domingo, 30 de abril de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 2 – DE MAYO – MARTES – 4 - SEMANA DE PASCUA – A San Atanasio de Alejandría

 


 

2 – DE MAYO – MARTES –

4 - SEMANA DE PASCUA – A

San Atanasio de Alejandría

 

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (11,19-26):

En aquellos días, los que se habían dispersado en la persecución provocada por lo de Esteban llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin predicar la palabra más que a los judíos. Pero algunos, naturales de Chipre y de Cirene, al llegar a Antioquía, se pusieron a hablar también a los griegos, anunciándoles la Buena Nueva del Señor Jesús. Como la mano del Señor estaba con ellos, gran número creyó y se convirtió al Señor.

Llegó la noticia a oídos de la Iglesia de Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquía; al llegar y ver la acción de la gracia de Dios, se alegró y exhortaba a todos a seguir unidos al Señor con todo empeño, porque era un hombre bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe. Y una multitud considerable se adhirió al Señor.

Bernabé salió para Tarso en busca de Saulo; cuando lo encontró, se lo llevó a Antioquía. Durante todo un año estuvieron juntos en aquella Iglesia e instruyeron a muchos. Fue en Antioquía donde por primera vez los discípulos fueron llamados cristianos.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 86,1-3.4-5.6-7

 

R/. Alabad al Señor, todas las naciones

Él la ha cimentado sobre el monte santo;

y el Señor prefiere las puertas de Sión

a todas las moradas de Jacob.

¡Qué pregón tan glorioso para ti,

ciudad de Dios! R/.

«Contaré a Egipto y a Babilonia

entre mis fieles;

filisteos, tirios y etíopes

han nacido allí».

Se dirá de Sión: «Uno por uno

o dos han nacido en ella;

el Altísimo en persona la ha fundado». R/.

El Señor escribirá en el registro de los pueblos:

«Éste ha nacido allí».

Y cantarán mientras danzan:

«Todas mis fuentes están en ti». R/.

 

Lectura del evangelio según san Juan (10,22-30):

Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón.

Los judíos, rodeándolo, le preguntaban:

«¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente».

Jesús les respondió:

«Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano.

Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».

 

Palabra del Señor

 

1.  Cuando se trata de cargos o tareas civiles (políticas, sociales, de enseñanza...), cada cual se autentifica por los títulos, documentos, nombramientos  y otros papeles que puede enseñar a quien se los pida.

Cuando se trata de actuar en nombre de Dios y para representar a Dios, no hay más credenciales que la propia vida, la vida que uno lleva, las obras que hace y los frutos que produce.  Por eso dice Jesús: Las obras que yo hago, dan testimonio de mí.

 

2.  En la cultura antigua se decía que la coordinación entre ergon (tarea, obra) y lógos (palabra) expresa la unidad y armonía de la persona (Jenofonte, Epicteto, Edo 3, 8; 4 Mac 5, 38; Josefo).

Cuando una persona habla defendiendo unas creencias y se comporta al revés de lo que dice,  - ¿qué credibilidad puede tener para que la gente acepte su enseñanza?  Y tiene que ser así.

Porque las verdaderas convicciones de una persona se manifiestan en lo que hace (cómo vive, lo que hace, cómo lo hace...), no en lo que dice.

 

3.  De lo dicho se sigue una consecuencia fuerte: la predicación religiosa tendría que plantearse de forma que el predicador se dedicara y se limitara a explicar su propia vida. O sea, decirle a la gente, en catequesis, homilías y sermones:

"Mirad, yo vivo así y hago lo que hago porque creo en el Evangelio y lo he tomado en serio.”

Solo así se podría asegurar y garantizar la unidad y armonía entre el lógos (la palabra) y el ergon (la tarea y la conducta). Eso es lo que hizo Jesús. Dar un testimonio de su vida.

En realidad, el Sermón del Monte no fue sino una explicación de lo que Jesús hacía y de cómo vivía. No se trata de ser ingenuamente vanidoso, hablando uno de sí mismo. Se trata de que la propia vida sea una transparencia del Evangelio, en el que está patente lo mismo la grandeza de Jesús que la pequeñez de publicanos y pecadores. Jesús transmitió conocimientos, que fueron la explicación de su propia vida.

