miércoles, 6 de marzo de 2024

Párate un momento: El Evangelio del dia 8 DE MARZO – VIERNES – 3ª – SEMANA DE CUARESMA - B San Juan de Dios

 


 

8 DE MARZO – VIERNES –

3ª – SEMANA DE CUARESMA - B

San Juan de Dios

 

Lectura de la profecía de Oseas (14,2-10):

 

ESTO dice el Señor:

«Vuelve, Israel, al Señor tu Dios, porque tropezaste por tu falta. Tomad vuestras promesas con vosotros, y volved al Señor.

Decidle:

 “Tú quitas toda falta, acepta el pacto. Pagaremos con nuestra confesión: Asiria no nos salvará, no volveremos a montar a caballo, y no llamaremos ya ‘nuestro Dios’ a la obra de nuestras manos.

En ti el huérfano encuentra compasión”.

 “Curaré su deslealtad, los amaré generosamente, porque mi ira se apartó de ellos.

 Seré para Israel como el rocío, florecerá como el lirio, echará sus raíces como los cedros del Líbano.

     Brotarán sus retoños y será su esplendor como el olivo, y su perfume como el del Líbano.

Regresarán los que habitaban a su sombra, revivirán como el trigo, florecerán como la viña, será su renombre como el del vino del Líbano.

Efraín, ¿Qué tengo que ver con los ídolos?

Yo soy quien le responde y lo vigila.

Yo soy como un abeto siempre verde, de mí procede tu fruto”.

¿Quién será sabio, para comprender estas cosas, inteligente, para conocerlas? Porque los caminos del Señor son rectos: los justos los transitan, pero los traidores tropiezan en ellos».

 

Palabra de Dios

 

  Salmo: 80,6c-8a.8bc-9.10-11ab.14.17

R/. Yo soy el Señor, Dios tuyo: escucha mi voz

 

 Oigo un lenguaje desconocido:

«Retiré sus hombros de la carga,

y sus manos dejaron la espuerta.

Clamaste en la aflicción, y te libré. R/.

    Te respondí oculto entre los truenos,

te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.

Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti;

¡ojalá me escuchases, Israel! R/.

    No tendrás un dios extraño,

no adorarás un dios extranjero;

yo soy el Señor, Dios tuyo,

que te saqué del país de Egipto. R/.

 ¡Ojalá me escuchase mi pueblo

y caminase Israel por mi camino!

Los alimentaría con flor de harina,

los saciaría con miel silvestre». R/.

 

  Lectura del santo evangelio según san Marcos (12,28b-34):

 

EN aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:

«¿Qué mandamiento es el primero de todos?».

Respondió Jesús:

«El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”.

El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que estos».

El escriba replicó:

«Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios».

Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:

«No estás lejos del reino de Dios».

Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

 

Palabra del Señor

 

1.  Este relato plantea un problema que toca el centro mismo de todo el Evangelio. El problema está en esto: El letrado le pregunta a Jesús solamente cuál es el primer mandamiento, o sea el más importante de todos (D. C. Allison, Joel Marcus).

A lo que Jesús responde recordando la Shemá o declaración fundamental de la fe (Mt 12, 29-30; Deut 6,4-5).

Pero Jesús recuerda además el texto de Lev 19, 18, que es inseparable del primero (Gal 5, 14; Rom 13, 8-10; St 2, 8-12). 0 sea, no es posible amar a Dios, si no se ama igualmente al prójimo.

 

2.  Dando un paso más, hay que preguntarse: si Jesús unió el amor al prójimo (sobre el que no le habían preguntado) con el amor a Dios (que es lo que le preguntaron),

- ¿por qué unió lo uno con lo otro?

- ¿Por qué, a juicio de Jesús no es posible separar el amor a Dios del amor al prójimo?

 

3.  Porque Dios es, por definición, "el Trascendente". Es decir, "a Dios nadie lo ha visto jamás" (Jn 1, 18; cf. 14, 8-10; 1 Jn 4, 12).

0 sea, Dios "nos trasciende", no está a nuestro alcance. Lo propio y definitorio del Trascendente está en que es "incomunicable". Los humanos solo podemos comunicarnos con "lo inmanente". Y, por tanto, cuando decimos que amamos a Dios, bien puede ocurrir que no sea a Dios a quien estamos amando, sino que estemos amando la "representación" que nosotros nos hacemos de Dios. Y ocurre que cada cual se representa a Dios como le conviene. Pero la única realidad humana, en la que Dios se ha encarnado, ha sido nuestra propia humanidad. Por eso Jesús le dijo al apóstol Felipe: "Quien me ve a mí está viendo a Dios" Un 14, 9).

No es posible relacionarse con Dios y amar a Dios, si no se ama "lo humano", a cualquier "ser humano".  "Quien no ama a su hermano a quien está viendo, a Dios, a quien no ve, no puede amarlo" (1 Jn 4, 20b).

