6 DE MARZO
– MIERCOLES –
3ª –
SEMANA DE CUARESMA - B
SAN OLEGARIO
Lectura del libro del Deuteronomio
(4,1.5-9):
MOISÉS habló al pueblo, diciendo:
«Ahora,
Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os enseño para que,
cumpliéndolos, viváis y entréis a tomar posesión de la tierra que el Señor,
Dios de vuestros padres, os va a dar.
Mirad: yo os
enseño los mandatos y decretos, como me mandó el Señor, mi Dios, para que los
cumpláis en la tierra donde vais a entrar para tomar posesión de ella.
Observadlos y
cumplidlos, pues esa es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de
los pueblos, los cuales, cuando tengan noticia de todos estos mandatos, dirán:
“Ciertamente
es un pueblo sabio e inteligente esta gran nación”.
Porque ¿dónde
hay una nación tan grande que tenga unos dioses tan cercanos como el Señor,
nuestro Dios, siempre que lo invocamos?
Y ¿dónde hay
otra nación tan grande que tenga unos mandatos y decretos tan justos como toda
esta ley que yo os propongo hoy? Pero, ten
cuidado y guárdate bien de olvidar las cosas que han visto tus ojos y que no se
aparten de tu corazón mientras vivas; cuéntaselas a tus hijos y a tus nietos».
Palabra de Dios
Salmo:
147,12-13.15-16.19-20
R/.
Glorifica al Señor, Jerusalén
Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión.
Que ha reforzado los cerrojos de tus
puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de
ti. R/.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza. R/.
Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo
(5,17-19):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No creáis
que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar
plenitud.
En verdad os
digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la
última letra o tilde de la ley.
El que se
salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los
hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien
los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».
Palabra del Señor
1. Es de suma importancia saber
que estos versículos del sermón del monte "son de los más difíciles del
Evangelio" (Ulrich Luz).
Si, en el
sermón del monte, Jesús presenta su proyecto, resulta sumamente difícil
entender cómo el mismo Jesús puede afirmar que él no vino a este mundo para
"disolver", "destruir" o "dejar sin validez"
(katalyó) la ley o los profetas, o sea lo que se nos había dicho en el Antiguo
Testamento sobre Dios, la religión, la ética, todo, todo.
Jesús no ha venido para prolongar y hacer más exigente la religión del judaísmo. A juicio de Jesús, todo el Antiguo Testamento fue solamente una preparación. La plenitud de lo que aquello significaba -y tiene que significar ahora- es algo mucho más profundo y entraña una plenitud que es lo que nos explica la vida que llevó Jesús.
2. Cuando
Jesús dice que no ha venido para abolir la ley o los profetas, este texto de
Mateo presenta a Jesús como quien, precisamente porque cambió la ley y tantas
otras cosas, el resultado no consiste en que dejó sin validez el A. T., sino que
llevó todo aquello a su plenitud, al cumplimiento pleno (plerosai) (Mt 5, 17).
Que no se cumple sola o simplemente "por la fe" (Rom 3, 31), sino por
lo central que hay en los evangelios: "el seguimiento de Jesús'.
3. Y
es que el cambio, que representa el Evangelio respecto al A.T., es más fuerte
de lo que muchos se imaginan. Jesús no vino a fundar una religión más exigente
que la del judaísmo. Jesús no fundó ninguna religión.
¿Cómo iba a
fundar una religión un hombre que fue asesinado por los responsables y
dirigentes de la religión?
Lo que hizo
Jesús fue sustituir la "religión" por un "proyecto de
vida". Tan radicalmente humano y laico, que es un proyecto que no se puede
vivir sin la base y la fuerza de la fe, la oración y, sobre todo, el
seguimiento de la forma de vida que llevó Jesús.
SAN OLEGARIO
En
lo religioso es Nicolás II quien dirige y, en lo civil, Enrique IV administra
el Sacro Imperio Romano cuando nace en el año 1060 Olegario. Sus padres fueron
Olaguer –valido de D. Ramón Berenguer, conde de Barcelona– y Guilia. En su
tiempo se condena a Berengario por sus errores sobre la Eucaristía y Godofredo
de Buillón conquista Jerusalén, nombrándosele defensor del Santo Sepulcro.
Fue
canónigo de la iglesia Catedral de Barcelona y D. Ramón Beltrán, obispo de la
ciudad, lo ordenó sacerdote. Pero, pensando que agradaba más a Dios de otra
manera, Olaguer –que así le conocen en Barcelona y Tarragona– renuncia a la
prebenda catedralicia, entra en el monasterio de San Adrián del que llega a ser
prior y pasa a ser abad del de San Rufo hasta que se le nombra obispo en el año
1115. No pocos apuros costaron ponerle sobre su cabeza la mitra de Barcelona y
en su mano el báculo por no quererlos aceptar el frailecito pensando que eran
gran dignidad y pocos sus méritos; incluso llegó a escaparse por la noche y el
clero tuvo que «atraparle» en Perpiñán; y dicen que hasta el mismo D. Rodrigo
suplicó al papa Pascual II para que le obligara a aceptarla. Puede que el dato
sea leyenda o puede que sea verdad por su humildad; pero ciertamente hoy –los
tiempos cambiaron– no cuesta tanto aceptar un nombramiento episcopal. Aquellas
buenas gentes apreciaban bien su calidad.
Como
obispo hace su labor con creces; pasó el tiempo reconstruyendo monasterios e
iglesias, predicando de ordinario –cosa poco usual en su época– y preocupándose
de los pobres, dándoles en limosna los dineros que él recibía.
Cuando
muere el papa Pascual y se elige a Gelasio II, va Olegario a Roma a besar los
pies de Pedro y prestarle juramento como acto protocolario del tiempo. A su
vuelta se ha recuperado Tarragona de los moros, se restituye su condición de
sede metropolitana y Olaguer es nombrado su arzobispo el 21 de marzo de 1118.
El papa lo nombra, además, legado suyo para toda España. Tiene que vivir en
Barcelona cuya sede mantiene porque quedó arrasada Tarragona y sin bienes
propios; ocho años tardará Olegario en terminar de reedificar las murallas de
esta ciudad y en llevar a ella gente aguerrida que esté en condiciones de poder
defenderla.
Cumpliendo
la misión de metropolitano y legado ad latere hubo de tomar parte en diversos
concilios y anatematizó al antipapa Anacleto.
A su
regreso de Tierra Santa se preocupa de que se restituyan a la Iglesia los
bienes que algunos se habían injustamente apropiado, bendice y repara los
templos desacralizados por los sarracenos, e interviene en Zaragoza en la
reconciliación entre don Alonso de Castilla y don Ramiro de Aragón.
Este
hombre celoso, incansable, con don de gobierno y mucho amor a Dios, no pudo ver
reconstruida su iglesia metropolitana por falta de recursos económicos antes de
morir el 6 de marzo del 1136. Fueron sepultados sus restos en Barcelona y
canonizado a la antigua usanza, es decir, por veneración popular y
consentimiento del Romano Pontífice.
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