16 - DE
NOVIEMBRE – MIERCOLES
– 33 – SEMANA DEL T. O. – C
Santa Margarita de
Escocia
Lectura del libro del
Apocalipsis (4,1-11):
Yo, Juan, miré y vi una
puerta abierta en el cielo; y aquella primera voz, como de trompeta, que oí
hablando conmigo, decía:
«Sube aquí y te
mostraré lo que tiene que suceder después de esto».
Enseguida fui
arrebatado en espíritu. Vi un trono puesto en el cielo, y sobre el trono uno
sentado. El que estaba sentado en el trono era de aspecto semejante a una
piedra de diamante y cornalina, y había un arco iris alrededor del trono de
aspecto semejante a una esmeralda.
Y alrededor del trono
había otros veinticuatro tronos, y sobre los tronos veinticuatro ancianos
sentados, vestidos con vestiduras blancas y con coronas de oro sobre sus
cabezas. Y del trono salen relámpagos, voces y truenos; y siete lámparas de
fuego están ardiendo delante del trono, que son los siete espíritus de Dios, y
delante del trono como un mar transparente, semejante al cristal.
Y en medio del trono y
a su alrededor, había cuatro vivientes, llenos de ojos por delante y por
detrás. El primer viviente era semejante a un león, el segundo a un toro, el
tercero tenía cara como de hombre, y el cuarto viviente era semejante a un
águila en vuelo. Los cuatro vivientes, cada uno con seis alas, estaban llenos
de ojos por fuera y por dentro. Día y noche cantan sin pausa:
«Santo, Santo, Santo es el Señor Dios,
el todopoderoso; el que era y es y ha de venir».
Cada vez que los
vivientes dan gloria y honor y acción de gracias al que está sentado en el
trono, al que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se
postran ante el que está sentado en el trono, adoran al que vive por los siglos
de los siglos y arrojan sus coronas ante el trono diciendo:
«Eres digno, Señor,
Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú has creado
el universo; porque por tu voluntad lo que no existía fue creado».
Palabra de Dios
Salmo: 150,1-2.3-4.5
R/. Santo, Santo, Santo es
el Señor Dios, el todopoderoso.
Alabad al Señor en su
templo,
alabadlo en su fuerte firmamento.
Alabadlo por sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza. R/.
Alabadlo tocando
trompetas,
alabadlo con arpas y cítaras;
alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con trompas y flautas. R/.
Alabadlo con platillos
sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes.
Todo ser que alienta alabe al
Señor. R/.
Lectura del santo
evangelio según san Lucas (19,11-28):
EN aquel tiempo,
Jesús dijo una parábola, porque estaba él cerca de Jerusalén y pensaban que el
reino de Dios iba a manifestarse enseguida.
Dijo, pues:
«Un hombre noble se
marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después.
Llamó a diez siervos
suyos y les repartió diez onzas de oro, diciéndoles:
“Negociad mientras
vuelvo”.
Pero sus conciudadanos
lo aborrecían y enviaron tras de él una embajada diciendo:
“No queremos que este
llegue a reinar sobre nosotros”.
Cuando regresó de
conseguir el título real, mandó llamar a su presencia a los siervos a quienes
había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno.
El primero se presentó
y dijo:
“Señor, tu onza ha
producido diez”.
Él le dijo:
“Muy bien, siervo
bueno; ya que has sido fiel en lo pequeño, recibe el gobierno de diez
ciudades”.
El segundo llegó y
dijo:
“Tu onza, señor, ha
rendido cinco”.
A ese le dijo también:
“Pues toma tú el mando
de cinco ciudades”.
El otro llegó y dijo:
“Señor, aquí está tu
onza; la he tenido guardada en un pañuelo, porque tenía miedo, pues eres un
hombre exigente que retiras lo que no has depositado y siegas lo que no has
sembrado”.
Él le dijo:
“Por tu boca te juzgo,
siervo malo. ¿Conque sabías que soy exigente, que retiro lo que no he
depositado y siego lo que no he sembrado? Pues ¿por qué no pusiste mi dinero en
el banco? Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses”.
Entonces dijo a los
presentes:
“Quitadle a este la
onza y dádsela al que tiene diez onzas”.
Le dijeron:
“Señor, ya tiene diez
onzas”.
Os digo:
“Al que tiene se
le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Y en cuanto a
esos enemigos míos, que no querían que llegase a reinar sobre ellos, traedlos
acá y degolladlos en mi presencia”».
Dicho esto, caminaba
delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.
Palabra del Señor
1. Esta
parábola no es sino una versión distinta de la parábola de los talentos (Mt
25,14-30). Pero la enseñanza es la misma: el Dios, que nos vino a revelar
Jesús, no soporta a los que le tienen miedo. Porque el miedo,
representado en el que devolvió la onza tal como la recibió, paraliza, es
improductivo y, sobretodo, desagrada a Dios.
2. Lo
peor que podemos hacer en esta vida es dejarnos llevar por el miedo, no solo en
nuestras experiencias religiosas, sino en el conjunto de nuestra vida.
