10 DE MARZO
– DOMINGO –
4ª –
SEMANA DE CUARESMA - B
Stª Mª Eugenia
Milleret, virgen
Lectura del segundo libro de las Crónicas
(36,14-16.19-23):
En aquellos
días, todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus
infidelidades, según las costumbres abominables de los gentiles, y mancharon la
casa del Señor, que él se había construido en Jerusalén.
El Señor, Dios de sus padres, les envió desde
el principio avisos por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su
pueblo y de su morada. Pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios,
despreciaron sus palabras y se mofaron de sus profetas, hasta que subió la ira
del Señor contra su pueblo a tal punto que ya no hubo remedio.
Los caldeos incendiaron la casa de Dios y
derribaron las murallas de Jerusalén; pegaron fuego a todos sus palacios y
destruyeron todos sus objetos preciosos. Y a los que escaparon de la espada los
llevaron cautivos a Babilonia, donde fueron esclavos del rey y de sus hijos
hasta la llegada del reino de los persas; para que se cumpliera lo que dijo
Dios por boca del profeta Jeremías:
«Hasta que el país haya pagado sus sábados,
descansará todos los días de la desolación, hasta que se cumplan los setenta
años.»
En el año primero de Ciro, rey de Persia, en
cumplimiento de la palabra del Señor, por boca de Jeremías, movió el Señor el
espíritu de Ciro, rey de Persia, que mandó publicar de palabra y por escrito en
todo su reino: «Así habla Ciro, rey de Persia:
"El
Señor, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. Él me
ha encargado que le edifique una casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre
vosotros pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él, y suba!"»
Palabra de Dios
Salmo:
136,1-2.3.4.5.6
R/.
Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo
de ti
Junto a los canales de Babilonia
nos sentamos a llorar con nostalgia de
Sión;
en los sauces de sus orillas
colgábamos nuestras cítaras. R/.
Allí los que nos deportaron
nos invitaban a cantar;
nuestros opresores, a divertirlos:
«Cantadnos un cantar de Sión.» R/.
¡Cómo cantar un cántico del Señor
en tierra extranjera!
Si me olvido de ti, Jerusalén,
que se me paralice la mano
derecha. R/.
Que se me pegue la lengua al paladar
si no me acuerdo de ti,
si no pongo a Jerusalén
en la cumbre de mis alegrías. R/.
Lectura de la
carta del apóstol san Pablo a los Efesios (2,4-10):
Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando
nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo –por pura
gracia estáis salvados–, nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en
el cielo con él.
Así muestra a
las edades futuras la inmensa riqueza de su gracia, su bondad para con nosotros
en Cristo Jesús. Porque estáis salvados por su gracia y mediante la fe.
Y no se debe
a vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que
nadie pueda presumir. Pues somos obra suya. Nos ha creado en Cristo Jesús, para
que nos dediquemos a las buenas obras, que él nos asignó para que las
practicásemos.
Palabra de Dios
Lectura del santo
evangelio según san Juan (3,14-21):
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
«Lo mismo que
Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del
hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Tanto amó
Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los
que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al
mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree
en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en
el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino
al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran
malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la
luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad
se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.»
Palabra del Señor.
AMOR
DE DIOS Y RESPUESTA HUMANA
Jesús y Nicodemo
Existe una clara relación entre las tres
lecturas de este domingo: el amor de Dios.
En la primera, provoca la liberación de
los judíos desterrados en Babilonia. En la segunda afirma Pablo: “Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que
nos amó…” En el evangelio, Juan escribe la famosa
frase: “De tal manera amó Dios al mundo que le entregó a su hijo único”. Si
leemos los textos más tranquilamente, advertimos algo más profundo: ese amor se
manifiesta perdonando en distintas circunstancias y por diversos motivos. Al
mismo tiempo, requiere una respuesta de parte nuestra. Es preferible leer los
textos en el orden cronológico en que fueron escritos. Por eso dejo para el
final la carta a los Efesios.
Perdón para los judíos basado en la
fidelidad a la palabra dada. ¿Encontrará respuesta? (2 Crónicas 36, 14-16.
