martes, 30 de junio de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 30 DE JUNIO - MARTES - 13ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO







30 DE JUNIO - MARTES -
13ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Mt 8, 23-27

En aquel tiempo, subió Jesús a la barca y sus discípulos lo siguieron. De pronto se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; Él dormía. Se acercaron ¡os discípulos y lo despertaron gritándole: “¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!". Él les dijo: “¡Cobardes! ¡Qué poca fe!". Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma. Ellos se preguntaban admirados: “¿Quién es este? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!".

1. Este episodio está precedido, en el evangelio de Mateo, por dos llamamientos de Jesús a individuos que querían “seguirle” (Mt 8, 18-22). Llamamientos muy exigentes, que parece no obtuvieron respuesta. En este relato, los discípulos “siguen a Jesús”. Pero el “seguimiento” lleva derechamente a la tempestad y al peligro. Situaciones que ponen a prueba la fe de los seguidores de Jesús. La inseguridad y el miedo, en el caso de personas que han embarcado su vida junto a Jesús, son experiencias que indican claramente que se tiene una fe débil. De ahí, la corrección que Jesús les hace a los discípulos.

2. Pero es razonable reconocer que en la vida se nos presentan situaciones en las que, por mucha fe que tengamos, resulta inevitable experimentar el miedo y la inseguridad. Y es bueno tener siempre presente que el miedo y la inseguridad pueden ser situaciones privilegiadas para sentir a Jesús, el Señor, más cerca de nosotros.


3 Un ejemplo elocuente, en el sentido de lo que se acaba de indicar, es el caso del que fue Superior General de los jesuitas, el P. Pedro Arrupe. Este hombre, que vivió los horrores de la bomba atómica en Hiroshima y afrontó los años difíciles del Concilio Vaticano II y los cambios que aquello le exigió a la Compañía de Jesús. Pues bien, en aquellas circunstancias, Arupe dijo: “Nunca nos hemos sentido tan inseguros como ahora. Por que podemos decir que nunca hemos estado tan cerca de Dios”.



domingo, 28 de junio de 2015

Párate un momento: Lecturas del día 29 de junio – Lunes - SAN PEDRO Y SAN PABLO









29 de junio – Lunes -
SAN PEDRO Y SAN PABLO (SOLEMNIDAD)

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (12,1-11):

En aquellos días, el rey Herodes se puso a perseguir a algunos miembros de la Iglesia. Hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan. Al ver que esto agradaba a los judíos, decidió detener a Pedro. Era la semana de Pascua. Mandó prenderlo y meterlo en la cárcel, encargando su custodia a cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno; tenía intención de presentarlo al pueblo pasadas las fiestas de Pascua. Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él.
La noche antes de que lo sacara Herodes, estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con cadenas. Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel. De repente, se presentó el ángel del Señor y se iluminó la celda. Tocó a Pedro en el hombro, lo despertó y le dijo: «Date prisa, levántate.» Las cadenas se le cayeron de las manos y el ángel añadió: «Ponte el cinturón y las sandalias.» Obedeció y el ángel le dijo: «Échate el manto y sígueme.»
Pedro salió detrás, creyendo que lo que hacía el ángel era una visión y no realidad. Atravesaron la primera y la segunda guardia, llegaron al portón de hierro que daba a la calle, y se abrió solo. Salieron, y al final de la calle se marchó el ángel.
Pedro recapacitó y dijo: «Pues era verdad: el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de la expectación de los judíos.»

Salmo

Sal 33,2-3.4-5.6-7.8-9

R/:El Señor me libró de todas mis ansias

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias.

Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor,
él lo escucha y lo salva de sus angustias.

El ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él.

Segunda lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (4,6-8.17-18):

Yo estoy a punto de ser sacrificado y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida. El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.


Evangelio Mateo (16,13-19):

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.»
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás! porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora te digo yo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.»


1. Casi todos los estudiosos del evangelio de Mateo están hoy de acuerdo en que la respuesta de Jesús a Pedro no fue pronunciada por Jesús, sino que se introdujo más tarde. Jesús nunca habló de la “ekklesía”, la Iglesia. Este término pertenece al vocabulario propio de la democracia de Atenas
(A. Hilhorst). Un léxico que un modesto galileo, como era el caso de Jesús, no podía conocer. En Mt 18, 17, la “ekklesía” se refiere a la “comunidad”.
Pero esa palabra fue introducida en las primeras comunidades cristianas por el apóstol Pablo (1 Tes 1, 1; 2 Tes 1, 4; 1 Cor, 2; Gal 1, 2...), que fue educado en Tarso, ciudad de cultura griega. Jesús, por otra parte, no fundó la Iglesia (Ulrich Luz). Lo más que se puede decir es que, al anunciar el Reino de Dios, “puso el comienzo” (Conc. Vat. II: LG 5) de lo que después de Pentecostés empezó a ser la Iglesia.

