19 - DE
JUNIO – DOMINGO –
12 – SEMANA
DEL T. O. – C –
Santísimo
Cuerpo y Sangre de Cristo
San Romualdo
Lectura del libro del Génesis
(14,18-20):
En aquellos
días, Melquisedec, rey de Salén, sacerdote del Dios altísimo, sacó pan y vino y
bendijo a Abran, diciendo:
«Bendito sea Abrahán por el Dios
altísimo, creador de cielo y tierra; bendito sea el Dios altísimo, que te ha
entregado tus enemigos.»
Y Abran le dio un décimo de cada cosa.
Palabra de
Dios
Salmo: 109,1.2.3.4
R/. Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec
Oráculo del
Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.» R/.
Desde Sión
extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla
a tus enemigos. R/.
«Eres príncipe
desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.» R/.
El Señor lo ha
jurado y no se arrepiente: «Tú eres sacerdote eterno, según el rito de
Melquisedec.» R.
Lectura de la primera carta del
apóstol san Pablo a los Corintios (11,23-26):
Yo he recibido
una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido:
Que el Señor Jesús, en la noche en que
iban a entregarlo, tomó un pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió
y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por
vosotros. Haced esto en memoria mía.»
Lo mismo hizo con el cáliz, después de
cenar, diciendo:
«Este cáliz es la nueva alianza sellada
con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.»
Por eso, cada vez que coméis de este pan
y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.
Palabra de
Dios
Lectura del santo evangelio
según san Lucas (9,11b-17):
En aquel
tiempo, Jesús se puso a hablar al gentío del reino de Dios y curó a los que lo
necesitaban.
Caía la tarde, y los Doce se le
acercaron a decirle:
«Despide a la gente; que vayan a las
aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí
estamos en descampado.»
Él les contestó:
«Dadles vosotros de comer.»
Ellos replicaron:
«No tenemos más que cinco panes y dos
peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío.»
Porque eran unos cinco mil hombres.
Jesús dijo a sus discípulos: «Decidles que se echen en grupos de unos
cincuenta.»
Lo hicieron así, y todos se echaron. Él,
tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la
bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los
sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce
cestos.
Palabra del
Señor
Jesús
alimenta, la comunidad recuerda.
Melquisedec
ofrece pan y vino a Abrán
La institución de la Eucaristía se
celebra el Jueves Santo.
- ¿Qué sentido tiene dedicar otra fiesta
al mismo misterio?
Podríamos decir que, en el Jueves Santo,
el protagonismo es de Jesús, que se entrega. En la fiesta del Corpus, el
protagonismo es de la comunidad cristiana, que reconoce y agradece públicamente
ese regalo.
Esta fiesta comenzó a celebrarse en
Bélgica en 1246, y adquirió su mayor difusión pública dos siglos más tarde, en
1447, cuando el Papa Nicolás V recorrió procesionalmente con la Sagrada Forma
las calles de Roma. Dos cosas pretenden: - Fomentar la devoción a la Eucaristía
y Confesar públicamente la presencia real de Jesucristo en el pan y el
vino.
En el ciclo C, las lecturas centran la
atención en el compromiso del cristiano con Jesús, al que debe recordar
continuamente con gratitud (2ª lectura), porque él lo sigue alimentando igual
que alimentó a la multitud (evangelio).
1ª lectura. ¿El primer anuncio de la
Eucaristía? (Gn 14,18-20)
El c.14 del Génesis cuenta una batalla
casi mítica de cinco reyes contra cuatro, en la que termina tomando parte Abrán
(no es una errata, el nombre se lo cambió más tarde Dios en el de Abrahán). Al
volver victorioso, el rey de Salén (Jerusalén), que es sacerdote del Dios
Altísimo, «le ofreció pan y vino» y lo bendijo. En respuesta, Abrán le da el
diezmo del botín recuperado.
Este breve pasaje está plagado de
misterios que no podemos tratar aquí. Pero contiene dos datos que explican su
elección para esta fiesta;
1) Melquisedec no es solo rey, es
también sacerdote.
2) Lo que ofrece a Abrán no es una
comida normal (un cabrito o un ternero) sino pan y vino; además, lo bendice.
