6 – DE ABRIL
–
JUEVES SANTO – A
"El
sentido litúrgico del día"
Lectura del libro del Éxodo (12.1-8.11-14):
En
aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:
«Este
mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer
mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: "El diez de este mes cada
uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es
demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta
completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo.
Será
un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta
el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer.
Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo
hayáis comido. Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin
fermentar y verduras amargas. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las
sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa,
porque es la Pascua, el paso del Señor.
Esta
noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos,
de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy
el Señor.
La
sangre será vuestra señal en las casas donde estéis: cuando vea la sangre,
pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a
Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta al
Señor, ley perpetua para todas las generaciones."»
Palabra de Dios
Salmo:115,12-13.15-16bc.17-18
R/. El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo
¿Cómo
pagaré al Señor
todo el bien que me ha
hecho?
Alzaré la copa de la
salvación,
invocando su nombre. R/.
Mucho
le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis
cadenas. R/.
Te
ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre,
Señor.
Cumpliré al Señor mis
votos
en presencia de todo el
pueblo. R/.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios
(11,23-26):
Yo
he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he
transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan
y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que
se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.» Lo mismo hizo con el
cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con
mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.» Por eso, cada
vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor,
hasta que vuelva.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san Juan (13,1-15)
Antes
de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de
este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los
amó hasta el extremo.
Estaban
cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de
Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en
sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita
el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se
pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se
había ceñido.
Llegó
a Simón Pedro, y éste le dijo:
«Señor,
¿lavarme los pies tú a mí?»
Jesús
le replicó:
«Lo
que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.»
Pedro
le dijo:
«No
me lavarás los pies jamás.»
Jesús
le contestó:
«Si
no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.»
Simón
Pedro le dijo:
«Señor,
no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.»
Jesús
le dijo:
«Uno
que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está
limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.»
Porque
sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios.»
Cuando
acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:
«¿Comprendéis
lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y
"el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el
Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a
otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros
también lo hagáis.»
Palabra del Señor
1. El relato del lavatorio de los pies no es solamente un
ejemplo de humildad y servicialidad que nos dejó Jesús. Además de eso, y mucho
más que eso, es la lección más elocuente y más tajante, que hay en los
evangelios, en cuanto se refiere a cómo debe gestionarse la Iglesia, la
comunidad cristiana, e incluso la convivencia en la sociedad.
Para comprender lo que esto representa, se ha de tener en cuenta que
este evangelio fue el último que se redactó. Y fue hacia el final del siglo
primero. Para entonces, las "iglesias" que había organizado
Pablo llevaban cerca de cincuenta años funcionando. Eran
"iglesias" en las que había esclavos (Col 3, 22-4, 1; Filem; cf. 1 Pe
2, 18-20; 3, 9. 14-17; 4, 16).
Y se sabe que uno de los deberes más frecuentes de los esclavos era lavar
los pies a sus amos y señores. A sabiendas de que el esclavo era
alguien "sin capacidad de decir "no" (Séneca,
De benef. 3, 19) (J. D. G. Dunn).
2. Así las cosas, es importante fijarse en que
todo el relato empieza con la grandiosidad de la misión que
Jesús había recibido de Dios. Y el mismo relato termina diciendo que el ser
humano más grandioso, que Dios ha enviado a este mundo, ese ser humano ha
venido para dar ejemplo a los humanos, no de poder, sino de esclavitud. Es
decir, vino a dar ejemplo "de alguien que pertenece a otro, no a sí
mismo" (Aristóteles, Po/it. I, 125a).
Por eso precisamente lo que hizo Jesús aquella noche no era fácil de
comprender. Y por eso también Pedro se resistía con firmeza a que Jesús hiciera con
él el oficio de esclavo.
3. En la primera carta de Pedro, se les dice a los responsables
(o dirigentes) de la Iglesia que "cuiden del rebaño", "no por
sacar dinero", en todo caso, jamás "tiranizando" a los que os
han sido confiados (5, 1-3).
