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DE JUNIO - MARTES -
13ª
SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
Mt
8, 23-27
En
aquel tiempo, subió Jesús a la barca y sus discípulos lo
siguieron. De pronto se levantó un temporal tan fuerte que la barca
desaparecía entre las
olas; Él dormía. Se acercaron ¡os discípulos y lo despertaron
gritándole: “¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!". Él les
dijo: “¡Cobardes! ¡Qué poca fe!". Se puso en pie, increpó
a los vientos y al lago, y vino una gran calma. Ellos se preguntaban
admirados: “¿Quién es este? ¡Hasta el viento y el agua le
obedecen!".
1. Este
episodio está precedido, en el evangelio de Mateo, por dos llamamientos de Jesús a individuos que querían “seguirle” (Mt
8, 18-22). Llamamientos muy exigentes, que parece no obtuvieron
respuesta. En este relato, los discípulos “siguen a Jesús”.
Pero el “seguimiento” lleva derechamente a la tempestad y al
peligro. Situaciones que ponen a prueba la fe de los seguidores de
Jesús. La inseguridad y el miedo, en el caso de personas que han
embarcado su vida junto a Jesús, son experiencias que indican
claramente que se tiene una fe débil. De ahí, la corrección que
Jesús les hace a los discípulos.
2. Pero
es razonable reconocer que en la vida se nos presentan situaciones en
las que, por mucha fe que tengamos, resulta inevitable experimentar
el miedo y la inseguridad. Y es bueno tener siempre presente que el
miedo y la inseguridad pueden ser situaciones privilegiadas para
sentir a Jesús, el Señor, más cerca de nosotros.
3
Un ejemplo elocuente, en el sentido de lo que se acaba de indicar,
es el caso del que fue Superior General de los jesuitas, el P. Pedro
Arrupe. Este hombre, que vivió los horrores de la bomba atómica en
Hiroshima y afrontó los años difíciles del Concilio Vaticano II y
los cambios que aquello le exigió a la Compañía de Jesús. Pues
bien, en aquellas circunstancias, Arupe dijo: “Nunca nos hemos
sentido tan inseguros como ahora. Por que podemos decir que nunca
hemos estado tan cerca de Dios”.
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