Siglos más tarde, el autor de la Carta a
los Hebreos estableció un paralelismo entre Melquisedec y Jesús. Con estos
elementos, no es raro que los Padres de la Iglesia vieran en esta escena un
anuncio de la Eucaristía y que los artistas plasmaran esta idea. Lo mejor que
Melquisedec pudo ofrecer a Abrán es pan y vino. Lo mejor que Jesús nos ofrece
es su pan y su vino.
2ª lectura. “En recuerdo mío” (1 Corintios
11,23-26)
De la institución de la Eucaristía
tenemos cuatro versiones: las de Mateo, Marcos, Lucas y Pablo (Juan no la
cuenta). Las dos más parecidas son las de Lucas y Pablo. Quien lee los relatos
de Mt y Mc tiene la impresión de que Jesús bendice el pan y el vino uno después
del otro, como hacemos nosotros en la misa. En cambio, Lucas y Pablo distinguen
dos momentos: el pan, al comienzo de la cena; el vino, cuando ha terminado
(ateniéndose a la forma de celebrar la Pascua los judíos).
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.»
«Este cáliz es la nueva alianza
sellada con mi sangre; haced esto cada
vez que lo bebáis, en memoria mía.» Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la
muerte del Señor, hasta que vuelva.
Ofrezco en color rojo lo que añaden
Lucas y Pablo a propósito del pan: «esto es mi cuerpo, que se
entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía. Lucas repite a
propósito de la sangre que se derrama por vosotros. Pablo
omite este detalle, pero añade después de la copa: cada vez que hagáis
esto, hacedlo en memoria mía. Y termina con una reflexión personal:
«Por consiguiente, cada vez que coméis este pan o bebéis de este cáliz,
anunciáis la muerte del Señor hasta que
vuelva.»
Dos veces insiste Pablo en que esto hay
que realizarlo «en memoria mía». Me evoca la imagen de un padre o una madre
que, antes de morir, entrega una foto suya a los hijos diciéndoles: «acuérdate
de mí». En mi opinión, lo que pide Jesús es que lo recordemos en todo lo que
hizo por nosotros a lo largo de su vida. La eucaristía nos obliga a echar una
mirada al pasado y agradecer todo lo que hemos recibido de Jesús. Pablo no
omite la mirada al pasado, pero la limita a la muerte de Jesús, su acto supremo
de entrega; y la proyecta luego al futuro, «hasta que vuelva».
Pablo escribe estas palabras por los
desórdenes que se habían introducido en la celebración de la Eucaristía en
Corinto, donde algunos se emborrachaban o hartaban de comer mientras otros
pasaban hambre. Por eso les advierte seriamente: cuando celebráis la cena del
Señor, no celebráis una comida normal y corriente; estáis recordando el momento
último de la vida de Jesús, su entrega a la muerte por nosotros. Celebrar la
eucaristía es recordar el mayor acto de generosidad y de amor, incompatible con
una actitud egoísta.
Segundo anuncio de la Eucaristía (Lucas
9,11b-17)
Si la lectura del Génesis ha sido considerada el primer anuncio de la
Eucaristía, la multiplicación de los panes es el segundo.
Lucas, siguiendo a Marcos con pequeños cambios,
describe una escena muy viva, en la que la iniciativa la toman los discípulos.
Le indican a Jesús lo que conviene hacer y, cuando él ofrece otra alternativa,
objetan que tienen poquísima comida. La orden de recostarse en grupos de
cincuenta simplifica lo que dice Marcos, que divide a la gente en grupos de
cien y de cincuenta. Este orden tan extraño se comprende recordando la
organización del pueblo de Israel durante la marcha por el desierto en grupos
de mil, cien, cincuenta y veinte (Éx 18,21.25; Dt 1,15). También en Qumrán se
organiza al pueblo por millares, centenas, cincuentenas y decenas (1QS 2,21; CD
13,1).
Es una forma de indicar que la multitud
que sigue a Jesús equivale al nuevo pueblo de Israel y a la comunidad
definitiva de los esenios.
Jesús realiza los gestos típicos de la
eucaristía: alza la mirada al cielo, bendice los panes, los parte y los
reparte. Al final, las sobras se recogen en doce cestos.
¿Cómo hay que interpretar la multiplicación
de los panes?
