jueves, 18 de junio de 2015

Parate un momento: Evangelio del día 19 DE JUNIO - VIERNES - 11ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO








19 DE JUNIO - VIERNES -

11ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Mt 6, 19-23

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No amontonéis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcomo los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. Amontonad tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcomo que los roan, ni ladrones que abran boquetes y roben. Porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo
está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Y si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será tu oscuridad!”

1. Uno de los problemas, que más dificultades nos crean para entender correctamente este texto, es —curiosa y precisamente— la “religión”. Lo normal y lo frecuente es que una persona, que se pone a leer los evangelios, suele ser una persona en quien la religión (y la práctica religiosa) tiene una presencia importante. De ahí que una persona, que lee con interés un evangelio, suele ser una persona para quien la religión es importante en su vida. Ahora bien, cuando la religión se interpone entre nosotros y el Evangelio o cuando pretendemos interpretar el Evangelio desde la religión, la consecuencia es que, pensando que entendemos el Evangelio, en realidad no nos enteramos de lo que dice. Porque, ¿cómo va a entender el Evangelio quien lo lee o lo interpreta desde le Religión, que fue la institución que se enfrentó al contenido central del Evangelio, que fue Jesús, y no paró hasta que lo mató?

2. Por eso puede ocurrir, quizá en algunos casos, que el rechazo de Jesús al dinero y a la riqueza se pueda interpretar, por personas religiosas, como un llamamiento a vivir en la “pobreza ascética", no como la firme decisión de vivir en la “honradez cívica" que, si es auténtica, se debe traducir en “sensibilidad social”. Esto es lo que explica que haya religiosos/as, que hacen voto de pobreza, explican con entusiasmo este evangelio, pero resulta que, al mismo tiempo, gozan de una seguridad económica que pocos ciudadanos pueden disfrutar. Y son personas que no se sienten mal por el hecho de vivir en semejante contradicción. Todo lo contrario. Por lo que se sentirían mal es si un buen día se enterasen de que el capital financiero de la Orden Religiosa o de la Comunidad se ha hundido. Sin darse cuenta de lo que viven y cómo viven, pueden ser personas que predican contra la riqueza, viviendo profundamente apegados a la riqueza. Y conste que, como sabemos de sobra, son miles y miles los religiosos y las religiosas que viven en la más extrema carencia de seguridad y de lo indispensable para vivir con una razonable comodidad. Y viven así porque ellos así lo han elegido libremente y por su anhelo de compartir la vida con los últimos de este mundo.

3. Seguramente, por lo que se acaba de indicar, se comprende la misteriosa sentencia que pronunció Jesús al hablar de la codicia ante el dinero y la riqueza: “Porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón” (Mt 6, 21).
¿De qué tesoro habla aquí Jesús? ¿Del tesoro que es el Evangelio? ¿Del tesoro que se sabe —aunque no se conoce— que maneja y protege el “ecónomo” de la Orden o del convento? ¿Por qué será que Jesús, al hablar de todo este complicado asunto, hizo esta extraña afirmación: “Si tu ojo
está enfermo, tu cuerpo entero estará enfermo” (Mt 6, 23). ¿Qué explicación tiene la ceguera de tantos ricos y de tantos hombres de Iglesia cuando se empeñan en armonizar el capital con el Evangelio? ¿Será verdad que los que somos fieles a la Religión somos, al mismo tiempo, tan ciegos a la hora de ver la contradicción en que vivimos?


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