lunes, 27 de junio de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 28 - DE JUNIO – MARTES – 13 – SEMANA DEL T. O. – C – San Ireneo, obispo y mártir

 

 

 


28 - DE JUNIO – MARTES –

13 – SEMANA DEL T. O. – C –

San Ireneo, obispo y mártir

 

Lectura de la profecía de Amós (3,1-8;4,11-12):

 

Escuchad esta palabra que dice el Señor, hijos de Israel, a todas las familias que saqué de Egipto:

«A vosotros solos os escogí, entre todas las familias de la tierra; por eso os tomaré cuentas por vuestros pecados.

¿Caminan juntos dos que no se conocen? ¿Ruge el león en la espesura sin tener presa? ¿Alza su voz el cachorro en la guarida sin haber cazado? ¿Cae el pájaro por tierra si no hay una trampa? ¿Salta la trampa del suelo sin haber atrapado? ¿Suena la trompeta en la ciudad sin que el pueblo se alarme? ¿Sucede una desgracia en la ciudad que no la mande el Señor?

Que no hará cosa el Señor sin revelar su plan a sus siervos, los profetas. Ruge el león, ¿quién no teme? Habla el Señor, ¿quién no profetiza?

Os envié una catástrofe como la de Sodoma y Gomorra, y fuisteis como tizón salvado del incendio, pero no os convertisteis a mí –oráculo del Señor–. Por eso, así te voy a tratar, Israel, y, porque así te voy a tratar, prepárate a encararte con tu Dios.»

 

Palabra de Dios

 

Salmo 5,5-8

 

R/. Señor, guíame con tu justicia

 

     Tú no eres un Dios que ame la maldad,

ni el malvado es tu huésped,

ni el arrogante se mantiene en tu presencia. R/.

 

Detestas a los malhechores,

destruyes a los mentirosos;

al hombre sanguinario y traicionero

lo aborrece el Señor. R/.

 

Pero yo, por tu gran bondad,

entraré en tu casa,

me postraré ante tu templo santo

con toda reverencia. R/.

 

     Lectura del santo evangelio según san Mateo (8,23-27):

 

     En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. De pronto, se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él dormía.

     Se acercaron los discípulos y lo despertaron, gritándole:

     «¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!»

     Él les dijo:

     «¡Cobardes! ¡Qué poca fe!»

     Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma.

     Ellos se preguntaban admirados:

     «¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!»

 

Palabra del Señor

 

     1.  Este extraño relato del Evangelio es también un relato de "seguimiento" de Jesús. Y eso es tan importante que ahí está la clave para enterarse de lo que aquí se quiere enseñar.

     Todo empieza diciendo que "subió Jesús a la barca y sus discípulos lo siguieron". Lo que viene a continuación   es sencillamente explicar las consecuencias que tiene (o puede tener) el seguimiento de Jesús. Tales consecuencias fueron, en este caso, meterse en una tempestad que llegó a representar un peligro de muerte.

      Seguir a Jesús, si es que estamos    hablando en serio, es cosa seria. Y puede llegar a ser asunto de vida o muerte.      

 

     2.  Por tanto, parece una empresa estéril dedicarse a hacer conjeturas sobre si aquí se relata un hecho histórico, sobre la naturaleza meteorológica de las tempestades en el pequeño mar de Galilea, sobre lo inverosímil del sueño de Jesús cuando el mar bramaba amenazante, etc.

     Lo que aquí importa no es fijar la historia, sino aprender la enseñanza religiosa que dan los evangelios. Y esa enseñanza se condensa en esto: "seguir a Jesús es una confrontación tempestuosa con poderes cósmicos, políticos, sociales, económicos y religiosos" (W. Carter, R Feiler).

     Seguir a Jesús, por lo tanto, es tener la libertad y la audacia de enfrentarse a poderes que vemos que nos superan, que nos atemorizan, a los que no vemos solución. Pero, si hay seguimiento, hay enfrentamiento. Porque el seguimiento es fuente de libertad. Un seguidor de Jesús no se calla ante las injusticias sociales, ante los atropellos políticos, ante la corrupción de los gestores del capital.                  