Podría entenderse como el recuerdo de un
hecho histórico que nos enseña sobre el poder de Jesús, su preocupación no sólo
por la formación espiritual de la gente, sino también por sus necesidades
materiales.
Esta interpretación histórica encuentra
grandes dificultades cuando intentamos imaginar la escena. Se trata de una
multitud enorme, cinco mil personas, sin tener en cuenta que Lucas no habla de
mujeres y niños, como hace Mateo. En aquella época, la “ciudad” más grande de
Galilea era Cafarnaúm, con unos mil habitantes. Para reunir esa multitud
tendrían que haberse quedados vacíos varios pueblos de aquella zona. Incluso la
propuesta de los discípulos de ir a los pueblos cercanos a comprar comida
resulta difícil de cumplir: harían falta varios Hipercor y Carrefour para alimentar
de pronto a tanta gente.
Aun admitiendo que Jesús multiplicase
los panes y peces, su reparto entre esa multitud, llevado a cabo por solo doce
personas (a unas mil por camarero, si incluimos mujeres y niños) plantea
grandes problemas.
Además, - ¿cómo se multiplican los
panes? - ¿En manos de Jesús, o en manos de Jesús y de cada apóstol? - ¿Tienen
que ir dando viajes de ida y vuelta para recibir nuevos trozos cada vez que se
acaban?
Después de repartir la comida a una
multitud tan grande, ya casi de noche, - ¿a quién se le ocurre ir a recoger las
sobras en mitad del campo? - ¿No resulta mucha casualidad que recojan
precisamente doce cestos, uno por apóstol? - ¿Y cómo es que los apóstoles no se
extrañan lo más mínimo de lo sucedido?
Estas preguntas, que parecen ridículas,
y que a algunos pueden molestar, son importantes para valorar rectamente lo que
cuenta el evangelio. - ¿Se basa el relato en un hecho histórico, y quiere
recordarlo para dejar claro el poder y la misericordia de Jesús? - ¿Se trata de
algo puramente inventado por los evangelistas para transmitir una enseñanza?
El trasfondo del Antiguo Testamento
Lucas, muy buen conocedor del Antiguo
Testamento vería en el relato la referencia clarísima a dos episodios bíblicos.
En primer lugar, la imagen de una gran
multitud en el desierto, sin posibilidad de alimentarse, evoca la del antiguo
Israel, en su marcha desde Egipto a Canaán, cuando es alimentado por Dios con
el maná y las codornices gracias a la intercesión de Moisés. Pero hay también
otro relato sobre Eliseo que le vendría espontáneo a la memoria. Este profeta,
uno de los más famosos de los primeros tiempos, estaba rodeado de un grupo
abundante de discípulos de origen bastante humilde y pobre. Un día ocurrió lo
siguiente:
«Uno de Baal Salisá vino a traer al
profeta el pan de las primicias, veinte panes de cebada y grano reciente en la
alforja. Eliseo dijo:
― Dáselos a la gente, que coman.
El criado replicó:
― ¿Qué hago yo con esto para cien
personas?
Eliseo insistió:
― Dáselos a la gente, que coman. Porque así dice el Señor: Comerán y
sobrará.
Entonces el criado se los sirvió,
comieron y sobró, como había dicho el Señor»
(2 Re 4,42-44).
Lucas podía extraer fácilmente una
conclusión: Jesús se preocupa por las personas que le siguen, las alimenta en
medio de las dificultades, igual que hicieron Moisés y Eliseo antiguamente. Al
mismo tiempo, quedan claras ciertas diferencias. En comparación con Moisés,
Jesús no tiene que pedirle a Dios que resuelva el problema, él mismo tiene
capacidad de hacerlo. En comparación con Eliseo, su poder es mucho mayor: no
alimenta a cien personas con veinte panes, sino a varios miles con solo cinco,
y sobran doce cestos. La misericordia y el poder de Jesús quedan subrayados de
forma absoluta.
¿Sigue saciando Jesús nuestra hambre?
