miércoles, 5 de julio de 2017

Párate un momento: El Evangelio del dia 6 DE JULIO - JUEVES – 13ª – SEMANA DEL T. O. - A Sta. MARIA GORETTI





6  DE  JULIO - JUEVES –
13ª –  SEMANA DEL T. O. - A

Evangelio según san Mateo 9, 1-8                                                                                 
   En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. Le presentaron un paralítico, acostado en una camilla. Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico:
"¡Ánimo, hijo, tus pecados están perdonados!".  
Algunos de los letrados se dijeron:
"Este blasfema".
Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo:
"¿Por qué pensáis mal?
¿Qué es más fácil decir: "tus pecados están perdonados" o decir "levántate y anda?"
Pues para que veáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados -dijo dirigiéndose al paralítico-:
Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa".
Se puso en pie, y se fue a su casa.
Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad.

1.  Dios ama y perdona sin condiciones. Pero la Iglesia, con el paso del tiempo, ha ido poniendo tantas condiciones para perdonar los pecados, que -como es bien sabido- la mayoría de la gente, que por lo demás se considera y dice que es creyente y practicante, no recibe el sacramento de la penitencia.
Según relata este evangelio, Jesús le perdonó los pecados a este paralítico, sin preguntarle nada, ni exigirle confesión alguna. Ni siquiera le preguntó sí
estaba arrepentido o si tenía propósito de enmendarse.
En las ideas religiosas de aquel tiempo, entraba el convencimiento de que "enfermedad" y "pecado" eran dos cosas que iban unidas.
La enfermedad era consecuencia del pecado Jn 9, 2; cf. Mt 4, 23-25; 1 Cor 11, 30; cf. Is 35, 1-8; 2 Bar 73, 1-2).
En realidad, lo que Jesús hizo con este paralítico fue devolverle la vida y la dignidad humana en toda su plenitud y sin limitación alguna. Le perdonó sus pecados (los que tuviera), le devolvió la salud. O sea, le dio la dignidad y la felicidad que buscaba y que necesitaba.

2.  Muchos cristianos no saben que el sacramento de la penitencia es el que ha tenido más modificaciones y, por cierto, muy profundas, en la historia de la Iglesia.
Resumiendo, la historia de este sacramento, se puede decir que, en los primeros siglos (hasta finales del s. VII), el perdón de los pecados tenía dos características:
1) Solo se sometían al sacramento los pecados "públicos" y "escandalosos", aunque variaban de unas diócesis a otras los pecados de los que se pensaba que   reunían esas dos características.
2) La penitencia se administraba una sola vez en la vida. Por eso, se la llamaba la "penitencia segunda"
(la primera era el bautismo). La presidía el obispo, ya que los presbíteros normalmente no administraban este ritual de perdón.
La segunda etapa de esta historia comienza en el s. VII. Dado que la penitencia antigua era tan severa,
se introdujo (por influjo de los monjes irlandeses) la llamada "penitencia tarifada": los sacerdotes tenían unas listas de pecados, cada cual con una determinada "tarifa" de actos de penitencia. El confesor sacaba la cuenta, imponía la tarifa penitencial que se tenía que hacer. Y cuando el penitente había hecho la penitencia que se le imponía, era absuelto por el obispo.
Y la tercera etapa se produjo a finales del s. XII, cuando ya se empezó a practicar la penitencia mediante la confesión ante un sacerdote (B, Poschmann, C. Vogel, P. Browe...).

3.  En el s. XVI, el concilio de Trento, en la Ses. 14, y en su "declaración" (DH 1667) sobre el sacramento de la penitencia, estableció (contra los reformadores) la necesidad de la "confesión" ante un sacerdote, para recibir el perdón (DH 1679-1683).
Pero, para dar razón de esta necesidad, el concilio dijo que la confesión es necesaria porque la penitencia tiene carácter judicial (DH 1679,1685). Pero el sacerdote no actúa como un juez, sino como un representante de la misericordia y el perdón de Dios ("alieni beneficii dispensario". DH 1685).
No es cierto, como se ha dicho tantas veces, que la Iglesia exigiera desde sus primeros tiempos la confesión detallada de los pecados. Parece, pues, que la fórmula más acertada es la que estableció Pablo VI cuando explicó la posibilidad y la conveniencia de la penitencia pública y comunitaria.
Sería, por tanto, muy conveniente que la autoridad eclesiástica competente hiciera una renovación a fondo, más fiel a la historia y al Evangelio, de la práctica de la
penitencia sacramental.

Sta. MARIA  GORETTI


Santa María Goretti nació en Corinaldo, Italia el 16 de octubre de 1890 hija de Luis Goretti y Assunta Carlini, ambos campesinos. María fue la segunda de seis hijos.
Vivió en el seno de una familia humilde y perdió a su padre a los diez años por causa del paludismo.
Como consecuencia de la muerte de su padre, la madre de María Goretti tuvo que trabajar dejando la casa y los hermanos menores a cargo de ésta quien realizaba sus obligaciones con alegría y cada semana asistía a clases de catecismo.
A los once años hizo su primera comunión haciéndose, desde entonces, el firme propósito de morir antes que cometer un pecado.
En la misma finca donde vivía María trabajaba Alejandro Serenelli, quien se enamoró de María que en ese entonces contaba con doce años.
Serenelli, a causa de lecturas impuras, se dedicó a buscar a María haciéndole propuestas que la santa rechazaba haciendo que Serenelli se sintiera despreciado.
El 5 de julio de 1902 Serenelli fue en busca de María quien estaba sola en su casa y al encontrarla la invitó a ir a una recámara de la casa a lo que María se negó por lo que aquél se vio obligado a forzarla.
María se negaba advirtiéndole a Serenelli que lo que pretendía era pecado y que no accedería a sus pretensiones por lo que éste la atacó con un cuchillo clavándoselo catorce veces.
María no murió inmediatamente, fue trasladada al hospital de San Juan de Dios donde los médicos la operaron sin entestecía porque no había y durante dos horas la santa soportó el sufrimiento ofreciendo a Dios sus dolores.
Antes de morir, un día después del ataque, María alcanzó a recibir la comunión y la unción de los enfermos e hizo público su perdón a Serenelli.
El asesino fue condenado a 30 años de prisión donde al principio no daba muestras de arrepentimiento. La tradición cuenta que después de un sueño donde María le dijo que él también podía ir al cielo, Serenelli cambió completamente volviéndose hacia Dios y ofreciendo sus trabajos y sufrimientos en reparación de sus pecados.
Después de 27 años de cárcel fue liberado y acudió a pedir perdón a la madre de la santa, quien no solo lo perdonó sino que lo defendió en público alegando que si Dios y su hija lo habían perdonado, ella no tenía porque no perdonarlo.
La fama de María Goretti se extendía cada vez más y fueron apareciendo las muestras de santidad, que fue fruto de su cercanía a Dios y su devoción a la Virgen María.
Después de numerosos estudios, la Santa Sede la canonizó el 24 de junio de 1950 en una ceremonia que se tuvo que realizar en la Plaza de San Pedro debido a la cantidad de asistentes que se calculaban en más de quinientas mil personas.
En la ceremonia de canonización acompañaron a Pío XII la madre, dos hermanas y un hermano de María. Durante esta ceremonia Su Santidad Pío XII exaltó la virtud de la santa y sus estudiosos afirman que por la vida que llevó aun cuando no hubiera sido mártir habría merecido ser declarada santa.




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