8
DE JUNIO – LUNES -
10ª
SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
Mt
5, 1-12
En
aquel tiempo, al ver Jesús El gentío, subió a la montaña, se sentó y se le acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar,
enseñándoles: "Dichosos los pobres en el espíritu, porque de
ellos es el Reino de los Cielos. Dichosos los sufridos, porque ellos
heredarán la tierra. Dichosos los que lloran, porque ellos serán
consolados. Dichosos los que tienen hambre
y
sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los
misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los
limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que
trabajan por la paz, porque ellos se llamarán “los Hijos de Dios".
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es
el Reino de los Cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os
persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres
y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el Cielo, que
de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a
vosotros".
1. Si
algo hay claro en este texto, que siempre se ha considerado central
en el Evangelio, es que lo primero que le preocupa a Jesús, lo
primero que desea para los seres humanos, es la felicidad. Jesús
insiste en eso machaconamente. Jesús habla de los que son
“dichosos". No habla de los “ricos", ni de los
“poderosos”, ni de los “notables”. Ni siquiera se refiere a
los que son “religiosos”. Jesús se centra en lo que es central
para todos los seres humanos. Está clara la mentalidad de Jesús.
2. Jesús
piensa y quiere la felicidad de todos. Pero, ¿desde dónde ve Él
esa felicidad? No la ve, ni la piensa, desde lo que tienen los mejor
sitios en la vida. La ve desde lo que no tienen los que están más
abajo en este mundo. Ahora bien, el desde dónde se ve la vida
determina cómo se ve vida. Jesús ve este mundo y esta vida desde
las carencias de los pobres, desde el dolor de los que sufren y
lloran, desde el trabajo de los que se afanan porque en este mundo
haya paz, desde el corazón limpio de las buenas personas, desde la
humillación de los que se ven perseguidos, insultados, calumniados.
Cuando la vida se ve desde tales situaciones, lógicamente se
moviliza lo mejor que cada cual lleva en sus entrañas: la
sensibilidad ante el sufrimiento; y la protesta ante los causantes de
tanta
injusticia.
3. El
peligro que tienen las “Bienaventuranzas” es que las promesas del
Cielo, que Jesús hace en ellas, sean utilizadas por gente inmoral
para desplazar su contenido a la “otra vida’. Es la inmoralidad
de los “espirituales", que se sirven del Cielo para vivir
ellos mejor en la Tierra.
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