2. Pedro tuvo el puesto más destacado entre los apóstoles y en la comunidad primitiva de Jerusalén. Con el paso del tiempo, el obispo de Roma alcanzó un puesto preeminente en la Iglesia universal. Es lógico que, en una institución de ámbito universal, exista una instancia suprema que pueda tomar decisiones y resolver problemas que a nivel local tienen difícil solución. En este sentido, el Papa es fuente de cohesión y unidad en la Iglesia.

3. Sobre todo, a partir de Gregorio VII (s. Xl), el papado ha asumido y concentrado en la Curia Vaticana un poder tan pleno y universal, y alcanzado tal protagonismo en la vida y organización de la Iglesia, que con seguridad se puede afirmar que ni ese poder viene de Jesús, ni es lo mejor para la Iglesia, entre otras razones porque, mientras el papado siga acumulando los poderes que ahora tiene, la unidad de los cristianos será imposible. Juan Pablo II pidió, repetidas veces, a los obispos y teólogos de todo el mundo, que colaborasen en la búsqueda de formas de ejercer el “ministerio de Pedro” que sean más coherentes con lo que Dios quiere para su Iglesia y también para hacer viable el diálogo entre cristianos y con otras religiones.



sábado, 27 de junio de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 28 de Junio - Domingo 13. Ciclo B.





28 de Junio - Domingo 13. Ciclo B.

En busca de la mejor medicina.

La muñeca rusa (Mc 5,21-43)

En los evangelios, los relatos de milagros son como contenedores bien cerrados, unos juntos a otros, sin que se mezcle su contenido. El pasaje de Marcos que leemos hoy recuerda, en cambio, a las muñecas rusas: un milagro dentro de otro. Jesús va a curar a una niña y se cuela por medio una enferma con flujo de sangre. Esa mezcla da gran dramatismo e interés al conjunto. Indico los dos relatos con distintos colores.

En aquel tiempo, cuando Jesús regresó en barca a la otra orilla, se reunió con él mucha gente, y se quedó junto al lago. Llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y, al ver a Jesús, se echó a sus pies rogándole con insistencia: «Mi hijita se está muriendo; ven a poner tus manos sobre ella para que se cure y viva». Jesús fue con él.

Lo seguía mucha gente, que lo apretujaba. Y una mujer que padecía hemorragias desde hacía doce años, que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado toda su fortuna sin obtener ninguna mejoría, e incluso había empeorado, al oír hablar de Jesús, se acercó a él por detrás entre la gente y le tocó el manto, pues se decía: «Con sólo tocar sus vestidos, me curo». Inmediatamente, la fuente de las hemorragias se secó y sintió que su cuerpo estaba curado de la enfermedad. Jesús, al sentir que había salido de él aquella fuerza, se volvió a la gente y dijo: «¿Quién me ha tocado?». Sus discípulos le contestaron: «Ves que la multitud te apretuja, ¿y dices que quién te ha tocado?».
Él seguía mirando alrededor para ver a la que lo había hecho. Entonces la mujer, que sabía lo que había ocurrido en ella, se acercó asustada y temblorosa, se postró ante Jesús y le dijo toda la verdad. Él dijo a la mujer: «Hija, tu fe te ha curado; vete en paz, libre ya de tu enfermedad».

Todavía estaba hablando, cuando llegaron algunos de casa del jefe de la sinagoga diciendo: «Tu hija ha muerto.  No molestes ya al maestro».  Pero Jesús, sin hacer caso de ellos, dijo al jefe de la sinagoga: «No tengas miedo; tú ten fe, y basta». Y no dejó que le acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.  Al llegar a la casa del jefe de la sinagoga, Jesús vio el alboroto y a la gente que no dejaba de llorar y gritar. Entró y dijo: «¿Por qué lloráis y alborotáis así?   La niña no está muerta, está dormida».   Y se reían de él.    Jesús echó a todos fuera; se quedó sólo con los padres de la niña y los que habían ido con él, y entró donde estaba la niña. La agarró de la mano y le dijo: «Talitha kumi», que significa: «Muchacha, yo te digo: ¡Levántate!». Inmediatamente la niña se levantó y echó a andar, pues tenía doce años. La gente se quedó asombrada. Y Jesús les recomendó vivamente que nadie se enterara. Luego mandó que diesen de comer a la niña.

La medicina tradicional: imposición de manos

El comienzo parece normal: un padre preocupado por su hija gravemente enferma.  Lo que no es normal es su convencimiento de que Jesús puede curarla con sólo ponerle la mano encima.  En nuestra cultura, el enfermo agradece que el médico no le hable a distancia; sino que lo examine y lo palpe si es preciso.  En la cultura antigua, el hombre santo y el curandero ejerce su poder mediante el contacto físico.  En el evangelio de Lucas se dice que «toda la gente intentaba tocarlo, porque salía de él una fuerza que curaba a todos» (Lc 6,19).  En efecto, Jesús cura a la suegra de Pedro tomándola de la mano; imponiendo las manos cura a diversos enfermos (Mc 6,5; Lc 4,40), a un sordomudo (Mc 7,32), a un ciego (Mc 8,23.25), a la mujer tullida (Lc 13,13); poniendo barro en los ojos del ciego de nacimiento le devuelve la vista (Jn 9,15); y a los discípulos les concede el poder de curar enfermos imponiendo las manos (Mc 16,18).  Quien se haya fijado en las citas, habrá visto que casi todas son de Marcos y Lucas.    Parece que a Mateo y Juan no les entusiasmaba el procedimiento, podría causar la impresión de un poder mágico.