Aquí entra en juego un aspecto del
relato que parece evidente: su relación con la celebración eucarística en las
primeras comunidades cristianas. Jesús la instituye antes de morir con el
sentido expreso de alimento: “Tomad y comed... tomad y bebed”. Los cristianos
saben que con ese alimento no se sacia el hambre física; pero también saben que
ese alimento es esencial para sobrevivir espiritualmente. De la eucaristía,
donde recuerdan la muerte y resurrección de Jesús, sacan fuerzas para amar a
Dios y al prójimo, para superar las dificultades, para resistir en medio de las
persecuciones e incluso entregarse a la muerte. Lucas volverá sobre este tema
al final de su evangelio, en el episodio de los discípulos de Emaús, cuando
reconocen a Jesús “al partir el pan” y recobran todo el entusiasmo que habían
perdido.
Nació en Ravena, hacia la mitad del siglo
X. Practicó la vida eremítica y, durante varios años, recorrió diversos lugares
en busca de la soledad y fundando pequeños monasterios. Luchó denodadamente
contra la relajación de costumbres de los monjes de su tiempo, mientras se
esforzaba en adquirir la propia perfección. Murió hacia el año 1027.
VIDA DE SAN ROMUARLDO
San Romuarldo nace en Ravena (Italia),
950 d.C.?. Hijo de la familia Onesti, duques de Ravena que gobernaban la
ciudad.
Fue educado sin formación cristiana por
lo que se dejó arrastrar por el mundo. Sin embargo, de vez en cuando
experimentaba fuertes inquietudes y serios remordimientos de conciencia.
Su padre desafió a un hombre a duelo. Se
llevó a Romualdo como testigo y este vio con horror como su padre mataba a
aquel hombre. Romualdo decidió irse a un monasterio benedictino a la montaña
donde permaneció tres años en oración y penitencia. El superior temía que el
padre de Romualdo se vengara y no lo recibía de monje. Por fin lo aceptó por la
intercesión del Arzobispo.
Su vida ejemplar molestó a los otros
monjes y Romualdo se alejó. Se encontró solo con un monje rudo y áspero llamado
Marino. Esa convivencia le ayudó a progresar rápidamente en su vida de
penitencia. Juntos lograron muchas conversiones: la del Jefe civil y militar de
Venecia, el Dux de Venecia (quién fue a vivir en oración y soledad y llegó a
ser San Pedro Urseolo); incluso la del padre de Romualdo quien arrepentido se
retiró a un convento donde estuvo hasta la muerte.
Llegaron entonces terribles tentaciones
de impureza. Escribe el Padre Salesman:
La imaginación le presentaba con toda
viveza los más sensuales gozos del mundo, invitándolo a dejar esa vida de
sacrificio y a dedicarse a gozar de los placeres mundanos. Luego el diablo le
traía las molestas y desanimadoras tentaciones de desaliento, haciéndole ver
que toda esa vida de oración, silencio y penitencia era una inutilidad que de
nada le iba a servir. Por la noche, con imágenes feas y espantosas, el enemigo
del alma se esforzaba por obtener que no se dedicara más a tan heroica vida de
santificación. Pero Romualdo redoblaba sus oraciones, sus meditaciones y
penitencias, hasta que al fin un día, en medio de los más horrorosos ataques
diabólicos, exclamó emocionado: "Jesús misericordioso, ten compasión de
mí", y al oír esto, el demonio huyó rápidamente y la paz y la tranquilidad
volvieron al alma del santo.
Después de muchos sufrimientos y rechazos
a manos de otros monjes, el año 1012 fundó una nueva comunidad a la que llamó
"Camaldulenses" (religiosos del Campo de Málduli, nombre del
benefactor que regaló las tierras). Observan silencio perpetuo y se dedican a
la oración.
En una visión vio una escalera por la
cual sus discípulos subían al cielo, vestidos de blanco. Cambió entonces el
antiguo hábito negro de sus religiosos por un hábito blanco.
San Romualdo deseaba ser mártir. Con esa
intención se propuso ir a Hungría, pero cada vez que emprendía el viaje se
enfermaba. Comprendió que su entrega total a Dios debía ser donde ya estaba.
Hizo muchos milagros y profetizó su
muerte con 20 años de anterioridad. En los últimos años tenía arrebatos
místicos y exclamaba: "Amado Cristo Jesús, ¡tú eres el consuelo más grande
que existe para tus amigos!".
Desde el año 1012 existen monasterios
Camaldulenses esparcidos por el mundo donde se observa perpetuo silencio para
dedicarse a la oración.
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