12
DE JUNIO – VIERNES -
SAGRADO
CORAZÓN DE JESÚS
Jn
19,31-37
En
aquel tiempo los judíos, como era el
día de la Preparación, para
que no quedaran los cuerpos en la cruz
el sábado, porque aquel sábado era un
día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y
que los quitaran. Fueron los soldados,
le quebraron las piernas al primero y
luego al otro que habían crucificado
con él; pero al llegar a Jesús, que
ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno soldados
con la lanza le traspasó el costado, y al punto salió sangre y
agua. El que lo vio da testimonio y su testimonio es verdadero, y él
sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. Esto
ocurrió para que se cumpliera la Escritura “No le quebrarán un
hueso", y en otro lugar la Escritura dice: “Mirarán al que
atravesaron".
1. En
el día del Sagrado Corazón de Jesús, la liturgia nos recuerda el
episodio de la lanzada, que, tal como lo relata el IV evangelio, fue
un hecho que, por una parte, tiene que ver algo importante con el
corazón de aquel hombre, Jesús, que acababa de fallecer; y, por
otra parte, es un hecho del que no nos informan los otros evangelios.
Además, se trata de algo que, tal como lo presenta el autor del IV
evangelio, aquello fue un acontecimiento importante, atestiguado de
forma insistente, y asegurandado (el mismo autor) que le consta, que
dice la verdad, ya que es algo fundanmental para la fe de los
cristianos. ¿Qué representa todo esto? ¿Qué enseñanza nos deja
“para que también nosotros creamos”?
2. Durante
su ministerio, Jesús le habló a una mujer samaritana del agua de la
vida que él iba a dar (Jn 4, 10). Jesús había dicho también,
refiriéndose a sí mismo: “De su seno correrán ríos de agua
viva” (Jn 7, 38; cf. Neh 3,1).
Jesús
hablaba del agua que dio la vida al pueblo en el desierto, según los
textos que se leían en la fiesta de las chozas (Ez 47, 1-12; Sal 78,
15; Zac 1-14, 8) (R. E. Brown, J. Mateos). ¿En qué consiste tal
agua, el agua que da la vida a quienes se acercan a ella y la beben?
3. Es
la fuente de vida que brota de la muerte, de la humillación y el
fracaso total, de la “autoestigmatización” completa, a donde
descendió Jesús al morir como murió y de la manera que murió. En
eso, ahí, está la fuente que nos puede dar la vida en este desierto
de muerte, que es la sociedad desconcertada en la que vivimos, el
mundo seco y solo de la dura crisis que vivimos. Quienes, como lo
hizo Jesús, bajamos y nos abajamos, para ser honrados y buenos hasta
la última fibra de nuestro ser, somos y seremos los que podremos
sacar a este mundo del desierto y del desamparo en que todos vivimos
ahora mismo. Y lo peor del caso es que muchos ni somos conscientes,
ni nos damos cuenta, de lo que nos pasa. Y, menos aún, de la
solución que esto puede tener. La solución no está en la
“religión”, sino en la “bondad” que toca las profundidades
del ser humano.
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