Una nueva receta: tocar el manto

Si Jairo está convencido de que la imposición de manos de Jesús basta para salvar a su hija, la mujer con flujo de sangre va mucho más lejos: le bastaría tocar su manto.  El relato acentúa la gravedad y persistencia de la enfermedad (¡doce años!), el fracaso de los médicos y el dineral gastado en buscarle solución.    De repente, a la mujer le basta oír hablar de Jesús para depositar en él toda su confianza; ni siquiera en él, en su manto.    ¿Fe o desesperación?    Algunos de los primeros cristianos, amantes de aplicarse los relatos evangélicos, podrían identificarse fácilmente con la mujer.    «Yo también estaba desesperado, oí hablar de Jesús, y todo cambió.»

La verdadera medicina: la fe

La mujer se cura al punto. Pero el relato toma una inclinación dramática. Jesús nota que una fuerza especial ha salido de él y quiere saber quién la ha provocado.
Pregunta, rechaza la excusa de los discípulos, mira con atención a su alrededor, hasta que la mujer se presenta temblorosa y asustada.     (Marcos describe a Jesús de forma tan humana, tan poco ortodoxa, que a Mateo por poco le dio un infarto y suprimió toda esa parte de su evangelio: Jesús sabe perfectamente lo que ha pasado.)
El lector termina poniéndose en contra de Jesús y a favor de la mujer.  ¿Por qué le está haciendo pasar un rato tan malo?  Es un recurso genial de Marcos, el mismo que utiliza en la curación de la hija de la mujer cananea: poner al lector en contra de Jesús y a favor del quien le suplica.
¿Para qué? Para que Jesús ofrezca al final la verdadera enseñanza.
    Imaginemos que la mujer se cura y Jesús no pregunta nada.   El lector se dice: «Llevaba razón la mujer.  Bastaba con tocarle el manto.»      Quizá añadiría: «En realidad, quien cura es Jesús, no el manto.» Pero todo el teatro montado por Jesús sirve para llegar a una conclusión muy distinta: «Hija, tu fe te ha curado.»  Ni Jesús ni el manto, «tu fe». Esta afirmación podrá parecer atrevida, casi herética, a algunos teólogos. Pero, en este caso, Mateo y Lucas coincidieron con Marcos al pie de la letra: «Hija, tu fe te ha curado.»

Una medicina que, además de curar, resucita

La acción vuelve a su origen, pero de forma trágica: la niña ha muerto. No hay que molestar al Maestro.  Pero Jesús le recomienda al padre la medicina usada por la hemorroísa: «No tengas miedo; tú ten fe, y basta». Siguen hasta la casa y se sumergen en un mundo de llantos y lamentos.

La gente es lista, no se deja engañar por Jesús

Cuando yo estudiaba, me indignaba leer que la gente se ríe de Jesús cuando dice que la niña no está muerta, sino dormida.  Me parecía una tremenda falta de respeto. Pero estaba equivocado.  La risa de la gente demuestra que Jesús no puede engañarlos. Él quiere pasar desapercibido, presentar lo que hace como algo normal, sin importancia; pero la gente sabe muy bien que la niña ha muerto, que Jesús ha realizado un gran milagro.  El detalle final de darle a la niña de comer sirve para demostrar la realidad de la resurrección.

Resurrecciones en esta vida y fe en la vida futura

La resurrección de la hija de Jairo (contada por Marcos, Mateo y Lucas) trae a la memoria otros relatos parecidos, pero peculiares: la resurrección del hijo de la viuda de Naín, que sólo cuenta Lucas; y la resurrección de Lázaro, que sólo cuenta Juan.  ¿Cómo es posible que estos dos hechos tan famosos no se encuentren en los cuatro evangelios?  Es cierto que la tradición oral olvida a menudo cosas y detalles.  Pero resulta extraño que un evangelista no los conozca.    Como un biógrafo de Beethoven que no ha oído hablar de la 9ª Sinfonía.
A los evangelistas no les preocupaba, como a nosotros, el hecho histórico en cuanto tal, sino la realidad de lo que contaban.  Lo importante no es que Jesús resucitara a Lázaro (que al cabo de los años volvería a morirse), sino que nos resucitará a todos a una vida sin fin.    «Yo soy la resurrección y la vida» es también el gran mensaje de la resurrección de la hija de Jairo.




viernes, 26 de junio de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 27 DE JUNIO - SÁBADO - 12ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO









27 DE JUNIO - SÁBADO -
12ª  SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Mt 8, 5-17

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó diciéndole: “Señor, tengo en casa a un criado que está en cama paralítico y sufre mucho". Él le contestó: “Voy yo a curarlo". Pero el centurión le replicó: “Señor, ¿quién soy yo para que entres bajo mi techo?. Basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes: y le digo a uno “ve, y va; al otro, ven, y viene; a mi criado, haz esto, y lo hace". Cuando Jesús lo oyó quedó admirado y dijo a los que le seguían: “Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de Oriente y Occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el Reino de los Cielos; en cambio, a los ciudadanos del Reino los echarán fuera, a las
tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Y al centurión le dijo: “Vuelve a casa, que se cumpla lo que has creído". Y en aquel momento se puso bueno el criado. Al llegar Jesús a casa de Pedro, encontró a la suegra en cama con fiebre; y la cogió de la mano, y se le pasó la fiebre; se levantó y se puso a servirles. Al anochecer, le llevaron muchos endemoniados; él con su palabra expulsó los espiritus y curó a todos los enfermos. Así se cumplió lo que dijo en el profeta Isaías: “Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades".

1. Impresiona en este relato la humanidad de . Y la humanidad del centurión. Jesús atiende la petición de un hombre que es: extranjero, militar de graduación, de las tropas de ocupación. Y lo atiende de forma que quiere ir a su casa, le concede lo que pide y, sobretodo, lo elogia hasta decir que tiene más fe que cualquier judío. Más aún, Jesús afirma que se acabaron los privilegios de cualquier religión, ya que del mundo entero (Oriente y Occidente) vendrán los que, ante Dios, tendrán el mismo premio que los patriarcas de Israel.

2. El centurión no quiere que su criado siga sufriendo. No se considera digno de que Jesús vaya a su casa. No menciona su autoridad, sino su sumisión a la disciplina establecida, y muestra una fe sin límites en Jesús. Es la fe-confianza que acepta la palabra de Jesús con tal convicción, está completamente seguro de que esa palabra suprime el sufrimiento y da vida.


3. El relato no habla de la “conversión” del centurión. No dice que deje su religión y se hiciera prosélito judío. Ni dice que los que vendrán de Oriente y Occidente, para alcanzar tanta gloria como los patriarcas, abadonarán sus “falsas creencias”. ¿No se puede decir que, para Jesús, lo decisivo no es la pertenencia a una determinada religión, sino la humanidad y la fe que muestra el centurión?


Párate un momento: Evangelio del día 26 DE JUNIO - VIERNES - 12ª SEMANA DEL TEMPO ORDINARIO






26 DE JUNIO - VIERNES -
12ª SEMANA DEL TEMPO ORDINARIO

Mt 8, 1-4.

En aquel tiempo, al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente. En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”. Extendió la mano y lo tocó diciendo: “¡Quiero, queda limpio!”. Y enseguida quedó limpio de la lepra. Jesús le dijo: “No se lo digas a nadie, pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés”.

1. El evangelio de Mateo dice, al comienzo y al final del Sermón del Monte, exactamente la misma frase: “lo siguieron grandes multitudes” (Mt 4, 25; 8, 1).
El seguimiento de Jesús no es privilegio de los discípulos y apóstoles. A Jesús lo sigue mucha gente. Pero no cualquier tipo de gente, sino precisamente los que en aquel tiempo se denominaban con el término “óchlos", los más sencillos, los ignorantes, los que eran considerados como "malditos” según dijeron expresamente los piadosos fariseos (Jn 7,49).

2. Después del Sermón, lo primero que hace Jesús (según Mt) es “limpiar a un leproso. Lo limpia de su enfermedad. Y lo limpia de la “impureza" religiosa que era la lepra entonces. O sea, Jesús le devuelve a aquel hombre la salud y la dignidad, de forma que queda integrado en la convivencia social, como una persona normal. Por eso Jesús envía al hombre que vaya al sacerdote. Era el trámite legal que había que cumplir para que nadie le pudiera echar nada en cara.


3. Jesús elimina todo lo que margina, excluye o divide a las personas. Sobre todo cuando la exclusión tiene su origen en leyes y normas establecidas por la religión.

miércoles, 24 de junio de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 25 DE JUNIO - JUEVES - 12ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO







25 DE JUNIO - JUEVES -
12ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Mt 7,21-29

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el Reino de los Cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre, que está en el cielo. Aquel día muchos dirán “Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre hemos echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?" Yo entonces les declararé: “Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados". El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los 
ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa y se hundió totalmente". Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los letrados.

1. Al acabar el Sermón del Monte, como recopilación de todo lo que ha dicho en este discurso, el evangelio de Mateo pone en boca de Jesús dos advertencias que dan mucho que pensar: 1) No te fíes de tu religiosidad. 2) Solo vale lo que haces. Estas dos advertencias necesitan su explicación.

