miércoles, 19 de julio de 2017

Párate un momento: El Evangelio del dia 20 DE JULIO - JUEVES – 15ª - SEMANA DEL T. O. - A SAN APOLINAR




20 DE JULIO - JUEVES –
15ª - SEMANA DEL T. O. - A

Evangelio según san Mateo 11,28-30
      En aquel tiempo, Jesús exclamó:
"Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.
Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso.
Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera'.

1. La historia de la vida pública de Jesús, tal como la presentan los evangelios, es la historia de un hombre que pasó por la vida afrontando, con toda responsabilidad y con todas sus consecuencias, el enorme problema del sufrimiento humano.
Este problema, que tanto ha dado que pensar a filósofos y teólogos, es un problema que no se nos plantea para explicarlo, sino para resolverlo. Y eso exactamente es lo que hizo Jesús.
Nunca se dedicó Jesús a exponer teorías sobre el "por qué" del sufrimiento. Ni tampoco anduvo diciendo "cómo" se tiene que resolver. Lo que Jesús hizo fue aliviar las penas, las dolencias, las enfermedades y las carencias de cuantos lo pasan mal en la vida.
Sus declaraciones programáticas, en el sentido de que él vino a este mundo para remediar los males de enfermos, excluidos, pobres y oprimidos (Mt 11, 5; Lc 7, 22; 4, 18-19; cf. Is 61, 1-2) son elocuentes en este sentido. Y, por lo que relatan los evangelios, en eso se centró la actividad de Jesús.

2.  A partir de lo que se acaba de indicar, la apelación, que Mateo pone en boca de Jesús sobre el "yugo", no tiene por qué interpretarse como una "creación redaccional" (W, Schenk), es decir, un texto inventado por el autor que concretó la "redacción final" del evangelio de Mateo.
Al contrario. Jesús interpreta su lucha contra el sufrimiento como la liberación del "yugo" que sufría la
pobre gente. El término "zygos" (yugo) pertenece al lenguaje que se asociaba a la "esclavitud" (doluleía) (Sófocles, Ai 944; Platón, Ep. 8, 354d; 1 Mac 8, 17 s).
El "yugo" es la Ley religiosa, en la medida en que es una ley oprimente.

3.  Las religiones suelen centrar sus preocupaciones    en que los fieles se sometan al "yugo de la ley" y a las prácticas religiosas.
Jesús hizo exactamente lo contrario. Hasta el extremo de que, por liberar a la gente del yugo religioso, los dirigentes religiosos condenaron a Jesús a muerte.
En la Iglesia hay obispos, sacerdotes, religiosos/as y laicos/as que viven para aliviar los yugos y sufrimientos que soporta mucha gente. Pero la Iglesia, como tal, no suele decir: "Venid a mí, que yo os aliviaré".
Lo que no se cansa de decir (sin darse cuenta de lo que dice) es: "Venid a mí, que yo es someteré".
Mucha gente tiene la impresión de que la Iglesia ha echado por el camino opuesto al camino que nos propuso Jesús.

SAN   APOLINAR


Elogio: San Apolinar, obispo, que, al mismo tiempo que propagaba entre los gentiles las insondables riquezas de Cristo, iba delante de sus ovejas como buen pastor, y es tradición que honró con su ilustre martirio a la iglesia de Classe, cerca de Rávena, en la vía Flaminia, donde pasó al banquete eterno el día veintitrés de julio.
San Apolinar fue el primer obispo de Rávena (o Ravena) y el único mártir de dicha ciudad cuyo nombre se conoce. Según las actas de su martirio, Apolinar nació en Antioquía, dondé fue discípulo de san Pedro, y el Príncipe de los Apóstoles le nombró obispo de Rávena. Pero se trata de una fábula del siglo VII, inventada para dar prestigio a la sede episcopal de dicha ciudad. San Apolinar fue uno de los mártires más famosos en la Iglesia primitiva, y la gran veneración que se le profesaba es el mejor testimonio de su santidad y espíritu apostólico, pero ello no nos autoriza a prestar crédito a la leyenda.
Según ésta, Apolinar curó milagrosamente a la esposa de un oficial, y tanto el marido como la mujer se convirtieron al cristianismo. También sanó a un sordo llamado Bonifacio y obtuvo tal cantidad de conversiones, que las autoridades le desterraron de la ciudad. Entonces, Apolinar fue a predicar el Evangelio a Bolonia, donde convirtió a todos los miembros de la familia del patricio Rufino. Partió al exilio nuevamente y durante la travesía, naufragó en las costas de Dalmacia, donde fue maltratado por predicar el Evangelio. Apolinar volvió tres veces a su sede, y otras tantas fue capturado, torturado y desterrado nuevamente. En su cuarta visita el emperador Vespasiano publicó un decreto por el que ordenaba el destierro a todos los cristianos. San Apolinar consiguió esconderse algún tiempo con la ayuda de un centurión cristiano, pero finalmente fue descubierto por el populacho, que le condujo al barrio de Classis, donde le golpeó hasta dejarle por muerto.
San Pedro Crisólogo, el más ilustre de los sucesores de san Apolinar, le calificó de mártir en uno de sus sermones, pero añadió que Dios preservó la vida de Apolinar durante largo tiempo para bien de su Iglesia y no permitió que los perseguidores le quitasen la vida. En tal caso, sólo puede decirse que fue mártir a causa de los tormentos que sufrió por Cristo, lo que habitualmente llamaríamos un «confesor».
En sus sermones, san Pedro Crisólogo afirma que san Apolinar fue obispo de Rávena y mártir; prácticamente a eso se reduce todo lo que sabemos sobre él. La biografía de Acta Sanctorum, julio, vol. V, no es ciertamente anterior al siglo VII, y no parece que se apoye en una tradición auténtica. Mons. Lanzoni, Le fonti della leggenda di Sant'Apollinare di Ravenna (1915) y Le diocesi d'Italia (1923), pp. 455 as., discute a fondo el problema. En el canon de la misa del rito de Milán se menciona a san Apolinar.
En la imagen: el bellísimo mosaico bizantino del siglo VI que muestra la figura de san Apolinar, obispo, en uno de los ábsides de la basílica a él dedicada: San Apollinar in Classe, en Rávena.
Oración: Conduce, Señor, a tus fieles por el camino de la eterna salvación, que tu obispo san Apolinar enseñó con su doctrina y martirio, y haz que, perseverando en tus mandamientos, merezcamos ser coronados con él. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).






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