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DE JUNIO - SÁBADO -
9ª
SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
Mc
12,38-44
En
aquel tiempo, enseñaba Jesús a la multitud y les decía: “¡Cuidado
con los letrados! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les
hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las
sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los
bienes de las viudas con pretexto de largos rezos. Esos recibirán
una sentencia más rigurosa”: Estando Jesús sentado enfrente del
cepillo del templo, observaba a la gente que iba echando dinero:
muchos ricos echaban en cantidad se acercó una viuda pobre y echó
dos reales. Llamando a sus discípulas les dijo: “Os aseguro que
esa pobre viuda ha echado en el cepillo más que nadie. Porque los
demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad,
ha echado todo lo que tenía para vivir”.
1. Está
bien documentado que los escribas eran hombres bastante estimados
ante la opinión pública en el s. l. De ahí el riesgo que corrió
Jesús al atacar a los Maestros de la Ley, como aparece en este texto
(J. Jeremias). Lo que llama la atención es que Jesús censura con
dureza a los escribas, no por la doctrina que enseñan, sino por la
forma de vivir que llevan. Para Jesús, es más grave la imagen que
dan, que la enseñanza que imparten. ¿De qué imagen se trata?
2. Usan
una vestimenta que los distingue de forma que así inspiran un
respeto especial. Apetecen reverencias en público. Quieren estar
siempre los primeros, lo mismo en los actos religiosos que en los
banquetes. Y, como muchos de ellos eran de origen humilde, se
aprovechaban de la religión y sus rezos para sacarle el dinero a la
gente más sencilla o ingenua. El problema de fondo no era la vanidad
o el orgullo. Era el uso de la religión para gozar de prestigio,
tener buena imagen, ser vistos como los selectos y así, tener
argumentos irrefutables para sacar dinero y vivir bien.
3. Jesús
no soporta un montaje así. Lo rechaza con más dureza que las
desviaciones doctrinales, que también se daban en aquellos rabinos.
¿Por qué tal rechazo? Porque una institución, que lo que más
cuida es su buena imagen, cae en la degradación peor que se puede
caer, en la “hipocresía de los buenos", los que viven
obsesionados por sí mismos pensando que están sirviendo a Dios, al
mundo o a los demás. Esto sucedía en tiempo de Jesús y sigue
sucediendo ahora. Es más peligrosa la imagen pomposa de un personaje
religioso que las doctrinas desviadas que pueda enseñar.
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