28 - DE
JUNIO – MARTES –
13 – SEMANA
DEL T. O. – C –
San Ireneo, obispo y mártir
Lectura de la profecía de
Amós (3,1-8;4,11-12):
Escuchad
esta palabra que dice el Señor, hijos de Israel, a todas las familias que saqué
de Egipto:
«A vosotros solos os
escogí, entre todas las familias de la tierra; por eso os tomaré cuentas por
vuestros pecados.
¿Caminan juntos dos que
no se conocen? ¿Ruge el león en la espesura sin tener presa? ¿Alza su voz el
cachorro en la guarida sin haber cazado? ¿Cae el pájaro por tierra si no hay
una trampa? ¿Salta la trampa del suelo sin haber atrapado? ¿Suena la trompeta
en la ciudad sin que el pueblo se alarme? ¿Sucede una desgracia en la ciudad
que no la mande el Señor?
Que no hará cosa el
Señor sin revelar su plan a sus siervos, los profetas. Ruge el león, ¿quién no
teme? Habla el Señor, ¿quién no profetiza?
Os envié una catástrofe
como la de Sodoma y Gomorra, y fuisteis como tizón salvado del incendio, pero
no os convertisteis a mí –oráculo del Señor–. Por eso, así te voy a tratar,
Israel, y, porque así te voy a tratar, prepárate a encararte con tu Dios.»
Palabra de
Dios
Salmo 5,5-8
R/. Señor, guíame con tu
justicia
Tú no
eres un Dios que ame la maldad,
ni el malvado es tu huésped,
ni el arrogante se mantiene en tu presencia. R/.
Detestas
a los malhechores,
destruyes a los mentirosos;
al hombre sanguinario y traicionero
lo aborrece el Señor. R/.
Pero yo,
por tu gran bondad,
entraré en tu casa,
me postraré ante tu templo santo
con toda reverencia. R/.
Lectura del santo
evangelio según san Mateo (8,23-27):
En aquel
tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. De pronto, se
levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él
dormía.
Se acercaron los
discípulos y lo despertaron, gritándole:
«¡Señor, sálvanos,
que nos hundimos!»
Él les dijo:
«¡Cobardes! ¡Qué poca
fe!»
Se puso en pie,
increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma.
Ellos se preguntaban
admirados:
«¿Quién es éste? ¡Hasta
el viento y el agua le obedecen!»
Palabra del
Señor
1.
Este extraño relato del Evangelio es también un relato de
"seguimiento" de Jesús. Y eso es tan importante que ahí está la clave
para enterarse de lo que aquí se quiere enseñar.
Todo empieza diciendo que "subió
Jesús a la barca y sus discípulos lo siguieron". Lo que viene a
continuación es sencillamente explicar
las consecuencias que tiene (o puede tener) el seguimiento de Jesús. Tales
consecuencias fueron, en este caso, meterse en una tempestad que llegó a
representar un peligro de muerte.
Seguir a Jesús, si es que estamos hablando en serio, es cosa seria. Y puede
llegar a ser asunto de vida o muerte.
2.
Por tanto, parece una empresa estéril dedicarse a hacer conjeturas sobre
si aquí se relata un hecho histórico, sobre la naturaleza meteorológica de las
tempestades en el pequeño mar de Galilea, sobre lo inverosímil del sueño de
Jesús cuando el mar bramaba amenazante, etc.
Lo que aquí importa no es fijar la
historia, sino aprender la enseñanza religiosa que dan los evangelios. Y esa
enseñanza se condensa en esto: "seguir a Jesús es una confrontación
tempestuosa con poderes cósmicos, políticos, sociales, económicos y
religiosos" (W. Carter, R Feiler).
Seguir a Jesús, por lo tanto, es tener la
libertad y la audacia de enfrentarse a poderes que vemos que nos superan, que
nos atemorizan, a los que no vemos solución. Pero, si hay seguimiento, hay
enfrentamiento. Porque el seguimiento es fuente de libertad. Un seguidor de Jesús
no se calla ante las injusticias sociales, ante los atropellos políticos, ante
la corrupción de los gestores del capital.
