21 DE MARZO
– JUEVES –
5ª –
SEMANA DE CUARESMA - B
San Nicolás de Flüe
Lectura del libro del Génesis (17,3-9):
EN aquellos
días, Abrán cayó rostro en tierra y Dios le habló así:
«Por mi parte, esta es mi alianza
contigo: serás padre de muchedumbre de pueblos.
Ya no te llamarás Abrán, sino Abrahán, porque te hago padre de muchedumbre
de pueblos. Te haré fecundo sobremanera: sacaré pueblos de ti, y reyes nacerán
de ti.
Mantendré mi alianza contigo y con tu
descendencia en futuras generaciones, como alianza perpetua. Seré tu Dios y el
de tus descendientes futuros. Os daré a ti y a tu descendencia futura la tierra
en que peregrinas, la tierra de Canaán, como posesión perpetua, y seré su
Dios».
El Señor añadió a Abrahán:
«Por tu parte, guarda mi alianza, tú y
tus descendientes en sucesivas generaciones».
Palabra de Dios
Salmo: 104,4-5.6-7.8-9
R/. El Señor se acuerda de su alianza
eternamente
V/. Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro.
Recordad las maravillas que hizo,
sus prodigios, las sentencias de su boca. R/.
V/. ¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R/.
V/. Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan
(8,51-59):
EN aquel
tiempo, dijo Jesús a los judíos:
«En verdad, en verdad os digo: quien
guarda mi palabra no verá la muerte para siempre».
Los judíos le dijeron:
«Ahora vemos claro que estás
endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: “Quien guarde mi
palabra no gustará la muerte para siempre”? ¿Eres tú más que nuestro padre
Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?».
Jesús contestó:
«Si yo me glorificara a mí mismo, mi
gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros
decís: “Es nuestro Dios”, aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera
“No lo conozco” sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo
su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo
vio, y se llenó de alegría».
Los judíos le dijeron:
«No tienes todavía cincuenta años, ¿y
has visto a Abrahán?».
Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: antes de
que Abrahán existiera, yo soy».
Entonces cogieron piedras para
tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.
Palabra del Señor
1. Lo que, en último término,
se viene a decir en este pasaje del IV evangelio es que Dios es la plenitud de
la vida. Era vida antes de que existiera Abrahán. Y será vida sin término para
todo el que guarde la palabra de Jesús, es decir, el que asuma lo que dijo
Jesús de forma que eso sea la norma de su conducta.
La plenitud de vida —vida sin limitación
alguna— es lo que Dios transmite y comunica al que se adhiere a Él por medio de
Jesús.
2. Esto quiere decir que la
fe en Jesús y, por medio de esta fe, la fe en Dios no es otra cosa que el anhelo
y el empeño por una vida plena. Vida para uno mismo y para los demás. Para
todos los seres humanos. Y, por tanto, anhelo de todo lo que está asociado a la
vida plena: la salud, la seguridad, la felicidad, las mejores ilusiones, el
amor que se da y el amor que se recibe, la belleza, la alegría, la plenitud de
lo que nos hace sentirnos dichosos de haber venido a la vida.
Eso, que por desgracia es un bien tan
escaso, eso es la fe. A eso nos tiene que llevar la fe, si es que hablamos de
la fe verdadera.
3. Pero en estas palabras de Jesús se
nos dice algo mucho más profundo.
En el cristianismo naciente hubo dos
personajes destacados sobre todos los demás. Estos dos personajes
son Jesús y Pablo. Es evidente que no son ni comparables, ni equiparables. Pero
hay en ellos un tema culminante y decisivo. El Dios de Pablo y el Dios de Jesús
no son el mismo Dios.
Pablo, incluso después de su experiencia
en el camino de Damasco, siguió creyendo (como buen judío que era) en el Dios
de Abrahán (Ga13, 16-21; Rm 4,2-20) (U. Schnelle).
Jesús, sin embargo, afirma que el Dios
que él anuncia existía "antes de que naciera Abrahán".
El Dios de Jesús existe antes de que los
judíos se lo representaran como lo vio y lo experimentó Abrahán. Por eso Jesús
les echa en cara que "a Dios, no lo conocéis". Y esto es lo que los
dirigentes del judaísmo no soportaron. Se les hundía toda su religión, su forma
de vida, su identidad como pueblo elegido, etc.
Y es que el Dios de Abrahán era un Dios
de sacrificio y muerte (Gen 22). Mientras que el Dios de Jesús era el Padre de
la misericordia (Lc 15).
Dos dioses. Dos maneras de entender la
vida. En este punto capital, estamos tocando la clave de la crisis del
cristianismo. ¿En qué Dios creemos?
En la región montañosa vulgarmente llamada Ranft, junto
a Sachseln, en Suiza, san Nicolás de Flüe, el cual, por inspiración divina,
deseoso de otro género de vida dejó a su esposa y a sus diez hijos, retirándose
al monte para abrazar la vida de anacoreta, donde llegó a ser célebre por su
dura penitencia y desprecio del mundo. De su celda sólo salió una vez, y fue
para apaciguar con una breve exhortación a quienes estaban a punto de
enfrentarse en una guerra civil.
