22 – DE ABRIL
– SÁBADO –
2 - SEMANA DE
PASCUA – A
Papas y Mártires
Lectura del
libro de los Hechos de los apóstoles (6,1-7):
En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua
griega se quejaron contra los de lengua hebrea, porque en el servicio diario no
se atendía a sus viudas.
Los Doce,
convocando a la asamblea de los discípulos, dijeron:
«No nos parece
bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos del servicio de las mesas. Por
tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de
espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea; nosotros nos
dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra».
La propuesta les
pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu
Santo; a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de
Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos
orando.
La palabra de Dios iba creciendo y en
Jerusalén se multiplicaba el número de discípulos; incluso muchos sacerdotes
aceptaban la fe.
Palabra de Dios
Salmo:
32,1-2.4-5.18-19
R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos
de ti
Aclamad, justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos.
Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez
cuerdas. R/.
La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/.
Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.
Lectura del
santo evangelio según san Juan (6,16-21):
Al oscurecer, los discípulos de Jesús bajaron al mar, embarcaron y empezaron
la travesía hacia Cafarnaún. Era ya noche cerrada, y todavía Jesús no los había
alcanzado; soplaba un viento fuerte, y el lago se iba encrespando. Habían
remado unos veinticinco o treinta estadios, cuando vieron a Jesús que se
acercaba a la barca, caminando sobre el mar, y se asustaron.
Pero él les dijo:
«Soy yo, no
temáis».
Querían recogerlo
a bordo, pero la barca tocó tierra en seguida, en el sitio adonde iban.
Palabra del Señor
1. El
relato de la multiplicación de los panes termina diciendo que aquellas gentes,
entusiasmadas al ver que Jesús les había dado de comer en abundancia, quisieron
proclamarlo rey. Jesús no aceptó semejante propuesta: despidió a la gente, mandó
a los discípulos a la otra orilla del lago, lejos de aquella posible tentación,
y él se fue solo al monte, a orar. Jesús era un "hombre de Dios", no
un "hombre del poder", ni "hombre de fama" y, menos aún, un
"populista".
La profunda
humanidad de Jesús se alimentaba de su profunda espiritualidad.
2. Alejarse
del lugar del éxito, de la popularidad y del aplauso de la gente, resultó
difícil, como una noche oscura, en un mar encrespado y con viento contrario.
Así las cosas, lo que más sintieron fue el miedo, no la cercanía de Jesús que
los buscaba rápido, para alcanzarlos, con la ingravidez del que se desliza por
encima de las aguas agitadas.
3. La
palabra de Jesús: Soy yo, va acompañada de un mandato que siempre agrada:
No temáis.
La cercanía
de Jesús, la presencia de Jesús va siempre acompañada de una experiencia que
todos necesitamos y que tanto deseamos: liberarnos del miedo.
Son
demasiados los miedos que nos atenazan, nos
atormentan, nos avergüenzan. Miedos inconfesables, miedos que no podemos
superar. La presencia de Jesús se nota en la paz, la alegría y la ilusión que
va unida a la victoria sobre el miedo.
SAN SOTERO y SAN CAYO
Papas y Mártires
San Sotero y San Cayo
Papas y Mártires - (†175 y †296)
Tiempos nada fáciles los que le tocaron vivir
a San Sotero. Fue el sucesor en el pontificado del Papa Aniceto muerto el año
165. Había nacido en la Campania italiana, en Fondi y su padre se llamaba
Concordio.
Durante su pontificado se extendió la Iglesia
ya que él mismo ordenó a bastantes diáconos, sacerdotes y obispos. En el
terreno disciplinar dictó leyes sobre el lugar de las mujeres en la Iglesia y,
sobre todo, atajó con gran valentía las herejías que se cernían sobre la
Iglesia en aquellos tiempos iniciales del cristianismo.
En su tiempo se extendió la herejía de
Montano que propugnaba un exagerado rigorismo de costumbres. La penitencia más
rigurosa y la vida más perfecta debían practicarla todos los cristianos para no
caer en pecado, sobre todo si se trataba de pecados muy graves, ya que no se
les podían perdonar porque la Iglesia carecía de poder para ello. Esta doctrina
que después defenderían Tertualiano y, sobre todo, Novaciano, fue condenada por
la Iglesia en tiempos del Papa San Sotero. Él defendió la doctrina que siempre
se había predicado y defendido en la Iglesia desde Jesucristo, que para el
pecador arrepentido no hay pecado alguno, por grande que éste sea, que no se le
pueda conceder el perdón. Así desaparecía el clima de rigorismo y pesimismo que
atormentaba a los cristianos tan en contradicción con la doctrina del Evangelio
que es de amor, perdón, alegría y esperanza...
Otra característica de San Sotero fue su
ardiente caridad para con los necesitados. Él era todo para todos y quería que
se viviera de acuerdo con lo que los Hechos de los Apóstoles expresan de los
primeros cristianos, que «todo era común entre ellos» y que «todos eran un solo
corazón y una sola alma»... San Sotero pedía limosnas a las Iglesias más ricas
para distribuirlas entre las más pobres y se esforzaba «por tratar a todos con
palabras y obras como un padre trata a sus hijos». Durante su pontificado el
emperador Marco Aurelio (161-180), persiguió sañudamente a la Iglesia y durante
este tiempo hubo abundantes mártires, entre ellos el mismo Papa que parece que
murió mártir el 22 de Abril del 175.
San Cayo vivió un siglo más tarde y a pesar
de ello en la tradición cristiana han caminado siempre unidos ambos Santos
aunque nada tengan en común a no ser el haber muerto por Cristo y el haber sido
Obispos de Roma. Su vida va entretejida de bastantes leyendas y datos poco
dignos de fiar pero sabemos cierto que sucedió en el Pontificado al Papa San
Eutiquiano el año 283. La última persecución más violenta fue la de Valeriano.
Después casi todo el siglo II fue tiempo de paz y durante él la Iglesia quedó
robustecida fuertemente. San Cayo se aprovechó de esta paz y patrocinó, sobre
todo las dos escuelas célebres de Oriente: Alejandrina y Antioquena que tantos
y tan ilustres hijos produjeron. A pesar de esta paz relativa también hubo
algunos conatos de persecución y de hecho el mismo papa San Cayo pasó
temporadas oculto en las Catacumbas de San Calixto y desde allí alentaba a los
cristianos. Él, valiente, animaba a que fueran fieles a su fe en Jesucristo y
que por nada del mundo renegaran de ella. Si no estaban dispuestos a morir por
Jesucristo – les decía – que por lo menos perseveraran ocultos entregados a la
oración y buenas obras.
El año 283 empezó una nueva persecución
contra los cristianos decretada por Caro que, aunque no tan sangrienta como
otras anteriores, causó graves daños a la Iglesia, siendo muchos los hombres y
mujeres que derramaron generosamente su sangre por confesar a Jesucristo.
No son claras las noticias sobre el martirio
de San Cayo. Hay historiadores que afirman que murió mártir, otros que a causa
de las persecuciones y también quienes niegan que fuera mártir. Desde el siglo
IV se celebra este día. Murió el 296.
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