3. Pero el "seguimiento" es también "seguridad". El que está junto a Jesús ha de saber y tener muy claro que sale adelante, aunque la impresión sea que fracasa, que se hunde, que los poderosos se le imponen y lo aplastan.
Se puede triunfar, a los ojos del sistema,
pero en realidad fracasar.
Porque cuando lo que se consigue es
perpetuar el statu quo, la situación establecida,
- ¿se puede cometer mayor canallada?
- ¿No hay que actuar de forma que se haga
estallar tanta canallada de desigualdades y atropellos contra los más
indefensos, por más que se les dé un plato de comida o ropa usada en Caritas?
San Ireneo,
obispo y mártir
San Ireneo, educado en Esmirna; fue discípulo de la San Policarpo, obispo de
aquella ciudad, quién a su vez fue discípulo del Apóstol San Juan. En el año
177 era presbítero en Lyon (Francia), y poco después ocupó la sede episcopal de
dicha ciudad.
Las obras literarias de San Ireneo le han
valido la dignidad de figurar prominentemente entre los Padres de la Iglesia,
ya que sus escritos no sólo sirvieron para poner los cimientos de la teología
cristiana, sino también para exponer y refutar los errores de los gnósticos y
salvar así a la fe católica del grave peligro que corrió de contaminarse y
corromperse por las insidiosas doctrinas de aquellos herejes.
Recibió la palma del martirio, según se cuenta, alrededor del año
200.
Infancia y Estudios
Nada se sabe sobre su familia. Probablemente nació alrededor del año 125, en
alguna de aquellas provincias marítimas del Asia Menor, donde todavía se
conservaba con cariño el recuerdo de los Apóstoles entre los numerosos
cristianos. Sin duda que recibió una educación muy esmerada y liberal, ya que
sumaba a sus profundos conocimientos de las Sagradas Escrituras, una completa
familiaridad con la literatura y la filosofía de los griegos. Tuvo, además, el
inestimable privilegio de sentarse entre algunos de los hombres que habían
conocido a los Apóstoles y a sus primeros discípulos, para escuchar sus
pláticas. Entre éstos, figuraba San Policarpo, quien ejerció una gran
influencia en la vida de Ireneo. Por cierto, que fue tan profunda la impresión
que en éste produjo el santo obispo de Esmirna que, muchos años después, como
confesaba a un amigo, podía describir con lujo de detalles, el aspecto de San
Policarpio, las inflexiones de su voz y cada una de las palabras que
pronunciaba para relatar sus entrevistas con San Juan, el Evangelista, y otros
que conocieron al Señor, o para exponer la doctrina que habían aprendido de
ellos. San Gregorio de Tours afirma que fue San Policarpio quien envió a Ireneo
como misionero a las Galias, pero no hay pruebas para sostener esa afirmación.
Sacerdocio
Desde tiempos muy remotos, existían las
relaciones comerciales entre los puertos del Asia Menor y el de Marsella y, en
el siglo segundo de nuestra era, los traficantes levantinos transportaban
regularmente las mercancías por el Ródano arriba, hasta la ciudad de Lyon que,
en consecuencia, se convirtió en el principal mercado de Europa occidental y en
la villa más populosa de las Galias. Junto con los mercaderes asiáticos, muchos
de los cuales se establecieron en Lyon, venían sus sacerdotes y misioneros que
portaron la palabra del Evangelio a los galos paganos y fundaron una vigorosa
iglesia local. A aquella iglesia llegó San Ireneo para servirla como sacerdote,
bajo la jurisdicción de su primer obispo, San Potino, que también era oriental,
y ahí se quedó hasta su muerte. La buena opinión que tenían sobre él sus
hermanos en religión se puso en evidencia el año de 177, cuando se le despachó
a Roma con una delicadísima misión. Fue después del estallido de la terrible
persecución de Marco Aurelio, al tratar a San Potino, el 2 de junio, cuando ya
muchos de los jefes del cristianismo en Lyon, se hallaban prisioneros. Su
cautiverio, por otra parte, no les impidió mantener su interés por los fieles
cristianos del Asia Menor. Conscientes de la simpatía y la admiración que
despertaba entre la cristiandad su situación de confesores en inminente peligro
de muerte, enviaron al Papa San Eleuterio, por conducto de Ireneo, "la más
piadosa y ortodoxa de las cartas", con una apelación al Pontífice, en
nombre de la unidad y de la paz de la Iglesia, para que tratase con suavidad a
los hermanos montanistas de Frigia. Asimismo, recomendaban al portador de la
misiva, como a un sacerdote "animado por un celo vehemente para dar testimonio
de Cristo" y un amante de la paz, como lo indicaba su nombre.
