7 DE MARZO
– JUEVES –
3ª – SEMANA DE CUARESMA - B
SANTAS PERPETUA Y FELICIDAD, mártires
Lectura del libro de Jeremías (7,23-28):
ESTO dice el Señor:
«Esta fue la
orden que di a mi pueblo:
“Escuchad mi
voz, Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo. Seguid el camino que os
señalo, y todo os irá bien”.
Pero no
escucharon ni hicieron caso. Al contrario, caminaron según sus ideas, según la
maldad de su obstinado corazón. Me dieron la espalda y no la cara.
Desde que salieron vuestros padres de Egipto hasta hoy, os envié a mis
siervos, los profetas, un día tras otro; pero no me escucharon ni me hicieron
caso. Al contrario, endurecieron la cerviz y fueron peores que sus padres.
Ya puedes repetirles este discurso, seguro que no te escucharán; ya
puedes gritarles, seguro que no te responderán.
Aun así, les
dirás:
“Esta es la
gente que no escuchó la voz del Señor, su Dios, y no quiso escarmentar. Ha
desaparecido la sinceridad, se la han arrancado de la boca”».
Palabra de Dios
Salmo
94,1-2.6-7.8-9
R/. Ojalá
escuchéis hoy la voz del Señor:
«No endurezcáis
vuestro corazón»
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R/.
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía. R/.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en
Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a
prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis
obras». R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas
(11,14-23):
EN aquel tiempo, estaba Jesús echando un demonio que era mudo.
Sucedió que,
apenas salió el demonio, empezó a hablar el mudo. La multitud se quedó
admirada, pero algunos de ellos dijeron:
«Por arte de
Belzebú, el príncipe de los demonios echa los demonios».
Otros, para
ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo.
Él,
conociendo sus pensamientos, les dijo:
«Todo reino
dividido contra sí mismo va a la ruina y cae casa sobre casa. Si, pues, también
Satanás se ha dividido contra sí mismo, ¿cómo se mantendrá su reino? Pues
vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú. Pero, si yo
echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién
los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo los
demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a
vosotros.
Cuando un
hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros, pero,
cuando otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba
y reparte su botín.
El que no
está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama».
Palabra del Señor
1. Desde
los tiempos del destierro en Babilonia, los judíos asimilaron la teología de
los "demonios", que procedía del sincretismo iranio-caldeo. Según
esta teología extraña, los demonios son por excelencia los malos espíritus que
llevan al ser humano a la perdición (O. Bócher).
La referencia
a Belzebú era un ataque directo al poder divino del Espíritu Santo, que es el
que capacita a Jesús para la lucha contra la fuerza del mal, personificada en
Satanás (W. Foerster).
2. En
este episodio, Jesús libera del demonio liberando de la mudez. Se
puede "ser" mudo o "estar como" mudo. El que
calla cuando tendría que hablar, "está como" mudo. Y, por desgracia,
hay silencios que son cómplices de muchas maldades. Los llamados medios de
"comunicación" son, con frecuencia, medios de
"incomunicación". Porque no dicen la verdad. O porque
callan lo que tendrían que decir. A eso, antiguamente, se le llamaba
"estar endemoniado".
Ahora, de
esas conductas, se dice que son lo "políticamente correcto".
¡Conductas satánicas!, que perpetúan la maldad y el sufrimiento de los
desgraciados.
Con
frecuencia, ocurre que los clérigos condenan los pecados contra la conducta
sexual, al tiempo que se callan cuando se trata de delitos contra la
economía. Por eso vemos, con frecuencia, que los obispos condenan
más a los homosexuales que a los gobernantes corruptos.
A los
homosexuales no les temen los hombres de Iglesia. A los políticos, les temen.
Porque los políticos tienen poder para quitarle a la Iglesia sus privilegios.
Todo esto son conductas "satánicas".
3. Por
otra parte, la división y la confrontación, incluso entre demonios, es signo evidente de autodestrucción. Una familia dividida, un país en el
que viven unos ciudadanos enfrentados contra otros, una Iglesia rota y
fracturada en grupos que no se quieren o incluso se odian..., todo eso es
presencia satánica y anuncio de muerte.
SANTAS PERPETUA Y FELICIDAD,
mártires
Santas Felicidad y Perpetua Mártires
(año 203)
Felicidad y
Perpetua. Estas dos santas murieron martirizadas en Cartago (África) el 7 de
marzo del año 203.