 

San Atanasio de Alejandría

 



Nació en Egipto, Alejandría, en el año 295. Estudió derecho y teología. Se retiró por algún tiempo a la vida solitaria, haciendo amistad con los ermitaños del desierto. Regresando a la ciudad, se dedicó totalmente al servicio de Dios.

En su tiempo, Arrio, clérigo de Alejandría, propagaba la herejía de que Cristo no era Dios por naturaleza. Para enfrentarlo se celebró el primero de los ecuménicos, en Nicea, ciudad del Asia Menor. Atanasio, que era entonces diácono, acompañó a este concilio a Alejandro, obispo de Alejandría. Con doctrina recta y gran valor sostuvo la verdad católica y refutó a los herejes. El concilió excomulgó a Arrio y condenó su doctrina arriana.

Pocos meses después de terminado el concilio murió san Alejandro y Atanasio fue elegido patriarca de Alejandría. Los arrianos no dejaron de perseguirlo hasta que lo desterraron de la ciudad e incluso de Oriente. Cuando la autoridad civil quiso obligarlo a que recibiera de nuevo a Arrio en la Iglesia a Arrio a pesar de que este se mantenía en la herejía, Atanasio, cumpliendo con gran valor su deber, rechazó tal propuesta y perseveró en su negativa, a pesar de que el emperador Constantino, en 336, lo desterró a Tréveris.

Durante dos años permaneció Atanasio en esta ciudad, al cabo de los cuales, al morir Constantino, pudo regresar a Alejandría entre el júbilo de la población. Inmediatamente renovó con energía la lucha contra los arrianos y por segunda vez, en 342, sufrió el destierro que lo condujo a Roma.

Ocho años más tarde se encontraba de nuevo en Alejandría con la satisfacción de haber mantenido en alto la verdad de la doctrina católica. Pero sus adversarios enviaron un batallón para prenderlo. Providencialmente, Atanasio logró escapar y refugiarse en el desierto de Egipto, donde le dieron asilo durante seis años los anacoretas, hasta que pudo volver a reintegrarse a su sede episcopal; pero a los cuatros meses tuvo que huir de nuevo. Después de un cuarto retorno, se vio obligado, en el año 362, a huir por quinta vez. Finalmente, pasada aquella furia, pudo vivir en paz en su sede.

Falleció el 2 de mayo del año 373. Escribió numerosas obras.

 

sábado, 29 de abril de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 1 – DE MAYO – LUNES – 4 - SEMANA DE PASCUA – A San José Obrero

 

 

 


1 – DE MAYO – LUNES –

4 - SEMANA DE PASCUA – A

San José Obrero

Memoria libre

 

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (11,1-18): 

En aquellos días, los apóstoles y los hermanos de Judea se enteraron de que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. Cuando Pedro subió a Jerusalén, los de la circuncisión le dijeron en son de reproche:

«Has entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos».

Pedro entonces comenzó a exponerles los hechos por su orden, diciendo:

«Estaba yo orando en la ciudad de Jafa, cuando tuve en éxtasis una visión: una especie de recipiente que bajaba, semejante a un gran lienzo que era descolgado del cielo sostenido por los cuatro extremos, hasta donde yo estaba. Miré dentro y vi cuadrúpedos de la tierra, fieras, reptiles y pájaros del cielo.

Luego oí una voz que me decía:

“Levántate, Pedro, mata y come”.

Yo respondí:

«De ningún modo, Señor, pues nunca entró en mi boca cosa profana o impura”.

Pero la voz del cielo habló de nuevo:

«Lo que Dios ha purificado, tú no lo consideres profano”.

Esto sucedió hasta tres veces, y de un tirón lo subieron todo de nuevo al cielo.

En aquel preciso momento llegaron a la casa donde estábamos tres hombres enviados desde Cesarea en busca mía. Entonces el Espíritu me dijo que me fuera con ellos sin dudar. Me acompañaron estos seis hermanos, y entramos en casa de aquel hombre.

