20 DE JULIO - JUEVES –
15ª - SEMANA DEL T. O. - A
Evangelio según san Mateo 11,28-30
En aquel tiempo, Jesús exclamó:
"Venid a mí todos los que estáis
cansados y agobiados, y yo os aliviaré.
Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy
manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso.
Porque mi yugo es llevadero y mi carga
ligera'.
1. La historia de la
vida pública de Jesús, tal como la presentan los evangelios, es la historia de
un hombre que pasó por la vida afrontando, con toda responsabilidad y con todas
sus consecuencias, el enorme problema del sufrimiento humano.
Este problema, que
tanto ha dado que pensar a filósofos y teólogos, es un problema que no se nos
plantea para explicarlo, sino para resolverlo. Y eso exactamente es lo que hizo
Jesús.
Nunca se dedicó Jesús
a exponer teorías sobre el "por qué" del sufrimiento. Ni tampoco
anduvo diciendo "cómo" se tiene que resolver. Lo que Jesús hizo fue aliviar
las penas, las dolencias, las enfermedades y las carencias de cuantos lo pasan
mal en la vida.
Sus declaraciones
programáticas, en el sentido de que él vino a este mundo para remediar los
males de enfermos, excluidos, pobres y oprimidos (Mt 11, 5; Lc 7, 22; 4, 18-19;
cf. Is 61, 1-2) son elocuentes en este sentido. Y, por lo que relatan los
evangelios, en eso se centró la actividad de Jesús.
2. A partir de lo que se acaba de indicar, la
apelación, que Mateo pone en boca de Jesús sobre el "yugo", no tiene
por qué interpretarse como una "creación redaccional" (W, Schenk), es
decir, un texto inventado por el autor que concretó la "redacción
final" del evangelio de Mateo.
Al contrario. Jesús
interpreta su lucha contra el sufrimiento como la liberación del
"yugo" que sufría la
pobre gente. El término "zygos"
(yugo) pertenece al lenguaje que se asociaba a la "esclavitud"
(doluleía) (Sófocles, Ai 944; Platón, Ep. 8, 354d; 1 Mac 8, 17 s).
El "yugo" es la Ley religiosa, en la
medida en que es una ley oprimente.
3. Las religiones suelen centrar sus
preocupaciones en que los fieles se sometan
al "yugo de la ley" y a las prácticas religiosas.
Jesús hizo
exactamente lo contrario. Hasta el extremo de que, por liberar a la gente del
yugo religioso, los dirigentes religiosos condenaron a Jesús a muerte.
En la Iglesia hay
obispos, sacerdotes, religiosos/as y laicos/as que viven para aliviar los yugos
y sufrimientos que soporta mucha gente. Pero la Iglesia, como tal, no suele decir:
"Venid a mí, que yo os aliviaré".
Lo que no se cansa de
decir (sin darse cuenta de lo que dice) es: "Venid a mí, que yo es
someteré".
Mucha gente tiene la
impresión de que la Iglesia ha echado por el camino opuesto al camino que nos
propuso Jesús.
SAN APOLINAR
Elogio: San Apolinar, obispo, que, al mismo
tiempo que propagaba entre los gentiles las insondables riquezas de Cristo, iba
delante de sus ovejas como buen pastor, y es tradición que honró con su ilustre
martirio a la iglesia de Classe, cerca de Rávena, en la vía Flaminia, donde
pasó al banquete eterno el día veintitrés de julio.
San Apolinar fue el
primer obispo de Rávena (o Ravena) y el único mártir de dicha ciudad cuyo
nombre se conoce. Según las actas de su martirio, Apolinar nació en Antioquía,
dondé fue discípulo de san Pedro, y el Príncipe de los Apóstoles le nombró
obispo de Rávena. Pero se trata de una fábula del siglo VII, inventada para dar
prestigio a la sede episcopal de dicha ciudad. San Apolinar fue uno de los
mártires más famosos en la Iglesia primitiva, y la gran veneración que se le
profesaba es el mejor testimonio de su santidad y espíritu apostólico, pero
ello no nos autoriza a prestar crédito a la leyenda.
Según ésta, Apolinar
curó milagrosamente a la esposa de un oficial, y tanto el marido como la mujer
se convirtieron al cristianismo. También sanó a un sordo llamado Bonifacio y
obtuvo tal cantidad de conversiones, que las autoridades le desterraron de la
ciudad. Entonces, Apolinar fue a predicar el Evangelio a Bolonia, donde
convirtió a todos los miembros de la familia del patricio Rufino. Partió al
exilio nuevamente y durante la travesía, naufragó en las costas de Dalmacia,
donde fue maltratado por predicar el Evangelio. Apolinar volvió tres veces a su
sede, y otras tantas fue capturado, torturado y desterrado nuevamente. En su
cuarta visita el emperador Vespasiano publicó un decreto por el que ordenaba el
destierro a todos los cristianos. San Apolinar consiguió esconderse algún
tiempo con la ayuda de un centurión cristiano, pero finalmente fue descubierto
por el populacho, que le condujo al barrio de Classis, donde le golpeó hasta
dejarle por muerto.
San Pedro Crisólogo,
el más ilustre de los sucesores de san Apolinar, le calificó de mártir en uno
de sus sermones, pero añadió que Dios preservó la vida de Apolinar durante
largo tiempo para bien de su Iglesia y no permitió que los perseguidores le
quitasen la vida. En tal caso, sólo puede decirse que fue mártir a causa de los
tormentos que sufrió por Cristo, lo que habitualmente llamaríamos un «confesor».
En sus sermones, san
Pedro Crisólogo afirma que san Apolinar fue obispo de Rávena y mártir;
prácticamente a eso se reduce todo lo que sabemos sobre él. La biografía de
Acta Sanctorum, julio, vol. V, no es ciertamente anterior al siglo VII, y no
parece que se apoye en una tradición auténtica. Mons. Lanzoni, Le fonti della
leggenda di Sant'Apollinare di Ravenna (1915) y Le diocesi d'Italia (1923), pp.
455 as., discute a fondo el problema. En el canon de la misa del rito de Milán
se menciona a san Apolinar.
En la imagen: el
bellísimo mosaico bizantino del siglo VI que muestra la
figura de san Apolinar, obispo, en uno de los ábsides de la basílica a él
dedicada: San Apollinar in Classe, en Rávena.
Oración: Conduce, Señor, a tus fieles por el camino de la eterna salvación,
que tu obispo san Apolinar enseñó con su doctrina y martirio, y haz que,
perseverando en tus mandamientos, merezcamos ser coronados con él. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
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