lunes, 10 de julio de 2017

Párate un momento; él Evangelio del dia 11 DE JULIO - MARTES – XIV - SEMANA DEL T. O. - A SAN BENITO, abad





11 DE JULIO - MARTES –
XIV - SEMANA DEL T. O. - A

Evangelio según san Mateo 9, 32-38
      En aquel tiempo, llevaron a Jesús un endemoniado mudo. Echó al demonio, y el mudo habló. La gente decía admirada:
"Nunca se ha visto en Israel cosa igual".
En cambio, los fariseos decían:
"Este echa los demonios con el poder jefe de los demonios".
Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del Reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias.
 Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, "como ovejas que no tienen pastor".
Entonces dijo a sus discípulos:
"La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies".

1.  Este texto del evangelio de Mateo pone en evidencia varias cosas en las que seguramente casi nunca pensamos y que, sin embargo, son cosas fundamentales.
Lo primero, al relatar la curación del "endemoniado mudo", el texto destaca un contraste fuerte: la gente sencilla del pueblo se admira y elogia a Jesús, mientras que los fariseos (los observantes religiosos), no solo no elogian a Jesús, sino que dicen de él lo peor que se puede decir; que en él actúa el "jefe de los demonios".
Lo que los "laicos" ven como positivo, los "religiosos"
lo ven como obra del diablo. Esto sigue ocurriendo ahora: con frecuencia, los "hombres de la religión" atribuyen al diablo lo que la "gente corriente" explica como lo mejor que puede ocurrir. - ¿Qué tiene la religión para "endemoniar" así a algunas personas?

2.  Jesús va por ciudades y aldeas. Pero va, ¿haciendo qué?  Anunciando el Evangelio y aliviando penas. Lo uno es inseparable de lo otro.
Jesús no iba por la vida organizando actos religiosos y, menos aún, dirigiendo almas. Tampoco
iba Jesús amenazando a la gente. Ni se dedicaba a   imponer obligaciones o prohibir cosas.
Lo que a Jesús le preocupaba y le interesaba era la vida. La vida entera. De forma que lo que quería y hacía era mejorar las condiciones de vida de aquellas gentes.
Ciertamente, la religión de Jesús y la religión de muchas parroquias, iglesias y conventos son dos formas de religiosidad que casi nada tienen que ver entre sí. Por lo menos, se parecen muy poco.

3.  Estando, así las cosas, lo que Jesús pide no son "sacerdotes para el templo", sino "obreros para la mies".
Aquí constatamos dos proyectos distintos. Es verdad que la imagen de la cosecha, aplicada al juicio de Dios, se encuentra en algunos textos de la tradición religiosa de Israel (Is 18, 4-5; Joel 3, 13; 4 Esd 4, 26-37; 2 Bar 70, 1-2). Pero no es menos cierto que, pudiendo utilizar el lenguaje sagrado de la religión de Israel, el Evangelio lo evita. Y prefiere poner en boca
de Jesús el lenguaje simbólico-profano tomado del trabajo secular.
Es evidente que el lenguaje que se prefiere es un indicador elocuente de la mentalidad que se tiene. Jesús, cuando se refería a sus seguidores, nunca habló de funcionarios del templo. Siempre prefirió hablar de trabajadores que rinden en su tarea. Eso es lo que construye el Reino de Dios, según Jesús.

SAN   BENITO, abad


San Benito nació de familia rica en Nursia, región de Umbría, Italia, en el año 480. Su hermana gemela, Escolástica, también alcanzó la santidad.
Después de haber recibido en Roma una adecuada formación, estudiando la retórica y la filosofía. Se retiró de la ciudad a Enfide (la actual Affile), para dedicarse al estudio y practicar una vida de rigurosa disciplina ascética. No satisfecho de esa relativa soledad, a los 20 años se fue al monte Subiaco bajo la guía de un ermitaño y viviendo en una cueva.
Tres años después se fue con los monjes de Vicovaro. No duró allí mucho ya que lo eligieron prior, pero después trataron de envenenarlo por la disciplina que les exigía.
Con un grupo de jóvenes, entre ellos Plácido y Mauro, fundo su primer monasterio en la montaña de Cassino en 529 y escribió la Regla, cuya difusión le valió el título de patriarca del monaquismo occidental. Fundó numerosos monasterios, centros de formación y cultura capaces de propagar la fe en tiempos de crisis.
Vida de oración disciplina y trabajo
Se levantaba a las dos de la madrugada a rezar los salmos. Pasaba horas rezando y meditando. Hacia también horas de trabajo manual, imitando a Jesucristo.
Veía el trabajo como algo honroso. Su dieta era vegetariana y ayunaba diariamente, sin comer nada hasta la tarde. Recibía a muchos para dirección espiritual. Algunas veces acudía a los pueblos con sus monjes a predicar. Era famoso por su trato amable con todos.
Su gran amor y su fuerza fueron la Santa Cruz con la que hizo muchos milagros. Fue un poderoso exorcista Este don para someter a los espíritus malignos lo ejerció utilizando como sacramental la famosa Cruz de San Benito.
San Benito predijo el día de su propia muerte, que ocurrió el 21 de marzo del 547, pocos días después de la muerte de su hermana, santa Escolástica. Desde finales del siglo VIII muchos lugares comenzaron a celebrar su fiesta el 11 de julio.




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