 

     3.  Pero el "seguimiento" es también "seguridad". El que está junto a Jesús ha de saber y tener muy claro que sale adelante, aunque la impresión sea que fracasa, que se hunde, que los poderosos   se le imponen y lo aplastan.

     Se puede triunfar, a los ojos del sistema, pero en realidad fracasar.        

     Porque cuando lo que se consigue es perpetuar el statu quo, la situación establecida,

      - ¿se puede cometer mayor canallada?

      - ¿No hay que actuar de forma que se haga estallar tanta canallada de desigualdades y atropellos contra los más indefensos, por más que se les dé un plato de comida o ropa usada en Caritas?

 

San Ireneo, obispo y mártir

 




     San Ireneo, educado en Esmirna; fue discípulo de la San Policarpo, obispo de aquella ciudad, quién a su vez fue discípulo del Apóstol San Juan. En el año 177 era presbítero en Lyon (Francia), y poco después ocupó la sede episcopal de dicha ciudad.

      Las obras literarias de San Ireneo le han valido la dignidad de figurar prominentemente entre los Padres de la Iglesia, ya que sus escritos no sólo sirvieron para poner los cimientos de la teología cristiana, sino también para exponer y refutar los errores de los gnósticos y salvar así a la fe católica del grave peligro que corrió de contaminarse y corromperse por las insidiosas doctrinas de aquellos herejes.

 Recibió la palma del martirio, según se cuenta, alrededor del año 200.

     Infancia y Estudios

   Nada se sabe sobre su familia. Probablemente nació alrededor del año 125, en alguna de aquellas provincias marítimas del Asia Menor, donde todavía se conservaba con cariño el recuerdo de los Apóstoles entre los numerosos cristianos. Sin duda que recibió una educación muy esmerada y liberal, ya que sumaba a sus profundos conocimientos de las Sagradas Escrituras, una completa familiaridad con la literatura y la filosofía de los griegos. Tuvo, además, el inestimable privilegio de sentarse entre algunos de los hombres que habían conocido a los Apóstoles y a sus primeros discípulos, para escuchar sus pláticas. Entre éstos, figuraba San Policarpo, quien ejerció una gran influencia en la vida de Ireneo. Por cierto, que fue tan profunda la impresión que en éste produjo el santo obispo de Esmirna que, muchos años después, como confesaba a un amigo, podía describir con lujo de detalles, el aspecto de San Policarpio, las inflexiones de su voz y cada una de las palabras que pronunciaba para relatar sus entrevistas con San Juan, el Evangelista, y otros que conocieron al Señor, o para exponer la doctrina que habían aprendido de ellos. San Gregorio de Tours afirma que fue San Policarpio quien envió a Ireneo como misionero a las Galias, pero no hay pruebas para sostener esa afirmación.

     Sacerdocio

     Desde tiempos muy remotos, existían las relaciones comerciales entre los puertos del Asia Menor y el de Marsella y, en el siglo segundo de nuestra era, los traficantes levantinos transportaban regularmente las mercancías por el Ródano arriba, hasta la ciudad de Lyon que, en consecuencia, se convirtió en el principal mercado de Europa occidental y en la villa más populosa de las Galias. Junto con los mercaderes asiáticos, muchos de los cuales se establecieron en Lyon, venían sus sacerdotes y misioneros que portaron la palabra del Evangelio a los galos paganos y fundaron una vigorosa iglesia local. A aquella iglesia llegó San Ireneo para servirla como sacerdote, bajo la jurisdicción de su primer obispo, San Potino, que también era oriental, y ahí se quedó hasta su muerte. La buena opinión que tenían sobre él sus hermanos en religión se puso en evidencia el año de 177, cuando se le despachó a Roma con una delicadísima misión. Fue después del estallido de la terrible persecución de Marco Aurelio, al tratar a San Potino, el 2 de junio, cuando ya muchos de los jefes del cristianismo en Lyon, se hallaban prisioneros. Su cautiverio, por otra parte, no les impidió mantener su interés por los fieles cristianos del Asia Menor. Conscientes de la simpatía y la admiración que despertaba entre la cristiandad su situación de confesores en inminente peligro de muerte, enviaron al Papa San Eleuterio, por conducto de Ireneo, "la más piadosa y ortodoxa de las cartas", con una apelación al Pontífice, en nombre de la unidad y de la paz de la Iglesia, para que tratase con suavidad a los hermanos montanistas de Frigia. Asimismo, recomendaban al portador de la misiva, como a un sacerdote "animado por un celo vehemente para dar testimonio de Cristo" y un amante de la paz, como lo indicaba su nombre.

