12 DE MARZO
– MARTES – 4ª – SEMANA DE CUARESMA - B
SAN SIMEON EL TEÓLOGO
Lectura de la profecía de Ezequiel
(47,1-9.12):
EN aquellos días, el ángel me hizo volver a la entrada del templo del Señor.
De debajo del
umbral del templo corría agua hacia el este —el templo miraba al este—. El agua
bajaba por el lado derecho del templo, al sur del altar.
Me hizo salir
por el pórtico septentrional y me llevó por fuera hasta el pórtico exterior que
mira al este. El agua corría por el lado derecho.
El hombre que
llevaba el cordel en la mano salió hacia el este, midió quinientos metros y me
hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta los tobillos. Midió otros
quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta las
rodillas. Midió todavía otros quinientos metros y me hizo atravesar el agua,
que me llegaba hasta la cintura.
Midió otros
quinientos metros: era ya un torrente que no se podía vadear, sino cruzar a
nado.
Entonces me dijo:
«¿Has visto,
hijo de hombre?»,
Después me
condujo por la ribera del torrente. Al volver vi en ambas riberas del torrente
una gran arboleda.
Me dijo:
«Estas aguas
fluyen hacia la zona oriental, descienden hacia la estepa y desembocan en el
mar de la Sal, Cuando hayan entrado en él, sus aguas serán saneadas. Todo ser
viviente que se agita, allí donde desemboque la corriente, tendrá vida; y habrá
peces en abundancia. Porque apenas estas aguas hayan llegado hasta allí, habrán
saneado el mar y habrá vida allí donde llegue el torrente.
En ambas
riberas del torrente crecerá toda clase de árboles frutales; no se marchitarán
sus hojas ni se acabarán sus frutos; darán nuevos frutos cada mes, porque las
aguas del torrente fluyen del santuario; su fruto será comestible y sus hojas
medicinales».
Palabra de Dios
Salmo:
45,2-3.5-6.8-9
R/. El Señor
de los ejércitos está con nosotros, nuestro
alcázar es el Dios de Jacob
Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos, aunque tiemble la
tierra,
y los montes se desplomen en el
mar. R/.
Un río y sus canales alegran la ciudad de
Dios,
el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a Dios en medio, no vacila;
Dios la socorre al despuntar la
aurora. R/.
El Señor del universo está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Venid a ver las obras del Señor,
las maravillas que hace en la
tierra. R/.
Lectura del
santo evangelio según san Juan (5,1-16):
SE celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que
llaman en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados
muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos.
Estaba
también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.
Jesús, al
verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice:
«¿Quieres
quedar sano?».
El enfermo le
contestó:
«Señor, no
tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando
llego yo, otro se me ha adelantado».
Jesús le
dice:
«Levántate,
toma tu camilla y echa a andar».
Y al momento
el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.
Aquel día era
sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano:
«Hoy es
sábado, y no se puede llevar la camilla».
Él les
contestó:
«El que me ha
curado es quien me ha dicho: “Toma tu camilla y echa a andar”».
Ellos le
preguntaron:
«¿Quién es el
que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?».
Pero el que
había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, a causa del gentío que
había en aquel sitio, se había alejado.
Más tarde lo
encuentra Jesús en el templo y le dice:
«Mira, has
quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor».
Se marchó
aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado.
Por esto los
judíos perseguían a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.
Palabra del Señor
1. Lo más notable de este relato
es que está redactado de forma que, si prescindimos
de los detalles descriptivos que se refieren al sitio y a la fiesta en que esto
ocurrió, lo que se destaca es, ante todo, las condiciones en que vivía aquel
hombre: enfermo de parálisis, de manera que no podía valerse por sí mismo y,
además, completamente solo en la vida, sin poder contar con nadie que le
acompañara o le pudiera echar una mano cuando necesitaba ayuda.
Era un
indigente total: pobre, solo y desamparado. Y frente a semejante desamparo, Jesús.
Pues bien,
Jesús ve al inválido y desamparado total. Y su reacción es inmediata: le
devuelve la salud y la vida normal, sin reparar en que aquel día era sábado.
Pero, sin duda, que Jesús hizo aquello a sabiendas del lío en que se
metía. Violar la ley en público era un asunto feo y grave. Pero,
para Jesús, era importante y urgente remediar el sufrimiento de aquel hombre.
2. La liberación del sufrimiento
de una persona, que se ve en tales circunstancias, no necesita justificación
alguna. Ni divina ni humana. Eso, si es que se puede resolver, se resuelve y
nada más. Ni menos tampoco. Eso es lo que hizo Jesús en este caso. Y
enseguida se quitó de en medio. No por cobardía, como queda patente en lo que
el capítulo dice a continuación. Los dirigentes judíos empezaron, desde
entonces, a perseguir a Jesús y querían matarlo (Jn 5,16. 18).
3. Es frecuente que las personas
"espirituales", la "gente de Iglesia", cuando sospecha que,
si hace o dice tal cosa, eso le puede complicar la vida, le puede crear problemas, será sin duda "persona mal vista", sin
duda alguna que, en tales casos, lo que los
observantes y espirituales suelen ver como "lo más prudente" es
callarse, estarse quieto, no dar motivo ni crear malestar alguno en la curia
diocesana o en las oficinas de la administración provincial..., etc.
De lo cual se
siguen dos consecuencias:
1) Lo que está mal, sigue mal.
2) El que podría remediarlo, sigue siendo visto como una persona
"equilibrada", "prudente" y "respetable".
Y así está la
Iglesia: repleta de "prudentes", que viven al margen de tantos males
y desgracias que se podrían remediar.
SAN SIMEON EL TEÓLOGO
Nuevo Teólogo
(949–1022)
San Simeón el Nuevo Teólogo (949–1022) es el último de los tres santos
de la Iglesia Ortodoxa al que se dio el título de teólogo de ahí que también
recibiera el adjetivo de «Nuevo». Los otros son san Juan el Apóstol y san
Gregorio Nacianceno. San Simeón fue un poeta que personificó la tradición
hesicasta mística. Escribió que los seres humanos podían y debían experimentar
a Dios directamente. Sus obras influyeron en la controversia hesicasta del
siglo XIV. Su discípulo más famoso fue Nicetas Estetatos, su ayudante de celda,
que también escribió su vida.
Nacido en Galacia, Paflagonia, su padre le
preparó una educación en Constantinopla en la vida oficial. Fue más tarde
asignado como cortesano para atender al emperador Basilio. Abandonó su vida
como cortesano para retirarse a un monasterio a la edad de 27 años bajo el
Viejo Simeón el Pío en el Monasterio de Studion. Más tarde se convirtió en abad
del monasterio de San Mamés en Constantinopla.
La estricta disciplina monástica que
pretendía Simeón dolió a algunos en el monasterio. Un día, después de la
liturgia algunos de los monjes le atacaron y casi le mataron. Después fueron
expulsados del monasterio y Simeón pidió que se los tratara con lenidad.
También de las autoridades eclesiásticas Simeón padeció una severa oposición
que encontraba sus obras suficientemente fastidiosas para excluirle de
Constantinopla. Así que abandonó la ciudad y residió en el monasterio de Santa
Makrina cruzando el Bósforo. Con el tiempo se hizo un recluso.
Simeón no estaba educado en filosofía griega,
pero sabía bastante de la vida de la iglesia. A menudo hablaba a partir de su
experiencia personal directa y a veces atacó a algunos eruditos a quienes veía
como personas que pretendían tener un conocimiento del que carecían.
Algunas de las obras de Simeón fueron:
Discursos catecúmenos, Himnos de Amor divino y los Tres Discursos teológicos.
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