miércoles, 17 de junio de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 18 DE JUNIO - JUEVES - 11ª SEMANA DEL TEMPO ORDINARIO







18 DE JUNIO - JUEVES -
11ª SEMANA DEL TEMPO ORDINARIO

Mt 6,7-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Cuando recéis no uséis muchas palabras como los paganos, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que se lo pidáis. Vosotros rezad así: " Padre  nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que han ofendido, no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno. Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del Cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas".

1.  No rezamos para informar a Dios de lo que pensamos que nos hace falta.   Según la idea comúnmente aceptada, Dios sabe lo que necesitamos antes de que se lo digamos. Tampoco rezamos para mover a Dios a que quiera lo que nosotros queremos.   Rezamos porque es humano acudir a quien pensamos que nos puede ayudar.   Lo cual quiere decir que, cuando rezamos, expresamos nuestros deseos más sinceros y más apremiantes.

2.   Según lo dicho, la oración es la mejor expresión de cómo es nuestra religiosidad y para qué nos moviliza.  En esto radica la importancia singular que tiene la oración que Jesús nos enseñó.  En esta oración, Jesús nos dice lo que, ante todo, nos tiene que interesar en la vida.  Es decir, los motivos y los valores que han de movilizar nuestro comportamiento.

3.   El tema de Dios es decisivo, quizá lo más decisivo, para movilizarnos hacia el bien o hacia el mal.   La creencia en Dios ha hecho santos y ha humanizado a mucha gente.  Como ha hecho criminales y ha deshumanizado a tantas personas.  Por eso Jesús dice que, cuando acudamos a Dios, solo tengamos en la cabeza a un Padre, jamás a un Déspota o un Tirano.  Que le pidamos, es decir, que lo más apremiante  para nosotros sea que nadie le falte al respeto a ese nombre, o sea que no lo utilice para mandar, en nombre de Dios, lo que nunca se debe mandar: privar a las personas de su libertad, de su dignidad, de su felicidad.  Y, menos aún, para conseguir que la gente se sienta mal, se sienta culpable, amenazada, indigna. Si de Dios pensamos y sentimos así, lo demás que dice el “Padre nuestro resulta lógico y es la mejor oración que se puede hacer.





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