martes, 1 de noviembre de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 3 - DE NOVIEMBRE – JUEVES – 31 – SEMANA DEL T. O. – C San Martín de Porres

 

 


3 - DE NOVIEMBRE – JUEVES –

31 – SEMANA DEL T. O. – C

San Martín de Porres

 

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (3,3-8a):

Los circuncisos somos nosotros, que damos culto con el Espíritu de Dios, y que ponemos nuestra gloria en Cristo Jesús, sin confiar en la carne. Aunque, lo que es yo, ciertamente tendría motivos para confiar en la carne, y si algún otro piensa que puede hacerlo, yo mucho más, circuncidado a los ocho días de nacer, israelita de nación, de la tribu de Benjamín, hebreo por los cuatro costados y, por lo que toca a la ley, fariseo; si se trata de intransigencia, fui perseguidor de la Iglesia, si de ser justo por la ley, era irreprochable. Sin embargo, todo eso que para mí era ganancia lo consideré pérdida comparado con Cristo; más aún, todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo.

Palabra de Dios

 

Salmo: 104,2-3.4-5.6-7

R/. Que se alegren los que buscan al Señor

Cantadle al son de instrumentos,

hablad de sus maravillas;

gloriaos de su nombre santo,

que se alegren los que buscan al Señor. R/.

Recurrid al Señor y a su poder,

buscad continuamente su rostro.

Recordad las maravillas que hizo,

sus prodigios, las sentencias de su boca. R/.

¡Estirpe de Abrahán, su siervo;

hijos de Jacob, su elegido!

El Señor es nuestro Dios,

él gobierna toda la tierra. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (15,1-10):

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharle.

Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos:

 «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.»

Jesús les dijo esta parábola:

«Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, - ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra?   Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido."

Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.

Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, - ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra?   Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido."

 Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.»

Palabra del Señor

 

1.  Todo el capítulo 15 del evangelio de Lucas está dedicado a explicar cómo se relaciona y cómo se comporta Dios con los pecadores, perdidos y extraviados.

Esta explicación es capital para comprender cómo es el Dios que Jesús nos dio a conocer. No olvidemos que los evangelios son teología narrativa.

Es decir, en los relatos (el acontecer) se nos revela la teología (el ser) de Dios (Bernhard Welte).

Por tanto, al ver cómo se porta Dios con los extraviados, comprendemos cómo es ese Dios en el que creemos. La conducta de una persona nos revela cómo es esa persona.

 

2.  Ahora bien, lo que queda más patente en este capítulo del evangelio de Lucas es que el Dios de Jesús quiere tanto a los perdidos y extraviados que no puede pasar sin ellos. Por eso Dios ni juzga, ni condena a los extraviados, sino que los busca hasta que los encuentra, y los acoge cuando vuelven. Sin reprocharles nada, sin pedirles explicaciones, sin amenazas, sin juicio ni castigo. Es más, cuando Dios encuentra al extraviado, se alegra, lo lleva en sus hombros, convoca a todos los que se pueden alegrar con él, y organiza un banquete de fiesta. Porque su alegría es indecible.

Esto es lo que se destaca en las tres parábolas: la oveja perdida (15, 3-7), la moneda extraviada (15, 8-10) y el hijo "perdido" (15, 11-32). Así es el Dios que nos presenta Jesús.

 

3.  Por esto, Jesús se comportó con los más extraviados y perdidos, con los despreciables pecadores, de forma que todos acudían a escucharle. Cuando esta clase de personas se acercan a alguien es porque en esa persona encuentran comprensión, tolerancia, respeto, acogida, y jamás escuchan un reproche, ni siquiera un recelo o una sospecha. Ya sea por su vida "pública", bien sea por su vida "privada". Y si además se les invita a comer, compartiendo la misma mesa, la amistad, el gozo y la alegría de la mutua confianza, entonces y así, nos vemos sorprendidos por la inesperada teofanía del Dios de Jesús.

Así es el Dios en el que creemos. - ¿No vale la pena parecerse a este Dios?

Dios se "encarnó". Dios se "humanizó".  Y así nos enseña a nosotros a ser "profundamente humanos".

 

San Martín de Porres

 




Nació en la ciudad de Lima, Perú, el día 9 de diciembre del año 1579. Fue hijo de Juan de Porres, caballero español de la Orden de Calatrava, y de Ana Velásquez, negra libre panameña.

