22 DE MARZO
– VIERNES –
5ª –
SEMANA DE CUARESMA - B
San
Bienvenido Scotivoli
Lectura del libro de Jeremías (20,10-13):
OÍA la acusación de la gente:
«“Pavor-en-torno”,
delatadlo, vamos a delatarlo».
Mis amigos
acechaban mi traspié:
«A ver si,
engañado, lo sometemos y podemos vengarnos de él». Pero el Señor es mi fuerte defensor: me persiguen,
pero tropiezan impotentes.
Acabarán
avergonzados de su fracaso, con sonrojo eterno que no se
olvidará.
Señor del
universo, que examinas al honrado y sondeas las
entrañas y el corazón, ¡que yo vea tu venganza sobre
ellos, pues te he encomendado mi causa!
Cantad al
Señor, alabad al Señor, que libera la vida del pobre de las manos de gente perversa.
Palabra de Dios
Salmo:
17,2-3a.3bc-4.5-6.7
R/. En el peligro
invoqué al Señor, y me escuchó.
V/. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi
libertador. R/.
V/. Dios mío, peña mía, refugio mío,
escudo mío, mi fuerza salvadora, mi
baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos. R/.
V/. Me cercaban olas mortales,
torrentes destructores me aterraban,
me envolvían las redes del abismo,
me alcanzaban los lazos de la
muerte. R/.
V/. En el peligro invoqué al Señor,
grité a mi Dios:
desde su templo él escuchó mi voz,
y mi grito llegó a sus oídos. R/.
Lectura del santo
evangelio según san Juan (10,31-42):
En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús.
Él les
replicó:
«Os he hecho
ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me
apedreáis?».
Los judíos le
contestaron:
«No te
apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un
hombre, te haces Dios».
Jesús les
replicó:
«¿No está
escrito en vuestra ley: “Yo os digo: sois dioses”? Si la Escritura llama dioses
a aquellos a quienes vino la palabra de Dios, y no puede fallar la Escritura, a
quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros: “¡Blasfemas!” Porque
he dicho: “Soy Hijo de Dios”? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis,
pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que
comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre».
Intentaron de
nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro
lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí.
Muchos
acudieron a él y decían:
«Juan no hizo
ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad».
Y muchos
creyeron en él allí.
Palabra del Señor.
1. La
conducta de Jesús era patente. Lo dice él: Os he hecho ver muchas obras buenas.
La bondad de Jesús se metía por los ojos. Lo sorprendente es que aquella
bondad era enjuiciada como una blasfemia.
Parece
increíble, pero tiene su explicación: de nuevo, el enigma y el misterio de
Jesús. Todo el mundo veía que era un hombre y todo el mundo veía que
hablaba como Dios.
No podían
entender que, en Jesús, Dios se había humanizado.
2. Quien
se aferra a la idea de que el Trascendente no se puede encarnar en lo
inmanente, el que se empeña en que Dios no se puede humanizar, verá en Jesús a
Dios disfrazado de hombre, pero jamás podrá ver lo humano, lo más profundamente
humano (la bondad humana, la belleza humana, la felicidad humana, el trabajo
humano, el amor humano, el sufrimiento humano...) como la revelación
fundamental de Dios a los humanos.
3. Aunque
no me creáis a mí, creed en las obras para que comprendáis que el Padre está en
mí y yo en el Padre. Las obras que hacía Jesús eran obras de un hombre. Eso es lo que podían ver aquellas gentes.
Veían a un
hombre que curaba a los enfermos, que daba de comer a los pobres, que acogía a
los pecadores...
Jesús viene a
decir que en lo más humano es donde se encuentra a Dios.
El que no
puede entender esto, verá en el Evangelio una blasfemia.
San Bienvenido Scotivoli
En Osimo, en el Piceno, san Bienvenido Scotivoli, obispo, que, elegido por
el papa Urbano IV para esta sede, promovió la paz entre los ciudadanos y, según
el espíritu de los Hermanos Menores, quiso morir sobre tierra desnuda († 1282).
Breve Biografía
Bienvenido Scotívoli nació en Ancona en 1188; estudió derecho en Bolonia
bajo la guía de San Silvestre Guzzolini, canónigo de Osimo, después fundador de
los monjes Silvestrinos.
Nombrado capellán pontificio, luego arcediano de Ancona. El 1 de agosto de
1263 fue nombrado administrador de la diócesis de Osimo, que había sido unida a
la Numana por Gregorio IX en castigo por su adhesión al partido de Federico II.
Restablecida la sede el 13 de marzo de 1264 Urbano IV le confió su gobierno a
Bienvenido, que en 1267 fue también encargado por Clemente IV del gobierno de
la Marca de Ancona.
En este período ordenó sacerdote a san Nicolás de Tolentino. Fue devotísimo
de San Francisco, acogió en su diócesis a los Hermanos Menores y pidió
pertenecer a la primera Orden. Vistió con fervor el hábito y se empeñó en vivir
el espíritu seráfico.
Bienvenido fue un gran reformador. Por una disposición del 15 de enero de
1270 prohibió al monasterio de San Florencio de Pescivalle, del cual era
administrador, enajenar los bienes.
En un sínodo habido el 7 de febrero de 1273 prohibió la venta de las
propiedades eclesiásticas y en 1274 puso en marcha las reformas del capítulo de
la catedral y defendió los derechos de la diócesis sobre la ciudad de Cingoli.
En su ministerio episcopal siempre tuvo como única meta promover la gloria
de Dios, despreciar las riquezas y las cosas del mundo, trabajar intensamente
por el bien de su alma y de las almas confiadas a sus cuidados.
En su actuación sabía unir la fortaleza y la suavidad de los modales, para
el triunfo de la justicia y de la paz en el vínculo del amor. Fue un verdadero
y buen pastor de su rebaño y vigilante custodio de las leyes de Dios y de la
Iglesia. Celoso en la predicación evangélica y en la instrucción catequística,
muchas veces visitó la diócesis, celebró un sínodo diocesano en el cual dictó
sabias normas para promover la disciplina eclesiástica. Promovió la cultura y
la formación de los nuevos levitas, que preparaba para el sacerdocio, con
palabra inspirada, con el buen ejemplo, y con su vida santa.
Bienvenido murió el 2 de marzo de 1282, a los 94 años. Fue sepultado en la
iglesia catedral de Osimo en un noble mausoleo, por disposición del clero y el
pueblo. Sobre su sepulcro tuvieron lugar gracias y milagros. Martín IV
reconoció el culto en 1284, sin haber sido canonizado.
http://es.catholic.net
No hay comentarios:
Publicar un comentario