11 – DE ABRIL
– MARTES
DE OCTAVA DE PASCUA – A
SAN ESTANISLAO
Lectura del libro de los Hechos de los
apóstoles (2,36-41):
EL día de
Pentecostés, decía Pedro a los judíos:
«Con toda seguridad conozca toda la casa de
Israel que, al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha
constituido Señor y Mesías».
Al oír esto, se les traspasó el corazón, y
preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles:
«¿Qué tenemos que hacer, hermanos?».
Pedro les contestó:
«Convertíos y sea bautizado cada uno de
vosotros en el nombre de Jesús, el Mesías, para perdón de vuestros pecados, y
recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y
para vuestros hijos, y para los que están lejos, para cuantos llamare así el
Señor Dios nuestro».
Con estas y otras muchas razones dio
testimonio y los exhortaba diciendo:
«Salvaos de esta generación perversa».
Los que aceptaron sus palabras se
bautizaron, y aquel día fueron agregadas unas tres mil personas.
Palabra de
Dios
Salmo: 32,4-5.18-19.20.22
R/. La misericordia del Señor llena la
tierra
La palabra del
Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/.
Los ojos del Señor
están puestos en quien lo teme,
en los que esteran su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.
Nosotros
aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R/.
Secuencia (Opcional)
Ofrezcan los
cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y
muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
«¿Qué has visto de
camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»
Primicia de los
muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor,
apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.
Lectura del santo evangelio según san
Juan (20,11-18):
EN aquel tiempo,
estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al
sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y
otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan:
«Mujer, ¿por qué lloras?».
Ella contesta:
«Porque se han llevado a mi Señor y no sé
dónde lo han puesto».
Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie,
pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice:
«Mujer, ¿por qué lloras?».
Ella, tomándolo por el hortelano, le
contesta:
«Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde
lo has puesto y yo lo recogeré».
Jesús le dice:
«¡María!».
Ella se vuelve y le dice.
«¡Rabbuní!», que significa: «¡Maestro!».
Jesús le dice:
«No me retengas, que todavía no he subido al
Padre. Pero, ande, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre
vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”».
María la Magdalena fue y anunció a los
discípulos:
«He visto al Señor y ha dicho esto».
Palabra del Señor
1. Lo más importante que
contienen los relatos de la resurrección es que muestran que la vida y la
presencia de Jesús, en este mundo y en esta vida, no se acabó con la muerte en
la cruz.
De Jesús no nos queda solo la memoria de
sus enseñanzas y el ejemplo de su vida. Además de eso, nos queda sobre todo su
presencia.
Por su Encarnación, Dios, en el hombre
Jesús de Nazaret, se fundió y se confundió con lo humano.
Por su Resurrección, Jesús prolonga su
presencia en cada ser humano, hasta el fin de los tiempos.
La cristología tradicional (descendente)
tenía su centro en la Encarnación.
La cristología moderna (ascendente)
tiene su centro en la Resurrección. El centro está en el hombre Jesús, en el
que Dios se encarna y se revela (Encarnación) y que fue constituido Hijo de
Dios, siendo para siempre el Viviente (Resurrección).
2. En la vida de Jesús,
ocuparon un lugar de singular importancia las mujeres. Ellas le acompañaron (Lc
8, 2-3). Se dejó besar, tocar y perfumar por ellas (Lc 7, 36-50; Jn 12, 3).
Siempre las comprendió, las disculpó, les devolvió su dignidad (Jn 8, 1-11; Mc
5, 25-34). Y en los relatos de Pascua, las primeras apariciones del Resucitado
son para las mujeres, de forma que ellas fueron las primeras que anunciaron que
Jesús, el Señor, está vivo entre nosotros.
3. Es un dolor que, en la
Iglesia, desde sus orígenes en las comunidades que fundó Pablo, el puritanismo
helenista ha tenido (y sigue teniendo) más fuerza que la presencia del
Resucitado. Y lo peor de todo es que este puritanismo ha impregnado la cultura de
Occidente en forma, sobre todo, de marginación, exclusión y hasta desprecio de
la mujer.
Es evidente que la miseria del
puritanismo no tiene nada que ver con la memoria del Resucitado. Para el
Resucitado, lo primero fueron las mujeres, mientras que, para muchos ahora, son
lo último.
Nació cerca de Cracovia, Polonia, en el año 1030. Sus padres llevaban
treinta años de casados sin lograr tener hijos y consideraron el nacimiento de
Estanislao como un verdadero regalo de Dios. Lo educaron lo más piadosamente
que pudieron.
Estudió en Polonia y en París, y una vez ordenado sacerdote por el obispo de
Cracovia (que es la segunda ciudad de Polonia), le nombraron párroco de la
catedral. Se distinguió por su gran elocuencia, por el impresionante ejemplo de
vida santa que brindaba a todos con su buen comportamiento, y por la reforma de
costumbres que lograba conseguir con sus predicaciones y con su dirección
espiritual.
El señor obispo deseaba que Estanislao fuera su sucesor, pero él no aceptaba
ser obispo porque se creía indigno de tan alta dignidad. Sin embargo, al morir
el prelado, el pueblo lo aclamó como el más digno para asumir su puesto.
Ejerció el obispado por siete años, desde el año 1072, hasta el año de su
muerte, 1079.
Era muy estricto en exigir a cada sacerdote el cumplimento exacto de sus
deberes sacerdotales. Visitaba cada año a todas las parroquias y dedicaba mucho
tiempo a la predicación y a la instrucción del pueblo. Su palacio episcopal
vivía lleno de pobres, porque jamás negaba ayudas a los necesitados. Tenía una
lista de las familias que estaban pasando por situaciones económicas más
penosas, para enviarles sus generosas ayudas.
El rey de Polonia, Boleslao, era un valiente guerrero pero se dejaba dominar
por sus bajas pasiones. Al principio se entendía muy bien con el obispo
Estanislao, pero luego empezó a cometer faltas muy graves que escandalizaban y
daban muy mal ejemplo al pueblo. El obispo tuvo que intervenir fuertemente en
esta situación. San Estanislao recordaba muy bien aquel mandato de San Pablo:
“Es necesario reprender, aconsejar y hasta amenazar, con toda paciencia y
doctrina, porque llega el tiempo en que los hombres arrastrados por sus propias
pasiones ya no quieren oír las doctrinas verdaderas, sino las falsedades” (2
Tim 4,2).
Como San Juan Bautista con respecto a Herodes, el valiente Obispo de
Cracovia, levantó la voz, amonestando al poderoso soberano sobre el deber de
respetar los derechos ajenos. En efecto, las crónicas del tiempo narran que el
rey se enamoró de la bella Cristina, esposa de Miecislao, y sin pensarlo dos
veces, la hizo raptar con grave escándalo para todo el país. Consecuentemente,
Estanislao le amenazó con la excomunión, y después le excomulgó. Entonces el
rey Boleslao se enfureció y ordenó asesinar a Estanislao en Cracovia, en la
iglesia de santa Matilde, durante la celebración de la Santa Misa. Cuentan que
el horrible asesinato lo hubo de cometer el mismo soberano, después que los
guardias a quienes envió, se vieron obligados a retirarse por una fuerza
misteriosa. Desde el mismo día de su martirio, los polacos comenzaron a
venerarlo. San Estanislao fue canonizado el 17 de agosto de 1253, en la
basílica de San Francisco de Asís, y desde entonces se difundió su culto en
toda Europa y América.
Juan Pablo II fue obispo de Cracovia y como tal, sucesor de San Estanislao.
No hay comentarios:
Publicar un comentario