Perpetua era
una joven madre, de 22 años, que tenía un niñito de pocos meses. Pertenecía a
una familia rica y muy estimada por toda la población. Mientras estaba en
prisión, por petición de sus compañeros mártires, fue escribiendo el diario de
todo lo que le iba sucediendo.
Felicidad era
una esclava de Perpetua. Era también muy joven y en la prisión dio a luz una
niña, que después los cristianos se encargaron de criar muy bien.
Las
acompañaron en su martirio unos esclavos que fueron apresados junto a ellas, y
su catequista, el diácono Sáturo, que las había instruido en la religión y las
había preparado para el bautismo. A Sáturo no lo habían apresado, pero él se
presentó voluntariamente.
Los antiguos
documentos que narran el martirio de estas dos santas, eran inmensamente
estimados en la antigüedad, y San Agustín dice que se leían en las iglesias con
gran provecho para los oyentes. Esos documentos narran lo siguiente.
El año 202 el
emperador Severo mandó que los que siguieran siendo cristianos y no quisieran
adorar a los falsos dioses tenían que morir.
Perpetua
estaba celebrando una reunión religiosa en su casa de Cartago cuando llegó la
policía del emperador y la llevó prisionera, junto con su esclava Felicidad y
los esclavos Revocato, Saturnino y Segundo.
Dice Perpetua
en su diario: "Nos echaron a la cárcel y yo quedé consternada porque nunca
había estado en un sitio tan oscuro. El calor era insoportable y estábamos
demasiadas personas en un subterráneo muy estrecho. Me parecía morir de calor y
de asfixia y sufría por no poder tener junto a mí al niño que era tan de pocos
meses y que me necesitaba mucho. Yo lo que más le pedía a Dios era que nos
concediera un gran valor para ser capaces de sufrir y luchar por nuestra santa
religión".
Afortunadamente
al día siguiente llegaron dos diáconos católicos y dieron dinero a los
carceleros para que pasaran a los presos a otra habitación menos sofocante y
oscura que la anterior, y fueron llevados a una sala a donde por lo menos
entraba la luz del sol, y no quedaban tan apretujados e incómodos. Y
permitieron que le llevaran al niño a Perpetua, el cual se estaba secando de
pena y acabamiento. Ella dice en su diario: "Desde que tuve a mi pequeñín
junto a mí, ya aquello no me parecía una cárcel sino un palacio, y me sentía
llena de alegría. Y el niño también recobró su alegría y su vigor". Las
tías y la abuelita se encargaron después de su crianza y de su educación.
El jefe del
gobierno de Cartago llamó a juicio a Perpetua y a sus servidores. La noche
anterior Perpetua tuvo una visión en la cual le fue dicho que tendrían que
subir por una escalera muy llena de sufrimientos, pero que al final de tan
dolorosa pendiente, estaba un Paraíso Eterno que les esperaba. Ella narró a sus
compañeros la visión que había tenido y todos se entusiasmaron y se propusieron
permanecer fieles en la fe hasta el fin.
Primero
pasaron los esclavos y el diacono. Todos proclamaron ante las autoridades que
ellos eran cristianos y que preferían morir antes que adorar a los falsos
dioses.
Luego llamaron
a Perpetua. El juez le rogaba que dejara la religión de Cristo y que se pasara
a la religión pagana y que así salvaría su vida. Y le recordaba que ella era
una mujer muy joven y de familia rica. Pero Perpetua proclamó que estaba
resuelta a ser fiel hasta la muerte, a la religión de Cristo Jesús. Entonces
llegó su padre (el único de la familia que no era cristiano) y de rodillas le
rogaba y le suplicaba que no persistiera en llamarse cristiana. Que aceptara la
religión del emperador. Que lo hiciera por amor a su padre y a su hijito. Ella
se conmovía intensamente pero terminó diciéndole: ¿Padre, cómo se llama esa
vasija que hay ahí en frente? "Una bandeja", respondió él. Pues bien:
"A esa vasija hay que llamarla bandeja, y no pocillo ni cuchara, porque es
una bandeja. Y yo que soy cristiana, no me puedo llamar pagana, ni de ninguna
otra religión, porque soy cristiana y lo quiero ser para siempre".
Y añade
el diario escrito por Perpetua: "Mi padre era el único de mi familia que
no se alegraba porque nosotros íbamos a ser mártires por Cristo".