Una persona
asustada y temerosa no va a ninguna parte. Y no será sino una carga para
quienes conviven con tal persona. Porque el miedo bloquea, inutiliza,
paraliza y, al final, es la perdición del hombre asustado ante Dios y ante la
sociedad y sus semejantes en general. Con lo cual estamos diciendo también que
el peor servicio, que podemos hacerle a la causa del Evangelio y de la Iglesia,
es dedicarnos a predicar el miedo a Dios y el miedo a las instituciones
públicas, de la forma que sea.
Lo que
importa de verdad no es la responsabilidad angustiosa ante Dios y ante los
demás, sino saber fiarnos tanto de Dios como de todos los que vemos que merecen
nuestra confianza.
3. Esto
es tan serio y tiene tal importancia, que debemos llegar hasta perder el miedo
a pensar.
Sentirse
libre para pensar es el paso indispensable para ser una persona creativa y
productiva.
El que
bloquea su propia mente será un inútil en la vida, por más que se empeñe en
disimularlo.
Santa
Margarita, nacida en Hungría y casada con Malcolm III, rey de Escocia, que dio
a luz ocho hijos, fue sumamente solícita por el bien del reino y de la Iglesia,
y a la oración y a los ayunos añadía la generosidad para con los pobres, dando
así un óptimo ejemplo como esposa, madre y reina.
Vida de Santa Margarita de Escocia
De estirpe regia y de santos. Por parte de padre emparenta con la realeza
inglesa y por parte de madre con la de Hungría. Los santos son, por parte de
padre, san Eduardo Confesor que era su bisabuelo y, por parte de madre, san
Esteban, rey de Hungría.
Nació del matrimonio habido entre Eduardo y Agata, en Hungría, con fecha
difícil de determinar. Su padre nunca llegó a reinar, porque al ser llamado por
la nobleza inglesa para ello, resulta que el normando Guillermo el Conquistador
invade sus tierras, se corona rey e impone el juramento de fidelidad; al poco
tiempo murió Eduardo de muerte natural.
Pero esta situación fue la que hizo que Margarita llegara a ser reina de
Escocia por casarse con el rey. Su madre había previsto y dispuesto que la
familia regresara al continente al quedarse viuda tras la muerte de su esposo
y, bien sea por necesidad de puerto a causa de tempestades, bien por la
confianza en la buena acogida de la casa real escocesa, el caso es que
atracaron en Escocia y allí se enamoró el rey Malcon III de Margarita y se casó
con ella.
Es una mujer ejemplar en la corte y con la gente paño de lágrimas. Se la
conoce delicada en el cumplimiento de sus obligaciones de esposa; esmerada en
la educación de los hijos, les dedica todo el tiempo que cada uno necesita;
sabe estar en el sitio que como a reina le corresponde en el trato con la
nobleza y asume responsabilidades cristianas que le llenan el día. Señalan sus
hagiógrafos las continuas preocupaciones por los más necesitados: visita y
consuela enfermos llegando a limpiar sus heridas y a besar sus llagas; ayuda
habitualmente a familias pobres y numerosas; socorre a los indigentes con
bienes propios y de palacio hasta vender sus joyas. Lee a diario los Libros
Santos, los medita y lo que es mejor ¡se esfuerza por cumplir las enseñanzas de
Jesús! De ellos saca las luces y las fuerzas. De hecho, su libro de rezos, un
precioso códice decorado con primor —milagrosamente recuperado sin sufrir daño
del lecho del río en que cayó— se conserva en la biblioteca bodleiana de Oxford
(Inglaterra).
También se ocupó de restaurar iglesias y levantar templos, destacando la
edificación de la abadía de Dunferline.
Puso también empeño en eliminar del reino los abusos que se cometían en
materia religiosa y se esforzó en poner fin a las abundantes supersticiones;
para ello, convocó concilios con la intención de que los obispos determinaran
el modo práctico de exponer todo y sólo lo que manda la Iglesia y las
enseñanzas de los Padres.
"Gracias, Dios mío, porque me das paciencia para soportar tantas desgracias
juntas". Esta fue su frase cuando le comunicaron la muerte de su esposo y
de su hijo Eduardo en una acción bélica. Fue cuando marcharon a recuperar el
castillo de Aluwick, en Northumberland, del que se había apoderado el usurpador
Guillermo. Ella soportaba en aquellos momentos la larga y penosísima enfermedad
que le llevó a la muerte el año 1093, en Edimburgo.
Es la reina Margarita la patrona de Escocia, canonizada por el papa
Inociencio IV en el año 1250. Pero no pueden venerarse sus reliquias por
desconocerse el lugar donde reposan. Por la manía que tenían los antiguos de
desarmar los esqueletos de los santos, su cráneo —que perteneció a María Estuardo—
se perdió con la Revolución francesa, porque lo tenían los jesuitas en Douai y,
desde luego, no salieron muy bien parados sus bienes. El cuerpo tampoco se pudo
encontrar cuando lo pidió Gelliers, arzobispo de Edimburgo, a Pío XI, aunque se
sabe que se trasladó a España por empeño de Felipe II quien mandó tallar un
sepulcro en El Escorial para los restos de Margarita y de su esposo.
Fuente: http://es.catholic.net/santoral/
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