Obispado
El cumplimiento de aquel encargo que lo
ausentaba de Lyon explica por qué Ireneo no fue llamado a compartir el martirio
de San Potino y sus compañeros. No sabemos cuánto tiempo permaneció en Roma,
pero tan pronto como regresó a Lyon, ocupó la sede episcopal que había dejado
vacante San Potino. Ya por entonces había terminado la persecución y los veinte
o más años de su episcopado fueron de relativa paz. Las informaciones sobre sus
actividades son escasas, pero es evidente que, además de sus deberes puramente
pastorales, trabajó intensamente en la evangelización de su comarca y las
adyacentes. Al parecer, fue él quien envió a los Santos Félix, Fortunato y
Aquileo, como misioneros a Valence, y a los Santos Ferrucio y Ferreolo, a
Besancon, Para indicar hasta qué punto se había identificado con su rebaño,
basta con decir que hablaba corrientemente el celta en vez del griego, que era
su lengua madre.
Lucha contra el gnosticismo
La propagación del gnosticismo en las Galias
inspiró en el obispo Ireneo el anhelo de defender el cristianismo de sus falsas
interpretaciones. Estudió sus dogmas, lo que ya de por sí era una tarea muy
difícil, puesto que cada uno de los gnósticos parecía sentirse inclinado a
introducir nuevas versiones propias en la doctrina. Afortunadamente, San Ireneo
era un investigador minucioso e infatigable en todos los campos del saber, como
nos dice Tertuliano y, por consiguiente, salvó aquel escollo sin mayores
tropiezos. Una vez empapado en las ideas gnósticas, escribió un tratado en cinco
libros, en cuya primera parte expuso completamente las doctrinas internas de
las diversas sectas para contradecirlas después con las enseñanzas de los
Apóstoles y los textos de las Sagradas Escrituras.
Hay un buen ejemplo sobre el método de combate que siguió. Cuando trata
sobre la creencia gnóstica de que el mundo visible fue creado, conservado y
gobernado por seres angelicales y no por Dios, quien sin participación seguirá
eternamente desligado del mundo, superior, indiferente, Ireneo expone la teoría,
la desarrolla hasta llegar a su conclusión lógica y, por medio de una eficaz
reductio ad absurdum, procede a demostrar su falsedad. Ireneo expresa la
verdadera doctrina cristiana sobre la estrecha relación entre Dios y el mundo
que El creó los siguientes términos: "El Padre está por encima de todo y
El es la cabeza de Cristo; pero a través del Verbo se hicieron todas las cosas
y El mismo es el jefe de la Iglesia, en tanto que Su Espíritu se halla en todos
nosotros; es El esa agua viva que el Señor da a los que creen en Él y le aman
porque saben que hay un Padre por encima de todas las cosas, a través de todas
las cosas y en todas las cosas."