2. Hay gente que se siente bien porque piensa que tiene fe, Y porque además practica la religión con piedad, con devoción, más aún, no limita a rezar, sino que además hace apostolado y hasta consigue algunos éxitos que llaman la atención. Como es lógico, el que se siente bien con todo eso, es una persona que da mucha importancia a su religiosidad. Pues bien, Jesús advierte; “No te fíes de todo eso”. Al final, puedes encontrarte con la dura sorpresa de que tu vida ha sido un fracaso. Las “piedades", las “devociones", los “apostolados", pueden terminar siendo el mayor engaño de nuestra vida. ¿Por qué?

3. Porque lo único que vale es poner en práctica lo que dice Jesús. De forma que, si no lo haces, por más devociones, piedades y apostolados que organices, todo eso no será sino la apariencia de una casa sin cimientos, un hundimiento, una ruina. Y es que la religión es seguramente la cosa que más engaña. Porque su peligro está en que engaña, no a los demás, sino a uno mismo. En esto consiste la advertencia más seria que hace Jesús.



Párate un momento: Evangelio del día 24 de Junio -miércoles- SAN JUAN BAUTISTA.







     24 DE JUNIO - MIÉRCOLES -
SAN JUAN BAUTISTA

Lc 1,57-66.80

A Isabel se le cumplió el tiempo y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su Padre. La madre intervino diciendo: "¡No! Se va llamar Juan". Le replicaron: ‘Ninguno de tus parientes se llama así. Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: "Juan es su nombre”. Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que ¡o oían reflexionaban diciendo: "¿ Qué va a ser este niño?". Porque la mano de Dios estaba con él. El niño iba creciendo y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel.

1. El día de San Juan Bautista nos recuerda a todos el momento en que se inicia uno de los cambios más decisivos en la historia de la humanidad. Juan Bautista es el único santo del que la Iglesia celebra su nacimiento. Aparte de las razones que tuvieran, quienes instituyeron esta fiesta, para conmemorar hoy, no su muerte sino su nacimiento, lo que debe reten la atención del creyente es que, con la llegada de Juan Bautista a este mundo, se cierra una etapa en la historia de las tradiciones reIigiosas, y se abre otra: "La Ley y los Profetas llegaron hasta Juan Bautista; desde entonces se anuncia el Reino de Dios". (Lc 16, 16; Mt 11, 13). Con Juan se cierra la etapa marcada por la ley religiosa y se abre la etapa del Reino, que es vida para los pobres, enfermos y pecadores. Dicho más claramente: la presencia de Juan Bautista en este mundo nos anuncia a todos que el "hecho reIigioso" se desplaza.  El centro de ese hecho deja de estar en el templo y pasa a la calle, al campo, al desierto. Lo central ya no será “lo sagrado", sino lo profano”. Así de fuerte es esto.

2. Juan representó una innovación importante en su tiempo. Era hijo de un sacerdote (Zacarías) y su madre (Isabel) era de la familia de Aarón. (Lc 1, 5). O sea, Juan era de familia sacerdotal en sentido pleno. Lo lógico es que él hiciera lo que le correspondía, integrarse en el Templo y vivir como sacerdote. Pero no lo hizo así. Juan fue un hombre del desierto, lugar de peligro y marginación social, donde vivían gentes que no tenían buena relación con el Templo, como era el caso de los monjes de Qumrán.


3. Pero Juan fue solo el primer paso de un desplazamiento decisivo. El paso de la etapa de la Ley y el Templo, a la etapa del Reino de Dios. Pero hay diferencias entre Juan y Jesús. Reduciendo estas diferencias a lo central, es seguro que el centro de las preocupaciones de Juan fue la conversión de los pecadores, en tanto que el centro de las preocupaciones de Jesús fue la salud de los enfermos y la alimentación (como comensalia) de todos, especialmente de los pobres y excluidos sociales. El fondo de todo estuvo en que Juan creía en un Dios justiciero y castigador (Mt 3, 12; Lc 3,17), mientras que Jesús creyó siempre en un Padre absolutamente bueno con todos (Lc 15, 11-32).


martes, 23 de junio de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 23 DE JUNIO - MARTES - 12ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO







23 DE JUNIO - MARTES -
12ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Mt 7, 6. 12-14

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; las pisotearán y luego se volverán para destrozaros. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la ley y los profetas. Entrad por la puerta estrecha. Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos".

1. La exhortación enigmática sobre los perros y los cerdos es desconocida, tanto en su origen como en su significado. Seguramente el autor del evangelio de Mateo la puso aquí porque así la encontró en la llamada “Fuente Q", la fuente de los dichos, que sirvió de base a este evangelio.

2. El texto central de este evangelio es la llamada “Regla de Oro", que, como es bien sabido, es muy anterior al cristianismo. Ya se encuentra en Confucio (551 - 489), en el judaísmo (Lev 19, 18) y se puede decir que es una norma de ética universal. Se ha formulado negativamente (“lo que no quieres que te hagan los demás, no se lo hagas a ellos) o positivamente, como hace aquí Jesús. Se puede decir que la forma positiva es más exigente que la negativa. Porque la positiva sugiere al interpelado una iniciativa propia, mientras que la versión negativa puede acabar en mera pasividad.