Es más: Jesús llegó al culmen humanístico más radical cuando, en la Última Cena, en el momento en que los otros evangelios relatan la institución de la Eucaristía, el IV evangelio pone en boca de Jesús el mandamiento nuevo: "que os améis unos a otros como yo os he amado. En esto conocerán que sois discípulos míos" (Jn 13, 34-35).

Aquí ya el amor a Dios, ni se menciona.  Solo queda en pie el amor a los demás. Lo que quieras a la gente, eso es lo que quieres a Dios. Todo lo que no sea eso, es puro engaño.

 

San Juan de Dios

 


 

     San Juan de Dios, religioso, nacido en Portugal, que después de una vida llena de peligros en la milicia humana, prestó ayuda con constante caridad a los necesitados y enfermos en un hospital fundado por él, y se asoció compañeros, con los cuales constituyó después la Orden de Hospitalarios de San Juan de Dios. En este día, en la ciudad de Granada, en España, pasó al eterno descanso.

 

    Vida de San Juan de Dios

 

   Nació y murió un 8 de marzo. Nace en Portugal en 1495 y muere en Granada, España, en 1550 a los 55 años.

   De familia pobre pero muy piadosa. Su madre murió cuando él era todavía joven. Su padre murió como religioso en un convento.

   En su juventud fue pastor, muy apreciado por el dueño de la finca donde trabajaba. Le propusieron que se casara con la hija del patrón y así quedaría como heredero de aquellas posesiones, pero él dispuso permanecer libre de compromisos económicos y caseros pues deseaba dedicarse a labores más espirituales.

   Estuvo de soldado bajo las órdenes del genio de la guerra, Carlos V en batallas muy famosas. La vida militar lo hizo fuerte, resistente y sufrido.

   La Stma. Virgen lo salvó de ser ahorcado, pues una vez lo pusieron en la guerra a cuidar un gran depósito y por no haber estado lo suficientemente alerta, los enemigos se llevaron todo. Su coronel dispuso mandarlo ahorcar, pero Juan se encomendó con toda fe a la Madre de Dios y logró que le perdonaran la vida. Y dejó la milicia, porque para eso no era muy adaptado.

   Salido del ejército, quiso hacer un poco de apostolado y se dedicó a hacer de vendedor ambulante de estampas y libros religiosos.

   Cuando iba llegando a la ciudad de Granada vio a un niñito muy pobre y muy necesitado y se ofreció bondadosamente a ayudarlo. Aquel "pobrecito" era la representación de Jesús Niño, el cual le dijo: "Granada será tu cruz", y desapareció.

Estando Juan en Granada de vendedor ambulante de libros religiosos, de pronto llegó a predicar una misión el famosos Padre San Juan de Ávila. Juan asistió a uno de sus elocuentes sermones, y en pleno sermón, cuando el predicador hablaba contra la vida de pecado, nuestro hombre se arrodillo y empezó a gritar: "Misericordia Señor, que soy un pecador", y salió gritando por las calles, pidiendo perdón a Dios. Tenía unos 40 años.

   Se confesó con San Juan de Ávila y se propuso una penitencia muy especial: hacerse el loco para que la gente lo humillara y lo hiciera sufrir muchísimo.

   Repartió entre los pobres todo lo que tenía en su pequeña librería, empezó a deambular por las calles de la ciudad pidiendo misericordia a Dios por todos sus pecados.

   La gente lo creyó loco y empezaron a atacarlo a pedradas y golpes.

   Al fin lo llevaron al manicomio y los encargados le dieron fuertes palizas, pues ese era el medio que tenían en aquel tiempo para calmar a los locos: azotarlos fuertemente. Pero ellos notaban que Juan no se disgustaba por los azotes que le daban, sino que lo ofrecía todo a Dios. Pero al mismo tiempo corregía a los guardias y les llamaba la atención por el modo tan brutal que tenían de tratar a los pobres enfermos.

   San Juan de Dios ante un enfermo que se asemeja a nuestro Señor. Aquella estancia de Juan en ese manicomio, que era un verdadero infierno, fue verdaderamente providencial, porque se dio cuenta del gran error que es pretender curar las enfermedades mentales con métodos de tortura. Y cuando quede libre fundará un hospital, y allí, aunque él sabe poco de medicina, demostrará que él es mucho mejor que los médicos, sobre todo en lo relativo a las enfermedades mentales, y enseñará con su ejemplo que a ciertos enfermos hay que curarles primero el alma si se quiere obtener después la curación de su cuerpo. Sus religiosos atienden enfermos mentales en todos los continentes y con grandes y maravillosos resultados, empleando siempre los métodos de la bondad y de la comprensión, en vez del rigor de la tortura.

  Cuando San Juan de Ávila volvió a la ciudad y supo que a su convertido lo tenían en un manicomio, fue y logró sacarlo y le aconsejó que ya no hiciera más la penitencia de hacerse el loco para ser martirizado por las gentes. Ahora se dedicará a una verdadera "locura de amor": gastar toda su vida y sus energías a ayudar a los enfermos más miserables por amor a Cristo Jesús, a quien ellos representan.