Él nos contó que había visto en su casa al ángel que, en pie, le decía:

“Manda recado a Jafa y haz venir a Simón, llamado Pedro; él te dirá palabras que traerán la salvación a ti y a tu casa”.

En cuanto empecé a hablar, bajó sobre ellos el Espíritu Santo, igual que había bajado sobre nosotros al principio; entonces me acordé de lo que el Señor había dicho:

“Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo”.

Pues, si Dios les ha dado a ellos el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para oponerme a Dios?».

Oyendo esto, se calmaron y alabaron a Dios diciendo:

«Así pues, también a los gentiles les ha otorgado Dios la conversión que lleva a la vida».

Palabra de Dios

 

Salmo: 41,2-3;42,3.4

 

R/. Mi alma tiene sed de ti, Dios vivo

Como busca la cierva corrientes de agua,

así mi alma te busca a ti, Dios mío;

mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo:

¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios? R/.

Envía tu luz y tu verdad:

que ellas me guíen

y me conduzcan hasta tu monte santo,

hasta tu morada. R/.

Me acercaré al altar de Dios,

al Dios de mi alegría,

y te daré gracias al son de la cítara,

Dios, Dios mío. R/.

 

     Lectura del santo evangelio según san Juan10,11-18

 

      En aquel tiempo, dijo Jesús:

     «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.

    Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.

    Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre».

 

Palabra del Señor.

 

1.  La simple lectura de este texto sugiere una reflexión lógica y elemental: si uno ve una casa en la que quienes entran y salen de ella no lo hacen por la puerta, sino que saltan por las ventanas y los balcones, cualquiera que presencie una cosa tan rara, pensará que los que así entran y salen de la casa son ladrones o están locos de remate. No usar la puerta en una casa rompe la lógica de la normalidad y nos mete de lleno en lo extravagante.

Pues bien, Jesús dice:

"Yo soy la puerta".

Quien no entra por esta puerta, es decir quien no se ajusta a la vida de Jesús, a su Evangelio, - ¿Qué busca en la comunidad cristiana o en la Iglesia?  - ¿No parecemos, muchas veces, gente extraña?

 

2.  Pero también aquí tropezamos con una dificultad inevitable: si para la salvación no hay más puerta que Jesús, - ¿no es eso condenar a la gran mayoría de la humanidad?   - ¿No es eso tanto como

despreciar a quienes tienen otras creencias o han nacido en otras culturas con sus religiones?

Jesús termina diciendo: Yo he venido para que tengan vida. En los evangelios no consta que Jesús fundara una religión. Lo que Jesús quiso es que todos tengamos vida. Una vida plenamente humana y feliz.

Jesús es la puerta, el acceso, a todas las religiones o proyectos de vida que hacen que este mundo sea más humano y más habitable. Por eso, y solo por eso, Jesús puede ser el acceso a la plenitud total de la vida.

 

San José Obrero

Memoria libre

 




San José, obrero

 Fiesta instituida por Pío XII el 1 de mayo de 1955, para que –como dijo el mismo Papa a los obreros reunidos aquel día en la Plaza de San Pedro– «el humilde obrero de Nazaret, además de encarnar delante de Dios y de la Iglesia la dignidad del obrero manual sea también vuestro próvido guardián y el de vuestras familias».

 

     Aunque el día de san José, esposo de la Virgen, se celebra el 19 de marzo, lo cierto es que el primer día de mayo conmemoramos también a san José, el padre de Jesús, esta vez bajo la advocación de “Obrero”, en una fiesta cuya historia es relativamente reciente.

     El 1 de mayo es celebrado en gran parte del mundo como el Día Internacional de los Trabajadores, una jornada que surge en el ámbito civil, pues el primero de mayo de 1886 se inició en Chicago el movimiento obrero que lograría la consecución de la jornada de ocho horas.

     Poco después, en 1891, el papa León XIII publicaría su famosa encíclica Rerum Novarum, en la que ahondaría en los problemas que la Revolución Industrial había traído consigo, abogando por la justicia social y los derechos de los trabajadores para asociarse en sindicatos.

