sábado, 8 de abril de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 10 – DE ABRIL – LUNES DE OCTAVA DE PASCUA – A San Miguel de los Santos

 

 

 


10 – DE ABRIL – LUNES

DE OCTAVA DE PASCUA – A

San Miguel de los Santos

 

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (2,14.22-33):

 

EL día de Pentecostés, Pedro, poniéndose en pie junto con los Once, levantó su voz y con toda solemnidad declaró:

«Judios y vecinos todos de Jerusalén, enteraos bien y escuchad atentamente mis palabras. Israelitas, escuchad estas palabras: a Jesús el Nazareno, varón acreditado por Dios ante vosotros con milagros, prodigios y signos que Dios realizó por medio de él, como vosotros sabéis, a este, entregado conforme el plan que Dios tenía establecido y provisto, lo matasteis, clavándolo a una cruz por manos de hombres inicuos. Pero Dios lo resucitó, librándolo de los dolores de la muerte, por cuanto no era posible que esta lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a el:

“Veía siempre al Señor delante de mí, pues está a mi derecha para que no vacile.

Por eso se me alegró el corazón, exultó mi lengua, y hasta mi carne descansará esperanzada.

Porque no me abandonarás en el lugar de los muertos, ni dejarás que tu Santo experimente corrupción.

     Me has enseñado senderos de vida, me saciarás de gozo con tu rostro”.

Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: el patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como era profeta y sabía que Dios “le había jurado con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo, previéndolo, habló de la resurrección del Mesías cuando dijo que “no lo abandonará en el lugar de los muertos” y que “su carne no experimentará corrupción”.

A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Exaltado, pues, por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, lo he derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo».

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 15,1b-2a y 5.7-8 9-10.11

 

R/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti

 

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

Yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios».

El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,

mi suerte está en tu mano. R/.

 

Bendeciré al Señor que me aconseja,

hasta de noche me instruye internamente.

Tengo siempre presente al Señor,

con él a mi derecha no vacilaré. R/.

 

Por eso se me alegra el corazón,

se gozan mis entrañas,

y mi carne descansa esperanzada.

Porque no me abandonarás en la región de los muertos

ni dejarás a tu fiel ver la corrupción. R/.

 

Me enseñarás el sendero de la vida,

me saciarás de gozo en tu presencia,

de alegría perpetua a tu derecha. R/.

 

Secuencia (Opcional)

 

Ofrezcan los cristianos

ofrendas de alabanza

a gloria de la Víctima

propicia de la Pascua.

 

Cordero sin pecado

que a las ovejas salva,

a Dios y a los culpables

unió con nueva alianza.

 

Lucharon vida y muerte

en singular batalla,

y, muerto el que es la Vida,

triunfante se levanta.

 

«¿Qué has visto de camino,

María, en la mañana?»

«A mi Señor glorioso,

la tumba abandonada,

los ángeles testigos,

sudarios y mortaja.

¡Resucitó de veras

mi amor y mi esperanza!

 

Venid a Galilea,

allí el Señor aguarda;

allí veréis los suyos

la gloria de la Pascua.»

 

Primicia de los muertos,

sabemos por tu gracia

que estás resucitado;

la muerte en ti no manda.

 

Rey vencedor, apiádate

de la miseria humana

y da a tus fieles parte

en tu victoria santa.

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (28,8-15):

 

EN aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos.

De pronto, Jesús salió al encuentro y les dijo:

«Alegraos».

Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él.

Jesús les dijo:

«No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».

Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles:

«Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernados, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros».

Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.

 

Palabra del Señor

 

1.  Una de las cosas que más llaman la atención, en los relatos de las apariciones del Resucitado, es la presencia destacada que en estos relatos tienen las mujeres. Ellas fueron las primeras para ir en busca de Jesús. Y a ellas fue a quienes primero se apareció.

El Jesús resucitado se nos muestra aún más humano que el Jesús terreno. En este relato hay que distinguir dos cosas:

 

1) La experiencia fundamental, que tuvieron aquellas mujeres, al constatar que Jesús no había sido derrotado y aniquilado por la muerte, sino que, por el contrario, la había vencido.

