lunes, 15 de junio de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 16 DE JUNIO – MARTES - 11ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO



  




16 DE JUNIO   – MARTES -
11ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Mt 5,43-48

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis solo a vuestro hermano, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los paganos? Por tanto, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto".

1.  El precepto del amor a los enemigos es uno de los textos cristianos fundamentales.  Incluso se ha dicho que este amor, tan infrecuente, “se considera como lo propio y nuevo del cristianismo” (U. Luz). Porque es fuerte y único lo que aquí se manda: “amar", “hacer el bien”, “bendecir” y “orar”, todo eso precisamente en favor de quien peor te quiere, de quien te odia y te hace todo el daño que puede.

2.  Evidentemente, ir así por la vida, portándose de esta manera con la gente más mala que uno puede encontrar en este mundo, es algo que supera con mucho lo que normalmente da de sí la condición humana.  El que reacciona así, ante el odio y la calumnia, es que tiene una motivación y una fuerza que ha dominado lo inhumano que todos llevamos dentro de nosotros.  Por eso Jesús dice a los que se portan de esta manera inusual:  “Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo".    
   “Ser” hijo de Dios no es fruto de unas creencias o de asistir a unos ritos religiosos. Jesús es tajante: Es hijo de Dios el que ama siempre y a todos, incluso a sus peores enemigos.

3.  Cuando Jesús pide esto, no está urgiendo que alcancemos una alta santidad, sino una profunda humanidad.   Se trata, en efecto, de que seamos sencillamente humanos.  Y humanos siempre.   Jamás inhumanos con nadie ni por nada.  El mejor ejemplo, que Jesús encuentra, es la “humanidad de Dios".   El Padre que dispone lo más natural del mundo: que el sol que sale cada mañana alumbre a todos; y que la lluvia que cae del cielo dé vida a todos.  Lo más perfectamente natural y humano es no establecer desigualdades, nunca ni por nada.




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