sábado, 26 de noviembre de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 28 - DE NOVIEMBRE – LUNES – 1 – SEMANA DE ADVIENTO – A San Santiago de la Marca, Presbítero Franciscano

 

 


28 - DE NOVIEMBRE – LUNES –

1 – SEMANA DE ADVIENTO – A

San Santiago de la Marca, Presbítero Franciscano

 

Lectura del libro de Isaías.

 

AQUEL día, el vástago del Señor será el esplendor y la gloria, y el fruto del país será orgullo y ornamento para los redimidos de Israel.

A los que queden en Sion y al resto de Jerusalén los llamarán santos: todos los que en Jerusalén están inscritos para la vida.

Cuando el Señor haya lavado la impureza de las hijas de Sion

y purificado la sangre derramada en Jerusalén, con viento justiciero, con un soplo ardiente,

creará el Señor sobre toda la extensión del monte Sion y sobre su asamblea una nube de día, un humo y un resplandor de fuego llameante de noche.

Y por encimo, la gloria será un baldaquino y una tienda, sombra en la canícula, refugio y abrigo de la tempestad y de la lluvia.

 

Palabra de Dios.

 

 

Salmo: 121,1-2.4-5.6-7.8-9

 

    R/. Vamos alegres a la casa del Señor.

 

V/. ¡Qué alegría cuando me dijeron:

«Vamos a la casa del Señor»!

Ya están pisando nuestros pies

tus umbrales, Jerusalén. R/.

 

V/. Jerusalén está fundada

como ciudad bien compacta.

Allá suben las tribus,

las tribus del Señor. R/.

 

V/. Según la costumbre de Israel,

a celebrar el nombre del Señor;

en ella están los tribunales de justicia,

en el palacio de David. R/.

 

V/. Desead la paz a Jerusalén:

«Vivan seguros los que te aman,

haya paz dentro de tus muros,

seguridad en tus palacios». R/.

 

V/. Por mis hermanos y compañeros,

voy a decir: «La paz contigo».

Por la casa del Señor, nuestro Dios,

te deseo todo bien. R/.

 

 

       Lectura del santo evangelio según san Mateo (8,5-11):

 

EN aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole:

«Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho».

Le contestó:

«Voy yo a curarlo».

Pero el centurión le replicó:

«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz esto", y lo hace».

Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían:

«En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos».

 

Palabra del Señor

 

 

1. Lo más llamativo, incluso lo más revolucionario, que se encuentra en este relato es lo que Jesús afirma sobre la fe.

 Según el evangelio de Mateo, y el paralelo de Lucas (7, 1-10), resulta que, para Jesús, un militar romano tenía más fe que cualquier israelita.

No es el único caso en que Jesús elogia la fe de personas que no tenían las mismas creencias religiosas que los ortodoxos fieles a la Biblia. Así, en el caso de la mujer cananea o siro-fenicia (Mt 15, 21-28; Mc 7, 24-30) y también en el relato del samaritano leproso (Lc 17, 11-19).

Estas personas, que no pertenecían a la religión verdadera, son elogiadas por Jesús como creyentes ejemplares. Lo cual quiere decir obviamente que, para Jesús, la fe más ejemplar no está vinculada a la pertenencia a una determinada religión, por más que, según los criterios de la Biblia, se trate de la única religión verdadera del único Dios verdadero.

 

2. En el caso del militar romano, este hecho es más sorprendente. Porque, como es sabido, los militares del ejército imperial hacían un juramento religioso de fidelidad (sacramentum) al emperador. Este juramento era el fundamento de la condición de soldado (P. Grimal).

La fe del centurión estaba, pues, ya comprometida   con su emperador y con la religión que este representaba y de la que era el "Sumo Pontífice" (Pontifex Maximus) (E. Cortese).

 

3.  Por más extraño que pueda parecer, la fe no es para Jesús un "acto religioso", sino un "comportamiento de   humanidad".

Es la profunda humanidad   de un cargo militar que no puede soportar ver que sufre un "esclavo" (doúlos) (Lc 7, 2. 3. 8 b). Por eso va a suplicar a Jesús que lo sane. Y no se considera digno de que Jesús entre en su casa.

La fe, en este caso, es la postura de un hombre, de poder y mando, que antepone la felicidad del último al rango del primero.

Jesús no encuentra la fe en la fidelidad a las doctrinas y prácticas religiosas, sino en la bondad de un hombre importante al que el cargo no se le subió a la cabeza.

Ocurre, quizá más de lo que imaginamos, que aquellos a los que consideramos "infieles", para Jesús, son los más "fieles".

Jesús modificó la fe, las creencias, el corazón mismo de la religión. Porque la esencia de la religión no está en aceptar unas verdades, sino asumir y hacer propia una forma de vida. Cuando lo que manda en nuestra vida es la bondad   y la lucha contra el sufrimiento, entonces es cuando empezamos   a ser creyentes en Jesús y su Evangelio.

 

San Santiago de la Marca, Presbítero Franciscano


 



Predicador incansable

 

De este santo, cuyo nombre está unido al de San Bernardino de Siena y al de San Juan de Capistrano, que lo acompañó en sus peregrinaciones apostólicas por Europa, tenemos muchas noticias: unas nos la refiere él mismo y otras el humilde fraile laico, Venancio de Fabriano, que lo acompañó constantemente desde 1463.

Santiago de la Marca, cuyo nombre de pila era Domingo Gangali, nació en Monteprandone (Ascoli Piceno) en 1394. Quedó huérfano de padre siendo todavía muy niño, y a los siete años fue enviado a apacentar las ovejas; asustado por la continua presencia de un lobo misterioso, que más tarde él llamará ángel de Dios y no lobo como parecía abandonó el rebaño y huyó a Offida acogido por un sacerdote familiar suyo.

Siguió los estudios de derecho civil en Perusia; llegó a ser notario. Después se estableció en Florencia, en donde fue elegido alcalde. Regresó a las Marcas por asuntos familiares, se detuvo en Asís y aquí, después de un coloquio con el prior de Santa María de los Ángeles, resolvió entrar a formar parte de la familia franciscana.

Hizo su profesión religiosa el 1 de agosto de 1416 y seis años después, ya sacerdote, fue encargado de la predicación, ocupación que abarcaría toda su vida hasta la muerte, el 28 de noviembre de 1476 en Nápoles.

Durante más de medio siglo recorrió Europa oriental y centro septentrional no sólo para predicar el nombre de Jesús (tema constante de sus homilías, siguiendo el ejemplo de su maestro San Bernardino), sino también para cumplir delicadas misiones encomendadas por los Papas Eugenio IV, Nicolás V y Calixto III.

Este gran caminador parecía que sólo se detenía el tiempo necesario para fundar un nuevo convento o para restablecer la observancia de la genuina regla franciscana en los ya existentes. Los últimos 18 años de su vida los pasó casi todos predicando en las varias regiones de Italia. Se encontraba en Aquila cuando murió San Bernardino de Siena, en 1444, y a los seis años pudo presenciar en Roma su solemne canonización. Lo seguía devotamente fray Venancio, quien nos cuenta que durante una misión predicada en Lombardía le propusieron a fray Santiago la elección para obispo de Milán; pero el humilde fraile no aceptó. Fray Venancio, después de la muerte del maestro, escribió una Vida en la que narra los muchísimos milagros que hizo en vida y después de la muerte.

 

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