Martín es bautizado en la iglesia de San Sebastián, donde años más tarde Santa Rosa de Lima también lo fuera.

Son misteriosos los caminos del Señor: no fue sino un santo quien lo confirmó en la fe de sus padres. Fue Santo Toribio de Mogrovejo, primer arzobispo de Lima, quien hizo descender el Espíritu sobre su moreno corazón, corazón que el Señor fue haciendo manso y humilde como el de su Madre.

A los doce Martín entró de aprendiz de peluquero, y asistente de un dentista. La fama de su santidad corre de boca en boca por la ciudad de Lima.

Martín conoció al Fraile Juan de Lorenzana, famoso dominico como teólogo y hombre de virtudes, quien lo invita a entrar en el Convento de Nuestra Señora del Rosario.

Las leyes de aquel entonces le impedían ser religioso por el color y por la raza, por lo que Martín de Porres ingresó como Donado, pero él se entrega a Dios y su vida está presidida por el servicio, la humildad, la obediencia y un amor sin medida.

San Martín tiene un sueño que Dios le desbarata: "Pasar desapercibido y ser el último". Su anhelo más profundo siempre es de seguir a Jesús. Se le confía la limpieza de la casa; por lo que la escoba será, con la cruz, la gran compañera de su vida.

Sirve y atiende a todos, pero no es comprendido por todos. Un día cortaba el pelo a un estudiante: éste molesto ante la mejor sonrisa de Fray Martín, no duda en insultarlo: ¡Perro mulato! ¡Hipócrita! La respuesta fue una generosa sonrisa.

San Martín llevaba ya dos años en el convento, y hacía seis que no veía a su padre, éste lo visita y… después de dialogar con el P. Provincial, éste y el Consejo Conventual deciden que Fray Martín se convierta en hermano cooperador.

El 2 de junio de 1603 se consagra a Dios por su profesión religiosa. El P. Fernando Aragonés testificará: "Se ejercitaba en la caridad día y noche, curando enfermos, dando limosna a españoles, indios y negros, a todos quería, amaba y curaba con singular amor". La portería del convento es un reguero de soldados humildes, indios, mulatos, y negros; él solía repetir: "No hay gusto mayor que dar a los pobres".

Su hermana Juana tenía buena posición social, por lo que, en una finca de ella, daba cobijo a enfermos y pobres. Y en su patio acoge a perros, gatos y ratones.

Pronto la virtud del moreno dejó de ser un secreto. Su servicio como enfermero se extendía desde sus hermanos dominicos hasta las personas más abandonadas que podía encontrar en la calle. Su humildad fue probada en el dolor de la injuria, incluso de parte de algunos religiosos dominicos. Incomprensión y envidias: camino de contradicciones que fue asemejando al mulato a su Reconciliador.

Los religiosos de la Ciudad Virreinal van de sorpresa en sorpresa, por lo que el Superior le prohíbe realizar nada extraordinario sin su consentimiento. Un día, cuando regresaba al Convento, un albañil le grita al caer del andamio; el Santo le hace señas y corre a pedir permiso al superior, éste y el interesado quedan cautivados por su docilidad. 

Cuando vio que se acercaba el momento feliz de ir a gozar de la presencia de Dios, pidió a los religiosos que le rodeaban que entonasen el Credo. Mientras lo cantaban, entregó su alma a Dios. Era el 3 de noviembre de 1639.

Su muerte causó profunda conmoción en la ciudad. Había sido el hermano y enfermero de todos, singularmente de los más pobres. Todos se disputaban por conseguir alguna reliquia. Toda la ciudad le dio el último adiós.

Su culto se ha extendido prodigiosamente. Gregorio XVI lo declaró Beato en 1837. Fue canonizado por Juan XXIII en 1962. Recordaba el Papa, en la homilía de la canonización, las devociones en que se había distinguido el nuevo Santo: su profunda humildad que le hacía considerar a todos superiores a él, su celo apostólico, y sus continuos desvelos por atender a enfermos y necesitados, lo que le valió, por parte de todo el pueblo, el hermoso apelativo de "Martín de la caridad".

 

Su fiesta se celebra el 3 de noviembre.

 

 

 

 

 

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