25 - DE
NOVIEMBRE – VIERNES –
34 – SEMANA DEL T. O. – C
Santa Catalina de Alejandría,
virgen y mártir
Lectura del libro del Apocalipsis (20,1-4.11-15):
Yo, Juan, vi un ángel que bajaba del
cielo con la llave del abismo y una cadena grande en la mano. Sujetó al dragón, la antigua serpiente, o sea, el Diablo o Satanás, y lo encadenó por mil
años; lo arrojó al abismo, echó la llave y puso un sello encima, para que no
extravíe a las naciones antes que se cumplan los mil años. Después tiene que
ser desatado por un poco de tiempo.
Vi unos tronos y se sentaron sobre ellos, y se les dio el poder de juzgar;
vi también las almas de los decapitados por el testimonio de Jesús y la palabra
de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen y no habían
recibido su marca en la frente ni en la mano. Estos volvieron a la vida y
reinaron con Cristo mil años.
Vi un trono blanco y grande, y al que
estaba sentado en él. De su presencia huyeron cielo y tierra, y no dejaron
rastro. Vi a los muertos, pequeños y grandes, de pie ante el trono. Se abrieron
los libros y se abrió otro libro, el de la vida. Los muertos fueron juzgados
según sus obras, escritas en los libros. El mar devolvió a sus muertos, Muerte
y Abismo devolvieron a sus muertos, y todos fueron juzgados según sus obras.
Después, Muerte y Abismo fueron arrojados al lago de fuego —el lago de fuego es
la muerte segunda—. Y si alguien no estaba escrito en el libro de la vida fue
arrojado al lago de fuego.
Y vi un cielo y una tierra nuevos, pues
el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe. Y vi
la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios,
preparada como una esposa que se ha adornado para su esposo.
Palabra de Dios
Salmo 83
R/. He aquí la morada de Dios entre los hombres.
V/. Mi alma se
consume y anhela
los atrios
del Señor,
mi corazón y
mi carne
retozan por
el Dios vivo. R/.
V/. Hasta el
gorrión ha encontrado una casa;
la
golondrina, un nido
donde colocar
sus polluelos:
tus altares,
Señor del universo,
Rey mío y
Dios mío. R/.
V/. Dichosos los
que viven en tu casa,
alabándote
siempre.
Dichoso el
que encuentra en ti su fuerza.
Caminan de
baluarte en baluarte. R/.
Evangelio según
san Lucas 21, 29-33
En aquel tiempo, expuso Jesús una parábola
a sus discípulos:
"Fijaos
en la higuera o en cualquier árbol: cuando echan brotes, os basta verlos para
saber que el verano está cerca.
Pues, cuando
veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el Reino de Dios.
Os aseguro
que antes que pase esta generación todo esto se cumplirá. El cielo y la tierra
pasarán, mis palabras no pasarán".
Palabra del Señor
1. Por
los evangelios sinópticos, sabemos que las comunidades primitivas pusieron en
boca de Jesús afirmaciones contundentes en el sentido de que "algo
importante" iba a suceder y por eso los cristianos vivían en una
apremiante expectación (Mc 9, 1; Mt 10, 23; Lc 21, 32-33).
¿A qué se
referían en concreto tales expectativas?
Por más
que no nos sea posible saberlo con seguridad (cf. J. A. Fitzmyer), no es menos
cierto que aquellas primeras comunidades
de creyentes en Jesús vivían en el convencimiento de que un cambio muy profundo
se estaba gestando. Un cambio que afectaría a toda la historia siguiente de la
humanidad.
¿Qué cambio
podría ser este?
2. Por
lo menos, es seguro que el gran acontecimiento que aquella generación
vivió fue el mismo acontecimiento de Jesús, el Crucificado y el Resucitado, que
fue el origen y el punto de partida, no solo ni principalmente, de una nueva
era, sino por encima de todo lo demás, el arranque de un proceso lento, largo e
imparable de la humanización.
En Jesús,
Dios se humanizó. Y la humanización de Dios, en aquel judío enteramente y
singular, es el inicio de la creciente superación de la deshumanización que a
todos nos sigue causando tantos sufrimientos y tanta degradación.
Es este un
tema capital que la teología cristiana no ha desentrañado debidamente.
Quizá hemos
necesitado mucho tiempo para empezar a vislumbrar las consecuencias que lleva
consigo la realidad que estamos viviendo.
3. En
todo caso, nuestra esperanza no se derrumba. Se mantiene firme, no obstante,
toda la deshumanización que a estas alturas de la historia nos sigue
acosando.
Jesús lo
dijo: "el cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán". Así
es: la palabra y la promesa de Jesús sigue adelante en la historia. Es la
palabra y la promesa de una creciente humanización que, al hacernos más
humanos, por eso mismo nos hace más divinos.
Es decir, nos
hace alcanzar la anhelada meta de un mundo más humano. Y de una esperanza
firme en que la vida tiene sentido. Porque tiene futuro.