     Sería el papa Pío XII quien, en 1955, ahondando en la Doctrina Social de la Iglesia, propondría cristianizar la fiesta del trabajo «con la atención de que todos reconozcan la dignidad del trabajo y que ella inspire la vida social y las leyes fundadas sobre la equitativa repartición de derechos y de deberes».

     «El humilde obrero de Nazaret –afirmaba el Papa en el discurso de institución de la fiesta– no solo encarna, delante de Dios y de la Iglesia, la dignidad del obrero manual, sino que es también el próvido guardián de vosotros y de vuestras familias».

     Por su parte, San Juan Pablo II en su encíclica a los trabajadores “Laborem exercens” destacó que “mediante el trabajo el hombre no sólo transforma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre, es más, en un cierto sentido ‘se hace más hombre’”.

 

viernes, 28 de abril de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 30 – DE ABRIL – DOMINGO – 4 - SEMANA DE PASCUA – A San José Benito Cottolengo

 

 

 


30 – DE ABRIL – DOMINGO –

4 - SEMANA DE PASCUA – A

San José Benito Cottolengo

 

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (2,14a.36-41)

EL día de Pentecostés Pedro, poniéndose en pie junto a los Once, levantó su voz y declaró:

«Con toda seguridad conozca toda la casa de Israel que, al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías».

Al oír esto, se les traspasó el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles:

«¿Qué tenemos que hacer, hermanos?»

Pedro les contestó:

«Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús, el Mesías, para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos, y para los que están lejos, para cuantos llamare a sí el Señor Dios nuestro».

Con estas y otras muchas razones dio testimonio y los exhortaba diciendo:

«Salvaos de esta generación perversa».

Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día fueron agregadas unas tres mil personas.

 

Sal 22,1-3a.3b-4.5

 

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta

 

El Señor es mi pastor, nada me falta:

en verdes praderas me hace recostar;

me conduce hacia fuentes tranquilas

y repara mis fuerzas. R/.

 

Me guía por el sendero justo,

por el honor de su nombre.

Aunque camine por cañadas oscuras,

nada temo, porque tú vas conmigo:

tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.

 

Preparas una mesa ante mi,

enfrente de mis enemigos;

me unges la cabeza con perfume,

y mi copa rebosa. R/.

 

Tu bondad y tu misericordia me acompañan

todos los días de mi vida,

y habitaré en la casa del Señor

por años sin término. R/.

 

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (2,20-25):

Queridos hermanos:

Que aguantéis cuando sufrís por hacer el bien, eso es una gracia de parte de Dios. Pues para esto habéis sido llamados, porque también Cristo padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas.

Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca.

Él no devolvía el insulto cuando lo insultaban; sufriendo no profería amenazas; sino que se entregaba al que juzga rectamente.

Él llevó nuestros pecados en su cuerpo hasta el leño, para que, muertos a los pecados, vivamos para la justicia.

Con sus heridas fuisteis curados. Pues andabais errantes como ovejas, pero ahora os habéis convertido al pastor y guardián de vuestras almas.

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (10,1-10):

En aquel tiempo, dijo Jesús:

«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera.

Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».

Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:

«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.

Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.

El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».

 

Palabra del Señor.

 

Señor, Mesías, modelo, puerta del aprisco.    

 


 

Nota previa sobre las lecturas de los domingos 4º a 7º de Pascua          

 

Las lecturas de estos cuatro domingos pretenden prepararnos a las dos grandes fiestas de la Ascensión y Pentecostés tratando tres temas.

 

1. La iglesia (1ª lecturade los Hechos de los Apóstoles). Se describe el aumento de la comunidad (4º domingo), la institución de los diáconos (5º), el don del Espíritu en Samaria (6º), y cómo la comunidad se prepara para Pentecostés (7º). Adviértase la enorme importancia del Espíritu en estas lecturas.

 

2. Vivir cristianamente en un mundo hostil (2ª lecturade la Primera carta de Pedro). Los primeros cristianos sufrieron persecuciones de todo tipo, como las que padecen algunas comunidades actuales. La primera carta de Pedro nos recuerda el ejemplo de Jesús, que debemos imitar (4º); la propia dignidad, a pesar de lo que digan de nosotros (5º); la actitud que debemos adoptar ante las calumnias (6º), y los ultrajes (7º).

