domingo, 30 de abril de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 2 – DE MAYO – MARTES – 4 - SEMANA DE PASCUA – A San Atanasio de Alejandría

 


 

2 – DE MAYO – MARTES –

4 - SEMANA DE PASCUA – A

San Atanasio de Alejandría

 

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (11,19-26):

En aquellos días, los que se habían dispersado en la persecución provocada por lo de Esteban llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin predicar la palabra más que a los judíos. Pero algunos, naturales de Chipre y de Cirene, al llegar a Antioquía, se pusieron a hablar también a los griegos, anunciándoles la Buena Nueva del Señor Jesús. Como la mano del Señor estaba con ellos, gran número creyó y se convirtió al Señor.

Llegó la noticia a oídos de la Iglesia de Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquía; al llegar y ver la acción de la gracia de Dios, se alegró y exhortaba a todos a seguir unidos al Señor con todo empeño, porque era un hombre bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe. Y una multitud considerable se adhirió al Señor.

Bernabé salió para Tarso en busca de Saulo; cuando lo encontró, se lo llevó a Antioquía. Durante todo un año estuvieron juntos en aquella Iglesia e instruyeron a muchos. Fue en Antioquía donde por primera vez los discípulos fueron llamados cristianos.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 86,1-3.4-5.6-7

 

R/. Alabad al Señor, todas las naciones

Él la ha cimentado sobre el monte santo;

y el Señor prefiere las puertas de Sión

a todas las moradas de Jacob.

¡Qué pregón tan glorioso para ti,

ciudad de Dios! R/.

«Contaré a Egipto y a Babilonia

entre mis fieles;

filisteos, tirios y etíopes

han nacido allí».

Se dirá de Sión: «Uno por uno

o dos han nacido en ella;

el Altísimo en persona la ha fundado». R/.

El Señor escribirá en el registro de los pueblos:

«Éste ha nacido allí».

Y cantarán mientras danzan:

«Todas mis fuentes están en ti». R/.

 

Lectura del evangelio según san Juan (10,22-30):

Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón.

Los judíos, rodeándolo, le preguntaban:

«¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente».

Jesús les respondió:

«Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano.

Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».

 

Palabra del Señor

 

1.  Cuando se trata de cargos o tareas civiles (políticas, sociales, de enseñanza...), cada cual se autentifica por los títulos, documentos, nombramientos  y otros papeles que puede enseñar a quien se los pida.

Cuando se trata de actuar en nombre de Dios y para representar a Dios, no hay más credenciales que la propia vida, la vida que uno lleva, las obras que hace y los frutos que produce.  Por eso dice Jesús: Las obras que yo hago, dan testimonio de mí.

 

2.  En la cultura antigua se decía que la coordinación entre ergon (tarea, obra) y lógos (palabra) expresa la unidad y armonía de la persona (Jenofonte, Epicteto, Edo 3, 8; 4 Mac 5, 38; Josefo).

Cuando una persona habla defendiendo unas creencias y se comporta al revés de lo que dice,  - ¿qué credibilidad puede tener para que la gente acepte su enseñanza?  Y tiene que ser así.

Porque las verdaderas convicciones de una persona se manifiestan en lo que hace (cómo vive, lo que hace, cómo lo hace...), no en lo que dice.

 

3.  De lo dicho se sigue una consecuencia fuerte: la predicación religiosa tendría que plantearse de forma que el predicador se dedicara y se limitara a explicar su propia vida. O sea, decirle a la gente, en catequesis, homilías y sermones:

"Mirad, yo vivo así y hago lo que hago porque creo en el Evangelio y lo he tomado en serio.”

Solo así se podría asegurar y garantizar la unidad y armonía entre el lógos (la palabra) y el ergon (la tarea y la conducta). Eso es lo que hizo Jesús. Dar un testimonio de su vida.

En realidad, el Sermón del Monte no fue sino una explicación de lo que Jesús hacía y de cómo vivía. No se trata de ser ingenuamente vanidoso, hablando uno de sí mismo. Se trata de que la propia vida sea una transparencia del Evangelio, en el que está patente lo mismo la grandeza de Jesús que la pequeñez de publicanos y pecadores. Jesús transmitió conocimientos, que fueron la explicación de su propia vida.

 

San Atanasio de Alejandría

 



Nació en Egipto, Alejandría, en el año 295. Estudió derecho y teología. Se retiró por algún tiempo a la vida solitaria, haciendo amistad con los ermitaños del desierto. Regresando a la ciudad, se dedicó totalmente al servicio de Dios.

En su tiempo, Arrio, clérigo de Alejandría, propagaba la herejía de que Cristo no era Dios por naturaleza. Para enfrentarlo se celebró el primero de los ecuménicos, en Nicea, ciudad del Asia Menor. Atanasio, que era entonces diácono, acompañó a este concilio a Alejandro, obispo de Alejandría. Con doctrina recta y gran valor sostuvo la verdad católica y refutó a los herejes. El concilió excomulgó a Arrio y condenó su doctrina arriana.

Pocos meses después de terminado el concilio murió san Alejandro y Atanasio fue elegido patriarca de Alejandría. Los arrianos no dejaron de perseguirlo hasta que lo desterraron de la ciudad e incluso de Oriente. Cuando la autoridad civil quiso obligarlo a que recibiera de nuevo a Arrio en la Iglesia a Arrio a pesar de que este se mantenía en la herejía, Atanasio, cumpliendo con gran valor su deber, rechazó tal propuesta y perseveró en su negativa, a pesar de que el emperador Constantino, en 336, lo desterró a Tréveris.

Durante dos años permaneció Atanasio en esta ciudad, al cabo de los cuales, al morir Constantino, pudo regresar a Alejandría entre el júbilo de la población. Inmediatamente renovó con energía la lucha contra los arrianos y por segunda vez, en 342, sufrió el destierro que lo condujo a Roma.

Ocho años más tarde se encontraba de nuevo en Alejandría con la satisfacción de haber mantenido en alto la verdad de la doctrina católica. Pero sus adversarios enviaron un batallón para prenderlo. Providencialmente, Atanasio logró escapar y refugiarse en el desierto de Egipto, donde le dieron asilo durante seis años los anacoretas, hasta que pudo volver a reintegrarse a su sede episcopal; pero a los cuatros meses tuvo que huir de nuevo. Después de un cuarto retorno, se vio obligado, en el año 362, a huir por quinta vez. Finalmente, pasada aquella furia, pudo vivir en paz en su sede.

Falleció el 2 de mayo del año 373. Escribió numerosas obras.

 

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