miércoles, 20 de marzo de 2024

Párate un momento: El Evangelio del dia 22 DE MARZO – VIERNES – 5ª – SEMANA DE CUARESMA - B San Bienvenido Scotivoli

 


 

22 DE MARZO – VIERNES –

5ª – SEMANA DE CUARESMA - B

San Bienvenido Scotivoli

 

 

   Lectura del libro de Jeremías (20,10-13):

 

OÍA la acusación de la gente:

«“Pavor-en-torno”, delatadlo, vamos a delatarlo».

Mis amigos acechaban mi traspié:

«A ver si, engañado, lo sometemos y podemos vengarnos de él». Pero el Señor es mi fuerte defensor: me persiguen, pero tropiezan impotentes.

Acabarán avergonzados de su fracaso, con sonrojo eterno que no se olvidará.

Señor del universo, que examinas al honrado y sondeas las entrañas y el corazón, ¡que yo vea tu venganza sobre ellos, pues te he encomendado mi causa!

Cantad al Señor, alabad al Señor, que libera la vida del pobre de las manos de gente perversa.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 17,2-3a.3bc-4.5-6.7

R/. En el peligro invoqué al Señor, y me escuchó.

 

V/. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;

Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. R/.

 

V/. Dios mío, peña mía, refugio mío,

escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte.

Invoco al Señor de mi alabanza

y quedo libre de mis enemigos. R/.

 

V/. Me cercaban olas mortales,

torrentes destructores me aterraban,

me envolvían las redes del abismo,

me alcanzaban los lazos de la muerte. R/.

 

V/. En el peligro invoqué al Señor,

grité a mi Dios:

desde su templo él escuchó mi voz,

y mi grito llegó a sus oídos. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (10,31-42):

 

En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús.

Él les replicó:

«Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?».

Los judíos le contestaron:

«No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios».

Jesús les replicó:

«¿No está escrito en vuestra ley: “Yo os digo: sois dioses”? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios, y no puede fallar la Escritura, a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros: “¡Blasfemas!” Porque he dicho: “Soy Hijo de Dios”? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre».

Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí.

Muchos acudieron a él y decían:

«Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad».

Y muchos creyeron en él allí.

Palabra del Señor.

 

1.  La conducta de Jesús era patente. Lo dice él: Os he hecho ver muchas obras buenas. La bondad de Jesús se metía por los ojos. Lo sorprendente es que aquella bondad era enjuiciada como una blasfemia.

Parece increíble, pero tiene su explicación: de nuevo, el enigma y el misterio de Jesús. Todo el mundo veía que era un hombre y todo el mundo veía que hablaba como Dios.

No podían entender que, en Jesús, Dios se había humanizado.

 

2.  Quien se aferra a la idea de que el Trascendente no se puede encarnar en lo inmanente, el que se empeña en que Dios no se puede humanizar, verá en Jesús a Dios disfrazado de hombre, pero jamás podrá ver lo humano, lo más profundamente humano (la bondad humana, la belleza humana, la felicidad humana, el trabajo humano, el amor humano, el sufrimiento humano...) como la revelación fundamental de Dios a los humanos.

 

3.  Aunque no me creáis a mí, creed en las obras para que comprendáis que el Padre está en mí y yo en el Padre. Las obras que hacía Jesús eran obras de un hombre. Eso es lo que podían ver aquellas gentes. 

Veían a un hombre que curaba a los enfermos, que daba de comer a los pobres, que acogía a los pecadores...

Jesús viene a decir que en lo más humano es donde se encuentra a Dios.

El que no puede entender esto, verá en el Evangelio una blasfemia.

 

San Bienvenido Scotivoli

 




En Osimo, en el Piceno, san Bienvenido Scotivoli, obispo, que, elegido por el papa Urbano IV para esta sede, promovió la paz entre los ciudadanos y, según el espíritu de los Hermanos Menores, quiso morir sobre tierra desnuda († 1282).

 

Breve Biografía

Bienvenido Scotívoli nació en Ancona en 1188; estudió derecho en Bolonia bajo la guía de San Silvestre Guzzolini, canónigo de Osimo, después fundador de los monjes Silvestrinos.

Nombrado capellán pontificio, luego arcediano de Ancona. El 1 de agosto de 1263 fue nombrado administrador de la diócesis de Osimo, que había sido unida a la Numana por Gregorio IX en castigo por su adhesión al partido de Federico II. Restablecida la sede el 13 de marzo de 1264 Urbano IV le confió su gobierno a Bienvenido, que en 1267 fue también encargado por Clemente IV del gobierno de la Marca de Ancona.

En este período ordenó sacerdote a san Nicolás de Tolentino. Fue devotísimo de San Francisco, acogió en su diócesis a los Hermanos Menores y pidió pertenecer a la primera Orden. Vistió con fervor el hábito y se empeñó en vivir el espíritu seráfico.

Bienvenido fue un gran reformador. Por una disposición del 15 de enero de 1270 prohibió al monasterio de San Florencio de Pescivalle, del cual era administrador, enajenar los bienes.

En un sínodo habido el 7 de febrero de 1273 prohibió la venta de las propiedades eclesiásticas y en 1274 puso en marcha las reformas del capítulo de la catedral y defendió los derechos de la diócesis sobre la ciudad de Cingoli.

En su ministerio episcopal siempre tuvo como única meta promover la gloria de Dios, despreciar las riquezas y las cosas del mundo, trabajar intensamente por el bien de su alma y de las almas confiadas a sus cuidados.

En su actuación sabía unir la fortaleza y la suavidad de los modales, para el triunfo de la justicia y de la paz en el vínculo del amor. Fue un verdadero y buen pastor de su rebaño y vigilante custodio de las leyes de Dios y de la Iglesia. Celoso en la predicación evangélica y en la instrucción catequística, muchas veces visitó la diócesis, celebró un sínodo diocesano en el cual dictó sabias normas para promover la disciplina eclesiástica. Promovió la cultura y la formación de los nuevos levitas, que preparaba para el sacerdocio, con palabra inspirada, con el buen ejemplo, y con su vida santa.

Bienvenido murió el 2 de marzo de 1282, a los 94 años. Fue sepultado en la iglesia catedral de Osimo en un noble mausoleo, por disposición del clero y el pueblo. Sobre su sepulcro tuvieron lugar gracias y milagros. Martín IV reconoció el culto en 1284, sin haber sido canonizado.

 

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