Sin duda, había comunidades en las que ya no se cumplía la severa
advertencia de Jesús a los Doce de no querer nunca los
primeros puestos, ni gobernar con los jefes de las naciones y los tiranos de
este mundo (Mc 10, 42-45; Mt 20, 25-28; Lc 22, 24-27).
El Jueves Santo, "Día del amor fraterno", es ante todo el día en el
que la Iglesia recuerda que este mundo y esta Iglesia se
tienen que gobernar desde la posición del que se sitúa en la vida como servidor
y esclavo de los demás.
Quien cree en Jesús, está convencido de que tiene que vivir como vivió
Jesús. Y eso significa que el creyente está convencido de que no puede estar
jamás por encima de nadie.
– JUEVES SANTO –
el sentido litúrgico del día
Jueves Santo es una
fiesta cristiana, anual y tradicional, que se celebra el jueves anterior al
Domingo de Resurrección, dentro de la Semana Santa, y que abre el Triduo
Pascual. En este día la Iglesia católica conmemora la institución de la
Eucaristía en la Última Cena y el lavatorio de los pies realizado por Jesús.
Misa Crismal
En Jueves Santo por la
mañana, en algunos lugares se adelanta al martes o miércoles santo, por razones
pastorales, se oficia la llamada Misa crismal, que es presidida por el obispo diocesano
y concelebrada por su presbiterio. En ella se consagra el Santo Crisma y se
bendicen los demás óleos, que se emplearán en la administración de los
principales sacramentos. Junto con ello, los sacerdotes renuevan sus promesas
realizadas el día de su ordenación. Es una manifestación de la comunión
existente entre el obispo y sus presbíteros en el sacerdocio y ministerio de
Cristo. Es recomendable litúrgicamente y es de práctica común celebrarla en la
catedral de cada diócesis.
Misa vespertina de la Cena
del Señor
Introducción al Triduo
Pascual.
Los oficios de Semana
Santa llegan el Jueves Santo a su máxima relevancia litúrgica. En esta tarde se
da comienzo al Triduo Pascual que culminará en la vigilia que conmemora, en la
noche del Sábado Santo al Domingo de Pascua, la Resurrección de Jesucristo.
Los Santos Oficios del
Jueves Santo se celebran en una misa vespertina al caer la tarde de dicho día,
a partir de la hora nona (las tres de la tarde aproximadamente). El Jueves
Santo es tiempo de Cuaresma hasta la hora nona, es decir, toda la mañana hasta
las tres de la tarde. A partir de ahí comienza el Triduo Pascual, que durará
desde la tarde del Jueves Santo hasta el Domingo de Resurrección. En la
celebración participa, junto a los sacerdotes celebrantes, un seglar, que será
el que nos irá informando de lo que se va a ir celebrando a lo largo de estos
oficios.
Al comienzo de la
celebración, el sagrario debe presentarse vacío con la puerta abierta. El altar
mayor, donde se celebrará la Santa Misa, se adorna con cirios, manteles y sin
flores hasta la Resurrección.
Se inicia con la
entrada procesional, encabezada por los acólitos, seguida por los ministros
sagrados (diáconos, concelebrantes si los hay) y finalizada por el celebrante
principal, un Sacerdote u Obispo. Mientras tanto, el coro acompaña con cantos,
pues ya ha terminado la Cuaresma y se va a celebrar uno de los momentos más
importantes del año litúrgico, la Institución de la Eucaristía y el mandamiento
del amor. Los cantos de esta celebración están enfocados a la celebración de la
institución de la Eucaristía. El color de esta celebración es el blanco
eucarístico, sustituyendo al morado cuaresmal.
En esta celebración se
canta de nuevo el "Gloria" a la vez que se tocan las campanas, y
cuando éste termina, las campanas dejan de sonar y no volverán a hacerlo hasta
la Vigilia Pascual en la Noche Santa.
