20 DE MARZO
– MIERCOLES –
5ª – SEMANA DE CUARESMA - B
San Martin de
Braga
Lectura de la
profecía de Daniel (3,14-20.91-92.95):
En aquellos días, el rey Nabucodonosor dijo:
«¿Es cierto,
Sidrac, Misac y Abdénago, que no teméis a mis dioses ni adoráis la estatua de
oro que he erigido?
Mirad: si al
oír tocar la trompa, la flauta, la cítara, el laúd, el arpa, la vihuela y todos
los demás instrumentos, estáis dispuestos a postraros adorando la estatua que
he hecho, hacedlo; pero, si no la adoráis, seréis arrojados inmediatamente al
horno encendido, y ¿qué dios os librará de mis manos?».
Sidrac, Misac
y Abdénago contestaron al rey Nabucodonosor:
«A eso no
tenemos por qué responderte. Si nuestro Dios a quien veneramos puede librarnos
del horno encendido, nos librará, oh rey, de tus manos. Y aunque no lo hiciera,
que te conste, majestad, que no veneramos a tus dioses ni adoramos la estatua
de oro que has erigido».
Entonces
Nabucodonosor, furioso contra Sidrac, Misac y Abdénago, y con el rostro
desencajado por la rabia, mandó encender el horno siete veces más fuerte que de
costumbre, y ordenó a sus soldados más robustos que atasen a Sidrac, Misac y
Abdénago y los echasen en el horno encendido.
Entonces el
rey Nabucodonosor se alarmó, se levantó y preguntó, estupefacto, a sus
consejeros:
«¿No eran
tres los hombres que atamos y echamos al horno?».
Le
respondieron:
«Así es,
majestad».
Preguntó:
«Entonces,
¿cómo es que veo cuatro hombres, sin atar, paseando por el fuego sin sufrir
daño alguno? Y el cuarto parece un ser divino».
Nabucodonosor,
entonces, dijo:
«Bendito sea
el Dios de Sidrac, Misac y Abdénago, que envió un ángel a salvar a sus siervos,
que, confiando en él, desobedecieron el decreto real y entregaron sus cuerpos
antes que venerar y adorar a otros dioses fuera del suyo».
Palabra de Dios
Salmo: Dn
3,52.53.54.55.56
R/. A ti gloria y
alabanza por los siglos
V/. Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres.
Bendito tu nombre, santo y
glorioso. R/.
V/. Bendito eres en el templo de tu santa gloria. R/.
V/. Bendito eres sobre el trono de tu reino. R/.
V/. Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas
los abismos. R/.
V/. Bendito eres en la bóveda del cielo. R/.
Lectura del santo
evangelio según san Juan (8,31-42):
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en él:
«Si
permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la
verdad, y la verdad os hará libres».
Le
replicaron:
«Somos linaje
de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: “Seréis
libres”?».
Jesús les
contestó:
«En verdad,
en verdad os digo: todo el que comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda
en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace
libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo,
tratáis de matarme, porque mi palabra no cala en vosotros. Yo hablo de lo que
he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro
padre».
Ellos
replicaron:
«Nuestro
padre es Abrahán».
Jesús les
dijo:
«Si fuerais
hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme
a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios; y eso no lo hizo
Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre».
Le
replicaron:
«Nosotros no
somos hijos de prostitución; tenemos un solo padre: Dios».
Jesús les
contestó:
«Si Dios
fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y he venido. Pues no
he venido por mi cuenta, sino que él me envió».
Palabra del Señor
1. El
Evangelio dice, de forma tajante, que donde hay fe en Jesús hay libertad. Lo cual quiere decir: si la fe en Jesús es auténtica, esa fe produce
personas libres. En otras palabras, donde no hay libertad, tampoco hay fe. La
fe en Jesús y la libertad van siempre juntas. No puede haber fe auténtica que
no produzca personas libres.
La llamada
"vida espiritual", a veces, nos engaña. Pues hay gente muy espiritual
que no puede vivir sin sumisión a un poder que le dé seguridad.
2. El
Evangelio -y Jesús en él- produce personas libres porque, mediante la fe, los creyentes conocen la verdad. Pero ¡atención!, que, al hablar de la
"verdad", no nos estamos refiriendo solo ni principalmente, a
verdades religiosas, a dogmas de fe. La verdad de la que habla Jesús es la
adhesión y la identificación con él. Los catecismos y los dogmas que no llevan
a las personas a vivir como vivió Jesús, no contienen la verdad de la que
habla el Evangelio.
3. Todos
pensamos que somos libres, cuando en realidad estamos más condicionados,
controlados y sumisos de lo que nos imaginamos.