Vida de San Nicolás de Flüe
Suiza en los siglos XIV y XV está empapada de
corrientes espirituales que son propicias para la ascesis y para las visiones.
Y no solamente se dan entre los clérigos o en los claustros de los monasterios;
han trascendido también al laicado y en cualquier esquina o iglesia puede uno
toparse con gente que transmita experiencias sobrenaturales habidas en la
intimidad de la oración.
Nicolás de Flue es un santo suizo y de esta época.
Soporta sobre su figura, no legendaria sino bien probada por la historia, la dignidad
nacional tanto por parte de los protestantes como de los católicos, dada la
curiosa complejidad que desde siglos lleva consigo el pueblo suizo, aunque
ciertamente unos y otros lo tienen como personaje emblemático por distintos
motivos; los que se llaman reformadores lo miran desde la cara política y los
católicos añaden el matiz espiritual.
Nació en el 1417, justo el año en que termina el Cisma
de Occidente con la elección de Martín V como Papa por el concilio de
Constanza. En familia de católicos campesinos, se ocupa de los trabajos del
campo, pero es asiduo a la oración y practica el ayuno como cosa habitual
cuatro días por semana. Se casa cuando tiene treinta años con Dorotea Wyss. La
unidad familiar dura veinte años, tienen 10 hijos, uno de ellos llega a
frecuentar la universidad y el mayor consigue ser presidente de la
Confederación. Siendo Nicolás un hombre de paz, tuvo que intervenir en tres
guerras, en la de liberación de Núremberg, en la vieja de Zúrich y en la de
Turgovia contra Segismundo.
En el año 1467 da comienzo la parte de su vida que,
aunque llena de contradicciones, es la forja de su santidad y de su fecundidad
política. Veámosla. Tiene cincuenta años y con el permiso de su esposa y de sus
hijos se retira a vivir como eremita en la garganta de Ranft. Vive entregado a
la meditación preferentemente de la Pasión del Señor que contempla siguiendo
los distintos episodios, como hicieron Juan Ruysbroeck y Enrique Suso. Obtiene
un alto y profundo conocimiento de la Santísima Trinidad. Hace notable
penitencia y practica riguroso ayuno. La celda que le han construido los
paisanos solo dispone de una ventana para ver los oficios del sacerdote y otra
para contemplar la naturaleza de Unterwald. El obispo de Constanza va a
bendecir el lugar que se convierte en centro de peregrinación. El contenido
será el culto a la Eucaristía y el motivo el hecho milagroso del ayuno absoluto
y prolongado de Nicolás. No prueba bocado en veinte años; sólo ingiere la
Eucaristía y una vez come porque lo manda su obispo para probar su obediencia,
humildad y el carácter sobrenatural del ayuno. Aquí tiene visiones
sobrenaturales y de aquí arranca su energía y acierto para enfocar los asuntos
políticos que darán a Suiza estabilidad y forma de gobierno peculiar.
El místico pacificador y salvador de la patria suiza
fue juez y consejero en su cantón; también Diputado en la Dieta federal en 1462
y rechazó la jefatura del Estado. En 1473 propicia y consigue se firme el
tratado de paz perpetua con Austria. En la Dieta de Stans del 1478 evita la
guerra civil, consiguiendo el milagro de la reconciliación. Su obra política no
fue sólo coyuntural, sino que hizo técnicamente posible la realidad de la
patria común suiza.
Se cierra su vida con una enfermedad cargada de dolor y
de sufrimiento que lleva con paciencia tan grande como su pobreza. Después de
recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo, muere el 21 de marzo de 1487.
Desde el siglo XVI tanto los protestantes como los
católicos requieren su patronazgo; unos por sus recomendaciones de mantenerse
dentro de las fronteras, por los razonamientos que les ayudan a lo mezclarse en
políticas extranjeras y por la cuasi prohibición de mostrar interés por la
política europea; los otros, por ser un gran político que saca su genio de la
condición de santo y fiel.
Sea como sea, Nicolás supo articular, unir y compaginar
de un modo asombrosamente original lo que a la mayoría de los mortales nos
parece un imposible contradictorio: Cuidó con esmero las cosas de la tierra y
amó intensamente las del cielo; fue un hombre con una actividad incansablemente
eficaz, sin dejar de ser contemplativo; es a la vez casado y eremita; resulta
al mismo tiempo el primer político y el más grande santo; tiene la extraña
sabiduría que valora lo poco nuestro y la inmensidad de lo divino.
Los católicos comenzaron en el 1591 el proceso de
canonización que no llega a promulgarse -un dato contradictorio más- hasta el
1947 por el papa Pío XII, el mismo día de la Ascensión. Han pasado más de 350
años y es que la santidad, antes de ser oficialmente reconocida, está
supeditada a las contingencias históricas.
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