19-23)
La
primera lectura resume la cuarta etapa de la Historia de la salvación. Nos
traslada a Babilonia, donde los judíos llevan medio siglo deportados (586-539
a.C.). La ciudad cae en manos de Ciro, rey de Persia, y Dios lo mueve a
liberarlos. Para justificar el medio siglo de esclavitud, la lectura comienza
hablando del pecado de los israelitas, que no se limita a un hecho concreto, se
prolonga en una larga historia. A la idolatría e infidelidades del comienzo
respondió Dios con paciencia, enviando a sus mensajeros para invitarlos a la
conversión. Pero los judíos los despreciaron y se burlaron de ellos. Entonces,
la compasión de Dios dio paso a la ira, y los babilonios incendiaron el templo,
arrasaron las murallas de Jerusalén, deportaron a la población. Años más tarde,
la actitud de Dios cambia de nuevo y mueve a Ciro de Persia a liberar a los
judíos. ¿A qué se debe este cambio? De acuerdo con la mentalidad más difundida
en el Antiguo Testamento, el pueblo, tras sufrir el castigo, se convierte y
Dios lo perdona. Igual que el niño que hace algo malo: su madre le riñe, pide
perdón, la madre lo perdona. Sin embargo, en esta primera lectura no aparece la
idea del arrepentimiento del pueblo. El único motivo por el que Dios perdona y
mueve a Ciro a liberar al pueblo es por ser fiel a lo que había prometido.
Volviendo al ejemplo de la madre, como si ella le hubiera dicho al niño: “Hagas
lo que hagas, terminaré perdonándote”. Y lo perdona, sin que el niño se
arrepienta, para cumplir su palabra. ¿Cómo reaccionan los judíos ante la
noticia? El texto no lo dice, pero lo sabemos: unos pocos volvieron a Judá,
arriesgándolo todo, sin saber lo que iban a encontrar; otros prefirieron
quedarse en Babilonia. (¿Cuántos afroamericanos estarían dispuestos a volver de
Estados Unidos a los países de origen de sus antepasados?)
Perdón universal basado en el amor, que
puede ser aceptado o rechazado (evangelio)
El
evangelio enfoca el tema del amor y perdón de Dios de forma universal. No habla
del amor de Dios al pueblo de Israel, sino de su amor a todo el mundo. Pero un
amor que no le resulta fácil ni cómodo, en contra de lo que cabría imaginar: le
cuesta la muerte de su propio hijo. Además, el evangelio subraya mucho la
respuesta humana: ese perdón hay que aceptarlo mediante la fe, reconociendo a
Jesús como Hijo de Dios y salvador. Esto lo hemos dicho y oído infinidad de
veces, pero quizá no hemos captado que implica un gran acto de humildad, porque
obliga a reconocer tres cosas:
a) que soy pecador, algo que nunca resulta
agradable;
b) que no puedo salvarme a mí mismo, cosa
que choca con nuestro orgullo;
c) que es otro, Jesús, quien me salva;
alguien que vivió hace veinte siglos, condenado a muerte por las autoridades
políticas y religiosas de su tiempo, y del que muchos piensan hoy día que sólo
fue una buena persona o un gran profeta.
Usando
la metáfora del evangelio, es como si un potente foco de luz cayese sobre
nosotros poniendo al descubierto nuestra debilidad e impotencia. No todos están
dispuestos a este triple acto de humildad. Prefieren escapar del foco,
mantenerse a oscuras, engañándose a sí mismos como el avestruz que esconde la
cabeza en tierra. Pero otros prefieren acudir a la luz, buscando en ella la
salvación y un sentido a su vida.
Perdón para los paganos basado en la
compasión. Respuesta: fe y buenas obras (carta a los Efesios, 2,4-10)
La
salvación universal de la que habla el evangelio la concreta la carta a los
Efesios en una comunidad concreta de origen pagano: la de la ciudad de Éfeso
(situada en la actual Turquía). Antes de convertirse, estaban muertos por los
pecados, con un agravante: Dios no les había hecho ninguna promesa de
salvación, como a los judíos deportados en Babilonia. Sin embargo, los perdona.
¿Por qué motivo? Porque es “rico en misericordia”, “por el gran amor con que
nos amó”, “por pura gracia”. Esto es lo que san Pablo llama en otro contexto
“el misterio que Dios tuvo escondido durante siglos”: que también los paganos
son hijos suyos, tan hijos como los israelitas. Esta prueba del amor de Dios
espera una respuesta, que se concreta en la fe y en la práctica de las buenas obras.
Reflexión final
En el contexto de la cuaresma, que se
presta a subrayar el aspecto del pecado y del castigo, la liturgia nos recuerda
una vez más que nuestra fe se basa en una “buena noticia” (evangelio), la buena
noticia del amor de Dios. Nosotros, que somos los herederos de los efesios, de
los corintios, de los tesalonicenses, debemos reconocer, como ellos, que todo
es don de Dios y no mérito nuestro, y que debemos responder con fe y
dedicándonos “a las buenas obras” que él nos ha asignado.