3. En cualquier caso, lo más importante es tener el coraje de aplicar esta regla a todas las situaciones de la vida, sobre todo, en cuanto se refiere, no solo al amor a los enemigos, sino a las relaciones con los creyentes de otras religiones. Y, por supuesto, con los ateos, agnósticos y, en general, con quienes tienen ideas y conductas distintas a las propias en todo lo
relacionado con la religión. Esto es ahora especialmente urgente, cuando la sociedad es más plural y la convivencia resulta más complicada.



lunes, 22 de junio de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 22 DE JUNIO - LUNES - 12ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO








22 DE JUNIO   - LUNES -
12ª  SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Mt 7, 1-5

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No juzguéis y no os juzgarán. Porque os van a juzgar como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Déjame que te saque la mota del ojo teniendo una viga en el tuyo? Hipócrita: sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano".

1. Las buenas relaciones entre personas solo son posibles cuando los que se relacionan entre sí no se juzgan unos a otros.
Cuando uno sabe o sospecha que los demás le están juzgando, y le están juzgando mal, la relación humana se complica, posiblemente se envenena, y termina por hacerse insoportable. Es muy duro ir por la vida sabiendo que hay gente que piensa mal de ti, que te juzga,  y te condena.

2.  El verbo que el Evangelio pone en boca de Jesús es "kríno", que tiene un amplio abanico de significados. Se refiere a “juzgar", “actuar de juez", “dictar sentencia”. Ahora bien, uno que se erige en juez de la vida de los otros y, además, se considera con conocimientos y el suficiente criterio para condenarlos, lo que realmente hace es usurpar el puesto y la tarea que corresponde a Dios. Por eso es tan frecuente que las personas que se consideran más cercanas a Dios y a los principios de la recta moral son los jueces más implacables. Sin darse cuenta, le quitan el puesto a Dios. Dejemos que Dios sea Dios y que Él tenga la última palabra.

3. Jesús debió ver, en esta inclinación que tenemos a juzgar a otras personas, algo muy serio. Las hipérboles de la mota y la viga son “un dardo clavado de un golpe dirigido al corazón del hombre que (piensa que) sabe del bien y del mal”
(D. Bonhoeffer).


jueves, 18 de junio de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 21 de junio de 2015 12 Tiempo ordinario (B)





21 de junio de 2015
12 Tiempo ordinario (B)

¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?

Primera lectura
Job 38, 1. 8-11

El Señor habló a Job desde la tormenta: “¿Quién cerró el mar con una puerta, cuando salía impetuoso del seno materno, cuando le puse nubes por mantillas y nieblas por pañales, cuando le puse un límite con puertas y cerrojos, y le dije: «Hasta aquí llegarás y no pasarás; aquí se romperá la arrogancia de tus olas»”.

Salmo 106, 23-24.25-26.28-29.30-31
Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.

Entraron en naves por el mar,
comerciando por las aguas inmensas.
Contemplaron las obras de Dios,
sus maravillas en el océano.

Él habló y levantó un viento tormentoso,
que alzaba las olas a lo alto;
subían al cielo, bajaban al abismo,
el estómago revuelto por el mareo.

Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Apaciguó la tormenta en suave brisa,
y enmudecieron las olas del mar.

Se alegraron de aquella bonanza,
y él los condujo al ansiado puerto.
Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.

Segunda lectura

2 Corintios 5, 14-17
Hermanos: Nos apremia el amor de Cristo, al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron. Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos. Por tanto, no valoramos a nadie según la carne. Si alguna vez juzgamos a Cristo según la carne, ahora ya no. El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado.


Evangelio
San Marcos 4,35-40

Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: Vamos a la otra orilla.
Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole: Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?
Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: ¡Silencio, cállate!
El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: ¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?
Se quedaron espantados y se decían unos a otros: ¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!

¿POR QUÉ SOMOS TAN COBARDES?

«¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?» . Estas dos preguntas que Jesús dirige a sus discípulos no son, para el evangelista Marcos, una anécdota del pasado. Son las preguntas que han de escuchar los seguidores de Jesús en medio de sus crisis. Las preguntas que nos hemos de hacer también hoy: ¿Dónde está la raíz de nuestra cobardía? ¿Por qué tenemos miedo ante el futuro? ¿Es porque nos falta fe en Jesucristo?

El relato es breve. Todo comienza con una orden de Jesús: «Vamos a la otra orilla». Los discípulos saben que en la otra orilla del lago Tiberíades está el territorio pagano de la Decápolis. Un país diferente y extraño. Una cultura hostil a su religión y creencias.

De pronto se levanta una fuerte tempestad, metáfora gráfica de lo que sucede en el grupo de discípulos. El viento huracanado, las olas que rompen contra la barca, el agua que comienza a invadirlo todo, expresan bien la situación: ¿Qué podrán los seguidores de Jesús ante la hostilidad del mundo pagano? No sólo está en peligro su misión, sino incluso la supervivencia misma del grupo.

Despertado por sus discípulos, Jesús interviene, el viento cesa y sobre el lago viene una gran calma. Lo sorprendente es que los discípulos «se quedan espantados».