Las lecturas de este
día son muy especiales, la primera es del libro del Éxodo (Prescripciones sobre
la cena pascual), la segunda lectura es de la primera carta del apóstol San
Pablo a los Corintios (Cada vez que coméis de este pan y bebéis de este vino, proclamáis
la muerte del Señor) y el salmo responsorial El Cáliz que bendecimos, es la
comunión con la sangre de Cristo. El Evangelio es el momento del lavatorio de
pies a los discípulos, que adquiere un destacado simbolismo dentro de los
oficios del día, ya que posteriormente se realiza por el sacerdote lavando los
pies a doce varones a modo de los doce apóstoles y en el que recuerda el gesto
que realizara Jesús antes de la Última Cena con sus discípulos, efectuándose en
esta ocasión entre la Homilía y el Ofertorio, omitiendo el Credo. Durante el
lavatorio de los pies se entona un cántico relacionado con el Mandamiento Nuevo
del Amor entregado por Jesucristo en esta noche santa, destacando frases del
texto del discurso de Jesús en la última cena, recogido por el Evangelio de San
Juan.
La celebración se
realiza en un ambiente festivo, pero sobrio y con una gran solemnidad, en la
que se mezclan sentimientos de gozo por el sacramento de la Eucaristía y de
tristeza por lo que ocurrirá a partir de esa misma tarde de Jueves Santo, con
el encarcelamiento y juicio de Jesús.
En el momento de la
Plegaria Eucarística, se prefiere la recitación del Canon Romano o Plegaria I,
pues el texto prevé algunos párrafos directamente relacionados con lo que se
celebra en este día (Communicantes, Memento y relato de la institución
["en esta noche..."]).
Una vez se ha repartido
la Comunión como de costumbre, el Santísimo Sacramento se traslada desde el
Altar donde se ha celebrado la Misa en procesión por el interior de la iglesia,
al llamado "Altar de la reserva" o "Monumento", un altar
efímero que se coloca ex-profeso para esta celebración, que debe estar fuera
del presbiterio y de la nave central, debido a que en la celebración del
Viernes Santo no se celebra la Eucaristía. Si el Sagrario no se encuentra en el
presbiterio, se puede usar para esto el sagrario habitual ubicado en una
capilla lateral. Llegada la procesión al lugar del Monumento, mientras se
entona algún himno eucarístico como el Pange Lingua, el sacerdote deposita el
copón con el Santísimo, debidamente cubierto por el conopeo, dentro del
sagrario de la reserva, y puesto de rodillas, lo inciensa. No da la bendición
con el Santísimo ni reza las alabanzas, sino más bien se queda unos instantes
orando en silencio. Antes de retirarse, cierra la puerta del sagrario de
reserva, hace genuflexión y se retira a la sacristía en silencio acompañado de
acólitos y ministros.
Automáticamente, una
vez se ha reservado al Santísimo, los oficios finalizan de un modo tajante, ya
que el sacerdote no imparte la bendición, pues la celebración continuará al día
siguiente y es el seglar el que nos informa que la celebración ha terminado y
se nos invita a conmemorar al día siguiente la muerte del Señor.
En algunas iglesias se
celebra a continuación un sencillo acto de demudación de los altares, en el que
los sacerdotes y ministros revestidos exclusivamente con la estola morada,
retiran candeleros y manteles de todos los altares de la iglesia, y en algunos
casos los lavan estrujando racimos de uva.
Durante la noche se
mantiene la adoración del Santísimo en el "Monumento", celebrándose
la llamada "Hora Santa" en torno a la medianoche, quedando el
Santísimo allí hasta la celebración del Viernes Santo. Esta reserva recuerda la
agonía y oración en Getsemaní y el encarcelamiento de Jesús, y por eso los
sacerdotes celebrantes de los oficios piden que velen y oren con Él, como Jesús
pidió a sus apóstoles en el huerto de Getsemaní. Una vez han terminado los
oficios, se rememora la oración y agonía de Jesús en el huerto de los olivos,
la traición de Judas y el prendimiento de Jesús, que se suele celebrar con
procesiones en la tarde-noche del Jueves Santo.
En algunos lugares,
existe la tradición de visitar siete monumentos en distintos Templos de una
misma ciudad, para recordar a modo de "estaciones", los distintos
momentos de la agonía de Jesús en el Huerto y su posterior arresto.
Desde hace unos años,
la Iglesia Católica celebra el Jueves Santo, el llamado Día del Amor Fraterno.
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