14 DE MARZO
– JUEVES –
4ª –
SEMANA DE CUARESMA - B
Sta. MATILDE
Lectura del libro
del Éxodo (32,7-14):
En aquellos días, el Señor dijo a Moisés:
«Anda, baja
de la montaña, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto.
Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un
becerro de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman:
“Este es tu
Dios, Israel, el que te sacó de Egipto”».
Y el Señor
añadió a Moisés:
«Veo que este
pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender
contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo».
Entonces
Moisés suplicó al Señor, su Dios:
«¿Por qué,
Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto, con
gran poder y mano robusta? - ¿Por qué han de decir los egipcios: “Con mala
intención los sacó, para hacerlos morir en las montañas y exterminarlos de la
superficie de la tierra”?
Aleja el
incendio de tu ira, arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo. Acuérdate de
tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo:
“Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta
tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea
por siempre”».
Entonces se
arrepintió el Señor de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.
Palabra de Dios
Salmo:
105,19-20.21-22.23
R/. Acuérdate de
mí, Señor, por amor a tu pueblo
En Horeb se hicieron un becerro,
adoraron un ídolo de fundición;
cambiaron su gloria por la imagen
de un toro que come hierba. R/.
Se olvidaron de Dios, su salvador,
que había hecho prodigios en Egipto,
maravillas en la tierra de Cam,
portentos junto al mar Rojo. R/.
Dios hablaba ya de aniquilarlos;
pero Moisés, su elegido,
se puso en la brecha frente a él,
para apartar su cólera del
exterminio. R/.
Lectura del santo
evangelio según san Juan (5,31-47):
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos:
«Si yo doy
testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Hay otro que da
testimonio de mí, y sé que es verdadero el testimonio que da de mí.
Vosotros
enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. No
es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que
vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros
quisisteis gozar un instante de su luz.
Pero el
testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha
concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre
me ha enviado.
Y el Padre
que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz,
ni visto su rostro, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió
no lo creéis.
Estudiáis las
Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando
testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de
los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros.
Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene
en nombre propio, a ese sí lo recibiréis.
¿Cómo podréis
creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que
viene del único Dios?
No penséis
que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien
tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de
mí escribió él. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis
palabras?».
Palabra del Señor
1. Por causa de la violación del
precepto religioso de la observancia del sábado, que Jesús quebrantó al curar
al paralítico de la piscina, el ataque violento de los dirigentes de la
religión, con intención incluso de matarlo (Jn 5,18), motivó a Jesús a
defenderse y justificar lo que hacía y por qué lo hacía.
El problema
estaba en que, tanto en el mundo judío como en el grecorromano, se daba por
sentado que, en caso de litigio o conflicto, una persona implicada en tal
enfrentamiento no podía dar testimonio en favor de sí misma (Jn 5, 31). Así
consta ya por el Deut 19, 15; 17, 6. Y lo mismo viene a decir F Josefo (Ant.
IV, 219; cf. Billerbeck II, 522) (J. Zumstein).
Era enseñanza
común desde Homero hasta Cicerón, con toda seguridad.
2. - ¿En qué y en quién se basaba el testimonio que justificaba el hecho de quebrantar lo que mandaba la inquebrantable voluntad de Dios, expresada en la ley?
- ¿Con qué autoridad quebrantaba Jesús lo mandado por Dios para la
observancia del sábado?
Es la
pregunta que se plantea en todas las curaciones que Jesús hizo en sábado, en el
día de la semana que estaba prohibido curar enfermos. Se trata, en
el fondo, de la misma pregunta que Jesús hizo cuando curó al manco de la
sinagoga: - ¿qué está permitido hacer en sábado? - ¿El bien, o el
mal? - ¿Dar vida o matar? (Mc 3, 4).
En el fondo,
era la pregunta tremenda:
- ¿qué es lo primero y lo más importante:
la "observancia de la religión" o la "felicidad de la
vida"?
Es la
pregunta eterna, que se repite, una y otra vez, en toda la vida y en todos los
conflictos de Jesús con los dirigentes de la religión.
3. La
respuesta de Jesús es clara y tajante: si no creéis en mí, creed en mis "obras". Las "obras" (tá érga) de Jesús fueron su
"conducta" en favor de los enfermos, en
defensa de la vida (Jn 4, 34; 17, 4; 5, 20. 36; 9, 3 s; 10, 25. 32. 37 s; 14, 10-12) (R. Heiligenthal).
Es una pena y
un dolor que los "hombres de Iglesia" no podamos dar esta misma
respuesta tantas y tantas veces: "si no creéis en nosotros, ahí está lo
que hacemos". O sea, fijaos en nuestra conducta: damos vida, nos jugamos
la vida, por defender y dignificar la vida.
- ¿Por qué el
papa Francisco tiene tanta credibilidad en todo el mundo? Porque se ha puesto
de parte de la vida de quienes apenas pueden vivir.
