ¡El Señor es el Dios verdadero!»
Palabra de Dios
Salmo:
15
R/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti
Protégeme, Dios mío,
que me refugio en ti;
yo digo al Señor:
«Tú eres mi
bien.» R/.
Multiplican las
estatuas de dioses extraños;
no derramaré sus
libaciones con mis manos,
ni tomaré sus nombres
en mis labios. R/.
El Señor es el lote de
mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu
mano.
Tengo siempre presente
al Señor,
con él a mi derecha no
vacilaré. R/.
Me enseñarás el sendero
de la vida,
me saciarás de gozo en
tu presencia,
de alegría perpetua a
tu derecha. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (5,17-19):
En aquel tiempo, dijo
Jesús a sus discípulos:
«No creáis que he venido a abolir la Ley o los profetas: no he venido
a abolir, sino a dar plenitud.
Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse
hasta la última letra o tilde de la Ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe
así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero
quien los cumpla y enseñe será grande en el Reino de los cielos.»
Palabra del Señor
1. Estas palabras de Jesús, después de lo que ha dicho en las
bienaventuranzas y con las metáforas de la sal y de la luz, tienen su razón de
ser. Es más, Jesús tenía que decir algo de esto. Porque él hablaba a gente educada en la
religión de la ley y los profetas. Pero ahora acaban de escuchar que lo central
en la vida no es someterse a la ley religiosa o escuchar las diatribas de los
profetas de Dios.
Lo central para Jesús es la felicidad de los humanos. De forma
que eso es la sal y la luz de este mundo.
Pero, entonces,
- ¿no es eso acabar con la religión?
-
¿Qué queda en pie de la ley y los profetas?
2. Jesús sale al paso de quienes, entonces o ahora, se hacen
tales preguntas.
El punto de vista de Jesús es muy claro:
"No ha venido a suprimir (katal) la ley o los profetas, sino a llevar
todo eso a su plenitud (pleróo)".
Con esto Jesús quiso decir lógicamente que la religión alcanza su plenitud,
no cuando se centra en sí misma y se reduce a la perfecta observancia de sus
ritos y normas.
La religión alcanza su plenitud cuando ella deja de ser el centro y se pone
al servicio de la felicidad humana, no mediante promesas para otra vida, sino mediante hechos
tangibles para esta vida.
3. El que entiende y vive así la religión de la ley y los profetas es el
que alcanza grandeza en el Reino de Dios. O sea, así la religión
alcanza su pleno sentido.
Jesús no anuló la
religión. La puso en su sitio.
Presbítero y Mártir Jesuita
Martirologio Romano: En Ambiatibes,
en Madagascar, San Jacobo Berthieu, presbítero de la Orden de la Compañía de
Jesús y mártir, que tanto en la paz como en la guerra trabajó incansable en
favor del Evangelio, y tras ser expulsado hasta tres veces de las misiones, fue
encarcelado e invitado vanamente a la apostasía, siendo muerto finalmente por
quienes odiaban la fe. († 1896)
Fecha de beatificación: 17 de
Octubre de 1965 por Pablo VI
Fecha de canonización: 21 de
octubre de 2012 por S.S. Benedicto XVI.
Nacio el 28 de Noviembre de 1838, en Polminhac, Francia. Murió mientras él
estaba acompañando a refugiados que estaban intentando evitar ataques de otra
tribu.
Misionero francés en Madagascar, disfrutó cinco años pacíficos de actividad
misionera antes de que los movimientos de independencia y rebeliones de tribus
rivales le obligara a que trasladarse de lugar a lugar.
Berthieu fue un sacerdote diocesano durante nueve años antes de que él
decidiera entrar en los Jesuitas a los 35 años de edad. Él incluso se fijó
hacer su misión en Madagascar antes de que él terminara noviciado. Él hizo sus
votos justo antes de empezar su primera misión en la isla Sainte-Marie.
Catequizó a niños, realizaba su ministerio sacramental y cuidó de los enfermos
hasta que en marzo de 1880 el gobierno francés expulsó a los Jesuitas y los
forzaron al destierro.
Mientras Berthieu dedicaba su energía a cultivar un huerto o jardín que
creció durante el tiempo que él no pudo ejercer ningún ministerio sacerdotal.
En 1885 la paz volvió cuando un tratado fue firmado; Berthieu volvió a abrir
la misión en Ambositra, Madagascar. Entonces en diciembre de 1891 que él empezó
a evangelizar a las personas en el distrito de Anjozorofady, a corta distancia
al norte de Tananarive.
Berthieu tenía 18 misiones que visitar, pero su trabajo se interrumpió
varias veces por nueva guerra. En 1895 la rebelión de Malagasy contra Francia
lo forzó a irse lejos, poco después él pudo devolver, pero otra rebelión se
levantó entre las personas de Menalamba. Cuando las batallas estuvieron muy
cerca, el coronel francés local el 25 de mayo pidió a las personas salieran del
pueblo para sacarlos de peligro. En junio 6 Berthieu fue aconsejado de llevar a
sus feligreses a la capital, Tananarive.
Ellos empezaron el viaje pero fueron atacados por la tribu Menalamba y se
separaron buscando resguardo en cualquier pueblo cualquier que ellos pudieran
encontrar. Berthieu y algunas de sus acompañantes encontraron hospitalidad,
pero al día siguiente los Menalamba llegaron al pueblo y arrestaron al
misionero. Ellos lo despojaron de su indumentarioa y lo golpearon antes de
obligarle a que caminara bajo la fría lluvia hacia el pueblo donde su vivía su
jefe.
Berthieu se negó a aceptar la oferta de aquel hombre, que prometió salvarle
la vida y darle un puesto de counsejero en la tribu Menalamba, si él renunciara
su fe. Berthieu contestó que él se moriría antes de abandodar su religión.
Varios hombres lo atacaron con garrotes; un golpe a la cabeza lo mató.
Sus secuestradores descargaron su cuerpo y luego lo arrojaron al río, nunca
fue recuperado. Era el 8 de Junio de 1896.
Autor: Xavier Villalta
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