27 – DE ABRIL
– JUEVES –
3 - SEMANA DE
PASCUA – A
SAN PEDRO DE ARMENGOL
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (8,26-40):
EN aquellos días, un ángel del Señor habló a Felipe y le dijo:
«Levántate y marcha hacia el sur, por el camino de Jerusalén a Gaza, que está
desierto».
Se levantó, se puso en camino y, de pronto, vio venir a un etíope; era un
eunuco, ministro de Candaces, reina de Etiopía e intendente del tesoro, que
había ido a Jerusalén para adorar. Iba de vuelta, sentado en su carroza,
leyendo al profeta Isaías.
El Espíritu dijo a Felipe:
«Acércate y pégate a la carroza».
Felipe se acercó corriendo, le oyó leer el profeta Isaías, y le preguntó:
«¿Entiendes lo que estás leyendo?».
Contestó:
«Y cómo voy a entenderlo si nadie me guía?».
E invitó a Felipe a subir y a sentarse con él. El pasaje de la Escritura
que estaba leyendo era este:
«Como cordero fue llevado al matadero, como oveja muda ante el esquilador,
así no abre su boca.
En su humillación no
se le hizo justicia.
¿Quién podrá contar su descendencia?
Pues su vida ha sido arrancada de la tierra».
El eunuco preguntó a Felipe:
«Por favor, ¿de quién dice esto el profeta?; ¿de él mismo o de otro?».
Felipe se puso a hablarle y, tomando píe de este pasaje, le anunció la
Buena Nueva de Jesús. Continuando el camino, llegaron a un sitio donde había
agua, y dijo el eunuco:
«Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?».
Mandó parar la carroza, bajaron los dos al agua, Felipe y el eunuco, y lo
bautizó. Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe.
El eunuco no volvió a verlo, y siguió su camino lleno de alegría.
Felipe se encontró en
Azoto y fue anunciando la Buena Nueva en todos los poblados hasta que llegó a
Cesarea.
Palabra de Dios
Salmo: 65,8-9.16-17.20
R/. Aclamad al Señor, tierra entera
Bendecid, pueblos, a nuestro Dios,
haced resonar sus
alabanzas,
porque él nos ha
devuelto la vida
y no dejó que
tropezaran nuestros pies. R/.
Los que teméis a Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha
hecho conmigo:
a él gritó mi boca
y lo ensalzó mi
lengua. R/.
Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica
ni me retiró su
favor. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan (6,44-51):
EN aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado, Y yo lo
resucitaré en el último día.
Está escrito en los profetas:
“Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende,
viene a mí.
No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios:
ese ha visto al Padre.
En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de la vida.
Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan
que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá
para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo».
Palabra del Señor
1. Para empezar a entender este texto, se ha de tener en cuenta,
ante todo, la diferencia radical que Jesús establece entre "lo
trascendente" (Dios) y "lo inmanente" (el ser
humano). Por eso Jesús afirma que "nadie ha visto a Dios"
Jn 6, 46; 1,18).
0 sea, Dios no es, ni puede ser, objeto de nuestro conocimiento. Los
humanos no podemos conocer si no es "objetivando" (haciéndonos
una imagen, una idea, una representación...) todo lo que entra en nuestra
cabeza. Pero Dios no es un "objeto". Todo lo
que entra en el campo inmanente de nuestro conocimiento se "objetiva"
(Paul Ricoeur).
Por eso lo podemos conocer.
2. Lo que nosotros podemos conocer de Dios son las
"representaciones" de Él que nos presentan las religiones.
En el cristianismo, la "imagen de Dios" (Col 1, 15), la
"representación de Dios" (Heb 1, 3), el "conocimiento de
Dios" (Mt 11, 27) está en Jesús.
Sabemos de Dios y encontramos a Dios en Jesús. Por eso, solo el Padre es
quien puede "traer" a los humanos a Jesús (Jn 6, 44).
3. Pero lo sorprendente y lo genial está en que esa
"representación", esa "imagen" y ese
"conocimiento" de Dios lo encontramos en un ser humano, Jesús.
Y, en cuanto que Jesús es la realización plena de lo humano, resulta que es en
lo verdaderamente humano donde vemos a Dios y encontramos a Dios.
Así, se entiende la extraña afirmación: "El pan que yo daré es mi
carne".
En lo más humano de Jesús encontramos lo más divino, la idea de Dios, la
experiencia de Dios, lo que Dios quiere de nosotros.
SAN
PEDRO DE ARMENGOL
Pedro Armengol,
emparentado con los condes de Urgel, vino al mundo en la Guardia dels Prats
(Tarragona), a mediados del siglo XIII. Transcurridas la niñez y la
adolescencia en la quieta honradez de la familia y apenas traspasado el umbral
de la juventud, Pedro Armengol se vio arrastrado por las malas compañías al
precipicio de la vida disoluta y criminal del bandolero. En un encuentro
con gente de armas enviada por Jaime I a limpiar de maleantes la zona por donde
debía transitar la comitiva real, el libertino Pedro se encontró, espada en
mano frente a frente con su propio padre Arnaldo.
La providencial
circunstancia hizo que Pedro depusiera las armas ante su progenitor, le pidiera
perdón y decidiera, con férrea voluntad, cambiar de vida. El prestigio del
padre libró al hijo del castigo merecido, y Pedro Armengol pidió a los frailes
de la Merced que lo recibieran en la Orden, pues quería dedicar el resto de su
vida a la obra de misericordia de la redención de cautivos, a fin de que
el Señor usara con él de su infinita misericordia.
Recibido en la
Merced, pudo ir dos veces a tierra de moros a desempeñar el ministerio de la
redención. En el segundo viaje en Bugía, el año 1266, se quedó en rehén por
algunos cautivos. Más no llegando a tiempo el dinero del rescate por el que se
había quedado en prenda, fue colgado de una horca, en la que por singular
protección de María se mantuvo indemne. Y vivo lo encontró fray Guillermo de
Florencia cuando llegó, al día siguiente del ahorcamiento, con el dinero
pactado. Como secuela de su martirio Pedro quedó con el cuello torcido para el
resto de su vida. De regreso a España vivió durante casi cuarenta años retirado
en el convento de Santa María del Prats, donde murió santamente el 27 de Abril
del año 1304.
Canonización
En fechas de 23 y
28 de marzo de 1866 el papa Inocencio XI confirma la sentencia de culto
inmemorial de Pedro Armengol.
En 25 de enero y
3 de febrero de 1687 se concede a la Orden poder celebrar la misa y recitar el
oficio del común de mártir en honor del beato Pedro Armengol.
Con fechas de 25
de septiembre y 14 de octubre de 1688 su nombre es introducido en el
martirologio como beato.
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