     Obispado

     El cumplimiento de aquel encargo que lo ausentaba de Lyon explica por qué Ireneo no fue llamado a compartir el martirio de San Potino y sus compañeros. No sabemos cuánto tiempo permaneció en Roma, pero tan pronto como regresó a Lyon, ocupó la sede episcopal que había dejado vacante San Potino. Ya por entonces había terminado la persecución y los veinte o más años de su episcopado fueron de relativa paz. Las informaciones sobre sus actividades son escasas, pero es evidente que, además de sus deberes puramente pastorales, trabajó intensamente en la evangelización de su comarca y las adyacentes. Al parecer, fue él quien envió a los Santos Félix, Fortunato y Aquileo, como misioneros a Valence, y a los Santos Ferrucio y Ferreolo, a Besancon, Para indicar hasta qué punto se había identificado con su rebaño, basta con decir que hablaba corrientemente el celta en vez del griego, que era su lengua madre.

     Lucha contra el gnosticismo

 

     La propagación del gnosticismo en las Galias inspiró en el obispo Ireneo el anhelo de defender el cristianismo de sus falsas interpretaciones. Estudió sus dogmas, lo que ya de por sí era una tarea muy difícil, puesto que cada uno de los gnósticos parecía sentirse inclinado a introducir nuevas versiones propias en la doctrina. Afortunadamente, San Ireneo era un investigador minucioso e infatigable en todos los campos del saber, como nos dice Tertuliano y, por consiguiente, salvó aquel escollo sin mayores tropiezos. Una vez empapado en las ideas gnósticas, escribió un tratado en cinco libros, en cuya primera parte expuso completamente las doctrinas internas de las diversas sectas para contradecirlas después con las enseñanzas de los Apóstoles y los textos de las Sagradas Escrituras.

 

   Hay un buen ejemplo sobre el método de combate que siguió. Cuando trata sobre la creencia gnóstica de que el mundo visible fue creado, conservado y gobernado por seres angelicales y no por Dios, quien sin participación seguirá eternamente desligado del mundo, superior, indiferente, Ireneo expone la teoría, la desarrolla hasta llegar a su conclusión lógica y, por medio de una eficaz reductio ad absurdum, procede a demostrar su falsedad. Ireneo expresa la verdadera doctrina cristiana sobre la estrecha relación entre Dios y el mundo que El creó los siguientes términos: "El Padre está por encima de todo y El es la cabeza de Cristo; pero a través del Verbo se hicieron todas las cosas y El mismo es el jefe de la Iglesia, en tanto que Su Espíritu se halla en todos nosotros; es El esa agua viva que el Señor da a los que creen en Él y le aman porque saben que hay un Padre por encima de todas las cosas, a través de todas las cosas y en todas las cosas."

