lunes, 4 de marzo de 2024

Párate un momento: El Evangelio del dia 6 DE MARZO – MIERCOLES – 3ª – SEMANA DE CUARESMA - B SAN OLEGARIO

 

 


6 DE MARZO – MIERCOLES –

3ª – SEMANA DE CUARESMA - B

SAN OLEGARIO

 

   Lectura del libro del Deuteronomio (4,1.5-9):

 

MOISÉS habló al pueblo, diciendo:

«Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os enseño para que, cumpliéndolos, viváis y entréis a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de vuestros padres, os va a dar.

Mirad: yo os enseño los mandatos y decretos, como me mandó el Señor, mi Dios, para que los cumpláis en la tierra donde vais a entrar para tomar posesión de ella.

Observadlos y cumplidlos, pues esa es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos, los cuales, cuando tengan noticia de todos estos mandatos, dirán:

“Ciertamente es un pueblo sabio e inteligente esta gran nación”.

Porque ¿dónde hay una nación tan grande que tenga unos dioses tan cercanos como el Señor, nuestro Dios, siempre que lo invocamos?

Y ¿dónde hay otra nación tan grande que tenga unos mandatos y decretos tan justos como toda esta ley que yo os propongo hoy? Pero, ten cuidado y guárdate bien de olvidar las cosas que han visto tus ojos y que no se aparten de tu corazón mientras vivas; cuéntaselas a tus hijos y a tus nietos».

 

Palabra de Dios

 

      Salmo: 147,12-13.15-16.19-20

     R/. Glorifica al Señor, Jerusalén

 

 Glorifica al Señor, Jerusalén;

alaba a tu Dios, Sión.

Que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,

y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. R/.

    Él envía su mensaje a la tierra,

y su palabra corre veloz;

manda la nieve como lana,

esparce la escarcha como ceniza. R/.

 Anuncia su palabra a Jacob,

sus decretos y mandatos a Israel;

con ninguna nación obró así,

ni les dio a conocer sus mandatos. R/.

 

   Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,17-19):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.

En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.

El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.

Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».

 

Palabra del Señor

                                                              

  1.  Es de suma importancia saber que estos versículos del sermón del monte "son de los más difíciles del Evangelio" (Ulrich Luz).

Si, en el sermón del monte, Jesús presenta su proyecto, resulta sumamente difícil entender cómo el mismo Jesús puede afirmar que él no vino a este mundo para "disolver", "destruir" o "dejar sin validez" (katalyó) la ley o los profetas, o sea lo que se nos había dicho en el Antiguo Testamento sobre Dios, la religión, la ética, todo, todo.

 Jesús no ha venido para prolongar y hacer más exigente la religión del judaísmo. A juicio de Jesús, todo el Antiguo Testamento fue solamente una preparación.  La plenitud de lo que aquello significaba -y tiene que significar ahora- es algo mucho más profundo y entraña una plenitud que es lo que nos explica la vida que llevó Jesús.

 

2.  Cuando Jesús dice que no ha venido para abolir la ley o los profetas, este texto de Mateo presenta a Jesús como quien, precisamente porque cambió la ley y tantas otras cosas, el resultado no consiste en que dejó sin validez el A. T., sino que llevó todo aquello a su plenitud, al cumplimiento pleno (plerosai) (Mt 5, 17). Que no se cumple sola o simplemente "por la fe" (Rom 3, 31), sino por lo central que hay en los evangelios: "el seguimiento de Jesús'.

 

3.  Y es que el cambio, que representa el Evangelio respecto al A.T., es más fuerte de lo que muchos se imaginan. Jesús no vino a fundar una religión más exigente que la del judaísmo.  Jesús no fundó ninguna religión.

¿Cómo iba a fundar una religión un hombre que fue asesinado por los responsables y dirigentes de la religión?

Lo que hizo Jesús fue sustituir la "religión" por un "proyecto de vida". Tan radicalmente humano y laico, que es un proyecto que no se puede vivir sin la base y la fuerza de la fe, la oración y, sobre todo, el seguimiento de la forma de vida que llevó Jesús.

 

SAN OLEGARIO

 


 

En lo religioso es Nicolás II quien dirige y, en lo civil, Enrique IV administra el Sacro Imperio Romano cuando nace en el año 1060 Olegario. Sus padres fueron Olaguer –valido de D. Ramón Berenguer, conde de Barcelona– y Guilia. En su tiempo se condena a Berengario por sus errores sobre la Eucaristía y Godofredo de Buillón conquista Jerusalén, nombrándosele defensor del Santo Sepulcro.

Fue canónigo de la iglesia Catedral de Barcelona y D. Ramón Beltrán, obispo de la ciudad, lo ordenó sacerdote. Pero, pensando que agradaba más a Dios de otra manera, Olaguer –que así le conocen en Barcelona y Tarragona– renuncia a la prebenda catedralicia, entra en el monasterio de San Adrián del que llega a ser prior y pasa a ser abad del de San Rufo hasta que se le nombra obispo en el año 1115. No pocos apuros costaron ponerle sobre su cabeza la mitra de Barcelona y en su mano el báculo por no quererlos aceptar el frailecito pensando que eran gran dignidad y pocos sus méritos; incluso llegó a escaparse por la noche y el clero tuvo que «atraparle» en Perpiñán; y dicen que hasta el mismo D. Rodrigo suplicó al papa Pascual II para que le obligara a aceptarla. Puede que el dato sea leyenda o puede que sea verdad por su humildad; pero ciertamente hoy –los tiempos cambiaron– no cuesta tanto aceptar un nombramiento episcopal. Aquellas buenas gentes apreciaban bien su calidad.

Como obispo hace su labor con creces; pasó el tiempo reconstruyendo monasterios e iglesias, predicando de ordinario –cosa poco usual en su época– y preocupándose de los pobres, dándoles en limosna los dineros que él recibía.

Cuando muere el papa Pascual y se elige a Gelasio II, va Olegario a Roma a besar los pies de Pedro y prestarle juramento como acto protocolario del tiempo. A su vuelta se ha recuperado Tarragona de los moros, se restituye su condición de sede metropolitana y Olaguer es nombrado su arzobispo el 21 de marzo de 1118. El papa lo nombra, además, legado suyo para toda España. Tiene que vivir en Barcelona cuya sede mantiene porque quedó arrasada Tarragona y sin bienes propios; ocho años tardará Olegario en terminar de reedificar las murallas de esta ciudad y en llevar a ella gente aguerrida que esté en condiciones de poder defenderla.

Cumpliendo la misión de metropolitano y legado ad latere hubo de tomar parte en diversos concilios y anatematizó al antipapa Anacleto.

A su regreso de Tierra Santa se preocupa de que se restituyan a la Iglesia los bienes que algunos se habían injustamente apropiado, bendice y repara los templos desacralizados por los sarracenos, e interviene en Zaragoza en la reconciliación entre don Alonso de Castilla y don Ramiro de Aragón.

Este hombre celoso, incansable, con don de gobierno y mucho amor a Dios, no pudo ver reconstruida su iglesia metropolitana por falta de recursos económicos antes de morir el 6 de marzo del 1136. Fueron sepultados sus restos en Barcelona y canonizado a la antigua usanza, es decir, por veneración popular y consentimiento del Romano Pontífice.

 

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