Juan alquila una casa vieja y allí empieza a recibir a cualquier enfermo, mendigo, loco, anciano, huérfano y desamparado que le pida su ayuda. Durante todo el día atiende a cada uno con el más exquisito cariño, haciendo de enfermero, cocinero, barrendero, mandadero, padre, amigo y hermano de todos. Por la noche se va por la calle pidiendo limosnas para sus pobres.

   Pronto se hizo popular en toda Granada el grito de Juan en las noches por las calles. Él iba con unos morrales y unas ollas gritando: ¡Haced el bien hermanos, para vuestro bien! Las gentes salían a la puerta de sus casas y le regalaban cuanto les había sobrado de la comida del día. Al volver cerca de medianoche se dedicaba a hacer aseo en el hospital, y a la madrugada se echaba a dormir un rato debajo de una escalera. Un verdadero héroe de la caridad.

   El señor obispo, admirado por la gran obra de caridad que Juan estaba haciendo, le añadió dos palabras a su nombre de pila, y empezó a llamarlo "Juan de Dios", y así lo llamó toda la gente en adelante. Luego, como este hombre cambiaba frecuentemente su vestido bueno por los harapos de los pobres que encontraba en las calles, el prelado le dio una túnica negra como uniforme; así se vistió hasta su muerte, y así han vestido sus religiosos por varios siglos.

   Un día su hospital se incendió y Juan de Dios entró varias veces por entre las llamas a sacar a los enfermos y aunque pasaba por en medio de enormes llamaradas no sufría quemaduras, y logró salvarles la vida a todos aquellos pobres.

Otro día el río bajaba enormemente crecido y arrastraba muchos troncos y palos. Juan necesitaba abundante leña para el invierno, porque en Granada hace mucho frío y a los ancianos les gustaba calentarse alrededor de la hoguera. Entonces se fue al río a sacar troncos, pero uno de sus compañeros, muy joven, se adentró imprudentemente entre las violentas aguas y se lo llevó la corriente. El santo se lanzó al agua a tratar de salvarle la vida, y como el río bajaba supremamente frío, esto le hizo daño para su enfermedad de artritis y empezó a sufrir espantosos dolores.

   Después de tantísimos trabajos, ayunos y trasnochadas por hacer el bien, y resfriados por ayudar a sus enfermos, la salud de Juan de Dios se debilitó totalmente. El hacía todo lo posible porque nadie se diera cuenta de los espantosos dolores que lo atormentaban día y noche, pero al fin ya no fue capaz de simular más. Sobre todo, la artritis le tenía sus piernas retorcidas y le causaba dolores indecibles. Entonces una venerable señora de la ciudad obtuvo del señor obispo autorización para llevarlo a su casa y cuidarlo un poco. El santo se fue ante el Santísimo Sacramento del altar y por largo tiempo rezó con todo el fervor antes de despedirse de su amado hospital. Le confió la dirección de su obra a Antonio Martín, un hombre a quien él había convertido y había logrado que se hiciera religioso, y colaborador suyo, junto con otro hombre a quien Antonio odiaba; y después de amigarlos, logró el santo que le ayudaran en su obra en favor de los pobres, como dos buenos amigos.

   Al llegar a la casa de la rica señora, exclamó Juan: "Oh, estas comodidades son demasiado lujo para mí que soy tan miserable pecador". Allí trataron de curarlo de su dolorosa enfermedad, pero ya era demasiado tarde.

   El 8 de marzo de 1550, sintiendo que le llegaba la muerte, se arrodilló en el suelo y exclamó: "Jesús, Jesús, en tus manos me encomiendo", y quedó muerto, así de rodillas. Había trabajado incansablemente durante diez años dirigiendo su hospital de pobres, con tantos problemas económicos que a veces ni se atrevía a salir a la calle a causa de las muchísimas deudas que tenía; y con tanta humildad, que siendo el más grande santo de la ciudad se creía el más indigno pecador. El que había sido apedreado como loco, fue acompañado al cementerio por el obispo, las autoridades y todo el pueblo, como un santo.

   Después de muerto obtuvo de Dios muchos milagros en favor de sus devotos y el Papa lo declaró santo en 1690. Es Patrono de los que trabajan en hospitales y de los que propagan libros religiosos.

   Fue beatificado por el papa Urbano VIII el 1 de septiembre de 1630 y canonizado por el papa Alejandro VIII, el 16 de octubre de 1690. Fue nombrado santo patrón de los hospitales y de los enfermos.

   A su muerte su obra se extendió por toda España e Italia y hoy día está presente en los cinco continentes.

   Los religiosos Hospitalarios de San Juan de Dios son 1,500 y tienen 216 casas en el mundo para el servicio de los enfermos. Los primeros beatos de Colombia pertenecieron a esta santa Comunidad.

 

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