El día que
todos los curas puedan decir: Si no creéis en mí, creed en mis obras, ese día
el Evangelio se habrá hecho vida y dará vida al mundo.
Sta. MATILDE
Matilde
significa: "valiente en la batalla".
Era descendiente
del famoso guerrero Widukind e hija del duque de Westfalia. Desde niña fue
educada por las monjas del convento de Erfurt y adquirió una gran piedad y una
fortísima inclinación hacia la caridad para con los pobres.
Muy joven se casó con Enrique, duque de Sajonia (Alemania). Su matrimonio
fue excepcionalmente feliz. Sus hijos fueron: Otón primero, emperador de
Alemania; Enrique, duque de Baviera; San Bruno, Arzobispo de Baviera; Gernerga,
esposa de un gobernante; y Eduvigis, madre del famoso rey francés, Hugo Capeto.
Su esposo Enrique obtuvo resonantes triunfos en la lucha por defender su
patria, Alemania, de las invasiones de feroces extranjeros. Y él atribuía gran
parte de sus victorias a las oraciones de su santa esposa Matilde.
Enrique fue
nombrado rey, y Matilde al convertirse en reina no dejó sus modos humildes y
piadosos de vivir. En el palacio real más parecía una buena mamá que una reina,
y en su piedad se asemejaba más a una religiosa que a una mujer de mundo.
Ninguno de los que acudían a ella en busca de ayuda se iba sin ser atendido.
Era
extraordinariamente generosa en repartir limosnas a los pobres. Su esposo casi
nunca le pedía cuentas de los gastos que ella hacía, porque estaba convencido
de que todo lo repartía a los más necesitados. Tampoco se disgustaba por las
frecuentes prácticas de piedad a que ella se dedicaba, la veía tan bondadosa y
tan fiel que estaba convencido de que Dios estaba contento de su santo
comportamiento.
Después de 23 años
de matrimonio quedó viuda, al morir su esposo Enrique. Cuando supo la noticia
de que él había muerto repentinamente de un derrame cerebral, ella estaba en el
templo orando. Inmediatamente se arrodilló ante el Santísimo Sacramento y ofreció
a Dios su inmensa pena y mandó llamar a un sacerdote para que celebrara una
misa por el descanso eterno del difunto. Terminada la misa, se quitó todas sus
joyas y las dejó como un obsequio ante el altar, ofreciendo a Dios el
sacrificio de no volver a emplear joyas nunca más.
Su hijo Otón
primero fue elegido emperador, pero el otro hermano Enrique, deseaba también
ser jefe y se declaró en revolución. Otón creyó que Matilde estaba de parte de
Enrique y la expulsó del palacio. Ella se fue a un convento a orar para que sus
dos hijos hicieran las paces. Y lo consiguió. Enrique fue nombrado Duque de
Baviera y firmó la paz con Otón. Pero entonces a los dos se les ocurrió que
todo ese dinero que Matilde afirmaba que había gastado en los pobres, lo tenía
guardado. Y la sometieron a pesquisas humillantes. Pero no lograron encontrar
ningún dinero. Ella decía con humor: "Es verdad que se unieron contra mí,
pero por lo menos se unieron".
Y sucedió que
a Enrique y a Otón empezó a irles muy mal y comenzaron a sucederles cosas muy
desagradables. Entonces se dieron cuenta de que su gran error había sido tratar
tan mal a su santa madre. Y fueron y le pidieron humildemente perdón y la llevaron
otra vez a palacio y le concedieron amplia libertad para que siguiera
repartiendo limosnas a cuantos le pidieran.
Ella los perdonó
gustosamente. Y le avisó a Enrique que se preparara a bien morir porque le
quedaba poco tiempo de vida. Y así le sucedió.
Otón adquirió tan
grande veneración y tan plena confianza con su santa madre, que cuando se fue a
Roma a que el Sumo Pontífice lo coronara emperador, la dejó a ella encargada
del gobierno de Alemania.
Sus últimos años los pasó Matilde dedicada a fundar conventos y a repartir
limosnas a los pobres. Otón, que al principio la criticaba diciendo que era
demasiado repartidora de limosnas, después al darse cuenta de la gran cantidad
de bendiciones que se conseguían con las limosnas, le dio amplia libertad para
dar sin medida. Dios devolvía siempre cien veces más.
Cuando Matilde
cumplió sus 70 años se dispuso a pasar a la eternidad y repartió entre los más
necesitados todo lo que tenía en sus habitaciones, y rodeada de sus hijos y de
sus nietos, murió santamente el 14 de marzo del año 968.
ORACION
Matilde: reina
santa y generosa: haz que todas las mujeres del mundo que tienen altos puestos
o bienes de fortuna sepan compartir sus bienes con los pobres con toda la
generosidad posible, para que así se ganen los premios del cielo con sus
limosnas en la tierra.
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