En la cultura
actual se ha producido un cambio radical. Se trata del cambio en nuestra
experiencia del poder. Lo que ahora manda en nosotros no es ya el
poder opresor, sino el poder seductor. La moderna sociedad tecnológica dispone
y maneja los mecanismos de seducción más eficaces que hasta ahora se han
inventado. Y mediante la seducción, nos controlan la manera de pensar, de
vestir, de comer, de descansar, de trabajar...
La gran tarea
de la religión y de la Iglesia, en este momento, tendría que ser hacernos más
libres frente a tantos controles.
No para hacer
cada cual lo que se le antoje, sino para estar más disponibles al servicio de la bondad y la misericordia.
San Martin de
Braga
San
Martín de Braga, también conocido como Martín de Dumio o Martín Dumiense.
Obispo, teólogo y escritor eclesiástico hispano de origen panónico, llamado el
«Apostol de los suevos» (Panonia, hacia 510-520 - Braga, 579-580).
Dumio,
situado geográficamente cerca de Braga - la capital del reino de los suevos-,
distingue del otro Martín de Francia a nuestro Martín. Fue el apóstol de los
suevos a los que convirtió al catolicismo.
El
testimonio de san Isidoro de Sevilla señala el 560 como fecha de la conversión.
Eran los suevos un pueblo indomable y el terror de Roma; atravesaron las
Provincias y pasaron sus fronteras; se trasladaron de las riberas del Rhin a
las del Miño; arrasaron a los francos y pasaron el Pirineo; luego se reparten
las tierras de Galecia y ponen su capital en Braga; llegaron a bajar hasta la
Bética y conquistaron Sevilla en las tierras llanas. Transcurre la vida del
santo en el siglo VI.
San
Martín Dumiense, según conocemos por el epitafio de su tumba que escribió él
mismo, era oriundo de Panonia, en la actual Hungría. Debió nacer entre el 510 y
el 520. Quiso vivir el don de la fe en las mismas fuentes. Peregrina a
Palestina con la avidez de conocer, pisar, besar y tocar la tierra de Cristo;
allí aprovecha su tiempo entre oración, mortificación, y el estudio del griego
que le contacta con los santos Padres primeros. Luego pasa por Roma, donde
murió y vive Pedro. Atraviesa el reino de los francos donde se encuentra con
los suevos y aprovecha la oportunidad de hacer apostolado con este pueblo.
Karriarico,
rey suevo arriano -habían caído los suevos en el arrianismo por la actividad
del gálata Ayax, enviado por Teodorico- mandó embajada noble para pedir en la
afamada y milagrosa tumba de san Martín de Tours el portento de la curación de
su hijo. Era ya la segunda vez que lo hacía, la primera misión no dio el
resultado apetecido; ahora manda la ofrenda del peso de su hijo en oro y plata
y presenta la promesa de conversión si obtiene del santo de Tours lo que
humildemente pide. Y se cura el vástago del rey suevo. Es la ocasión para dejar
el arrianismo. San Gregorio de Tours narrará, como testigo, -dejando en el
relato el polvo de la leyenda- el ruego de la doble embajada y la posterior
conversión del bravo pueblo suevo.
Así
fue como pasó el presbítero húngaro Martín a Galecia, de mano de sus casi
paisanos, los belicosos emigrantes centroeuropeos. En Dumio funda un monasterio
para la alabanza divina, la oración, el recogimiento, la difusión de la fe y la
atención del pueblo ¡Bien conocida tiene la necesidad de la oración para
extender el Evangelio! Quizás conoció el estilo de Arlés y posiblemente tuvo
referencias de la regla de san Benito, pero aquí los monjes se gobiernan al
ritmo que marca el abad -y ya obispo- Martín de Dumio.
Regula
la vida del clero formándoles según los cánones y los acuerdos de los concilios
españoles y africanos; atiende celoso al campesinado donde abundan las
supersticiones paganas, célticas y germánicas. Encarga a su monje Pascasio la
traducción de "Las palabras de los ancianos" y él mismo traduce
"Las sentencias de los Padres egipcios"; escribe para los suyos otras
sabrosas obras de piedad, ascéticas y doctrinales, - Formula vitae honestae y
De correctione rusticorum- como tratados cortos y monográficos que rezuman
sabiduría humana al estilo de Séneca y espíritu cristiano.
Contribuyó
a la conversión de los suevos al catolicismo. En el concilio de Braga del 561
-como un precursor de san Ildefonso en el III de Toledo- se ha logrado la
conversión del rey y del pueblo, se establece la unidad y se tiene el gozo de
escuchar la fórmula del bautismo "en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo".
Murió
aproximadamente en el año 580.
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