   Ireneo escribe con estudiada moderación y cortesía, pero de vez en cuando, se le escapan comentarios humorísticos. Al referirse, por ejemplo, a la actitud de los recién "iniciados" dice: "Tan pronto como un hombre se deja atrapar en sus "caminos de salvación", se da tanta importancia y se hincha de vanidad a tal extremo que ya no se imagina estar en el cielo o en la tierra, sino haber pasado a las regiones del Pleroma y, con el porte majestuoso de un gallo, se pavonea ante nosotros, como si acabase de abrazar a su ángel. Ireneo estaba firmemente convencido de que gran parte del atractivo del gnosticismo, se hallaba en el velo de misterio con que gustaba de envolverse y de hecho, había tomado la determinación de "desenmascarar a la zorra", como él mismo lo dice. Y por cierto que lo consiguió: sus obras, escritas en griego, pero traducidas al latín casi en seguida, circularon ampliamente y no tardaron en asestar el golpe de muerte a los gnósticos del siglo segundo. Por lo menos, de entonces en adelante dejaron de constituir una seria amenaza para la Iglesia y la fe católica.

     Reconciliador ante el Pontífice

   El hecho de que luchara contra las herejías no significa que fuese intransigente. Al contrario. Trece o catorce años después de haber viajado a Roma con la carta para el Papa Eleuterio, fue de nuevo Ireneo el mediador entre un grupo de cristianos del Asia Menor y el Pontífice. En vista de que los cuartodecimanos se negaban a celebrar la Pascua de acuerdo con la costumbre occidental, el Papa Víctor III los había excomulgado y, en consecuencia, existía el peligro de un cisma. Ireneo intervino en su favor. En una carta bellamente escrita que dirigió al Papa, le suplicaba que levantase el castigo y señalaba que sus defendidos no eran realmente culpables, sino que se aferraban a una costumbre tradicional y que, una diferencia de opinión sobre el mismo punto no había impedido que el Papa Aniceto y San Policarpo permaneciesen en amable comunión. El resultado de su embajada fue el restablecimiento de las buenas relaciones entre las dos partes y de una paz que no se quebrantó. Después del Concilio de Nicea, en 325, los cuartodecimanos acataron voluntariamente el uso romano, sin ninguna presión por parte de la Santa Sede.

     Su muerte y veneración

   Se desconoce la fecha de la muerte de San Ireneo, aunque por regla general, se estima en el año 202. De acuerdo con una tradición posterior, se afirma que fue martirizado, pero no es probable ni hay evidencia alguna sobre el particular.

   Los restos mortales de San Ireneo, como lo indica Gregorio de Tours, fueron sepultados en una cripta, bajo el altar de la que entonces se llamaba iglesia de San Juan, pero más adelante, llevó el nombre de San Ireneo. Esta tumba o santuario fue destruido por los calvinistas en 1562 y, al parecer, desaparecieron hasta los últimos vestigios de sus reliquias. Es digno de observarse que, si bien la fiesta de San Ireneo se celebra desde tiempos muy antiguos en el oriente (el 23 de agosto), sólo a partir de 1922 se ha observado en la iglesia de occidente.

     Su Escritos

   No ha llegado hasta nosotros nada que pueda llamarse una biografía de la época sobre San Ireneo, pero hay, en cambio, abundante literatura en torno al importante papel que desempeñó como testigo de las antiguas tradiciones y como maestro de las creencias ortodoxas

   Su tratado contra los gnósticos ha llegado hasta nosotros completo en su versión latina.

   En 1904 se descubrió la existencia de otro escrito suyo: la exposición de la predicación apostólica, traducida al armenio. La obra era hasta entonces conocida como: "Prueba de la Predicación Apostólica". Se trata, sobre todo de una comparación de las profecías del Antiguo Testamento y de ese escrito, no se obtienen informaciones nuevas en relación con el espíritu y los pensamientos del autor.

     A pesar de que el resto de sus obras desapareció, bastan los dos trabajos mencionados para suministrar todos los elementos de un sistema completo de teología cristiana.

   San Ireneo, fundamentándose en San Pablo y en su conocimiento de las enseñanzas apostólicas, enseñaba el paralelismo Adán-Jesucristo; Eva-María.

Bibliografía: "Vidas de los Santos"

de Butler, ed. española.           

 

 

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