6 DE
JULIO - JUEVES –
13ª – SEMANA DEL T. O. - A
Evangelio según san Mateo 9, 1-8
En aquel tiempo, subió
Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. Le presentaron un
paralítico, acostado en una camilla. Viendo la fe que tenían, dijo al
paralítico:
"¡Ánimo, hijo, tus pecados están
perdonados!".
Algunos de los letrados se dijeron:
"Este blasfema".
Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo:
"¿Por qué pensáis mal?
¿Qué es más fácil decir: "tus pecados
están perdonados" o decir "levántate y anda?"
Pues para que veáis que el Hijo del Hombre
tiene potestad en la tierra para perdonar pecados -dijo dirigiéndose al
paralítico-:
Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu
casa".
Se puso en pie, y se fue a su casa.
Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y
alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad.
1. Dios ama y perdona sin condiciones. Pero la
Iglesia, con el paso del tiempo, ha ido poniendo tantas condiciones para
perdonar los pecados, que -como es bien sabido- la mayoría de la gente, que por
lo demás se considera y dice que es creyente y practicante, no recibe el
sacramento de la penitencia.
Según relata este
evangelio, Jesús le perdonó los pecados a este paralítico, sin preguntarle
nada, ni exigirle confesión alguna. Ni siquiera le preguntó sí
estaba arrepentido o si tenía propósito de
enmendarse.
En las ideas
religiosas de aquel tiempo, entraba el convencimiento de que
"enfermedad" y "pecado" eran dos cosas que iban unidas.
La enfermedad era
consecuencia del pecado Jn 9, 2; cf. Mt 4, 23-25; 1 Cor 11, 30; cf. Is 35, 1-8;
2 Bar 73, 1-2).
En realidad, lo que
Jesús hizo con este paralítico fue devolverle la vida y la dignidad humana en toda
su plenitud y sin limitación alguna. Le perdonó sus pecados (los que tuviera),
le devolvió la salud. O sea, le dio la dignidad y la felicidad que buscaba y
que necesitaba.
2. Muchos cristianos no saben que el sacramento de
la penitencia es el que ha tenido más modificaciones y, por cierto, muy
profundas, en la historia de la Iglesia.
Resumiendo, la
historia de este sacramento, se puede decir que, en los primeros siglos (hasta
finales del s. VII), el perdón de los pecados tenía dos características:
1) Solo se sometían
al sacramento los pecados "públicos" y "escandalosos",
aunque variaban de unas diócesis a otras los pecados de los que se pensaba
que reunían esas dos características.
2) La penitencia se
administraba una sola vez en la vida. Por eso, se la llamaba la
"penitencia segunda"
(la primera era el bautismo). La presidía el
obispo, ya que los presbíteros normalmente no administraban este ritual de
perdón.
La segunda etapa de esta
historia comienza en el s. VII. Dado que la penitencia antigua era tan severa,
se introdujo (por influjo de los monjes
irlandeses) la llamada "penitencia tarifada": los sacerdotes tenían
unas listas de pecados, cada cual con una determinada "tarifa" de
actos de penitencia. El confesor sacaba la cuenta, imponía la tarifa
penitencial que se tenía que hacer. Y cuando el penitente había hecho la
penitencia que se le imponía, era absuelto por el obispo.
Y la tercera etapa se
produjo a finales del s. XII, cuando ya se empezó a practicar la penitencia
mediante la confesión ante un sacerdote (B, Poschmann, C. Vogel, P. Browe...).
3. En el s. XVI, el concilio de Trento, en la
Ses. 14, y en su "declaración" (DH 1667) sobre el sacramento de la
penitencia, estableció (contra los reformadores) la necesidad de la
"confesión" ante un sacerdote, para recibir el perdón (DH 1679-1683).
Pero, para dar razón
de esta necesidad, el concilio dijo que la confesión es necesaria porque la
penitencia tiene carácter judicial (DH 1679,1685). Pero el sacerdote no actúa
como un juez, sino como un representante de la misericordia y el perdón de Dios
("alieni beneficii dispensario". DH 1685).
No es cierto, como se
ha dicho tantas veces, que la Iglesia exigiera desde sus primeros tiempos la
confesión detallada de los pecados. Parece, pues, que la fórmula más acertada
es la que estableció Pablo VI cuando explicó la posibilidad y la conveniencia
de la penitencia pública y comunitaria.
Sería, por tanto, muy
conveniente que la autoridad eclesiástica competente hiciera una renovación a
fondo, más fiel a la historia y al Evangelio, de la práctica de la
penitencia sacramental.
Sta. MARIA GORETTI
Santa
María Goretti nació en Corinaldo, Italia el 16 de octubre de 1890 hija de Luis
Goretti y Assunta Carlini, ambos campesinos. María fue la segunda de seis
hijos.
Vivió en
el seno de una familia humilde y perdió a su padre a los diez años por causa del
paludismo.
Como
consecuencia de la muerte de su padre, la madre de María Goretti tuvo que
trabajar dejando la casa y los hermanos menores a cargo de ésta quien realizaba
sus obligaciones con alegría y cada semana asistía a clases de catecismo.
A los once
años hizo su primera comunión haciéndose, desde entonces, el firme propósito de
morir antes que cometer un pecado.
En la
misma finca donde vivía María trabajaba Alejandro Serenelli, quien se enamoró
de María que en ese entonces contaba con doce años.
Serenelli,
a causa de lecturas impuras, se dedicó a buscar a María haciéndole propuestas
que la santa rechazaba haciendo que Serenelli se sintiera despreciado.
El 5 de
julio de 1902 Serenelli fue en busca de María quien estaba sola en su casa y al
encontrarla la invitó a ir a una recámara de la casa a lo que María se negó por
lo que aquél se vio obligado a forzarla.
María se
negaba advirtiéndole a Serenelli que lo que pretendía era pecado y que no
accedería a sus pretensiones por lo que éste la atacó con un cuchillo
clavándoselo catorce veces.
María no
murió inmediatamente, fue trasladada al hospital de San Juan de Dios donde los
médicos la operaron sin entestecía porque no había y durante dos horas la santa
soportó el sufrimiento ofreciendo a Dios sus dolores.
Antes de
morir, un día después del ataque, María alcanzó a recibir la comunión y la
unción de los enfermos e hizo público su perdón a Serenelli.
El asesino
fue condenado a 30 años de prisión donde al principio no daba muestras de
arrepentimiento. La tradición cuenta que después de un sueño donde María le
dijo que él también podía ir al cielo, Serenelli cambió completamente
volviéndose hacia Dios y ofreciendo sus trabajos y sufrimientos en reparación
de sus pecados.
Después de
27 años de cárcel fue liberado y acudió a pedir perdón a la madre de la santa,
quien no solo lo perdonó sino que lo defendió en público alegando que si Dios y
su hija lo habían perdonado, ella no tenía porque no perdonarlo.
La fama de
María Goretti se extendía cada vez más y fueron apareciendo las muestras de
santidad, que fue fruto de su cercanía a Dios y su devoción a la Virgen María.
Después de
numerosos estudios, la Santa Sede la canonizó el 24 de junio de 1950 en una
ceremonia que se tuvo que realizar en la Plaza de San Pedro debido a la
cantidad de asistentes que se calculaban en más de quinientas mil personas.
En la
ceremonia de canonización acompañaron a Pío XII la madre, dos hermanas y un
hermano de María. Durante esta ceremonia Su Santidad Pío XII exaltó la virtud
de la santa y sus estudiosos afirman que por la vida que llevó aun cuando no
hubiera sido mártir habría merecido ser declarada santa.
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