lunes, 25 de marzo de 2024

Párate un momento: El Evangelio del dia 27 DE MARZO – MIERCOLES SANTO – Stª – LIDIA

 


 

27 DE MARZO

– MIERCOLES SANTO –

Stª – LIDIA

 

Lectura del libro de Isaías (50,4-9a):

 

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos.

¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 68,8-10.21-22.31.33-34

R/. Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor

 

Por ti he aguantado afrentas,

la vergüenza cubrió mi rostro.

Soy un extraño para mis hermanos,

un extranjero para los hijos de mi madre;

porque me devora el celo de tu templo,

y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí. R/.

 

La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco.

Espero compasión, y no la hay;

consoladores, y no los encuentro.

En mi comida me echaron hiel,

para mi sed me dieron vinagre. R/.

 

Alabaré el nombre de Dios con cantos,

proclamaré su grandeza con acción de gracias.

Miradlo, los humildes, y alegraos,

buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.

Que el Señor escucha a sus pobres,

no desprecia a sus cautivos. R/.

                                                                                                           

Lectura del santo evangelio segun san Mateo (26,14-25):

 

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, a los sumos sacerdotes y les propuso: «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»

Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»

Él contestó:

«ld a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos."»

Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce.

Mientras comían dijo:

«Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»

Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:

«¿Soy yo acaso, Señor?»

Él respondió:

«El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido.»

Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:

«¿Soy yo acaso, Maestro?»

Él respondió:

«Tú lo has dicho.»

 

Palabra del Señor

 

1.  Es evidente que este relato, en vísperas del Jueves Santo, centra la atención de los cristianos en la figura de Judas. Sobre este personaje se ha discutido mucho:   - ¿quién era?   - ¿Por qué lo eligió Jesús como uno de los Doce?   - ¿Cómo lo trató Jesús?   - ¿Por qué traicionó a Jesús?    - ¿Por qué los evangelios destacan tanto a este extraño personaje?

Las ideas de los antiguos padres de la Iglesia, de la teología protestante y de la teología católica son muy diferentes (cf. Ulrich Luz).

 

2.  Si nos atenemos solo a aclarar estas preguntas, lo más seguro es que no lleguemos al fondo del problema que plantean a la Iglesia y a cada cristiano en concreto.

  ¿En qué consiste ese problema?

Lo más claro que hay en el "caso Judas", es el hecho de que, entre los elegidos de Jesús y sus más cercanos amigos (Jn, 15, 14-16), entre los que habitualmente están con él (Mc 3, 13) y los que figuran investidos de "autoridad" (Mc 3, 15; Mt 10, 1), destinados a representar la totalidad de los escogidos de Dios (Mt 19, 28 par), ahí, en ese núcleo de los más representativos, hay cobardes (caso de Pedro) y hay traidores (caso de Judas).   Esto —por lo menos esto— es lo que la Iglesia primitiva tuvo muy claro y clavado en el alma.

 

3.  En realidad, lo que allí ocurrió es que Pedro, al negar su relación con Jesús, lo que hizo fue negar su fe, su amistad, su cercanía a Jesús. Y Judas fue sencillamente un ladrón codicioso, un falso amigo, un hipócrita, un hombre falso y del que nadie se podría fiar.

Por diversos motivos, lo mismo para Judas que para Pedro, el propio interés se antepuso a la fidelidad y al seguimiento de Jesús. Esto es algo que la Iglesia ha de tener siempre presente. Porque, desde sus orígenes, lo consideró muy preocupante.  Y preocupante ha sido y lo es hasta el día de hoy.

La pregunta "¿Acaso soy yo, Señor?" debería estar clavada en el alma de cada creyente. Y de forma muy intensa y especial en quienes ocupan cargos de gobierno en la Iglesia.

 

Stª – LIDIA

 




Martirologio Romano: Conmemoración de santa Lidia de Tiatira, vendedora de púrpura, que fue la primera que creyó en el Evangelio en Filipos, en Macedonia, cuando lo predicó el apóstol san Pablo (s. I).

Ser el primero en hacer algo es un modo seguro de hacer que tu nombre figure en el libro de los récords. La primera persona en dar la vuelta al globo. La primera persona en correr la milla en menos de tres minutos. La primera persona en llegar al Polo Sur. Lidia también fue una de las primeras. Su familia fue la primera en Europa en convertirse al cristianismo y ser bautizada.

Lidia era una comerciante de púrpuras. Eso podría no significar mucho para nosotros hoy en día, pero en el siglo primero eso significaba que era una mujer muy rica. Dado que el tinte de la púrpura se extraía con muchas dificultades de cierto molusco, sólo una elite podía permitirse tener telas teñidas de ese color. Una mercader que vendiera ese tinte tan extremadamente costoso era rica, se mirase como se mirase.

La riqueza se cita a menudo como uno de los principales obstáculos al crecimiento espiritual.

Se nos advierte que "es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el Reino de los Cielos". Eso no significa, sin embargo, que ser pobre te haga mejor automáticamente. Una persona pobre que acumula unas pocas posesiones no es mejor que una persona rica que acumula muchas. No hay indicaciones de que Lidia abandonara su negocio tras convertirse al cristianismo. Pero hay muchas pruebas de que utilizó su fortuna sabiamente.

Entendió que el valor real de la riqueza reside en el modo en que la usas, no en cuánto tienes.

 

 

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