 

            3. Jesús (evangelioJuan). Los pasajes elegidos constituyen una gran catequesis sobre la persona de Jesús: es el pastor y la puerta (4º); camino, verdad y vida (5º); el que vive junto al Padre y con nosotros (6º); el que ora e intercede por nosotros (7º).

 

Jesús, puerta del aprisco

 

…dijo Jesús:

-«Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas.

… y añadió Jesús: 

-«Os aseguro que …Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.»

 

            El autor del cuarto evangelio disfruta tendiendo trampas al lector. Al principio, todo parece muy sencillo. Un redil, con su cerca y su guarda. Se aproxima uno que no entra por la puerta ni habla con el guarda, sino que salta la valla: es un ladrón. En cambio, el pastor llega al rebaño, habla con el guarda, le abre la puerta, llama a las ovejas, ellas lo siguen y las saca a pastar. Lo entienden hasta los niños.

Sin embargo, inmediatamente después añade el evangelista: “ellos no entendieron de qué les hablaba”. Muchos lectores actuales pensarán: “son tontos, está clarísimo, habla de Jesús como buen pastor”. Y se equivocan. Eso es verdad a partir del versículo 11, donde Jesús dice expresamente: “Yo soy el buen pastor”. Pero en el texto que se lee hoy, el inmediatamente anterior (Juan 10,1-10), Jesús se aplica una imagen muy distinta: no se presenta como el buen pastor sino como la puerta por la que deben entrar todos los pastores (“yo soy la puerta del redil”).

Con ese radicalismo típico del cuarto evangelio, se afirma que todos los personajes anteriores a Jesús, al no entrar por él, que es la puerta, no eran en realidad pastores, sino ladrones y bandidos, que sólo pretenden “robar y matar y hacer estrago”.

Resuenan en estas duras palabras un eco de lo que denunciaba el profeta Ezequiel en los pastores (los reyes) de Israel: en vez de apacentar a las ovejas (al pueblo) se apacienta a sí mismos, se comen su enjundia, se visten con su lana, no curan las enfermas, no vendan las heridas, no recogen las descarriadas ni buscan las perdidas; por culpa de esos malos pastores que no cumplían con su deber, Israel terminó en el destierro (Ez 34).

La consecuencia lógica sería presentar a Jesús como buen pastor que da la vida por sus ovejas. Pero eso vendrá más adelante, no se lee hoy. En lo que sigue, Jesús se presenta como la puerta por la que el rebaño puede salir para tener buenos pastos y vida abundante.

En este momento cabría esperar una referencia a la obligación de los pastores, los responsables de la comunidad cristiana, a entrar y salir por la puerta del rebaño: Jesús. Todo contacto que no se establezca a través de él es propio de bandidos y está condenado al fracaso (“las ovejas no les hicieron caso”). Aunque el texto no formula de manera expresa esta obligación, se deduce de él fácilmente.

En realidad, esta parte del discurso termina dirigiéndose no a los pastores sino al rebaño, recordándole que “quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”.

Ya que es frecuente culpar a los pastores de los males de la iglesia, al rebaño le conviene recordar que siempre dispone de una puerta por la que salvarse y tener vida abundante.

 

Cristianos perseguidos

 

La segunda lectura recuerda a los cristianos perseguidos y condenados injustamente que ese mismo fue el destino de Jesús, y que lo aceptó sin devolver insultos ni amenazas. En ese contexto lo presenta como modelo con unas palabras espléndidas:

“Cristo padeció su pasión por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas”.

Al final de esta lectura encontramos la imagen de Jesús como buen pastor (“Andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas”.). Como he indicado, no es lo esencial del evangelio.

 

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 2, 20b-25

 

Queridos hermanos: Si, obrando el bien, soportáis el sufrimiento, hacéis una cosa hermosa ante Dios. Pues para esto habéis sido llamados, ya que también Cristo padeció su pasión por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas.

Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando lo insultaban, no devolvía el insulto; en su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga justamente. 

Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas nos han curado. 

Andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas.

 

Reflexión final

            Las lecturas nos ofrecen cuatro títulos de Jesús: que es Señor y Mesías lo dice Pedro en el libro de los Hechos (1ª lectura); modelo a la hora de soportar el sufrimiento, la 1ª carta de Pedro (2ª lectura); puerta del aprisco se lo aplica a sí mismo Jesús en el evangelio de Juan. En resumen, una catequesis sobre lo que Jesús significó para los primeros cristianos y lo que debe seguir significando para nosotros.

Cuatro imágenes tan distintas de Jesús son demasiada materia para una homilía. Puesto a elegir, me quedaría con la de modelo en los momentos difíciles de la vida y como puerta por la que se puede entrar a un lugar seguro y salir en busca de buenos pastos.

San José Benito Cottolengo

 




En Chieri, cerca de Turín, en el Piamonte, san José Benito Cottolengo (Giusseppe Benedetto Cottolengo), presbítero, que, confiando solamente en el auxilio de la Divina Providencia, abrió una casa para acoger a toda clase de pobres, enfermos y abandonados.

 

Vida de San José Benito Cottolengo

 

Pío IX la llamaba “la Casa del Milagro”. El canónico Cottolengo, cuando las autoridades le ordenaron cerrar la primera fase, ya repleta de enfermos, como medida de precaución al estallar la epidemia de cólera en 1831, cargó sus pocas cosas en un burro, y en compañía de dos Hermanas salió de la ciudad de Turín, hacia un lugar llamado Valdocco. En la puerta de una vieja casona leyó: “Taberna del Brentatore”. La volteó y escribió: “Pequeña Casa de la Divina Providencia”. Pocos días antes le había dicho al canónigo Valletti con sencillez campesina: “Señor Rector, siempre he oído decir que para que los repollos produzcan más y mejor tienen que ser trasplantados.

 

La “Divine Providencia” será, pues, trasplantada y se convertirá en un gran repollo...”.

José Cottolengo nació en Bra, un pueblo al norte de Italia. Fue el mayor de doce hermanos, y estudió con mucho provecho hasta conseguir el diploma de teología en Turín.

Después fue coadjutor en Corneliano de Alba, en donde celebraba la Misa de las tres de la mañana para que los campesinos pudieran asistir antes de ir a trabajar. Les decía: “La cosecha será mejor con la bendición de Dios”. Luego fue nombrado canónigo en Turín. Aquí tuvo que asistir, impotente, a la muerte de una mujer, rodeada de sus hijos que lloraban, y a la que se le habían negado los auxilios más urgentes, porque era sumamente pobre. Entonces José Cottolengo vendió todo lo que tenía, hasta su manto, alquiló un par de piezas y comenzó así su obra bienhechora, ofreciendo albergue gratuito a una anciana paralítica.

A la mujer que le confesaba que no tenía ni un centavo para pagar el mercado, le dijo: “No importa, todo lo pagará la Divina Providencia”. Después del traslado a Valdoceo, la Pequeña Casa se amplió enormemente y tomó forma ese prodigio diario de la ciudad del amor y de la caridad que hoy el mundo conoce y admire con el nombre de “Cottolengo”. Dentro de esos muros, construidos por la fe, está la serene laboriosidad de una república modelo, que le habría gustado al mismo Platón.

La palabra “minusválido” aquí no tiene sentido. Todos son “buenos hijos” y para todos hay un trabajo adecuado que ocupa la jornada y hace más sabroso el pan cotidiano.

Les decía a las Hermanas: “Su caridad debe expresarse con tanta gracia que conquiste los corazones. Sean como un buen plato que se sirve a la mesa, ante el cual uno se alegra”. Pero su buena salud no resistió por mucho tiempo al duro trabajo. “El asno no quiere caminar” comentaba bonachonamente. En el lecho de muerte invitó por última vez a sus hijos a dar gracias con él a la Providencia. Sus últimas palabras fueron: “In domum Domini íbimus” (Vamos a la casa del Señor). Era el 30 de abril de 1842.

 

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