29 - DE
NOVIEMBRE – MARTES –
1 – SEMANA
DE ADVIENTO – A
San Saturnino de
Tolosa
Lectura del libro de Isaías
(11,1-10):
AQUEL día,
brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago.
Sobre él se posará el espíritu del
Señor: espíritu de sabiduría y entendimiento, espíritu de consejo y fortaleza,
espíritu de ciencia y temor del Señor.
Le inspirará el temor del Señor.
No juzgará por apariencias
ni sentenciará de oídas; juzgará a los pobres con justicia, sentenciará con
rectitud a los sencillos de la tierra; pero golpeará al violento con la vara de
su boca, y con el soplo de sus labios hará morir al malvado.
La justicia será ceñidor de su cintura,
y la lealtad, cinturón de sus caderas.
Habitará el lobo con el cordero,
el leopardo se tumbará con el cabrito, el ternero y el león pacerán juntos:
un muchacho será su pastor.
La vaca pastará con el oso,
sus crías se tumbarán juntas;
el león como el buey, comerá paja.
El niño de pecho retozará junto al
escondrijo de la serpiente, y el recién destetado extiende la mano
hacia la madriguera del áspid.
Nadie causará daño ni estrago
por todo mi monte santo:
porque está lleno el país del conocimiento del Señor, como las aguas colman
el mar.
Aquel día, la raíz de Jesé será elevada
como enseña de los pueblos: se volverán hacia ella las naciones y será gloriosa
su morada.
Palabra de Dios
Salmo: 71,1-2.7-8.12-13.17
R/. Que en sus días florezca la
justicia
y la paz abunde eternamente.
Dios mío,
confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud. R/.
En sus días
florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra. R/.
Él librará al
pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres. R/.
Que su nombre sea eterno,
y su fama dure como el sol;
él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra. R/.
Evangelio según
san Lucas 10, 21-24
En aquel tiempo, lleno
de la alegría del Espíritu Santo, exclamó Jesús:
"Te doy gracias,
Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los
sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla.
Sí, Padre, porque así te ha parecido bien.
Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el
Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere
revelar".
Volviéndose a los discípulos, les dijo:
"¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque
os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, pero no
lo vieron, y oír lo que oís, pero no lo oyeron".
Palabra del Señor.
1. Este relato del Evangelio es desconcertante. Porque
desconcertantes eran los criterios que tenía Jesús, tal como aquí se nos presentan.
No es frecuente que un hombre, que se dedica a transmitir unas enseñanzas
para influir en los demás (como es el caso de un profesor, un escritor, un
conferenciante...), se alegre de que lo que enseña no interesa a los
"sabios" y a los "entendidos". Mientras que, por el
contrario, la doctrina que pretende transmitir es algo que solamente interesa
(porque son los que lo entienden) a la "gente sencilla", las personas
de condición humilde, los pobres e ignorantes, los que no tienen importancia ni
pintan nada en la vida. Y esto justamente es lo que aquí dice Jesús.
El Evangelio es un mensaje que solamente cabe en la cabeza de los
insignificantes. Solamente es comprendido por los que no son socialmente
importantes. Y lo que más llama la atención es que Jesús se alegra de
eso. ¿Por qué?
2. Es evidente que uno que se dedica a enseñar, ya sea profesor,
docente, locutor, predicador..., no se alegraría de ser socialmente hablando-
un desastre, un fracasado. Porque es criterio, comúnmente admitido, que los
sabios, los intelectuales, y no precisamente los ignorantes, son los que
influyen en la sociedad.
Quienes tienen prestigio y poder son los que pueden influir para cambiar
las cosas. Y para hacer bien las cosas. De ahí, la seducción que ejercen los
"selectos", los "listos", los "inteligentes", los
"intachables", etc.
3. Y, sin embargo, Jesús ve todo esto al revés.
En las sociedades mediterráneas del s. I, se le daba más importancia al que
tenía prestigio que al que tenía dinero. Al Evangelio no le interesa ni lo uno
ni lo otro. Porque Jesús no vino a enseñar teorías de sabios e intelectuales.