El juez
decretó que los tres hombres serían llevados al circo y allí delante de la
muchedumbre serían destrozados por las fieras el día de la fiesta del
emperador, y que las dos mujeres serían echadas amarradas ante una vaca furiosa
para que las destrozara. Pero había un inconveniente: que Felicidad iba a ser
madre, y la ley prohibía matar a la que ya iba a dar a luz. Y ella sí deseaba
ser martirizada por amor a Cristo. Entonces los cristianos oraron con fe, y
Felicidad dio a luz una linda niña, la cual le fue confiada a cristianas
fervorosas, y así ella pudo sufrir el martirio. Un carcelero se burlaba
diciéndole: "Ahora se queja por los dolores de dar a luz. ¿Y cuándo le
lleguen los dolores del martirio qué hará? Ella le respondió: "Ahora soy
débil porque la que sufre es mi pobre naturaleza. Pero cuando llegue el
martirio me acompañará la gracia de Dios, que me llenará de fortaleza".
A los
condenados a muerte se les permitía hacer una Cena de Despedida. Perpetua y sus
compañeros convirtieron su cena final en una Cena Eucarística. Dos santos
diáconos les llevaron la comunión, y después de orar y de animarse unos a otros
se abrazaron y se despidieron con el beso de la paz. Todos estaban a cuál de
animosos, alegremente dispuestos a entregar la vida por proclamar su fe en
Jesucristo.
A los
esclavos los echaron a las fieras que los destrozaron y ellos derramaron así
valientemente su sangre por nuestra religión.
Antes de
llevarlos a la plaza los soldados querían que los hombres entraran vestidos de
sacerdotes de los falsos dioses y las mujeres vestidas de sacerdotisas de las
diosas de los paganos. Pero Perpetua se opuso fuertemente y ninguno quiso
colocarse vestidos de religiones falsas.
El diácono
Sáturo había logrado convertir al cristianismo a uno de los carceleros, llamado
Pudente, y le dijo: "Para que veas que Cristo sí es Dios, te anuncio que a
mí me echarán a un oso feroz, y esa fiera no me hará ningún daño". Y así
sucedió: lo amarraron y lo acercaron a la jaula de un oso muy agresivo. El
feroz animal no le quiso hacer ningún daño, y en cambio sí le dio un tremendo
mordisco al domador que trataba de hacer que se lanzara contra el santo
diácono. Entonces soltaron a un leopardo y éste de una dentellada destrozó a
Sáturo. Cuando el diácono estaba moribundo, untó con su sangre un anillo y lo
colocó en el dedo de Pudente y este aceptó definitivamente volverse cristiano.
A Perpetua
y Felicidad las envolvieron dentro de una malla y las colocaron en la mitad de
la plaza, y soltaron una vaca bravísima, la cual las corneó sin misericordia.
Perpetua únicamente se preocupaba por irse arreglando los vestidos de manera
que no diera escándalo a nadie por parecer poco cubierta. Y se arreglaba
también los cabellos para no aparecer despeinada como una llorona pagana. La
gente emocionada al ver la valentía de estas dos jóvenes madres, pidió que las
sacaran por la puerta por donde llevaban a los gladiadores victoriosos.
Perpetua, como volviendo de un éxtasis, preguntó: ¿Y dónde está esa tal vaca
que nos iba a cornear?
Pero luego ese
pueblo cruel pidió que las volvieran a traer y que les cortaran la cabeza allí
delante de todos. Al saber esta noticia, las dos jóvenes valientes se abrazaron
emocionadas, y volvieron a la plaza. A Felicidad le cortaron la cabeza de un
machetazo, pero el verdugo que tenía que matar a Perpetua estaba muy nervioso y
equivocó el golpe. Ella dio un grito de dolor, pero extendió bien su cabeza
sobre el cepo y le indicó al verdugo con la mano, el sitio preciso de su cuello
donde debía darle el machetazo. Así esta mujer valerosa hasta el último momento
demostró que si moría mártir era por su propia voluntad y con toda generosidad.
Estas dos
mujeres, la una rica e instruida y la otra humilde y sencilla sirvienta,
jóvenes esposas y madres, que en la flor de la vida prefirieron renunciar a los
goces de un hogar, con tal de permanecer fieles a la religión de Jesucristo,
¿qué nos enseñarán a nosotros? Ellas sacrificaron un medio siglo que les podía
quedar de vida en esta tierra y llevan más de 17 siglos gozando en el Paraíso
eterno. ¿Qué renuncias nos cuesta nuestra religión? ¿En verdad, ser amigos de
Cristo nos cuesta alguna renuncia? Cristo sabe pagar muy bien lo que hacemos y
renunciamos por El.
No hay comentarios:
Publicar un comentario