lunes, 8 de junio de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 9 DE JUNIO - MARTES - l0ª - SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO






9 DE JUNIO - MARTES -
l0ª - SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Mt 5, 13-16

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una vela para tenerla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de la casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el Cielo”.

1. Estas palabras van dirigidas a los mismos a quienes se refieren las bienaventuranzas. A esas gentes, que eran pobres, que sufrían, que se veían perseguidas, ofendidas y calumniadas, les dice Jesús que ellos son la sal de la tierra y la luz del mundo. Cuando se lee el Sermón del Monte conviene fijarse en que este texto lo dice Jesús a renglón seguido de la bienaventuranzas, sin separación, sin otra aclaración. El criterio de Jesus es que los que están abajo en la historia son la sal de la tierra y la luz de este mundo.


2. El criterio de Jesús es que el condimento y la luz, que hacen soportar este mundo, no son los intelectuales, ni los políticos, ni los notables, ni los eclesiásticos, sino los vencidos y los que están abajo en la historia. Lo cual nos parece una contradicción y un despropósito sin pies ni cabeza. ¿Por qué Jesús tensa las cosas hasta este extremo? Porque nos quiere decir a todos que el problema más grave que tenemos es el sufrimiento que por acción o por omisión, nos causamos unos a otros. Y eso es lo que más urge remediar. Eso está antes que los saberes de los intelectuales, que los poderes de los políticos, que las influencias de los notables, y que los dogmas y normas de los predicadores religiosos. Lo más apremiante, en cualquier momento de la historia, es que la gente deje de sufrir o, en todo caso, que sufra menos. Cuando se hace eso, el mundo se ilumina y se glorifica a Dios. La vida tiene sentido.

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