El futuro
definitivo del Trascendente que nos espera para siempre. Vamos dejando atrás
tiempos de asombrosas desigualdades. De manera que, casi sin darnos cuenta, las
nuevas generaciones tienen una sensibilidad para exigir los derechos humanos,
la igualdad entre los pueblos y los mortales, la dignidad y el valor de la
vida, el derecho que todos tenemos al goce y al disfrute de la existencia
humana, que no se habían generalizado como ahora son ya patrimonio de la
humanidad. Lo cual quiere decir que la causa de Jesús sigue
adelante.
Es
sencillamente imparable.
virgen y mártir
Santa Catalina de Alejandría - (siglo IV)
Natural de
Alejandría, fue una mujer de noble cuna que estudió filosofía. Se convirtió al
cristianismo inspirada por el sueño de un ermitaño. Después, convirtió a la
esposa del emperador Magencio, a un oficial y a doscientos soldados. En
venganza, el emperador reunió a cincuenta eruditos paganos y la retó a un
debate religioso.
Después de una larga y acalorada discusión, las palabras de Catalina
indujeron a los cincuenta eruditos a convertirse. Magencio ordenó que la ataran
a un potro, que la despedazó enseguida. Después fue decapitada.
Es patrona de la elocuencia, los filósofos, los predicadores, las solteras,
las hilanderas y los estudiantes.
BIOGRAFIA
Alejandría fue fundada por Alejandro
Magno, que no quería pasar sólo a la historia como guerrero, sino también como
mecenas de los sabios. Alejandría será conocida en el mundo de las letras por
su famosa universidad, por su célebre escuela y por su biblioteca de unos
700.000 volúmenes. Una de las siete maravillas del mundo estaba también aquí,
el faro de Alejandría. Hubo otros faros luminosos, como Plotino, Filón,
Porfirio, Orígenes, Tertuliano, Atanasio, Cirilo.
Alejandría era una algarabía de pueblos y razas, de
sectas y sistemas filosóficos. «Griegos y judíos, dice la condesa de Pardo Bazán,
andaban a la greña continuamente. Con el advenimiento de los cristianos se
complicó el asunto. La confusión de sectas y teologías se hizo formidable».
La colonia judía era muy importante. Sus
Libros Sagrados eran muy apreciados. Fue aquí en Alejandría donde Tolomeo II
mandó que setenta intérpretes tradujeran del hebreo al griego el Antiguo
Testamento.
La religión cristiana también empezó a
tener mucha influencia. Según una antigua tradición, la Iglesia de Alejandría
fue fundada por el evangelista San Marcos. Tuvo luego la mejor escuela
catequética de su tiempo, el Didascaleo, donde enseñaron grandes maestros:
Tertuliano, Orígenes, Lactancio, San Clemente Alejandrino y San Dionisio de
Alejandría.
Aquí nació nuestra Santa, faro más
luminoso que el faro de Alejandría y que todos los sabios. La leyenda áurea la
presenta con grandes elogios. El nombre de Catalina -la pura, la blanca-
respondería a una linda princesa, hija del rey siciliano Costo, nacida en
Alejandría a fines del siglo III.
Posee Catalina una personalidad radiante
y popular por cuádruple motivo: como hermosa, como sabia, como virgen y como
mártir. «Catalina, escribe la Pardo Bazán, no fue sólo una filósofa. Su alma es
una historia de amor. Grandes artistas, como Van Dyck, Memling, Leonardo y el
Veronés, plasmaron en sus lienzos los Desposorios de la virgen alejandrina con
Jesucristo».
Catalina tenía pasión por la verdad. A
los dieciocho años descuella por sus conocimientos filosóficos. Es docta y
elocuente, bella y con muchos pretendientes, apasionada y enamorada de la
belleza.
Había recorrido todas las escuelas. Su
favorito era Platón. Discute, analiza, rechaza. La cautiva sobre todo la
enseñanza del obispo Pedro el Patriarca. Aquella moral tan pura, aquel Maestro
tan sublime, el Sermón de la montaña, aquella Virgen Madre, de tan divina
grandeza. Así, por la belleza tangible llegó Catalina a la Belleza increada:
Dios.
Un providencial encuentro con el ermitaño
Trifón allanó las dificultades. Catalina creyó y se bautizó. Y se dice que
Cristo aquella misma noche celebró con ella los místicos Desposorios. Ya es
filósofa cristiana.
La intrépida virgen Catalina se presenta
audazmente ante el sanguinario Maximino Daia para recriminarle su conducta con
los cristianos. Maximino se siente deslumbrado por su elocuencia. Concierta una
disputa pública. Se enfrenta Catalina a cincuenta renombrados doctores. Con versos
de Homero, con citas de Platón, con textos de los profetas, unidos a su gracia
y elocuencia, no sólo deshace los argumentos de sus adversarios, sino que les
convierte a casi todos, y sellan su fe con el martirio.
A Catalina le aplican la rueda con
cuchillos. Pero se rompe en vez de lastimarla. Finalmente le llega la muerte
por la espada. La desposada se iba al cielo a celebrar las bodas con su
celestial Esposo. El martirologio romano dice que los ángeles trasladaron los
virginales restos al Sinaí.
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