 

2) La "historia" del soborno de los guardias y la simplicidad del robo del cuerpo que supuestamente hicieron los discípulos.

 

Lo primero es lo que interesa y en lo que el evangelio de Mateo pone el acento. Lo del soborno de los guardias es seguramente una vulgar leyenda que se difundió en aquellos años en algunas comunidades cristianas.

 

2.  Los primeros testigos de la resurrección fueron mujeres. En este dato insisten los evangelios (Mt 28, 1.5-10; Mc 16, 1-8; Lc 24, 10-11; Jn 20, 1-2). Señal clara de que, entre las primeras comunidades de cristianos, se difundió la noticia de que, efectivamente, la resurrección de Jesús había puesto en evidencia la especial cercanía que las mujeres tuvieron con él. Y la acogida que Jesús les dio siempre a las mujeres. Y aquí es importante destacar que, si hoy esto nos llama la atención, en aquella sociedad tenía que resultar mucho más chocante. Porque entonces, y concretamente entre los judíos de entonces, la mujer estaba especialmente marginada y, en no pocas cosas, enteramente excluida.

 

3.  Todo esto nos indica, entre otras cosas, una que profundiza lo ya dicho:

Jesús, después de su resurrección, se comportaba (o era experimentado) como un ser "más humano" que antes de su muerte.

Precisamente cuando Jesús trasciende lo humano y accede a la condición divina, entonces es cuando se muestra más humano, más cercano, más entrañable.

¿Por qué?

Porque, en los criterios básicos del Evangelio, está el principio según el cual "lo más divino" se encuentra y se palpa en "lo más humano".

Porque, en Jesús, Dios se ha humanizado. De forma que en "lo humano" es donde vemos, tocamos y palpamos "lo divino" (Jn 1, 18; 14, 9; 8, 56-58).

 

San Miguel de los Santos



En Valladolid, ciudad de España, san Miguel de los Santos, presbítero de la Orden de la Santísima Trinidad, que se entregó por completo a obras de caridad y a la predicación de la palabra de Dios. (1625)

 

Nació un 29 de septiembre de 1591 en Vic (Barcelona, España), en el seno de una familia muy piadosa y siendo el séptimo de ocho hermanos.

Ingresa en el convento de los trinitarios calzados de Barcelona en 1603. En 1606 inicia el noviciado en San Lamberto (Zaragoza), profesando el 30 de septiembre de 1607.

Llevado por el espíritu de la reforma, se pasa a la descalcez. Toma el nuevo hábito en Oteiza, cerca de Pamplona. Realiza su segundo noviciado en Madrid y Alcalá de Henares, profesando en esta ciudad el 29 de enero de 1609.

Fue conventual en La Solana y Sevilla de 1609 a 1611. Estudió filosofía en Baeza desde 1611 a 1614, año que fue enviado a Salamanca a cursar la teología. Al cabo de un año regresó a Baeza, donde concluyó sus estudios teológicos. Desconocemos el lugar y fecha de su ordenación. Durante los siete años que reside en Baeza (1615-1622) ejerció de confesor, predicador y vicario. Finalmente es enviado a Valladolid en mayo de 1622, como ministro del convento, en donde fallece el 10 de abril de 1625, a los treinta y tres años.

Vivió su ideal cristiano en la descalcez trinitaria, con sencillez y rigurosa observancia. Destacó por su profundidad mística, mostrada, sobre todo, en su devoción al sacramento de la Eucaristía y en sus frecuentes éxtasis. Se distinguió también por la continua mortificación de su cuerpo y por una intensa vida de apostolado. Se le atribuye un breve tratado místico sobre la tranquilidad del alma. La Orden Trinitaria lo reconoce como patrón de la juventud trinitaria. Fue beatificado el 2 de mayo de 1779 y canonizado el 8 de junio de 1862, fecha en que, la Orden de la Santísima Trinidad, celebra su fiesta.

 

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