Antes tenían miedo a la tempestad. Ahora parecen temer a Jesús. Sin embargo, algo decisivo se ha producido en ellos: han recurrido a Jesús; han podido experimentar en él una fuerza salvadora que no conocían; comienzan a preguntarse por su identidad. Comienzan a intuir que con él todo es posible.
El cristianismo se encuentra hoy en medio de una «fuerte tempestad» y el miedo comienza a apoderarse de nosotros. No nos atrevemos a pasar a «a otra orilla».

La cultura moderna nos resulta un país extraño y hostil. El futuro os da miedo. La creatividad parece prohibida. Algunos creen más seguro mirar hacia atrás para mejor ir adelante.

Jesús nos puede sorprender a todos. Él tiene fuerza para inaugurar una fase nueva en la historia del cristianismo. Solo se nos pide fe. Una fe que nos libere de tanto miedo y cobardía, y nos comprometa a caminar tras las huellas de Jesús.

Lo que le importa a Dios es que no nos hundamos, así nos lo enseña Jesús. Confía y no temas.



Párate un momento: Evangelio del día 20 DE JUNIO - SÁBADO - 11ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO








20 DE JUNIO  - SÁBADO -
11ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Mt 6,24-34

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: no estéis agobiados por la vida pensando qué vais a comer, ni por el cuerpo pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido?
Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados pensando qué vais a comer o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del Cielo que tenéis necesidad de todo eso. Sobre todo buscad el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos".

1. Jesús es tajante: el servicio a Dios y el servicio al dinero son incompatibles. Porque, a juicio de Jesús, Dios y el dinero son dos “Señores” que exigen servicio sin condiciones. En realidad, el Dios del que habla Jesús no es así, sino todo lo contrario. Porque es el Padre que se ocupa y se preocupa de que a sus hijos no les falte lo que necesitan. Y hasta quiere que se vistan con más elegancia que el rey Salomón.

2. Precisamente por esto son incompatibles Dios y el dinero. Porque el Padre de Jesús quiere que los bienes de este mundo se gestionen de forma que haya para todos, para que nadie se sienta agobiado, ni por la comida, ni por el vestido. Lo que pasa es que, cuando la gente se interesa más por el proyecto del dinero que por el proyecto del Padre, los interesados por el dinero inevitablemente cortan con Dios. No porque dejen de rezar o de ir a misa, sino porque, al interesarse tanto por el dinero, inevitablemente se hacen responsables o cómplices de la “economía canalla" (Loretta Napoleoni).


3. Y es que el “dinero", como instrumento de cambio, es necesario. Pero el “capital", como instrumento de ganancia, se convierte en instrumento de acumulación. Y la consecuencia de eso es, no es ya el agobio por la comida y el vestido, sino la muerte diaria de miles de criaturas por las hambrunas, las pandemias y las miserias más humillantes. Ante eso, Jesús es tajante: o Dios o el dinero.



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19 DE JUNIO - VIERNES -

11ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Mt 6, 19-23

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No amontonéis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcomo los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. Amontonad tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcomo que los roan, ni ladrones que abran boquetes y roben. Porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo
está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Y si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será tu oscuridad!”

1. Uno de los problemas, que más dificultades nos crean para entender correctamente este texto, es —curiosa y precisamente— la “religión”. Lo normal y lo frecuente es que una persona, que se pone a leer los evangelios, suele ser una persona en quien la religión (y la práctica religiosa) tiene una presencia importante. De ahí que una persona, que lee con interés un evangelio, suele ser una persona para quien la religión es importante en su vida. Ahora bien, cuando la religión se interpone entre nosotros y el Evangelio o cuando pretendemos interpretar el Evangelio desde la religión, la consecuencia es que, pensando que entendemos el Evangelio, en realidad no nos enteramos de lo que dice. Porque, ¿cómo va a entender el Evangelio quien lo lee o lo interpreta desde le Religión, que fue la institución que se enfrentó al contenido central del Evangelio, que fue Jesús, y no paró hasta que lo mató?

2. Por eso puede ocurrir, quizá en algunos casos, que el rechazo de Jesús al dinero y a la riqueza se pueda interpretar, por personas religiosas, como un llamamiento a vivir en la “pobreza ascética", no como la firme decisión de vivir en la “honradez cívica" que, si es auténtica, se debe traducir en “sensibilidad social”. Esto es lo que explica que haya religiosos/as, que hacen voto de pobreza, explican con entusiasmo este evangelio, pero resulta que, al mismo tiempo, gozan de una seguridad económica que pocos ciudadanos pueden disfrutar. Y son personas que no se sienten mal por el hecho de vivir en semejante contradicción. Todo lo contrario. Por lo que se sentirían mal es si un buen día se enterasen de que el capital financiero de la Orden Religiosa o de la Comunidad se ha hundido. Sin darse cuenta de lo que viven y cómo viven, pueden ser personas que predican contra la riqueza, viviendo profundamente apegados a la riqueza. Y conste que, como sabemos de sobra, son miles y miles los religiosos y las religiosas que viven en la más extrema carencia de seguridad y de lo indispensable para vivir con una razonable comodidad. Y viven así porque ellos así lo han elegido libremente y por su anhelo de compartir la vida con los últimos de este mundo.