Jesús estaba persuadido de que los que tienen poder no arreglan el mundo.
Porque los importantes toman las decisiones que favorecen su importancia. Y sin
embargo sabemos que los protagonistas de la Historia son los que están abajo en
la sociedad, los proletarios y excluidos, los ignorantes y los que sufren. Y
todos los que ven la vida como la ven esas gentes.
Porque esas pobres gentes no tienen más fuerza que la enorme fuerza que
tiene nuestra humanidad. Porque "los pequeños, los nadies" no tienen más fuerza que
su bondad y su honradez. Y es eso -la bondad y la honradez- es lo que
trasforma la sociedad y lo que puede dar un giro nuevo a la Historia y a la
Cultura.
San Saturnino de Tolosa
En Toulouse, de la Galia Narbonense, conmemoración de san Saturnino de
Tolosa (Sanserenín), obispo y mártir que, según la tradición, en tiempo del
mismo Decio fue detenido por los paganos en el Capitolio de esta ciudad y
arrastrando por las escaleras desde lo alto del edificio, hasta que,
destrozados la cabeza y el cuerpo, entregó su alma a Cristo hacia el año 250.
Saturnino, obispo de Tolosa, es uno de los santos más populares en Francia y
en España. La Passio Saturnini es ante todo un documento muy importante para el
conocimiento de la antigua Iglesia de la Galia. Según el autor de la Pasión,
escrita entre el 430 y el 450, Saturnino fijó su residencia en Tolosa en el
250, bajo el consulado de Decio y Grato. En ese tiempo, refiere el autor, en
Galia había pocas comunidades cristianas, con escaso número de fieles, mientras
los templos paganos se llenaban de fieles que sacrificaban a los ídolos.
Saturnino, que había llegado desde hacía poco a Tolosa, probablemente de
Africa (el nombre es efectivamente africano) o de Oriente, como se lee en el
Missale Gothicum, había ya reunido los primeros frutos de su predicación,
atrayendo a la fe en Cristo a un buen número de ciudadanos. El santo obispo,
para llegar a un pequeño oratorio de su propiedad, pasaba todas las mañanas
frente al Capitolio, es decir, el principal templo pagano, dedicado a Júpiter
Capitolino, en donde los sacerdotes paganos ofrecían en sacrificio al dios
pagano un toro para obtener las gracias que pedían los fieles.
Parece que la presencia de Saturnino volvía mudos a los dioses y de esto los
sacerdotes paganos acusaron al obispo cristiano, cuya irreverencia habría
irritado la susceptibilidad de las divinidades paganas. Un día la multitud
rodeó amenazadora a Saturnino y le impuso que sacrificara un toro sobre el
altar de Júpiter. Ante el rechazo del obispo de sacrificar el animal, que poco
después se convertiría en el instrumento inconsciente de su martirio, y sobre
todo por lo que consideraban los paganos un ultraje a la divinidad, pues
Saturnino dijo que no les tenía miedo a los rayos de Júpiter, ya que era
impotente porque no existía, lo agarraron enfurecidos y lo ataron al cuello del
toro, al que picaron para que corriera escaleras abajo del Capitolio
arrastrando al obispo.
Saturnino, con el cuerpo despedazado, murió poco después y su cuerpo quedó
abandonado en la calle, de donde lo recogieron dos piadosas mujeres y le dieron
sepultura «en una fosa muy profunda». Sobre esta tumba, un siglo después, San
Hilario construyó una capilla de madera que pronto fue destruida y se perdió
por algún tiempo su recuerdo, hasta cuando en el siglo VI el duque Leunebaldo,
volviendo a encontrar las reliquias del mártir, hizo edificar en ese lugar la
iglesia dedicada a San Saturnino, en francés Saint-Sernin-du-Taur, que en el
Trescientos tomó el actual nombre de Notre-Dame du Taur.
Fuente: Spider Martirologio + Aciprensa
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