19
DE JUNIO - VIERNES -
11ª
SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
Mt 6, 19-23
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No amontonéis
tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcomo los roen, donde
los ladrones abren boquetes y los roban. Amontonad tesoros en el
cielo, donde no hay polilla ni carcomo que los roan, ni ladrones que
abran boquetes y roben. Porque donde está tu tesoro, allí está tu
corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu
cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo
está
enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Y si la única luz que
tienes está oscura, ¡cuánta será tu oscuridad!”
1. Uno de
los problemas, que más dificultades nos crean para entender
correctamente este texto, es —curiosa y precisamente— la
“religión”. Lo normal y lo frecuente es que una persona, que se
pone a leer los evangelios, suele ser una persona en quien la
religión (y la práctica religiosa) tiene una presencia importante.
De ahí que una persona, que lee con interés un evangelio, suele ser
una persona para quien la religión es importante en su vida. Ahora
bien, cuando la religión se interpone entre nosotros y el Evangelio
o cuando pretendemos interpretar el Evangelio desde la religión, la
consecuencia es que, pensando que entendemos el Evangelio, en
realidad no nos enteramos de lo que dice. Porque, ¿cómo va a
entender el Evangelio quien lo lee o lo interpreta desde le Religión,
que fue la institución que se enfrentó al contenido central del
Evangelio, que fue Jesús, y no paró hasta que lo mató?
2. Por eso
puede ocurrir, quizá en algunos casos, que el rechazo de Jesús al
dinero y a la riqueza se pueda interpretar, por personas religiosas,
como un llamamiento a vivir en la “pobreza ascética", no como
la firme decisión de vivir en la “honradez cívica" que, si
es auténtica, se debe traducir en “sensibilidad social”. Esto
es lo que explica que haya religiosos/as, que hacen voto de pobreza,
explican con entusiasmo este evangelio, pero resulta que, al mismo
tiempo, gozan de una seguridad económica que pocos ciudadanos pueden
disfrutar. Y son personas que no se sienten mal por el hecho de
vivir en semejante contradicción. Todo lo contrario. Por lo que se
sentirían mal es si un buen día se enterasen de que el capital
financiero de la Orden Religiosa o de la Comunidad se ha hundido. Sin
darse cuenta de lo que viven y cómo viven, pueden ser personas que
predican contra la riqueza, viviendo profundamente apegados a la
riqueza. Y conste que, como sabemos de sobra, son miles y miles los
religiosos y las religiosas que viven en la más extrema carencia de
seguridad y de lo indispensable para vivir con una razonable
comodidad. Y viven así porque ellos así lo han elegido libremente
y por su anhelo de compartir la vida con los últimos de este mundo.
3. Seguramente,
por lo que se acaba de indicar, se comprende la misteriosa sentencia
que pronunció Jesús al hablar de la codicia ante el dinero y la
riqueza: “Porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón”
(Mt 6, 21).
¿De qué
tesoro habla aquí Jesús? ¿Del tesoro que es el Evangelio? ¿Del
tesoro que se sabe —aunque no se conoce— que maneja y protege el
“ecónomo” de la Orden o del convento? ¿Por qué será que
Jesús, al hablar de todo este complicado asunto, hizo esta extraña
afirmación: “Si tu ojo
está
enfermo, tu cuerpo entero estará enfermo” (Mt 6, 23). ¿Qué
explicación tiene la ceguera de tantos ricos y de tantos hombres de
Iglesia cuando se empeñan en armonizar el capital con el Evangelio?
¿Será verdad que los que somos fieles a la Religión somos, al
mismo tiempo, tan ciegos a la hora de ver la contradicción en que
vivimos?
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