3. Seguramente, por lo que se acaba de indicar, se comprende la misteriosa sentencia que pronunció Jesús al hablar de la codicia ante el dinero y la riqueza: “Porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón” (Mt 6, 21).
¿De qué tesoro habla aquí Jesús? ¿Del tesoro que es el Evangelio? ¿Del tesoro que se sabe —aunque no se conoce— que maneja y protege el “ecónomo” de la Orden o del convento? ¿Por qué será que Jesús, al hablar de todo este complicado asunto, hizo esta extraña afirmación: “Si tu ojo
está enfermo, tu cuerpo entero estará enfermo” (Mt 6, 23). ¿Qué explicación tiene la ceguera de tantos ricos y de tantos hombres de Iglesia cuando se empeñan en armonizar el capital con el Evangelio? ¿Será verdad que los que somos fieles a la Religión somos, al mismo tiempo, tan ciegos a la hora de ver la contradicción en que vivimos?


miércoles, 17 de junio de 2015

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18 DE JUNIO - JUEVES -
11ª SEMANA DEL TEMPO ORDINARIO

Mt 6,7-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Cuando recéis no uséis muchas palabras como los paganos, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que se lo pidáis. Vosotros rezad así: " Padre  nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que han ofendido, no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno. Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del Cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas".

1.  No rezamos para informar a Dios de lo que pensamos que nos hace falta.   Según la idea comúnmente aceptada, Dios sabe lo que necesitamos antes de que se lo digamos. Tampoco rezamos para mover a Dios a que quiera lo que nosotros queremos.   Rezamos porque es humano acudir a quien pensamos que nos puede ayudar.   Lo cual quiere decir que, cuando rezamos, expresamos nuestros deseos más sinceros y más apremiantes.

2.   Según lo dicho, la oración es la mejor expresión de cómo es nuestra religiosidad y para qué nos moviliza.  En esto radica la importancia singular que tiene la oración que Jesús nos enseñó.  En esta oración, Jesús nos dice lo que, ante todo, nos tiene que interesar en la vida.  Es decir, los motivos y los valores que han de movilizar nuestro comportamiento.

3.   El tema de Dios es decisivo, quizá lo más decisivo, para movilizarnos hacia el bien o hacia el mal.   La creencia en Dios ha hecho santos y ha humanizado a mucha gente.  Como ha hecho criminales y ha deshumanizado a tantas personas.  Por eso Jesús dice que, cuando acudamos a Dios, solo tengamos en la cabeza a un Padre, jamás a un Déspota o un Tirano.  Que le pidamos, es decir, que lo más apremiante  para nosotros sea que nadie le falte al respeto a ese nombre, o sea que no lo utilice para mandar, en nombre de Dios, lo que nunca se debe mandar: privar a las personas de su libertad, de su dignidad, de su felicidad.  Y, menos aún, para conseguir que la gente se sienta mal, se sienta culpable, amenazada, indigna. Si de Dios pensamos y sentimos así, lo demás que dice el “Padre nuestro resulta lógico y es la mejor oración que se puede hacer.





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17 DE JUNIO – MIÉRCOLES -
11ª SEMANA DEL TEMPO ORDINARIO

Mt 6, 1-6. 16-18

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres, os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará.
Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas yen las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Cuando tú vayas a rezar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre que ve en lo escondido te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los farsantes que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará".

1. Jesús plantea aquí cómo se ha de poner en práctica la religiosidad. Jesús se refiere a eso, de entrada, hablando de la “justicia”. Para explicar cómo ha de ser tal religiosidad, Jesús se refiere a tres prácticas frecuentes en la piedad judía de aquel tiempo: la limosna, la oración y el ayuno. Aquí ya hay algo que llama poderosamente la atención: Jesús no toca el tema del culto religioso en el templo o en la sinagoga, ni de la asistencia a la comunidad judía. Jesús aquí no tiene en cuenta nada más que la religiosidad del individuo.

2. Pero lo más sorprendente es que, a juicio de Jesús, la religiosidad se ha de practicar de forma que nadie se entere. Todo ha de hacerse “en secreto’, sin llamar la atención para nada, “en lo escondido”. Porque, según dice Jesús, lo secreto y lo escondido, lo que nadie nota, es lo único que ve el Padre del Cielo.

3. Al decir estas cosas, Jesús no se limita a recomendar la humildad. El asunto es mucho más serio. Jesús quiere que la religiosidad se practique “totalmente al margen del control social” (G. Theissen). Jesús es consecuente: al ser “la Palabra encarnada” (Jn 1, 14), se despojó de todo poder y gloria y “se hizo como uno de tantos’ (Fil 2,7). Si esto se toma en serio, ¿no apunta a un cristianismo laico en una sociedad laica?