Ireneo escribe con estudiada moderación y cortesía, pero de vez en cuando,
se le escapan comentarios humorísticos. Al referirse, por ejemplo, a la actitud
de los recién "iniciados" dice: "Tan pronto como un hombre se
deja atrapar en sus "caminos de salvación", se da tanta importancia y
se hincha de vanidad a tal extremo que ya no se imagina estar en el cielo o en
la tierra, sino haber pasado a las regiones del Pleroma y, con el porte
majestuoso de un gallo, se pavonea ante nosotros, como si acabase de abrazar a
su ángel. Ireneo estaba firmemente convencido de que gran parte del atractivo
del gnosticismo, se hallaba en el velo de misterio con que gustaba de
envolverse y de hecho, había tomado la determinación de "desenmascarar a
la zorra", como él mismo lo dice. Y por cierto que lo consiguió: sus
obras, escritas en griego, pero traducidas al latín casi en seguida, circularon
ampliamente y no tardaron en asestar el golpe de muerte a los gnósticos del
siglo segundo. Por lo menos, de entonces en adelante dejaron de constituir una
seria amenaza para la Iglesia y la fe católica.
Reconciliador ante el Pontífice
El hecho de que luchara contra las herejías no significa que fuese
intransigente. Al contrario. Trece o catorce años después de haber viajado a
Roma con la carta para el Papa Eleuterio, fue de nuevo Ireneo el mediador entre
un grupo de cristianos del Asia Menor y el Pontífice. En vista de que los
cuartodecimanos se negaban a celebrar la Pascua de acuerdo con la costumbre
occidental, el Papa Víctor III los había excomulgado y, en consecuencia,
existía el peligro de un cisma. Ireneo intervino en su favor. En una carta
bellamente escrita que dirigió al Papa, le suplicaba que levantase el castigo y
señalaba que sus defendidos no eran realmente culpables, sino que se aferraban
a una costumbre tradicional y que, una diferencia de opinión sobre el mismo
punto no había impedido que el Papa Aniceto y San Policarpo permaneciesen en
amable comunión. El resultado de su embajada fue el restablecimiento de las
buenas relaciones entre las dos partes y de una paz que no se quebrantó. Después
del Concilio de Nicea, en 325, los cuartodecimanos acataron voluntariamente el
uso romano, sin ninguna presión por parte de la Santa Sede.
Su muerte y veneración
Se desconoce la fecha de la muerte de San Ireneo, aunque por regla general,
se estima en el año 202. De acuerdo con una tradición posterior, se afirma que
fue martirizado, pero no es probable ni hay evidencia alguna sobre el
particular.
Los restos mortales de San Ireneo, como lo indica Gregorio de Tours, fueron
sepultados en una cripta, bajo el altar de la que entonces se llamaba iglesia
de San Juan, pero más adelante, llevó el nombre de San Ireneo. Esta tumba o
santuario fue destruido por los calvinistas en 1562 y, al parecer,
desaparecieron hasta los últimos vestigios de sus reliquias. Es digno de
observarse que, si bien la fiesta de San Ireneo se celebra desde tiempos muy
antiguos en el oriente (el 23 de agosto), sólo a partir de 1922 se ha observado
en la iglesia de occidente.
Su Escritos
No ha llegado hasta nosotros nada que pueda llamarse una biografía de la
época sobre San Ireneo, pero hay, en cambio, abundante literatura en torno al
importante papel que desempeñó como testigo de las antiguas tradiciones y como
maestro de las creencias ortodoxas
Su tratado contra los gnósticos ha llegado hasta nosotros completo en su
versión latina.
En 1904 se descubrió la existencia de otro escrito suyo: la exposición de la
predicación apostólica, traducida al armenio. La obra era hasta entonces
conocida como: "Prueba de la Predicación Apostólica". Se trata, sobre
todo de una comparación de las profecías del Antiguo Testamento y de ese
escrito, no se obtienen informaciones nuevas en relación con el espíritu y los
pensamientos del autor.
A pesar de que el resto de sus obras
desapareció, bastan los dos trabajos mencionados para suministrar todos los
elementos de un sistema completo de teología cristiana.
San Ireneo, fundamentándose en San Pablo y en su conocimiento de las
enseñanzas apostólicas, enseñaba el paralelismo Adán-Jesucristo; Eva-María.
Bibliografía:
"Vidas de los Santos"
de Butler,
ed. española.
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