Stª Mª Eugenia Milleret, virgen
Santa María Eugenia de Jesús es fundadora de la Congregación de las
Hermanas de la Asunción para la educación cristiana de niñas y adolescentes |
Santa María Eugenia de Jesús (Anna Milleret
de Brou) nació en Metz (Francia) el 25 de agosto 1817 en una familia de
origen italiano. Después de la muerte de su madre en 1832 Anna experimentó un período de
fuerte apatía, la cual tuvo una especial sacudida por medio de la predicación
del Padre Lacordaire, durante la Cuaresma de 1836. Impulsado por religiosas,
Anna-Maria cumplió con el deseo del abad Teodoro Combalot, quien había
querido fundar, desde mucho, una comunidad de monjas para la educación de las
hijas de la burguesía liberal. Después de un período de "aprendizaje" y el estudio de la
teología, el 30 de abril 1839 nació en París, la nueva congregación
"Instituto de la Asunción de María." En 1844, Anna Milleret de
Brou, toma el nombre María Eugenia de Jesús y asumió la conducción de esta
Obra hasta su muerte el 10 de marzo de 1898. Biografía de Santa María Eugenia de Jesús Anna Milleret de Brou, nació en Metz (Francia) el 25 de agosto 1817,
creció en una familia de origen italiano, y en un clima determinante por la
actitud radical del Padre, quien era un liberal que despreciaba la religión.
Por el contrario, su madre era
profundamente religiosa, y se las ingenió para educar a su hija de acuerdo a
los principios cristianos.
Anna pasó su adolescencia en el Colegio de Metz, donde recibía educación
católica, tenía una iluminación especial en el día de su primera comunión que
anunciaba su vocación; lamentablemente a 13 años sufrió una grave enfermedad
y la obligó a interrumpir sus estudios En 1830, durante el periodo de la revolución contra el rey Carlos
X (que llevará al trono de Francia a Philippe de Orleans), el papá
de Anna perdió su propiedad, y dos años más tarde en 1832, cuando tenía 15
años, su madre murió, víctima del cólera. Las desgracias sufridas, las limitaciones financieras, la escasa
asistencia a las prácticas religiosas de la familia en la que se fue a vivir,
se la llevaron total de apatía y frialdad, no sólo iba a carecer de la falta
de piedad y sentido religioso, sino también sufriría en su alma una profunda
insatisfacción. La verdadera conversión del corazón
Una predicación en la Cuaresma de 1836,
realizada por el Padre Lacordaire, sacudió su alma. Tan profunda fue la
predicación de este Padre que Anna rompió con su apatía, y la empujó para
cumplir votos con el abad Teodoro Combalot, con la dirección espiritual del
Padre que le predicó este mensaje que le tocó su corazón. El Abad Teodoro, tenía en mente desde hace algún tiempo, fundar una
comunidad de religiosas dedicadas a la educación de las niñas de la buena
sociedad, por lo que estaba buscando un alma sensible e inteligente que le
ayudará a cumplir esa meta. El Padre Teodoro, vio en Anna Milleret una
fuerte vocación, y la invitó a que asistiera a una especie de noviciado que
dictaban las monjas benedictinas en París, y que luego se dirigiera a las
monjas de la Visitación en la Dauphine, donde podría perfeccionarse en el
estudio de la teología dogmática y moral, la pedagogía y en las Sagradas
Escrituras. Luego de esto el Padre Combalot convence a
Anna para que asuma este proyecto, y ella lo acepta como un designio divino
del Creador y se deja guiar por el Abad Teodoro. El 30 de abril 1839, nace la nueva congregación "Instituto de la
Asunción de María" dedicada a la educación de las jóvenes de la
aristocracia y la burguesía liberal que estaban siendo educadas de manera
hostil contra la religión, y así, a sus 22 años, María Eugenia se convierte
en Fundadora de esta congregación En la Navidad de 1844 las primeras hermanas hicieron sus votos y Anna
Milleret tomó el nombre de María Eugenia de Jesús.
Años más tarde la comunidad contará
con 16 hermanas de cuatro nacionalidades. María Eugenia quería para sus hijas
una completa "acción contemplativa", el rezo del Oficio Divino como
la devoción principal, porque es la oración oficial de la Iglesia, y el
centro de su espiritualidad sería centrada en Jesús Eucaristía. El Instituto finalmente fue aprobado por la Santa Sede el 11 de abril de
1888, la madre fundadora gobernó hasta su muerte. En sus últimos años de su vida, María Eugenia de Jesús experimentará poco
a poco el debilitamiento físico, vivido en la humildad y en el silencio, en
una vida totalmente centrada en Jesucristo. Su muerte ocurrió el 10 de marzo 1898 en Auteuil (París)
María Eugenia de Jesús fue beatificada el 09 de febrero 1975 por el Papa
Pablo VI y finalmente canonizada por Benedicto XVI 03 de junio 2007 |
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